"Todavía no puedo creer que aceptara reunirme con gente que ya no suma nada en mi vida. Claro, hay excepciones, como mi buena amiga Nadia, que notó mi incomodidad y prácticamente corrió en mi auxilio, sacándome de esa terrible situación. De aquellas compañeras buenas y amistosas ya nada queda. Se han vuelto más vacías que mi vida misma”. Esa misma tarde, Ileana había llegado muerta a su casa; su agotamiento era en su mayoría emocional y otra vez le había dado por estar escribiendo en su diario. Ni siquiera le había dado ganas de platicar con su mamá. Con decir que, ellas dos mucho antes tenían una comunicación impecable; eran como uña y carne. Pero tal parecía que ahora debía reconocer que se volvió una persona hermética. No culpaba del todo a sus padres, porque ella ya no se sentía la misma persona; pero influyó sobremanera las dudas que ellos habían tenido tanto de sus vivencias en el pueblo abandonado, al punto de escucharlos platicando con uno de los psiquiatras que temían que fu
“Por fin se acerca el momento… Este esperado viaje no será en vano, porque al fin iré a por lo que me pertenece. Lo que es mío nada ni nadie podrá quitarme. Esto es solo un “hasta pronto”, porque volveré aquí más poderosa que nunca para rescatar a mis pequeños. Juro que los traeré de vuelta cuésteme lo que me cueste”. Antonella sonreía con malicia y satisfacción mientras se dedicaba a plasmar las novedades en su diario. Prácticamente ya había empacado para irse muy lejos de su zona de confort. Ella hubiera querido salir de allí con una buena tropa de vampiros; sus fieles vampiros que merecían vivir tanto como ella lo estaba haciendo, al igual que sus Siete pecados. Guardó su pluma y tintero en su maleta y una vez más se cercioró de haber empacado solo lo necesario. Algo la hacía sentir bien, y era el hecho de poder utilizar los sueños y las alucinaciones a su favor era fantástico. Ileana temblaba de miedo y ella reía con el solo hecho de hacerla pagar un poco todas las penurias que e
Ese centro comercial albergaba alguno que otro recuerdo para Ileana. Aún podía recordar la primera cita que tuvo con Velkan. En ese entonces ya llevaban algunas semanas hablando durante los recesos de la universidad, ya que sin querer, ella por ir distraída había derramado su comida sobre él en la cafetería y aunque ella había pensado que el joven la odiaría por haber arruinado su atuendo, pasó lo contrario y terminaron charlando amenamente entre bromas y risas; vaya manera de conocerse. —Ven, vamos por aquí —dijo el muchacho, tomando la mano de Ileana por inercia. —¿A dónde me llevas, Velkan? —Aquel simple acto la había hecho ruborizar. Todo eran risas nerviosas con el corazón latiendo a mil, desencadenando una euforia inexplicable por parte de ella. Sí… Esa primera cita fue en el cine; realmente no había tenido nada de diferente a cualquier otra en este mundo, pero para Ileana fue lo mejor que le había pasado en muchos tortuosos días encerrada en casa, sintiéndose dolorida y enfer
El estado de Ileana alarmó sobremanera a Nadia, quien soltó lo que quedaba de su baguette y ayudó a Ileana a ponerse de pie. Tomó una de sus frías manos y la abrazó por los hombros con su otro brazo para encaminarse al baño de mujeres, para que se echara un poco de agua. Así estuvieron un buen rato en lo que Ileana se calmaba, pero aquel estado de la chica parecía ser interminable. —Ileana, no sé qué es exactamente lo que pasa, pero ya no debemos estar aquí. Debes ir a casa a descansar —sugirió Nadia, aún ayudándola a sostenerse. —Sí, creo que tienes razón —contestó con la respiración fuerte—. Vámonos y perdóname por hacerte pasar este mal rato. —No hay nada qué disculpar, estoy para ayudarte. Vamos al auto, si quieres yo manejo —sugirió con preocupación e Ileana asintió. Nadia soltó a Ileana para ver si podía caminar. Al ver que podía hacerlo de manera decente, se limitó a ir a su lado, por si su estado empeoraba. Ileana procuraba ver hacia el frente, porque juraba que a donde vol
“La transición de un mundo a otro vaya que me ha dejado helada de pies a cabeza y me ha pasado una factura muy cara. Nunca me imaginé que al atravesar el portal me encontrara con un mundo caótico y diferente al que mis ojos estaban acostumbrados. Quisiera volver a casa, aquí no encuentro un punto cómodo y sin mi magia no soy nada más que una chica ignorante del presente y diferente a los ojos de esos seres que se suelen llamar ahora “seres humanos". Encontrar a la tonta de Ileana es la misión más exhaustiva que he tenido jamás, pero luego recobro las fuerzas para reafirmar que no voy a descansar hasta que obtenga lo que he venido a buscar: mi sabiduría. Velkan se ha ido rumbo a la casa de la muchacha, comienza a tardarse y no hay rastro de él. Creo que yo misma tendré que ir a buscar a ese lobito incompetente”. Para Antonella, hasta el hecho de escribir en su diario se había vuelto un fastidio. El lugar desde el que estaba esperando a Velkan era una casa abandonada, no había dónde r
Las luces apagadas por completo, el silencio causando más molestia que el mismo ruido y siendo interrumpido por un quejido casi inaudible; una capa blanca tirada en el suelo y manchada de un líquido escarlata aún fresco, y un hombre desplomado en la entrada del cuarto de baño. Eso era lo que se podía percibir dentro de la casa de Ariel. El joven se había quedado hecho una bola de dolores y heridas dentro de aquella casa alquilada. El horror de la batalla anterior le había dejado secuelas bastante graves, además la sensación de haber fallado por segunda vez. Prácticamente aquel fallo había sellado su destino: moriría en cuanto Sorin y los demás lo supieran, estaba casi seguro, ya que él sonaba demasiado serio en cuanto se lo dijo. «A pesar de que fui condenado por Sorin, no quiero morir, no aún cuando estoy en lo mejor de mi vida. Esto es tan injusto. Tengo derecho al menos de hacer mi vida con alguien antes de morir —se paró a pensar por un momento—. De seguir ejerciendo mi carrera
Advertencia: ¡¡Contenido +18!! Lee bajo tu propio riesgo. En aquel momento, Sorin estaba demasiado ocupado como para prestar total atención al teléfono. El ringtone se había hecho persistente hacía varios minutos, cuando realmente se lo estaba pasando de lo lindo con una bella mujer que acababa de conocer en el bar que frecuentaba a menudo. Sacó el móvil y miró de manera rápida, no era nada urgente o que tuviera que ver con la misión de Ariel. —Parece que eres un hombre bastante solicitado —dijo la mujer con picardía, mientras movía la copa que tenía en la mano. Sus ojos brillaban como dos gemas relucientes y lo atraían a ella. —Así parece —respondió Sorin—. Pero en este momento no estoy para nadie. Sorin se había ido de copas con un par de amigos, pero estos al poco tiempo se habían marchado, dejándolo solo con los pensamientos de los que él estaba huyendo y los que lo habían llevado hasta allí. Usualmente a Sorin le gustaba quedarse en la base del cuartel de las Virtudes cada qu
Las manos de Antonella temblaban con euforia fúrica. Su magia, su esencia estaba a tan pocos pasos al lado de Ileana y no había podido hacer nada al respecto. Su respiración incrementaba con cada segundo y Velkan estaba frente a ella, intentando explicarle lo que había salido mal en el plan de ir a robar aquellos documentos. Mientras escuchaba la fatídica historia del fallo de Velkan para obtener su diario y libro oscuro, Antonella se había quitado la capa y caminaba con ansiedad por aquel corredor vacío, oscuro y húmedo. Con su puño apretaba el viejo y desgastado pendiente hecho con el colmillo de Bardou. —Técnicamente eso fue lo que pasó con ese individuo. No me dejó opción y le tuve que dar su merecido —contó Velkan—. Y lo peor de todo… ya no pude darle muerte, porque me apareció con un artilugio brillante y afilado, que me cegó y disminuyó mis poderes ¿Comprendes?, tuve que salir corriendo del lugar. Velkan sonaba preocupado e indignado, porque ¿Qué era aquello que detuvo su pod