La puerta de la cabaña se abrió justo cuando Richard levantaba la mano para llamar. No hubo bisagras que chirriaran ni pasos que anunciaran su llegada. Simplemente, la madera oscura cedió hacia adentro, iluminada tenuemente por la luz parpadeante de una lámpara de aceite en el interior.Al acercarnos a la cabaña bajo la tenue luz de la luna, Magaly se detuvo en seco, observándola con los ojos muy abiertos y una exagerada expresión de asombro.—¡Madre mía! —exclamó—. ¿En serio vive aquí? Parece la casa de la abuelita... ¡pero si la abuelita fuera una hechicera que colecciona calderos y gatos negros! ¡Espero que no nos ofrezca sopa de murciélago!Cuando la puerta se abrió de repente y Elara apareció en el umbral, Magaly soltó un pequeño grito ahogado, agarrándose a mi brazo con fuerza, pero con una sonrisa nerviosa asomando en sus labios.—¡Ay, caramba! —dijo con los ojos muy abiertos, mirando a Elara de arriba abajo—. ¡Pero si es la mismísima Baba Yaga! ¡Señora Elara, con todo respeto,
Mientras Elara, Magaly y Richard seguían conversando sobre el té y sus posibles efectos, de repente me detuve, aspirando profundamente el aire. Un aroma dulce y familiar flotaba en el ambiente, sobreponiéndose al olor a hierbas secas de la cabaña.—Qué me huele... —murmuré, frunciendo el ceño mientras intentaba identificar la fragancia—. Ese olor... son unas flores que hay en el jardín, ¿verdad?En ese instante, como si el aroma hubiera abierto una puerta olvidada en mi mente, una oleada de recuerdos me invadió. Imágenes fragmentadas, sensaciones borrosas... la luz tenue filtrándose por una ventana alta, el eco distante de voces infantiles, la tristeza opresiva de la soledad.—¿Qué sucede, Valentina? —preguntó Elara con suavidad, notando mi repentino cambio de expresión.Mi voz temblaba ligeramente al responder. —Es ese olor... me recuerda a cuando era pequeña. Estaba en el internado.Richard me miró con una mezcla de sorpresa y comprensión. —¿No viviste con tus padres?Mi voz se queb
Los tres salimos de la cálida luz de la cabaña de Elara hacia la oscuridad estrellada de la noche. Richard caminaba en silencio a mi lado, con la mirada perdida en el sendero iluminado tenuemente por la luna. Magaly, notando mi ensimismamiento y la tristeza que aún me envolvía, se acercó y me tomó del brazo con un apretón reconfortante.—Tranquila, amiga —me dijo con su habitual optimismo, aunque con un tono más suave y comprensivo—. Verás cómo muy pronto todo se soluciona. Ya lo verás.Sus palabras, aunque bien intencionadas, no lograron disipar la pesadez que sentía en el pecho. —Es muy difícil, Magaly —respondí con un suspiro—. Cuando estás luchando tanto por olvidar el pasado, por no dejar que te atrape de nuevo... cada paso hacia atrás duele doble.Magaly me abrazó brevemente, con un gesto de cariño sincero. —Lo sé, Val. Pero estoy segura de que esta experiencia, todo lo que estás viviendo en este lugar, te va a ayudar. Estás siendo valiente, enfrentando cosas que te aterraban. Y
Con el corazón latiendo salvajemente en el pecho, Magaly reconoció el rostro. Era idéntico al de Valentina. Los mismos ojos profundos, la misma delicada estructura ósea, la misma expresión de melancólica belleza. La similitud era asombrosa, innegable.Un escalofrío recorrió su espalda. ¿Qué significaba esto? ¿Qué conexión secreta unía a Valentina con esta mujer del pasado?Mientras Magaly examinaba con atención el interior del cofre, buscando cualquier otra pista que pudiera complementar el impactante hallazgo de la fotografía, un murmullo de voces proveniente del pasillo la sobresaltó. Su corazón dio un vuelco. La señora Laura. O peor aún, algún miembro de la familia Contreras.Con movimientos rápidos y silenciosos, agarró la mitad de la fotografía donde el rostro de la mujer idéntica a Valentina estaba claramente visible y la deslizó en el bolsillo de su pantalón. No había tiempo para más. Necesitaba salir de allí antes de ser descubierta.Recordó vagamente haber visto un balcón peq
Con el corazón latiendo con fuerza por la urgencia de su descubrimiento y la creciente confusión sobre el parecido entre Javier y Richard, Magaly se movió con cautela por los pasillos de la mansión. Afortunadamente, el ajetreo por la llegada de la familia Contreras seguía siendo su mejor aliado, permitiéndole deslizarse entre el personal sin levantar demasiadas sospechas.Evitando los salones principales y las áreas de mayor tránsito, buscó una salida discreta. Recordó una pequeña puerta de servicio en la parte trasera de la mansión, cerca de los jardines, que utilizaban los jardineros. Con paso ligero, se dirigió hacia allí, asegurándose de no ser vista por la señora Laura ni por ningún otro miembro del servicio.Una vez en el exterior, respiró profundamente el aire fresco de la tarde, sintiendo una mezcla de alivio y excitación. Necesitaba contactar a Valentina y Richard de inmediato. Sacó su teléfono móvil del bolsillo y buscó el contacto de Valentina.Al segundo tono, Valentina re
Elara inclinó ligeramente la cabeza, sus ojos fijos en Valentina con una intensidad penetrante. —¿Qué ves en la fotografía, hija? Describe lo que sientes al mirarla ahora.Valentina, con la mirada aún perdida en el rostro de su doble del pasado, comenzó a hablar lentamente, como si estuviera tratando de descifrar un enigma visual y emocional al mismo tiempo. —Veo... las flores. Son las mismas... —su voz se quebró ligeramente, volviendo a mirar a Elara con una expresión confusa—. Son las mismas que están en el jardín de la posada, ¿cierto?Elara asintió en silencio, esperando su siguiente palabra.—Sí... así es —confirmó Valentina, volviendo su atención a la fotografía—. Y... la manta. Es la misma... la misma que tiene Anselmo en su casa, la manta con la que llegó Richard...Una oleada de comprensión y confusión la invadió. La conexión entre las flores, la manta y ahora esta misteriosa mujer idéntica a ella era innegable, pero el significado seguía siendo esquivo.—¿Cuál es la conexión
Ya en la bulliciosa atmósfera matutina de la mansión, Magaly se topó de frente con Javier en uno de los pasillos menos transitados.—Vaya, viniste temprano —le comentó Javier con una sonrisa amable.Magaly se quedó paralizada por un instante, su mente intentando cambiar rápidamente de marcha. —¿Eh? Ah... sí —respondió, sintiéndose ligeramente vacilante.—¿Y cómo sigue tu mamá? —preguntó Javier con una cortesía que ahora le sonaba extrañamente inquisitiva a Magaly.La pregunta la tomó por sorpresa. Por un momento, olvidó por completo la improvisada excusa del día anterior. —¿Mi mamá...? —balbuceó, con el ceño ligeramente fruncido.En ese instante, la mentira de la enredadera y la anciana enferma golpeó su memoria como un rayo. Su rostro se iluminó con una sonrisa forzada. —¡Ah, sí, mi madre! Está mucho mejor, gracias por preguntar. Ya sabe cómo son las personas mayores, un día están bien y al siguiente... Pero hoy amaneció con mucha energía.Mientras pronunciaba estas palabras, notó q
Tu padre... seis meses antes de que te trajera a Villa Esperanza, estaba muy distante. Siempre conversábamos, éramos confidentes, pero en esos días... evitaba mis preguntas, se encerraba en sí mismo. Aun así, un día, la angustia lo desbordó. No pudo más y comenzó a contarme todo.—Tu padre y tu madre se enamoraron perdidamente, fue un flechazo de esos que pocas veces se ven. Pero el padre de tu madre... tu abuelo... nunca lo quiso. Lo despreciaba por ser un hombre humilde, un trabajador sin fortuna. Según él, mi amigo no tenía futuro.En ese preciso instante, la puerta de la cabaña se abrió de golpe, dejando entrar a Magaly, jadeante y con los ojos brillantes de excitación.—¡Chicos, tengo algo que contarles! —exclamó Magaly.Pero alcancé a hacerle una seña rápida y discreta para que guardara silencio. Alberto estaba desenterrando un pasado crucial, y no quería que nada lo interrumpiera.—Cuando tu padre se enteró de que tu madre estaba embarazada, quiso hacer todo bien. Fue y se enfr