Magaly comenzó su relato describiendo el descenso por la estrecha escalera de piedra, el aire volviéndose cada vez más denso y cargado de un olor terroso y húmedo, como de tierra removida y encierro prolongado. Al llegar al final de los escalones, se encontró en un espacio sorprendentemente amplio, aunque con el techo bajo y abovedado, construido con ladrillos oscurecidos por el tiempo y la humedad. La única iluminación provenía de la tenue rendija de luz que se filtraba por la puerta entreabierta que daba al jardín.—En realidad, en ese cobertizo... hay señales de que una persona entra —corrige Magaly, su voz ahora cargada de una certeza inquietante—. No solo estuvo, sino que parece que sigue utilizando el lugar.—¡Qué extraño! —exclama Javier, su curiosidad inicial tornándose en sorpresa y algo de nerviosismo—. Nunca he oído hablar de ese lugar en la mansión.—Lo único que se me ocurre —dice Valentina, con la mirada pensativa— es vigilar. Tenemos que saber quién es la persona que es
Interior de la cabaña de Elara. Javier y Magaly acaban de regresar, sus rostros aún reflejan la sorpresa y la confusión de lo que presenciaron.Javier entró en la cabaña casi sin aliento, con los ojos muy abiertos. Magaly lo seguía de cerca, su expresión igualmente agitada. Valentina y Richard, que estaban sentados junto a Elara, los miraron con interrogación.—¡No van a creer lo que vimos! —exclamó Javier, su voz todavía temblaba ligeramente.Valentina se levantó de inmediato, su preocupación evidente—. ¿Qué pasó? ¿Vieron a alguien entrar al cobertizo?Magaly asintió rápidamente. —Sí, pero no era un extraño... era tu padre, Javier.Un silencio denso cayó sobre la cabaña. Richard frunció el ceño, incrédulo. Elara permaneció quieta, su rostro sereno pero atento.—¿Mi padre? —preguntó Javier, como si no pudiera creer sus propias palabras—. ¿Qué hacía ahí?—Estaba buscando algo —explicó Magaly, su voz aún en un susurro por la impresión—. Estaba revisando las paredes, el suelo... incluso
A la mañana siguiente, el ambiente en la posada había mucha tranquilidad más que de lo costumbre. Valentina y Magaly se movían rápidamente, preparando sus pocas pertenencias para el viaje a la ciudad. Al abrir la puerta de su habitación para salir, se encontraron con Richard apoyado en el pasillo, esperándolas con una expresión seria pero tranquila.—Solo vine para acompañarlas al transporte —dijo Richard, su voz suave mientras tomaba las maletas de Valentina y Magaly. Al hacerlo, sus dedos rozaron las manos de Valentina en un contacto fugaz pero significativo. Ese simple roce hizo que una corriente eléctrica recorriera el cuerpo de Valentina, provocando un ligero estremecimiento que no pasó desapercibido para Richard.Una oleada de sensaciones confusas me inundó ante el contacto de Richard. Aún no me sentía cómoda explorando esas emociones, la incertidumbre sobre mi pasado y mi compromiso pesaban demasiado en mi corazón. A pesar de la turbulencia interna, le ofrecí a Richard una suav
Cuando la celebración comenzó a dispersarse, Magaly se acercó a mí con una mirada comprensiva.—Amiga, ¿nos vamos juntas? —me preguntó en voz baja.Antes de que pudiera responder, la voz de Gustavo se interpuso con una rapidez casi ansiosa—. Tranquila, Magaly. Yo llevaré a Valentina en mi coche. Estará mucho más cómoda. Tú puedes irte aparte, ¿verdad? No hay necesidad de que te desvíes.—Sí, claro —respondió Magaly, aunque noté un ligero matiz de duda en su tono antes de ofrecerme una pequeña sonrisa de despedida.En ese instante, mientras veía a Magaly alejarse y sentía el brazo posesivo de Gustavo rodear mi cintura, una opresión inexplicable se instaló en mi pecho. Era una mezcla de incomodidad, una punzada de soledad y la creciente certeza de estar atrapada en una situación que no deseaba. La falsa euforia de la celebración se había desvanecido por completo, dejando solo un vacío y una creciente angustia.Ya en el coche, la atmósfera se tensó de inmediato. Gustavo, con una sonrisa
—Richard —dije con firmeza—, voy a regresar a Villa Esperanza. Estoy convencida de que tenemos que descubrir nuestro pasado.Hubo un breve silencio al otro lado de la línea, y luego escuché la voz de Richard, cargada de una palpable satisfacción.—Eso era lo que quería escuchar, Valentina. Eso me complace mucho.—Lo sé. Me voy esta misma tarde.—Te espero.Cuando terminé la conversación con Richard, marqué el número de Magaly. Necesitaba contarle mi decisión.—Magaly —dije, apenas contestó—, voy a regresar a Villa Esperanza. Estoy convencida de que tenemos que descubrir nuestro pasado.Hubo un breve silencio al otro lado de la línea. —¿Y qué vas a hacer con tu trabajo aquí?—Voy a renunciar —afirmé con una seguridad que me sorprendió a mí misma—. No creo que este sea mi futuro. No me veo trabajando en esto toda mi vida.—¿Y qué vas a hacer con Gustavo? —preguntó, su tono ahora cargado de preocupación.—Voy a terminar con él —respondí, sintiendo un peso levantarse de mis hombros al pro
—Cuando volví al registro —comenzó Richard, su tono cargado de una mezcla de excitación y cautela—, la señora Ana me ayudó nuevamente con la búsqueda. Y esta vez... esta vez recordó algo importante.Hizo una pausa, mirándome fijamente.—Recordó que fueron unos hombres quienes llevaron el acta de defunción al registro. El acta era de una mujer llamada Soraida. Y lo más significativo, Valentina, es que Ana también recordó el nombre de la niña... —¿Qué recordó exactamente, Richard? ¡Dime! —insistí, mi voz, apenas estaba cargada de impaciencia, casi sin dejarlo hablar.Richard tomó mi mano, tratando de calmar mi agitación. —Tranquila, Valentina. Lo que Ana recordó fue que, mientras los hombres entregaban el acta de defunción de Soraida, uno de ellos le preguntó al otro si la niña que había sobrevivido tenía nombre. Y el otro hombre respondió... sí. Dijo que la madre, justo antes de morir, había dicho que se llamaba Valentina.—¿Por qué querrían ocultar a mi madre? —pregunté, la confusión
Javier tomó aire profundamente, su rostro reflejaba la confusión que aún sentía al recordar la conversación de sus padres. —Bueno... al principio, parecían estar discutiendo lo de siempre, ¿saben? Se reclamaban que el amor entre ellos ya no existía, cosas que, la verdad, siempre han estado ahí, como un murmullo constante en la casa. Pero luego... luego dijeron algo diferente, algo que nunca había oído antes.Hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas. —Mi mamá le decía a mi papá, con una voz llena de... no sé, como de rabia contenida: "Si no fuera por tu padre, yo jamás me hubiera casado contigo. ¡Siempre quise más a ese don nadie!".Richard y yo nos miramos, la sorpresa reflejada en nuestros rostros. ¿A qué "don nadie" se refería?Javier continuó, su voz ahora más temblorosa. —Y entonces mi papá le gritó, con una furia que nunca le había escuchado: "¡Sí, porque de paso le diste un hijo!".Un silencio denso cayó sobre la cabaña. Mi corazón dio un vuelco. Un hijo... ¿mi madre habí
—Con mi madre... eran pocos los momentos que realmente disfrutamos juntos —continuó Javier, su voz ahora teñida de una suave nostalgia—. Pero pintar... pintar juntos era lo mejor. Ella cantaba mientras dibujamos, inventábamos historias sobre los personajes que creamos, jugábamos mucho. Y a veces... a veces me contaba cosas del pasado.—¿Qué cosas del pasado te contaba? —pregunté con angustia, inclinándome hacia él, sintiendo una punzada de aprehensión. Las menciones del pasado siempre parecían estar ligadas a los secretos que ahora comenzábamos a desenterrar. ¿Habría alguna conexión con mi propia historia, con la de Esmeralda?—Hablábamos mucho mientras jugábamos, sí —recordó Javier, con un tono pensativo—. Pero cuando entraba mi abuelo... o cuando estábamos en la mesa con él, todo cambiaba. Mi madre se ponía muy nerviosa, tensa. Y si mi padre estaba presente... la mesa se convertía en un lugar de silencio absoluto, cargado de malas miradas y una tensión que se podía cortar con un cuc