—Richard —dije con firmeza—, voy a regresar a Villa Esperanza. Estoy convencida de que tenemos que descubrir nuestro pasado.Hubo un breve silencio al otro lado de la línea, y luego escuché la voz de Richard, cargada de una palpable satisfacción.—Eso era lo que quería escuchar, Valentina. Eso me complace mucho.—Lo sé. Me voy esta misma tarde.—Te espero.Cuando terminé la conversación con Richard, marqué el número de Magaly. Necesitaba contarle mi decisión.—Magaly —dije, apenas contestó—, voy a regresar a Villa Esperanza. Estoy convencida de que tenemos que descubrir nuestro pasado.Hubo un breve silencio al otro lado de la línea. —¿Y qué vas a hacer con tu trabajo aquí?—Voy a renunciar —afirmé con una seguridad que me sorprendió a mí misma—. No creo que este sea mi futuro. No me veo trabajando en esto toda mi vida.—¿Y qué vas a hacer con Gustavo? —preguntó, su tono ahora cargado de preocupación.—Voy a terminar con él —respondí, sintiendo un peso levantarse de mis hombros al pro
—Cuando volví al registro —comenzó Richard, su tono cargado de una mezcla de excitación y cautela—, la señora Ana me ayudó nuevamente con la búsqueda. Y esta vez... esta vez recordó algo importante.Hizo una pausa, mirándome fijamente.—Recordó que fueron unos hombres quienes llevaron el acta de defunción al registro. El acta era de una mujer llamada Soraida. Y lo más significativo, Valentina, es que Ana también recordó el nombre de la niña... —¿Qué recordó exactamente, Richard? ¡Dime! —insistí, mi voz, apenas estaba cargada de impaciencia, casi sin dejarlo hablar.Richard tomó mi mano, tratando de calmar mi agitación. —Tranquila, Valentina. Lo que Ana recordó fue que, mientras los hombres entregaban el acta de defunción de Soraida, uno de ellos le preguntó al otro si la niña que había sobrevivido tenía nombre. Y el otro hombre respondió... sí. Dijo que la madre, justo antes de morir, había dicho que se llamaba Valentina.—¿Por qué querrían ocultar a mi madre? —pregunté, la confusión
Javier tomó aire profundamente, su rostro reflejaba la confusión que aún sentía al recordar la conversación de sus padres. —Bueno... al principio, parecían estar discutiendo lo de siempre, ¿saben? Se reclamaban que el amor entre ellos ya no existía, cosas que, la verdad, siempre han estado ahí, como un murmullo constante en la casa. Pero luego... luego dijeron algo diferente, algo que nunca había oído antes.Hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas. —Mi mamá le decía a mi papá, con una voz llena de... no sé, como de rabia contenida: "Si no fuera por tu padre, yo jamás me hubiera casado contigo. ¡Siempre quise más a ese don nadie!".Richard y yo nos miramos, la sorpresa reflejada en nuestros rostros. ¿A qué "don nadie" se refería?Javier continuó, su voz ahora más temblorosa. —Y entonces mi papá le gritó, con una furia que nunca le había escuchado: "¡Sí, porque de paso le diste un hijo!".Un silencio denso cayó sobre la cabaña. Mi corazón dio un vuelco. Un hijo... ¿mi madre habí
—Con mi madre... eran pocos los momentos que realmente disfrutamos juntos —continuó Javier, su voz ahora teñida de una suave nostalgia—. Pero pintar... pintar juntos era lo mejor. Ella cantaba mientras dibujamos, inventábamos historias sobre los personajes que creamos, jugábamos mucho. Y a veces... a veces me contaba cosas del pasado.—¿Qué cosas del pasado te contaba? —pregunté con angustia, inclinándome hacia él, sintiendo una punzada de aprehensión. Las menciones del pasado siempre parecían estar ligadas a los secretos que ahora comenzábamos a desenterrar. ¿Habría alguna conexión con mi propia historia, con la de Esmeralda?—Hablábamos mucho mientras jugábamos, sí —recordó Javier, con un tono pensativo—. Pero cuando entraba mi abuelo... o cuando estábamos en la mesa con él, todo cambiaba. Mi madre se ponía muy nerviosa, tensa. Y si mi padre estaba presente... la mesa se convertía en un lugar de silencio absoluto, cargado de malas miradas y una tensión que se podía cortar con un cuc
—Entonces... eres mi hermano —afirmó Javier, con una sonrisa radiante que iluminaba su rostro.Richard asintió lentamente, aún procesando la información, pero con una certeza creciente en su voz. —Sí... sí, creo que es cierto. Fernando... todo encaja de alguna manera. Ahora... Ahora quiero conocer a mi madre. Necesito hablar con ella, entender todo esto.—Puede ser... pero ir a la mansión ahora no creo que se pueda —dijo Javier, su entusiasmo inicial decayendo ligeramente. Su rostro se ensombreció al pensar en el ambiente hostil y los secretos que aún residían en la casa familiar.—¿Por qué no? —preguntó Richard, la urgencia de conocer a su madre palpable en su voz—. ¿Qué ha cambiado? Creí que querías que supiéramos la verdad.Javier suspiró, pasando una mano por su cabello. —Y quiero. Pero... después de lo que escuché de la discusión de mis padres, la forma en que hablaban de mi abuelo... siento que la atmósfera en la mansión será aún más tensa. Además, no sabemos cómo reaccionará mi
Elena entrecerró los ojos, su mirada viajó desde Javier hacia el joven que estaba sentado en la parte de atrás. Un destello de reconocimiento cruzó sus facciones, aunque aún teñido de sorpresa e incertidumbre.—¿Richard...? —murmuró Elena, su voz ahora más baja, como si un recuerdo fugaz intentara abrirse paso en su mente—. Sí... creo... creo que te conozco. De la mansión... ¿verdad? Eras un niño entonces...Su mirada volvió a Javier, y luego nuevamente a Richard, deteniéndose en el evidente parecido entre ambos. Sus ojos se abrieron ligeramente, como si una pieza de un antiguo rompecabezas comenzara a encajar.—El parecido... es asombroso —dijo Elena en voz baja, casi para sí misma—. Me recuerda... me recuerda tanto... al pasado.Volvió a mirar a Javier, con una nueva intensidad en su mirada. —¿Qué quieren hablar conmigo? ¿Por qué me buscan aquí? Este no es el lugar... pero... —hizo una pausa, su voz temblaba ligeramente—... si tiene que ver con lo que estoy pensando... entonces quiz
Valentina parpadeó, genuinamente sorprendida. Hasta ahora, Soraida había sido solo un nombre, una figura nebulosa ligada a su nacimiento, pero no a su vida. —Entonces... ¿Soraida era real? Yo... nunca la conocí. Supe de ella... cuando fui al registro nos mostraron un acta de defunción... la de Soraida. Elena... ¿quién era Soraida? ¿Por qué aparece su nombre en relación con mi nacimiento?Elena suspiró, su mirada perdida en el recuerdo. —Soraida... era una chica joven, muy tímida. Llegó a la mansión como una empleada más. Hacía tareas sencillas, ayudaba en la cocina, limpiaba un poco... Recuerdo que era muy callada, siempre con la mirada baja. Parecía asustada de todo el mundo, especialmente del señor... de su abuelo, Javier.Elena frunció el ceño, visiblemente confundida y perturbada. — Ahora lo recuerdo... vagamente. Soraida... ella... ella murió. Murió cuando dio a luz... a una niña. Fue poco después de que se llevaran a Richard. Fue una tragedia... una más en esa casa.Elena asint
Anselmo se acercó con su habitual paso tranquilo, aunque sus ojos denotaban una cierta inquietud. —¿Todo bien por aquí? —preguntó, su mirada pasando de los rostros de Richard y Valentina al vacío que Elena había dejado—. Vi que la señora Elena se marchó algo... alterada. ¿Pasó algo?Valentina tomó una respiración profunda y le contó a Anselmo, con la voz aún cargada de emoción, lo que Elena les había revelado sobre Soraida. Le mostró el fragmento de la fotografía, explicando cómo Elena la había reconocido como su madre.Al escuchar la historia y ver la fotografía, Anselmo asintió lentamente, su rostro mostrando una mezcla de sorpresa y comprensión. —Así que... Soraida era tu madre, Valentina. Qué bien. Finalmente tienes una respuesta a esa parte de tu vida. Siempre supe que había algo oculto, algo que no cuadraba con la historia de Esmeralda. Elena siempre parecía cargar un peso muy grande.Richard, con una intensidad en la mirada que reflejaba su frustración por tanto secreto, se dir