Ático de los Rodríguez, New York, Estados Unidos.Alicia se había arropado por completo y se alejó lo que más pudo del lugar del Emiliano, estaba molesta, más que molesta, furiosa, y no hablaría de nada hasta que pasara su mal humor. Emiliano salió del baño con su pijama y rodeó la cama hasta que llegó a su lado, tiró de las cortinas para evitar que la luz de la mañana inundara el sitio, lo que quería en este momento era dormir. Se giró a la cama y Alicia ya estaba dormida, y lo sabía, ya que su respiración se escuchó estable y sus labios estaban entreabiertos. Emiliano entró finalmente a la cama y apagó la lámpara de la mesa de noche de su lado, en cuanto puso la almohada sobre la cabeza, se entregó por completo al sueño. “Césped recién cortado. El olor de carne asada a la parrilla se impregnó en el sistema de Emiliano, luego, voces y figuras que no podía descifrar quiénes o que eran. Bajó la mirada a sus pies y notó que estaba descalzo, cuando la levantó al escuchar su nombre, se q
Alicia miró el conjunto de vestir de dos piezas que tenía puesto, había llevado una de las ropas más bonitas que doña María había comprado en la ciudad de México, sabía ella que quizás en algún momento tenía que verse elegante y al mismo tiempo, recatada. Se recogió el cabello en una coleta baja, se dejó el poco maquillaje que ya tenía y luego bajó. Ya habían pasado casi nueve minutos desde que había subido. No sabía que esperaría al bajar. La actitud de Emiliano la tenía demasiado sacada de onda. Se prometió a sí misma no dejarse de él ni de nadie. Tenían que aprender a respetarla sea quien sea que se cruzara en su camino.Los tacones se escucharon contra el mármol de la escalera, Emiliano alzó la mirada inquieto, entonces la miró. Se veía perfecta para la ocasión, a excepción por el gesto de molestia e irritación en su rostro.—Estoy lista. —dijo Alicia cuando llegó al último escalón.—Vamos. —dijo Emiliano caminando hasta el elevador, a lado se encontraba el hombre de seguridad que
El auto arribó a uno de los restaurantes favoritos de Emiliano, había finalmente cerrado todo lo pendiente de la empresa que había comprado a través del nombre de Alicia, ahora que hizo el movimiento con sus abogados para cambiarlo, era hora de cerrar lo que lo inquietaba con ella. Abrió la puerta para cederle el paso al interior del lugar, Alicia alzó sus cejas al ver el lujo por todos lados, una hermosa rubia estaba sonriendo en su dirección, al acercarse miró detrás de la castaña a Emiliano. —Señor Rodríguez, tengo su mesa lista. —él asintió y tomó del codo a Alicia para guiarla detrás de la rubia que contoneaba seductoramente su trasero en aquel conjunto de vestir, aunque él no miró en ningún momento, ella pensó que sí. «Son hombres, Alicia» creyó. Se sentaron en la segunda planta, con vista al jardín, Emiliano le retiró la silla a Alicia y ella lo agradeció, la rubia estaba observando cada movimiento que hacía él. —Ordenaré ahora. —dijo Emiliano tomando sitio en su asiento,
Emiliano se quedó mudo por un momento cuando escuchó lo que Alicia había preguntado, ella no le retiró la mirada, estaba dispuesta a no intimidarse por lo que fuese que viniera a continuación. —No sé sinceramente por donde empezar…—confesó Emiliano, sintió ese hueco en el centro de su estómago, quería simplemente olvidar el tema de la viuda, Beatrice Vivaldi. —Por el principio—dijo Alicia invitándolo a que siguiera hablando, recargó sus brazos contra su pecho entre la mesa y ella, luego suavizó su rostro. —Bien, —hizo una pausa Emiliano, regresó a su pasado, uno que aún le llegaba, aquella cicatriz que de vez en cuando le daba comezón al recordar todo lo que había vivido para ser ahora un millonario y deslindado de la fortuna que había hecho su familia. —Soy el hijo menor de tres, —comenzó su relato—Y sufrí mucho bullying por parte de Sebastian y Leonardo, al grado de intentar escapar a Estados Unidos por mi cuenta propia. —Alicia alzó sus cejas—Me hicieron la vida un infierno cu
Ático de los Rodríguez, New York, Estados Unidos. Alicia había atrapado los labios de Emiliano de manera apresurada, necesitaba terminar de desbordar todo lo que tenía en su interior, él en pocas palabras había dicho que la amaba, y eso, era mucho para ella, necesitaba mostrarle que ella también lo amaba.—Espera—dijo Emiliano separándose del beso, Alicia abrió sus ojos y lo miró con el ceño arrugado, “¿Acaso después de todo lo que le dijo no la deseaba?” —Vayamos a nuestra habitación, quiero tomarme el tiempo para poder…—se inclinó hacia ella y dejó un beso en la curva de su cuello, haciendo que Alicia se estremeciera en su lugar, él se separó un centímetro de su piel y susurró, —… Disfrutarte. —luego otro beso, pero era un beso tipo “Succionador”, ella se removió y al mismo tiempo se restregó contra lo duro que tiraba del pantalón de Emiliano. Empezó a moverse con más fuerza, él negó con una sonrisa contra la piel de ella. —Aquí, ahora, por favor.—suplicó Alicia—Necesito ahora ten
Ático nuevo de los Rodríguez, New York, Estados Unidos.Alicia gimió cuando Emiliano entró en ella, marcó un ritmo lento, tierno, como nunca lo había hecho desde que había empezado a tener intimidad juntos, estaba disfrutando más de lo normal, era como si hubiese más que una conexión entre dos cuerpos. Era como algo nuevo. Emiliano la miró desde su posición, ella tenía los labios entreabiertos, sus ojos cerrados, mejillas sonrojadas, la luz tenue le daba una imagen de ella bastante sexy, aquel rostro radiaba deseo y pasión, cuando Alicia abrió sus ojos, se encontró con algo más, ella lo amaba, ella había dicho que lo amaba, ¿Eso que sentía en su pecho era un tipo de felicidad? ¿Su corazón latió tan rápido por eso?Sintió las manos de Alicia acariciando sus mejillas, entonces él se detuvo, no salió de su interior, así se quedó encima de ella, mirándola detenidamente. —¿Qué pasa? Estás inquieto, ¿Es por lo que te he dicho?—la mano de Alicia acarició sus nudillos, él negó y llenó de bes
Ático de los Rodríguez, New York, Estado Unidos. Alicia se había puesto aquel vestido que sabía que debía de usar en alguna situación, de esas que debía de mostrar un poco más. Estaba sonriendo en el espejo al verse de cuerpo completo, cambió sus sandalias por unas zapatillas de tacón de aguja, el vestido estaba arriba de la rodilla, y la tela se adhirió a su cuerpo, como una segunda piel, se pasó ambas manos por su silueta y luego se las llevó a los pechos, intentó no soltarse a reír ahí mismo cuando se estaba sintiendo poderosa, realmente Alicia era sexy si utilizaba la ropa correcta, el vestido de una pieza en color negro, era de una marca Italia muy famosa, lo había comprado doña María para ella aquella vez que hicieron las compras en la ciudad de México, el escote era en V y terminaba a medio estómago, resaltaba sus dos atributos, pero sin mostrar mucho, era sexy y elegante, sin caer en la vulgaridad. Las piernas se le veían más largas en aquel calzado, se acomodó el cabello de l
Ático de los Rodríguez, New York, Estados Unidos. La elegante mujer estaba sentada en uno de los sillones individuales que tenía Emiliano en la sala de su despacho, cruzó una pierna sobre la otra mientras miró el lugar, pensó que tenía estilo, pero podría mejorar. La puerta se abrió y apareció Emiliano, cerró la puerta detrás de él, Beatrice lo miró y sonrió. —Pensé que me dejarías esperando el resto del día—arrugó su ceño al ver que solo había entrado él. —¿Dónde está tu esposa? —preguntó intrigada. Emiliano se tensó y suspiró. —En un momento vendrá y haré las presentaciones, ¿Por qué has venido sin avisar? —preguntó Emiliano tomando sitio en otro sillón individual, quedando frente a ella, Beatrice sonrió y arqueó una ceja al mismo tiempo. —Quería pillarte, pero veo que no lo he hecho. —Emiliano levantó su pierna y dejó descansado sobre la rodilla su pie, se había recargado en el respaldo del sillón, y dejó su mano en el brazo de este. —¿Tan tenso te pone que esté aquí, en tu