Me encontraba en la cocina, removiendo una taza de té con movimientos lentos y pensativos. La luz del sol se filtraba a través de las cortinas, creando un ambiente cálido y acogedor, pero mi mente estaba lejos de sentirse así. Ana, la sirvienta, entró en la cocina con una sonrisa amable, notando de inmediato mi expresión preocupada.— ¿Todo bien, Caroline? Parece que tiene algo en mente.Suspire. —Oh, Ana, no sé ni por dónde empezar. No quiero acusar a nadie, pero es la hermana de Romeo, no le caigo bien, no le caí bien. Ana dejó lo que estaba haciendo y se acercó a mí, sentándose a mi lado con una mirada comprensiva.—¿Qué ha hecho esta vez?—¿Ella es así? —Lo malo que imagines, es peor, creí que no estaba en el país. —Me ha estado tratando tan mal últimamente. Cada vez que Romeo no está cerca, se asegura de hacerme sentir como si no perteneciera aquí. Ayer , por ejemplo, me dijo que nunca seré lo suficientemente buena para su hermano y que debería irme antes de que cause más pro
Me senté frente a Masón, mi abogado y amigo de confianza, en su oficina. La luz del sol se filtraba a través de las persianas, creando un ambiente cálido pero tenso. Sabía que la conversación que estábamos a punto de tener no sería fácil. Masón me miró con una mezcla de preocupación y seriedad, y supe que estaba a punto de darme un consejo que no quería escuchar.—Romeo, tenemos que hablar sobre Viridiana —comenzó Masón, su voz firme pero comprensiva—. Sé que la relación con tu hermana adoptiva siempre ha sido complicada, pero las cosas están escalando.Suspiré, sintiendo el peso de sus palabras. Viridiana y yo nunca habíamos sido cercanos. Desde que éramos niños, siempre había una tensión subyacente entre nosotros. Ella era la hija biológica de mis padres adoptivos, y aunque nunca me trataron diferente, Viridiana siempre me hizo sentir como un intruso.—Lo sé, Masón —respondí, tratando de mantener la calma—. Pero no puedo seguir evitando el conflicto. Necesito enfrentarla y resolver
Caroline miró por la ventana del coche mientras se acercaban a la majestuosa mansión de Romeo. Sus dos hermanitos, Alan y Lucy, estaban en el asiento trasero, emocionados y llenos de curiosidad. La mansión se alzaba imponente, rodeada de jardines perfectamente cuidados y una fuente que brillaba bajo el sol de la tarde.—¡Mira, Lucy! ¡Es enorme! —exclamó Alan, con los ojos abiertos de par en par.Lucy, que apenas tenía seis años, asintió con entusiasmo.—¿Vamos a vivir aquí, Caroline?Caroline sonrió y asintió.—Sí, pequeños. Esta será nuestra nueva casa.El coche se detuvo frente a la entrada principal, y un mayordomo uniformado se acercó para abrir la puerta.—Bienvenidos, señorita Caroline, jóvenes Alan y Lucy. Soy James, el mayordomo. Permítanme ayudarles con su equipaje.Caroline salió del coche y ayudó a sus hermanitos a bajar.—Gracias, James. Es un placer conocerte.Mientras James y otros empleados llevaban las maletas adentro, Romeo apareció en la puerta, acompañado de su hija
Un hombre viudo y rico con una hija, se cruza con una huérfana que cuida a sus dos hermanos menores, él es importante e imponente, ella una chica harapienta, pero sus vidas se cruzarán irremediablemente.Caroline.Desperté tras haber dormido solo dos horas, no podía dormir pensando en que el día lunes era la fecha límite para inscribir a mis hermanos en la escuela y que ya era sábado, pasé saliva y cerré los ojos a punto de llorar, solo tenía granos blancos en la nevera preparados para darles y en lo que el contenido de esa olla se acabara no tendría más comida para ellos.Ya no tenía a quien más pedirle dinero prestado, había pedido mucho y había quedado mal porque no conseguía trabajo, limpié mis lágrimas y me exigí levantarme, debía ir a la calle y conseguir algo de dinero para la comida, ya vería como haría para inscribirlos en el colegio, aunque ya nadie me quería prestar más dinero.Limpié mis dientes sin pasta dental y corrí a la cocina a calentar y remojar el poco pan que queda
Romeo Scavo.Bajé del auto y entré al pretencioso edificio de mi indeseable socio, el mal gusto hacía presencia en cada esquina, tomé el ascensor y mis hombres se quedaron abajo, crucé la puerta principal y llegué hasta su oficina.—Romeo ¿Cómo estás? ¿Qué tal tu viaje de regreso?—Todo bien. —Lamento lo de tu padre, ahora somos socios, te explicaré todo sobre el negocio. A tu padre le habría encantado verte por fin trabajando en el negocio familiar.—No es lo que pretendo. Quiero vender mi parte y adiós.—No, no, así no se hacen las cosas, date una oportunidad.Lo que quería era la fama de mi nombre en el mundo de los negocios para levantar el muerto que tenían como empresa. Me senté para escucharlo, pero yo tenía una decisión tomada.—¿Es todo? Mi abogado te contactará.—Romeo, Romeo, acompáñame esta noche para una fiesta en un club muy exclusivo, tengamos conversaciones de negocios como las tienen los hombres en esta ciudad.—No salgo de fiestas, nunca.—Por negocios.—Precio ¿Cuán
Romeo Scavo.Miré de arriba abajo a la mujer.—¡Torpe! —grité.—Lo siento, no sabía que había alguien aquí, por aquí lanzo el agua sucia.Me volví a ver la pequeña terraza, la miré de nuevo.—¿Cómo eres tan torpe? Esto es una terraza, no es para lanzar esa agua, debes lanzarla por un desagüe ¿Es que vives en una alcantarilla?Abrió mucho los ojos y negó repetidas veces, noté su maquillaje barato y mal puesto, su ropa que le quedaba demasiado ajustada como si fuera ropa de niña, se veía ridícula. Me quité la chaqueta, ella se quedó paralizada viéndome.—Qué noche de m****a, no soporto al imbécil de Ricardo, la niñera es incapaz de cuidar a mi hija, voy a tener que correrla y ahora tú me lanzas esta porquería encima ¿Qué nadie puede simplemente hacer su trabajo?—Yo puedo ocuparme de eso. Déjeme compensarlo —pidió.La miré de arriba abajo, no se parecía al resto de las chicas que vi adentro del lugar, no era fea, pero era la única que se veía natural, no me gustaba pagar por sexo, pero o
El chofer del hombre me dejó frente a mi casa, estaba feliz de poder tener una oportunidad de volver a tener un trabajo de verdad, del club solo me llamaban a veces y en lugar de los treinta dólares que me ofrecieron, me pagaban solo veinte y hasta baños tenía que limpiar, no me quejaba de trabajo.Pero sentía que podía estar haciendo más dinero, con lo que gané pude pagar una parte de la renta, seguía debiendo la otra y pude comprar algo de comida para mis hermanos, los inscribí en el colegio con la promesa de pagar poco a poco la inscripción, hablé con la directora y me hizo ese favor.Mis dos chiquititos dormían, tenían un solo par de zapatos, un solo cuaderno y un lápiz, cada uno, sin bolsos, era tarde, pero debía sentarme a coser los bolsos viejos y rotos para que se llevaran allí sus cosas y no anduviesen sin nada.Mientras cosía pensé en el peligro en el que estuve, ese hombre tuvo razón, cualquier otro no me habría perdonado teniéndome ahí sola e indefensa en una habitación de
Romeo Scavo.Estuve en mi despacho desde las cinco de la mañana, era la una de la tarde y no había salido siquiera a desayunar, Ana tocó la puerta y le pedí que pasara.—Señor, ¿Va a tomar la comida con la niña?—No, aquí.—Ya hice la contratación de la chica.—¿Vino? Qué bueno.—Sí, es bastante joven, pero muy voluntariosa, rápida, sacó ya casi la mitad de lo que estaba en el búnker.—Me alegra haber acertado con la corazonada.—De hecho autoricé que Alberto busque a sus hermanitos al colegio y los traiga para acá para que se regresen con ella en la tarde, parece que son huérfanos y viven solo.—Eso me dijo, entendí que es ella quien los cuida, fue la razón por la que te pedí que la emplearas. —Ojalá no sea mañosa, no parece, caras vemos, corazones no sabemos.—Sí lo es, se va y punto.—Los niños están en el comedor de desayuno, el externo, allí no molestan a nadie, pero no tienen casi nada, tomé prestados colores y cuadernos de Ximena, espero que esté bien.—Tú mandas en esta casa,