Valentina se quedó en silencio por un instante, con la mirada perdida en algún punto de la habitación. La pregunta de Magaly la había tomado por sorpresa, aunque en algún rincón de su mente sabía que era una cuestión inevitable.—¿Qué siento por Richard? —repitió en voz baja, casi para sí misma, como si estuviera saboreando las palabras, intentando descifrar sus propios sentimientos al pronunciarlas. Su mente retrocedió a los momentos compartidos: la tensión en el faro, el miedo en la iglesia, la extraña conexión en la mansión, la determinación compartida por descubrir la verdad... y la calidez de su mano tomando la suya.Volvió la mirada hacia Magaly, con una expresión pensativa. —Estoy... algo confundida, para ser sincera. Nunca antes había sentido algo así. Con Richard... es diferente. Desde el principio, hubo una conexión, una especie de entendimiento tácito. Hemos pasado por situaciones muy intensas juntos, momentos de miedo, de incertidumbre... y en esos momentos, él siempre ha
En el instante en que Richard deslizó su mano por mi brazo, una corriente eléctrica recorrió cada fibra de mi ser. Su tacto, tan inesperado como ligero, despertó en mí una oleada de sensaciones que luchaban por ser reconocidas. Era una atracción innegable, una punzada cálida y confusa que me dejó sin aliento por un segundo.—¿Qué vamos a hacer, Valentina? —preguntó Richard, su mirada juguetona y penetrante al mismo tiempo. Parecía haber notado el pequeño temblor que recorrió mi cuerpo, la agitación que su simple caricia había provocado. Una sonrisa traviesa danzaba en sus labios.—Vamos... —tartamudeé, sintiendo mis mejillas encenderse. Mi mente intentaba ordenar el caos de mis emociones, buscando una respuesta coherente—. Vamos a los registros del pueblo. Necesitamos saber si podemos conseguir algo que nos indique que Esmeralda realmente vivió en Villa Esperanza. Esa manta... las flores... siento que la respuesta podría estar ahí.Intenté desviar mi propia turbación centrándome en el
—Señora Ana —dijo Richard, dejando a un lado la carpeta con un suspiro pesado—, usted mencionó que el forense que levantó el cuerpo de mi padre se llamaba Alberto Gutiérrez, ¿verdad? ¿Lo recuerda? ¿Sabría dónde podríamos encontrarlo?La señora Ana frunció el ceño, pensativa. —Alberto... Alberto Gutiérrez... Sí, claro que lo recuerdo. Era un hombre muy serio, muy dedicado a su trabajo. Hace muchos años que no lo veo... creo que se jubiló hace tiempo. No estoy segura de si sigue viviendo aquí en Villa Esperanza. Quizás alguien en el centro de salud o en la alcaldía podría tener alguna información sobre él.Luego, Richard se inclinó hacia adelante con renovada esperanza. —¿Y recuerda algo sobre una joven llamada Esmeralda? Estaríamos muy interesados en saber si alguna vez vivió aquí.La señora Ana sonrió levemente, como si un recuerdo fugaz hubiera cruzado su mente. —¿Esmeralda? Sí... me suena ese nombre. Creo recordar que una vez hubo una Esmeralda por aquí. Era una jovencita, creo. Gan
La puerta de la cabaña se abrió justo cuando Richard levantaba la mano para llamar. No hubo bisagras que chirriaran ni pasos que anunciaran su llegada. Simplemente, la madera oscura cedió hacia adentro, iluminada tenuemente por la luz parpadeante de una lámpara de aceite en el interior.Al acercarnos a la cabaña bajo la tenue luz de la luna, Magaly se detuvo en seco, observándola con los ojos muy abiertos y una exagerada expresión de asombro.—¡Madre mía! —exclamó—. ¿En serio vive aquí? Parece la casa de la abuelita... ¡pero si la abuelita fuera una hechicera que colecciona calderos y gatos negros! ¡Espero que no nos ofrezca sopa de murciélago!Cuando la puerta se abrió de repente y Elara apareció en el umbral, Magaly soltó un pequeño grito ahogado, agarrándose a mi brazo con fuerza, pero con una sonrisa nerviosa asomando en sus labios.—¡Ay, caramba! —dijo con los ojos muy abiertos, mirando a Elara de arriba abajo—. ¡Pero si es la mismísima Baba Yaga! ¡Señora Elara, con todo respeto,
Mientras Elara, Magaly y Richard seguían conversando sobre el té y sus posibles efectos, de repente me detuve, aspirando profundamente el aire. Un aroma dulce y familiar flotaba en el ambiente, sobreponiéndose al olor a hierbas secas de la cabaña.—Qué me huele... —murmuré, frunciendo el ceño mientras intentaba identificar la fragancia—. Ese olor... son unas flores que hay en el jardín, ¿verdad?En ese instante, como si el aroma hubiera abierto una puerta olvidada en mi mente, una oleada de recuerdos me invadió. Imágenes fragmentadas, sensaciones borrosas... la luz tenue filtrándose por una ventana alta, el eco distante de voces infantiles, la tristeza opresiva de la soledad.—¿Qué sucede, Valentina? —preguntó Elara con suavidad, notando mi repentino cambio de expresión.Mi voz temblaba ligeramente al responder. —Es ese olor... me recuerda a cuando era pequeña. Estaba en el internado.Richard me miró con una mezcla de sorpresa y comprensión. —¿No viviste con tus padres?Mi voz se queb
Los tres salimos de la cálida luz de la cabaña de Elara hacia la oscuridad estrellada de la noche. Richard caminaba en silencio a mi lado, con la mirada perdida en el sendero iluminado tenuemente por la luna. Magaly, notando mi ensimismamiento y la tristeza que aún me envolvía, se acercó y me tomó del brazo con un apretón reconfortante.—Tranquila, amiga —me dijo con su habitual optimismo, aunque con un tono más suave y comprensivo—. Verás cómo muy pronto todo se soluciona. Ya lo verás.Sus palabras, aunque bien intencionadas, no lograron disipar la pesadez que sentía en el pecho. —Es muy difícil, Magaly —respondí con un suspiro—. Cuando estás luchando tanto por olvidar el pasado, por no dejar que te atrape de nuevo... cada paso hacia atrás duele doble.Magaly me abrazó brevemente, con un gesto de cariño sincero. —Lo sé, Val. Pero estoy segura de que esta experiencia, todo lo que estás viviendo en este lugar, te va a ayudar. Estás siendo valiente, enfrentando cosas que te aterraban. Y
Con el corazón latiendo salvajemente en el pecho, Magaly reconoció el rostro. Era idéntico al de Valentina. Los mismos ojos profundos, la misma delicada estructura ósea, la misma expresión de melancólica belleza. La similitud era asombrosa, innegable.Un escalofrío recorrió su espalda. ¿Qué significaba esto? ¿Qué conexión secreta unía a Valentina con esta mujer del pasado?Mientras Magaly examinaba con atención el interior del cofre, buscando cualquier otra pista que pudiera complementar el impactante hallazgo de la fotografía, un murmullo de voces proveniente del pasillo la sobresaltó. Su corazón dio un vuelco. La señora Laura. O peor aún, algún miembro de la familia Contreras.Con movimientos rápidos y silenciosos, agarró la mitad de la fotografía donde el rostro de la mujer idéntica a Valentina estaba claramente visible y la deslizó en el bolsillo de su pantalón. No había tiempo para más. Necesitaba salir de allí antes de ser descubierta.Recordó vagamente haber visto un balcón peq
Con el corazón latiendo con fuerza por la urgencia de su descubrimiento y la creciente confusión sobre el parecido entre Javier y Richard, Magaly se movió con cautela por los pasillos de la mansión. Afortunadamente, el ajetreo por la llegada de la familia Contreras seguía siendo su mejor aliado, permitiéndole deslizarse entre el personal sin levantar demasiadas sospechas.Evitando los salones principales y las áreas de mayor tránsito, buscó una salida discreta. Recordó una pequeña puerta de servicio en la parte trasera de la mansión, cerca de los jardines, que utilizaban los jardineros. Con paso ligero, se dirigió hacia allí, asegurándose de no ser vista por la señora Laura ni por ningún otro miembro del servicio.Una vez en el exterior, respiró profundamente el aire fresco de la tarde, sintiendo una mezcla de alivio y excitación. Necesitaba contactar a Valentina y Richard de inmediato. Sacó su teléfono móvil del bolsillo y buscó el contacto de Valentina.Al segundo tono, Valentina re