Un grupo de viajeros llegó al hospital de la ciudad italiana llamado Sácer, y relataron que en la carretera rumbo hacia la ciudad, se encontraron a una joven tirada a la orilla. La mujer entre momentos de lucidez, decía llamarse Ileana Enache y fue encontrada en estado de shock al lado de su camioneta convertible, la cual, en efecto, se pudo corroborar que era suya. Ella llevaba abrazados a su pecho un cuaderno y un libro grueso, que en ningún momento soltó y del que, en un principio no dejó que nadie viera su contenido. Ella presentaba debilidad, cansancio, deshidratación, palidez extrema, presión arterial baja y ataques de ansiedad repentinos, acompañados de arritmia cardíaca al momento de cada episodio. Además de eso examinaron su brazo, el cual evidenciaba que recientemente le habían sacado bastante sangre con una jeringa, algo que ella no recordaba en absoluto, ya que confesó que estuvo desmayada por un tiempo indefinido. Por suerte recordaba datos, lugares y personas, por lo qu
“No puedo creer que todo vaya mal. Siento que ya no soy la de antes, que mi potencial se ha ido por la borda ¿Por qué ella tenía que llevarse lo más preciado para mí? Ahora la perseguiré hasta los confines de este mundo, hasta que lo devuelva”. Antonella colocó un punto final y dejó la pluma a un lado. Su mano temblorosa de rabia e impotencia la dejó en el tintero. Algo en su interior se consumía como si el fuego la abrasara y una especie de desesperación taladraba su mente, recordando lo mucho que había perdido y lo poco que quedaba de su poder. El tiempo en su pueblo natal no le preocupaba para nada. Era como si de un limbo se tratara. Antonella se preguntaba cómo había logrado construir aquella burbuja que sobrepasaba los límites del tiempo. Quizá lo hizo sola, pero quizá no, aún muchos de sus recuerdos estaban convertidos en terribles pozos sin fondo que no le mostraban nada. Pese a la buena compañía de Velkan, algo no quería descansar en su alma. Por supuesto que se trataba del
Advertencia: Sutil contenido erótico Ella no podía decir que su estancia en casa había resultado grata. Era como si algo en el centro de su pecho y en su mente se hubieran marchitado; más bien, como si algo de ella se hubiese quedado en aquel lúgubre lugar y ya no hubiera manera de traerlo de vuelta. «Como él… —se decía mientras continuaba enredada entre sus suaves sábanas—. Es a él a quien ya no puedo traer de vuelta», pensó mientras su pecho se oprimía de dolor. Desde aquel suceso ya todo había perdido sentido, causa y color. Desde ese suceso, allí en las cuatro paredes de su casa se encerraba en su habitación para escribir cómo se sentía y todo lo que le dolía. Algo dentro de ella había cambiado, porque nunca antes había sentido la necesidad de escribir un diario, como en esa etapa por la que estaba atravesando. Las ansias de tomar el lapicero le ganaban más que cualquier estado de ámimo o desánimo que pudiera estar sintiendo. En las noches esa necesidad era aún más fuerte y uti
La misión había fallado rotundamente. Alder, quien en realidad había creado ese nombre como una identidad falsa y su verdadero nombre era Ariel, vaya que estaba decepcionado. No le agradaba mucho aquel nombre que le había puesto Gabrielle, una de sus camaradas; pero no era como si a él y a su equipo se les hubiera ocurrido otro mejor. Literalmente pasaron dos horas tratando el mismo quejicoso tema, que ya lo tenía hasta la coronilla de impaciencia. Prefirió ese nombre a los otros que todos le habían elegido. “Pancracio” o “Aniceto” eran los peores nombres jamás escuchados por sus oídos, y que hubieran podido sugerirle todos entre burlas y carcajadas; no cabía duda en que eran unos pelmazos bien hechos. Ariel despabiló, ya que tenía motivos de sobra para preocuparse en esos momentos. Caminaba de un lado a otro en esa casa que había alquilado no hace muchas horas; con decir que ni pudo pegar el ojo en toda la noche quebrándose la cabeza, debatiendo en su mente qué habría salido mal con
El camino de la ciudad de Sibiu, en donde vivía la muchacha extraña, hacia Brasov, en verdad parecía eterno. En realidad dos horas parecían mucho más, cuando el mal humor imperaba en las entrañas de Ariel. Entre alegatas con algunos choferes irresponsables y problemas con el rugido de su estómago a causa del hambre, por fin había llegado al templo principal más visitado por turistas de todas partes del mundo; esa era exactamente la sede del cuartel Las virtudes Divinas.Ariel en verdad esperaba que esa reunión no fuera tan severa debido a la misión fallida. Sorin ya no era ni la mitad de buena gente que él recordaba. Tras haberse enterado hace cinco años de su misión destinada como cazavampiros, quizá el peso de las responsabilidades o el hecho de tener que lidiar con seres paranormales se había llevado parte de su humanidad; eso no lo sabía.De lo que sí estaba seguro Ariel, era que, del muchacho de buena posición social, hijo de papi y mami, despreocupado y lleno de vida que solía se
El camino había sido ameno, y aunque Antonella supiera cómo levitar y teletransportarse, en ese momento no era necesario. Nadie estaba detrás de ella, no había peligro que la acechase por los alrededores. La luz de la luna era generosa con ella y con su compañero. Su… ¿mate? ¡Rayos y centellas!, aún no se acostumbraba a pensar en él de esa manera. La mirada de la pelirroja se mantenía hacia el suelo, observando sus pasos relajados y también dándose cuenta que solo una sombra podía reflejarse en las calles de piedra o en las paredes de las casas que aún se mantenían en pié; definitivamente aquella sombra no era la de ella, sino la del joven lobo, Velkan. Él caminaba con aire despreocupado y su mirada denotaba curiosidad durante el trayecto. De vez en cuando la volteaba a ver con esos centelleantes y grandes ojos dorados, pero continuaba en silencio caminando a su lado. Ese joven lobo en ningún momento había cuestionado sus acciones para juzgarla o condenarla, ni siquiera después de qu
"Todavía no puedo creer que aceptara reunirme con gente que ya no suma nada en mi vida. Claro, hay excepciones, como mi buena amiga Nadia, que notó mi incomodidad y prácticamente corrió en mi auxilio, sacándome de esa terrible situación. De aquellas compañeras buenas y amistosas ya nada queda. Se han vuelto más vacías que mi vida misma”. Esa misma tarde, Ileana había llegado muerta a su casa; su agotamiento era en su mayoría emocional y otra vez le había dado por estar escribiendo en su diario. Ni siquiera le había dado ganas de platicar con su mamá. Con decir que, ellas dos mucho antes tenían una comunicación impecable; eran como uña y carne. Pero tal parecía que ahora debía reconocer que se volvió una persona hermética. No culpaba del todo a sus padres, porque ella ya no se sentía la misma persona; pero influyó sobremanera las dudas que ellos habían tenido tanto de sus vivencias en el pueblo abandonado, al punto de escucharlos platicando con uno de los psiquiatras que temían que fu
“Por fin se acerca el momento… Este esperado viaje no será en vano, porque al fin iré a por lo que me pertenece. Lo que es mío nada ni nadie podrá quitarme. Esto es solo un “hasta pronto”, porque volveré aquí más poderosa que nunca para rescatar a mis pequeños. Juro que los traeré de vuelta cuésteme lo que me cueste”. Antonella sonreía con malicia y satisfacción mientras se dedicaba a plasmar las novedades en su diario. Prácticamente ya había empacado para irse muy lejos de su zona de confort. Ella hubiera querido salir de allí con una buena tropa de vampiros; sus fieles vampiros que merecían vivir tanto como ella lo estaba haciendo, al igual que sus Siete pecados. Guardó su pluma y tintero en su maleta y una vez más se cercioró de haber empacado solo lo necesario. Algo la hacía sentir bien, y era el hecho de poder utilizar los sueños y las alucinaciones a su favor era fantástico. Ileana temblaba de miedo y ella reía con el solo hecho de hacerla pagar un poco todas las penurias que e