Rowdy. -” ¿Qué demonios haces tú aquí?”- fue lo único que pude decir al ver a esa estúpida, descarada, y malcriada de Connelly Blake delante de mí, ni siquiera me di cuenta de que en el móvil que me enseñaba en ese momento, había tres mujeres más que me observaban muy curiosas, desde sus pantallas, con mucho interés. Mi problema en ese momento era otro, mi mente trataba de comprender en qué momento, mi plan perfecto, había fallado, desde que decidí, y planifiqué, la visita sorpresa a la preciosa Amelia, el deseo por verla, y aclararle los malentendidos que podía tener ella sobre las dos ocasiones que fui sorprendido, besando a esa idiota Arpía de pelo rojo, desde luego lo que no esperaba era que hasta mi ingenioso plan de aparecerme por sorpresa, con una excusa genial, y muy original, a la nueva casa de Amelia, cuya dirección conseguí de forma algo ilegal, tras hackear el sistema de datos secreto y protegidos de la web del grupo de correo postal y paquetería del Reino Unido. Supuse
Rowdy. -” ¿Qué demonios haces tú aquí?”- fue lo único que pude decir al ver a esa estúpida, descarada, y malcriada de Connelly Blake delante de mí, ni siquiera me di cuenta de que en el móvil que me enseñaba en ese momento, había tres mujeres más que me observaban muy curiosas, desde sus pantallas, con mucho interés. Mi problema en ese momento era otro, mi mente trataba de comprender en qué momento, mi plan perfecto, había fallado, desde que decidí, y planifiqué, la visita sorpresa a la preciosa Amelia, el deseo por verla, y aclararle los malentendidos que podía tener ella sobre las dos ocasiones que fui sorprendido, besando a esa idiota Arpía de pelo rojo, desde luego lo que no esperaba era que hasta mi ingenioso plan de aparecerme por sorpresa, con una excusa genial, y muy original, a la nueva casa de Amelia, cuya dirección conseguí de forma algo ilegal, tras hackear el sistema de datos secreto y protegidos de la web del grupo de correo postal y paquetería del Reino Unido. Supuse
Connelly.-” Maldita sea Connelly reacciona, no puedes dejarte avasallar por esta maldita Lombriz.”- me decía a mí misma mientras sentía el calor que desprendía su cuerpo, su olor hipnotizante, y el calor almizclado de su aliento, mientras me sentía atrapada entre sus enorme y magnifico cuerpo, y la mesa del recibidor.Sabía que la culpa de sentirme así había sido esa parte de mí que ni había podido evitar, sentir la fuerza tentadora que hace poco había descubierto que ese hombre ejercía sobre mí, que me hacía tartamudear como una maldita estúpida, y que me hacía temblar con tan sólo tenerlo cerca. También podía ser que eso siempre hubiera usado allí, a mis doce años, Rowdy Cooper me atraía sobre manera, aunque a esa edad no entendía que me pasaba con el maldito Lombriz de biblioteca del que todos se burlaban por ser tan antisocial. Éramos como la noche y el día, por no hablar que la diferencia de edad, que en esa época era más que una barrera, yo acababa de entrar en el instituto, y
Connelly.Fue la sorpresa ante esta acción lo que le paralizó lo suficiente para que me diera el tiempo para, tras colgarme de su cuello, mientras él se apoyaba en la columna con su espalda, decirle muy cerca de su boca.-” Además quien dice que tengo miedo a tus besos, ya estoy inmunizada a tu veneno, Lombriz, lo que deberías preguntarte es si, en realidad, tú estás inmunizado al mío, estúpido.”- le dije ya sin pensarlo arrasé boca con mis labios con la clara intención de morderlo hasta hacerlo sangrar, en el momento adecuado.Noté su cara sorpresa mucho antes que mis labios tocaran los suyos, lo que no esperé fue que de nuevo ese sabor hipnotizante y ya conocido por mi boca, se volviera aún más apetecible, y de nuevo el veneno de la Lombriz me inundara.No ayudaba que, de pronto, él me devolviera los besos, la idea era que él se mostrara reacio, y hasta ofendido, no que participara en el castigo hasta el punto de responderme con la misma intensidad, la nuevo de descontrol cambio de
Amelia. - “Es increíble lo inquieta que eres, ¿Te puedes a quedar quieta de una maldita vez, Amelia Earhart? O te juro que te ahogo con mis propias manos, enana del demonio”- la voz de mi hermana Ailan se oyó alta y desesperada, en la sala privada de mi madre, que estaba en el segundo piso de la mansión Miller, en Nueva York. No podía evitarlo, a mis quince años, era la primera vez que me maquillaba, y sinceramente, no se vosotras mujeres del mundo, pero para mí, esto del rímel, y el Enliner, es un maldito invento del demonio, hecho para torturar los ojos de las mujeres incautas, que se dejan arrastrar por estas estúpida manía del estilismo y el maquillaje, por mucho que lo intentaba, no podía evitar que mis ojos parpadearan, lagrimando, cosa que provocaba que intentara secarme las lágrimas, aumentando así la ira de la estúpida de Wendy. - “¡Es totalmente imposible! Mamá me rindo, tu hija es un maldito hombre, en cuerpo de mujer, mírala, si se parece un panda.”- se quejó Wendy a
Angus. Nada más entrar con mi familia en el lujoso vestíbulo de la mansión Miller, ya se oía el sonido de la música del gran salón de baile del primer piso. - “Bienvenidos señor y señora Blake. Gavin los acompañara, a la sala principal.”- nos dijo nada más vernos, el famoso y eficiente mayordomo de los Miller, James Conway, es abuelo de Gavin Conway, mi otro mejor amigo. Hace ocho años, los padres Gavin murieron en un accidente de coche, el padre de Gavin era el único hijo de James Conway, el mayordomo de cincuenta y ocho años de los Miller, así que Gavin vino a vivir a la mansión Miller, convirtiéndose en uno más de la familia, por deseo del bisabuelo Miller, con las misma oportunidades que sus nietos, fue así como nació nuestra amistad, el trio de triunfadores, éramos Roy, Gary y yo, los guaperas, ricos, los mejores estudiantes, y deportistas del Instituto Privado Horacio Mann, por no hablar de éxito que tenemos entre las féminas, lo tenemos todo. El próximo año Gary ira a la
Clara. Mucho antes de bajar las escaleras, y gracias al consejo de la reina de las grandes entradas, Alian Caroline Miller, me dije a mí misma que me mostraría altiva, segura, y no prestaría atención a nadie, en especial a ese atractivo joven, moreno, alto, y musculoso, de dieciocho años, de ojos verde profundos, y mirada altiva, que para mí desgracia, llevaba siendo mi fuente recurrente de fantasías amorosas, como adolescente, desde que cumplí los doce años. Y creo que lo conseguí, los primeros seis escalones, hasta que mi impaciencia y curiosidad de estúpida enamorada, y porque no decirlo, mi inseguridad, pudieron conmigo, así que rápidamente miré hacia la multitud, tratando de localizar al personaje principal de mi enamoramiento juvenil, para descubrir, decepcionada como mi hermano, Gary, él y el grupo de descerebrados, que eran amigos de esos tres, salían por la puerta que daba a la terraza, desde donde se accede al jardín, sin tan siquiera mirar atrás, en ningún momento. Por
Amelia. Normalmente, de entre mis hermanos, soy la menos problemática, salvo cuando hay un enfrentamiento, a campo abierto, entre los cuatro herederos Miller, en ese caso la mansión familiar, se convierte en un animado y bélico episodio de Juego de Tronos, donde hay de todo, alianzas, traiciones, amenazas, como en esa gloriosa serie, nadie sabe quién es el primero que muerde el polvo, sólo se sabe que el conflicto se acaba cuando la reina de dragones, la diosa Miller, hace que su más fiel verdugo, mi padre, ejecute su orden. Aunque esto no lo considero yo conflicto, es más bien, supervivencia entre hermanos que se aburren. En general, y sin que sirva de precedente, sólo me meto en verdaderos problemas cuando sigo las locas ideas de la terrorista de Connelly Blake, gesto que no habla muy bien de mí carácter tranquilo, que una niña cuatro años más joven que yo, me meta en estos líos, lo responde todo. - “¿No quieres saber a dónde han ido los chicos? ¿Y qué están hablando?”- dijo esta