La noche anterior, bajo la luz del faro, había marcado un antes y un después en su relación con Richard, un momento de conexión que aún resonaba en su interior con una calidez especial. Sin embargo, el misterio de Esperanza y la posible conexión con el pasado de Richard seguían siendo una sombra persistente en sus pensamientos.Con la decisión tomada, Valentina se vistió rápidamente. Necesitaba hablar con Irene. Su amiga conocía Villa Esperanza como la palma de su mano y, además, era la persona a la que primero había recurrido al llegar al pueblo. Salió de la posada y caminó por las calles aún tranquilas del pueblo, sintiendo la brisa matutina en su rostro. El aroma a sal y a café recién hecho flotaba en el aire. Llegó al pequeño café donde Irene solía trabajar y la vio tras la barra, con su habitual sonrisa amable.—¡Valentina! Buenos días —saludó Irene, dejando de limpiar una taza para acercarse a ella—. ¿Qué tal les fue ayer con Elara? ¿Supieron algo más de Esperanza?Valentina re
Apenas la figura de Laura desapareció por la puerta del café, Richard apareció, buscando a Valentina con la mirada. Al verla sentada con Irene, se acercó rápidamente a su mesa.—¡Valentina! ¿Todo bien? Te vi hablando animadamente con Irene.—Richard —saludó Valentina con una pequeña sonrisa, aun con la sensación extraña de la conversación anterior, revoloteando en su interior—. Sí, todo bien. De hecho, acabo de tener un encuentro... peculiar.Irene ascendió, con una expresión que denotaba que ella también estaba al tanto de la novedad.—Cuéntale, Valentina. Creo que le interesará.Valentina tomó aire y relató a Richard su conversación con Laura, la mujer que había llegado al café buscando personal para la casa de campo de la familia Contreras. Le contó cómo Laura había mencionado que la casa se llamaba "La Luz" y la necesidad urgente de limpiarla y prepararla después de años de abandono.—Y lo más extraño, Richard —añadió Valentina, con el ceño ligeramente fruncido—, es que Laura me o
Laura comenzó a darnos instrucciones detalladas sobre lo que esperaba de nosotros. Nos explicamos que la casa llevaba mucho tiempo cerrada y que el polvo y la suciedad se habían acumulado por todas partes. Su prioridad era que las habitaciones principales y los salones estuvieran impecables para cuando llegara la familia Contreras. Nos dividió las tareas: Richard, con su "fuerza", se encargaría de mover muebles pesados y limpiar las zonas más altas, mientras que yo me enfocaría en desempolvar, limpiar superficies y organizar los objetos más delicados.Mientras nos poníamos manos a la obra, una extraña mezcla de curiosidad y expectación me invadía. Cada objeto antiguo, cada retrato descolorido, cada mueble tallado con esmero parecía susurrar historias de un pasado lejano. La mansión era un laberinto de salones amplios, pasillos oscuros y habitaciones llenas de ecos. A pesar de la belleza decadente de muchos de los objetos, mi mente estaba enfocada en otro objetivo: encontrar cualquie
Mientras Elena susurraba su promesa secreta a Richard entre las sombras de los árboles, ninguno de los tres notó la figura silenciosa que los observaba desde la distancia. El señor Nicolás, el anciano que nos había abierto el portón al llegar, permanecía inmóvil cerca de la entrada, sus ojos fijos en la escena.Una vez que Elena se hubo despedido con una sonrisa y Richard y yo nos alejamos por el camino de grava, Nicolás corrió, con pasos rápidos y silenciosos, hacia la mansión, con la urgencia grabada en su rostro.Llegó hasta donde Laura estaba revisando unos documentos en el salón principal, jadeando ligeramente por el esfuerzo.—Señora Laura... señora Laura... —alcanzó a decir entrecortadamente.Laura levantó la vista, frunciendo el ceño ante la agitación del anciano. —¿Qué sucede, Nicolás? ¿Qué ocurre?—Es... es la señora Elena... y... los jóvenes... estaban hablando... ahí afuera... entre los árboles...Laura entrecerró los ojos, su expresión endureciéndose. —¿Hablando? ¿Qué est
—Vamos, muchachos —insistió Anselmo, apoyándose en su bastón y mirándonos alternativamente con sus ojos penetrantes—. No me dejen con la miel en los labios. Estuvieron todo el día en "La Luz", esa vieja casona que ha visto pasar tantas cosas. ¿Qué encontraron allí? ¿Se respira todavía ese aire de misterio del que tanto se habla?Richard y yo intercambiamos una mirada breve. Decidimos contarle a Anselmo lo que había sucedido, omitiendo, por el momento, la extraña interacción de Elena con Richard.—Bueno, Anselmo —comencé—, estuvimos limpiando, como nos pidió Laura. La casa es... impresionante, muy antigua, como usted dice. Y conocimos a la cocinera, la señora Elena.—¿Elena sigue por ahí? —preguntó Anselmo, con un tono que denotaba cierta sorpresa y algo más que no pude descifrar—. Esa mujer... tiene sus años. ¿Se portó bien con ustedes?—Sí, fue amable —respondió Richard—. Nos preparó la comida.—¿Solo eso? —insistió Anselmo, con su mirada fija en nosotros—. ¿Nada más les llamó la ate
—Abuelo —comenzó Richard, su voz tensa, apenas controlando la agitación—, tienes que decirme más. ¿Quién era mi madre? ¿Cómo se llamaba? ¿Por qué mi padre me trajo aquí sin decirte nada de ella?Anselmo suspiró, pasando una mano temblorosa por su rostro arrugado. —Hijo... no lo sé. Tu padre nunca habló de ella. Era un hombre reservado, como ya te dije. Llegó una noche de tormenta, hace ya tantos años... Te traía envuelto en esa manta, dormido. Estaba pálido, agotado. Solo me dijo: "Cuídalo, padre. Es lo más importante". Y no dijo nada más sobre tu madre.—¿Ni siquiera su nombre? —insistió Richard, con la desesperación creciendo en su voz.—Nada. Nunca mencionó su nombre. Le pregunté, claro que le pregunté. Pero él solo desviaba la mirada, decía que no importaba, que lo único importante eras tú.Observé a Richard, su frustración era palpable. Sus manos se habían cerrado en puños y su respiración era entrecortada. Intenté intervenir, buscando una manera de enfocar las preguntas.—Anselm
Mientras le estábamos contando a Irene los intrincados detalles de los misterios de "La Luz", mi teléfono comenzó a sonar. Miré la pantalla y vi el nombre de Magaly, una colega periodista y amiga muy querida. Fruncí el ceño ligeramente, preguntándome qué podría querer.—Disculpen un momento —les dije a Irene y Richard, levantándome un poco de la mesa para contestar la llamada.—¡Amiga, te tengo que contar algo! ¡Es una sorpresa! —exclamó Magaly con una excitación palpable al otro lado de la línea.—¿Qué pasa, Magaly? ¿De qué se trata? —pregunté, sintiendo una punzada de curiosidad.—¡Estoy en camino para Villa Esperanza! —soltó, con un tono de voz que irradiaba alegría.—¡No lo puedo creer! —exclamé, mi sorpresa genuina. Magaly viviendo en la capital, que viniera hasta Villa Esperanza era algo completamente inesperado. —¿Qué te trae por aquí? ¿Pasó algo?—¡Solo me dieron vacaciones! —exclamó Magaly, su entusiasmo contagiándome a través del teléfono—. Y me dije: ¿qué bueno sería vivir
Valentina se quedó en silencio por un instante, con la mirada perdida en algún punto de la habitación. La pregunta de Magaly la había tomado por sorpresa, aunque en algún rincón de su mente sabía que era una cuestión inevitable.—¿Qué siento por Richard? —repitió en voz baja, casi para sí misma, como si estuviera saboreando las palabras, intentando descifrar sus propios sentimientos al pronunciarlas. Su mente retrocedió a los momentos compartidos: la tensión en el faro, el miedo en la iglesia, la extraña conexión en la mansión, la determinación compartida por descubrir la verdad... y la calidez de su mano tomando la suya.Volvió la mirada hacia Magaly, con una expresión pensativa. —Estoy... algo confundida, para ser sincera. Nunca antes había sentido algo así. Con Richard... es diferente. Desde el principio, hubo una conexión, una especie de entendimiento tácito. Hemos pasado por situaciones muy intensas juntos, momentos de miedo, de incertidumbre... y en esos momentos, él siempre ha