Advertencia: Sutil contenido erótico Ella no podía decir que su estancia en casa había resultado grata. Era como si algo en el centro de su pecho y en su mente se hubieran marchitado; más bien, como si algo de ella se hubiese quedado en aquel lúgubre lugar y ya no hubiera manera de traerlo de vuelta. «Como él… —se decía mientras continuaba enredada entre sus suaves sábanas—. Es a él a quien ya no puedo traer de vuelta», pensó mientras su pecho se oprimía de dolor. Desde aquel suceso ya todo había perdido sentido, causa y color. Desde ese suceso, allí en las cuatro paredes de su casa se encerraba en su habitación para escribir cómo se sentía y todo lo que le dolía. Algo dentro de ella había cambiado, porque nunca antes había sentido la necesidad de escribir un diario, como en esa etapa por la que estaba atravesando. Las ansias de tomar el lapicero le ganaban más que cualquier estado de ámimo o desánimo que pudiera estar sintiendo. En las noches esa necesidad era aún más fuerte y uti
La misión había fallado rotundamente. Alder, quien en realidad había creado ese nombre como una identidad falsa y su verdadero nombre era Ariel, vaya que estaba decepcionado. No le agradaba mucho aquel nombre que le había puesto Gabrielle, una de sus camaradas; pero no era como si a él y a su equipo se les hubiera ocurrido otro mejor. Literalmente pasaron dos horas tratando el mismo quejicoso tema, que ya lo tenía hasta la coronilla de impaciencia. Prefirió ese nombre a los otros que todos le habían elegido. “Pancracio” o “Aniceto” eran los peores nombres jamás escuchados por sus oídos, y que hubieran podido sugerirle todos entre burlas y carcajadas; no cabía duda en que eran unos pelmazos bien hechos. Ariel despabiló, ya que tenía motivos de sobra para preocuparse en esos momentos. Caminaba de un lado a otro en esa casa que había alquilado no hace muchas horas; con decir que ni pudo pegar el ojo en toda la noche quebrándose la cabeza, debatiendo en su mente qué habría salido mal con
El camino de la ciudad de Sibiu, en donde vivía la muchacha extraña, hacia Brasov, en verdad parecía eterno. En realidad dos horas parecían mucho más, cuando el mal humor imperaba en las entrañas de Ariel. Entre alegatas con algunos choferes irresponsables y problemas con el rugido de su estómago a causa del hambre, por fin había llegado al templo principal más visitado por turistas de todas partes del mundo; esa era exactamente la sede del cuartel Las virtudes Divinas.Ariel en verdad esperaba que esa reunión no fuera tan severa debido a la misión fallida. Sorin ya no era ni la mitad de buena gente que él recordaba. Tras haberse enterado hace cinco años de su misión destinada como cazavampiros, quizá el peso de las responsabilidades o el hecho de tener que lidiar con seres paranormales se había llevado parte de su humanidad; eso no lo sabía.De lo que sí estaba seguro Ariel, era que, del muchacho de buena posición social, hijo de papi y mami, despreocupado y lleno de vida que solía se
El camino había sido ameno, y aunque Antonella supiera cómo levitar y teletransportarse, en ese momento no era necesario. Nadie estaba detrás de ella, no había peligro que la acechase por los alrededores. La luz de la luna era generosa con ella y con su compañero. Su… ¿mate? ¡Rayos y centellas!, aún no se acostumbraba a pensar en él de esa manera. La mirada de la pelirroja se mantenía hacia el suelo, observando sus pasos relajados y también dándose cuenta que solo una sombra podía reflejarse en las calles de piedra o en las paredes de las casas que aún se mantenían en pié; definitivamente aquella sombra no era la de ella, sino la del joven lobo, Velkan. Él caminaba con aire despreocupado y su mirada denotaba curiosidad durante el trayecto. De vez en cuando la volteaba a ver con esos centelleantes y grandes ojos dorados, pero continuaba en silencio caminando a su lado. Ese joven lobo en ningún momento había cuestionado sus acciones para juzgarla o condenarla, ni siquiera después de qu
"Todavía no puedo creer que aceptara reunirme con gente que ya no suma nada en mi vida. Claro, hay excepciones, como mi buena amiga Nadia, que notó mi incomodidad y prácticamente corrió en mi auxilio, sacándome de esa terrible situación. De aquellas compañeras buenas y amistosas ya nada queda. Se han vuelto más vacías que mi vida misma”. Esa misma tarde, Ileana había llegado muerta a su casa; su agotamiento era en su mayoría emocional y otra vez le había dado por estar escribiendo en su diario. Ni siquiera le había dado ganas de platicar con su mamá. Con decir que, ellas dos mucho antes tenían una comunicación impecable; eran como uña y carne. Pero tal parecía que ahora debía reconocer que se volvió una persona hermética. No culpaba del todo a sus padres, porque ella ya no se sentía la misma persona; pero influyó sobremanera las dudas que ellos habían tenido tanto de sus vivencias en el pueblo abandonado, al punto de escucharlos platicando con uno de los psiquiatras que temían que fu
“Por fin se acerca el momento… Este esperado viaje no será en vano, porque al fin iré a por lo que me pertenece. Lo que es mío nada ni nadie podrá quitarme. Esto es solo un “hasta pronto”, porque volveré aquí más poderosa que nunca para rescatar a mis pequeños. Juro que los traeré de vuelta cuésteme lo que me cueste”. Antonella sonreía con malicia y satisfacción mientras se dedicaba a plasmar las novedades en su diario. Prácticamente ya había empacado para irse muy lejos de su zona de confort. Ella hubiera querido salir de allí con una buena tropa de vampiros; sus fieles vampiros que merecían vivir tanto como ella lo estaba haciendo, al igual que sus Siete pecados. Guardó su pluma y tintero en su maleta y una vez más se cercioró de haber empacado solo lo necesario. Algo la hacía sentir bien, y era el hecho de poder utilizar los sueños y las alucinaciones a su favor era fantástico. Ileana temblaba de miedo y ella reía con el solo hecho de hacerla pagar un poco todas las penurias que e
Ese centro comercial albergaba alguno que otro recuerdo para Ileana. Aún podía recordar la primera cita que tuvo con Velkan. En ese entonces ya llevaban algunas semanas hablando durante los recesos de la universidad, ya que sin querer, ella por ir distraída había derramado su comida sobre él en la cafetería y aunque ella había pensado que el joven la odiaría por haber arruinado su atuendo, pasó lo contrario y terminaron charlando amenamente entre bromas y risas; vaya manera de conocerse. —Ven, vamos por aquí —dijo el muchacho, tomando la mano de Ileana por inercia. —¿A dónde me llevas, Velkan? —Aquel simple acto la había hecho ruborizar. Todo eran risas nerviosas con el corazón latiendo a mil, desencadenando una euforia inexplicable por parte de ella. Sí… Esa primera cita fue en el cine; realmente no había tenido nada de diferente a cualquier otra en este mundo, pero para Ileana fue lo mejor que le había pasado en muchos tortuosos días encerrada en casa, sintiéndose dolorida y enfer
El estado de Ileana alarmó sobremanera a Nadia, quien soltó lo que quedaba de su baguette y ayudó a Ileana a ponerse de pie. Tomó una de sus frías manos y la abrazó por los hombros con su otro brazo para encaminarse al baño de mujeres, para que se echara un poco de agua. Así estuvieron un buen rato en lo que Ileana se calmaba, pero aquel estado de la chica parecía ser interminable. —Ileana, no sé qué es exactamente lo que pasa, pero ya no debemos estar aquí. Debes ir a casa a descansar —sugirió Nadia, aún ayudándola a sostenerse. —Sí, creo que tienes razón —contestó con la respiración fuerte—. Vámonos y perdóname por hacerte pasar este mal rato. —No hay nada qué disculpar, estoy para ayudarte. Vamos al auto, si quieres yo manejo —sugirió con preocupación e Ileana asintió. Nadia soltó a Ileana para ver si podía caminar. Al ver que podía hacerlo de manera decente, se limitó a ir a su lado, por si su estado empeoraba. Ileana procuraba ver hacia el frente, porque juraba que a donde vol