Los segundos pasaban en completo silencio. Tan solo el silbido del viento era el que reinaba por todo ese oscuro lugar. Aquella euforia placentera de Velkan al haber casi engullido a su contrincante, le estaba pasando una atormentante factura. La conciencia había comenzado a hacer estragos en su mente, aunque realmente Velkan tenía mucho por qué culpar a ese lobo maligno ante sus ojos. Una parte le decía que hizo bien, pero la mayoría taladraba su mente, diciéndole que era un maldito asesino. Antes de llegar a ese lugar infernal, él siempre había estado en pro de la vida y en contra de la violencia y ahora… se convirtió en lo que tanto detestaba. Aquel joven viajero, que ahora era un casi lobo, yacía acuclillado frente a los restos de Bardou, aquel lobo feroz y siniestro que acababa de devorar trozo a trozo y que quería convencerlo de algo, más no había podido porque simplemente ya no quiso escucharlo. Prácticamente solo dejó algunos de sus huesos, y mucho de su pelaje negro regados
Advertencia: ¡¡Contenido +18!! Lee bajo tu propio riesgo. No hubo más palabras, porque en ese mismo instante un profundo beso, iniciado por Ileana se las había llevado en su totalidad, provocando un cosquilleo de pasión en el vientre del joven. Con un ágil movimiento, y sin separar sus bocas la recostó en el suelo, acto que sacó una sonrisa a la muchacha. Él en verdad estaba avanzando a pasos agigantados; algo lo guiaba a no detenerse. Velkan esparció una fila de besos descendentes en el cuello de ella, quien dejó escapar un jadeo, mientras apretaba con suavidad su oscuro cabello. Ese aparente mínimo acto lo enloqueció sobremanera, tanto que sin darse cuenta ya se encontraba despojando a Ileana de su blusa y sostén, ambos de un tirón, dejando al descubierto los suaves pechos de ella, que al sentir el frío habían reaccionado, elevando aquellas dos rosadas protuberancias sensibles que ella poseía en esas partes tan íntimas. —Mira lo que me estás haciendo, Velkan —agregó Ileana, con pi
No se lo podía creer… Aquello sin duda había funcionado y Antonella, allí acostada y aún desvestida, daba brincos internos de felicidad, si es que lo que sentía podría catalogarse como tal. Velkan se había creído del todo que ella era su amadísima Ileana; había caído redondito, ni siquiera tuvo que fingir ser ella en absoluto. El lobito, todo se lo había dejado como servido en bandeja de plata; además de que, debía reconocer que ese ragazzo, tenía grandes habilidades en la intimidad. Antonella despabiló de aquellos pensamientos y se enfocó en lo importante.Por fin había podido poner en práctica uno de sus hechizos, y no cualquiera. Oh, no... Aquel sin duda era uno de los de alta gama, y lo mejor de todo era, que aún tenía el poder dentro de ella. Su encanto estaba volviendo de a pocos, pero no había parado de progresar. Eso solo significaba que, en menos de lo que esperaba volvería a ser ella misma otra vez para poder sentirse libre y dueña de sí misma. Antes de salir de la casa, Ile
Cuando abrió los ojos, no reconocía nada a su alrededor, la calle se encontraba desolada y la tenue luz del día comenzaba a colarse por todo el lugar. Sintió un fuerte olor y se dio cuenta que alguien estaba de pie frente a una fogata a plena luz del día. Levantó su hocico para olisquear el ambiente. Ese humo olía delicioso, como a carne cocinada en esa lumbre. De inmediato su boca comenzó a salivar de manera incontrolable ¿Quién diría que, su primera sensación fuera la de estar hambriento? La figura encapuchada, dejó de avivar el fuego con una vara de madera, volteó y se dirigió hacia él con paso despreocupado para observarlo desde arriba. No podía reconocer de quién se trataba ¿La conocía? ¡Quién sabe! Ni siquiera sabía qué era él mismo. Lo único que pudo notar era que esa persona le sonreía con calidez mientras se retiraba un poco la capucha, solo para que viera mejor su rostro. Su cara no se le hacía para nada conocida. Era blanca con mejillas y labios sonrosados, algunas pecas
Ella había despertado de un sobresalto, se sentía mareada y le dolía el brazo izquierdo. Se revisó de inmediato y vio un punto rojo en su piel, parecía una especie de piquete bastante inusual. De inmediato miró a todos lados y comenzó a explorar la casa buscando a Velkan o a Antonella, pero no los encontró. Lo último que recordaba era lo que Antonella le había dicho, que iría en busca de Velkan, pero algo le decía que ella misma tenía que emprender su propia búsqueda. No se iba a quedar esperando a que ella salvara el día. Su novio podría estar necesitando de ella. Aún tenían una conversación pendiente. Ileana sabía que su cuerpo estaba muy acostumbrado a la medicina química, así que las opciones naturales le hacían poco o nulo efecto en su cuerpo. Por tal motivo, ella no se había dormido, sólo había fingido haberlo hecho. El sentimiento de curiosidad podía más que cualquier malestar que pudiera estar sintiendo. Y pese que Antonella era muy amable, las palabras de Velkan resonaban en
Un grupo de viajeros llegó al hospital de la ciudad italiana llamado Sácer, y relataron que en la carretera rumbo hacia la ciudad, se encontraron a una joven tirada a la orilla. La mujer entre momentos de lucidez, decía llamarse Ileana Enache y fue encontrada en estado de shock al lado de su camioneta convertible, la cual, en efecto, se pudo corroborar que era suya. Ella llevaba abrazados a su pecho un cuaderno y un libro grueso, que en ningún momento soltó y del que, en un principio no dejó que nadie viera su contenido. Ella presentaba debilidad, cansancio, deshidratación, palidez extrema, presión arterial baja y ataques de ansiedad repentinos, acompañados de arritmia cardíaca al momento de cada episodio. Además de eso examinaron su brazo, el cual evidenciaba que recientemente le habían sacado bastante sangre con una jeringa, algo que ella no recordaba en absoluto, ya que confesó que estuvo desmayada por un tiempo indefinido. Por suerte recordaba datos, lugares y personas, por lo qu
“No puedo creer que todo vaya mal. Siento que ya no soy la de antes, que mi potencial se ha ido por la borda ¿Por qué ella tenía que llevarse lo más preciado para mí? Ahora la perseguiré hasta los confines de este mundo, hasta que lo devuelva”. Antonella colocó un punto final y dejó la pluma a un lado. Su mano temblorosa de rabia e impotencia la dejó en el tintero. Algo en su interior se consumía como si el fuego la abrasara y una especie de desesperación taladraba su mente, recordando lo mucho que había perdido y lo poco que quedaba de su poder. El tiempo en su pueblo natal no le preocupaba para nada. Era como si de un limbo se tratara. Antonella se preguntaba cómo había logrado construir aquella burbuja que sobrepasaba los límites del tiempo. Quizá lo hizo sola, pero quizá no, aún muchos de sus recuerdos estaban convertidos en terribles pozos sin fondo que no le mostraban nada. Pese a la buena compañía de Velkan, algo no quería descansar en su alma. Por supuesto que se trataba del
Advertencia: Sutil contenido erótico Ella no podía decir que su estancia en casa había resultado grata. Era como si algo en el centro de su pecho y en su mente se hubieran marchitado; más bien, como si algo de ella se hubiese quedado en aquel lúgubre lugar y ya no hubiera manera de traerlo de vuelta. «Como él… —se decía mientras continuaba enredada entre sus suaves sábanas—. Es a él a quien ya no puedo traer de vuelta», pensó mientras su pecho se oprimía de dolor. Desde aquel suceso ya todo había perdido sentido, causa y color. Desde ese suceso, allí en las cuatro paredes de su casa se encerraba en su habitación para escribir cómo se sentía y todo lo que le dolía. Algo dentro de ella había cambiado, porque nunca antes había sentido la necesidad de escribir un diario, como en esa etapa por la que estaba atravesando. Las ansias de tomar el lapicero le ganaban más que cualquier estado de ámimo o desánimo que pudiera estar sintiendo. En las noches esa necesidad era aún más fuerte y uti