Capítulo 4: Secretos Familiares

El ambiente en el despacho estaba tan tenso que se hubiera podido cortar con un cuchillo. Darío fulminaba a su hijo con la mirada, aún irritado por el bochornoso incidente con Dominic.

Joseph caminaba de un lado a otro como una fiera enjaulada, con la mandíbula tensa y echando chispas por los ojos. — Querías obligarme a disculparme con ese gusano... ¿cómo pudiste humillarme así, padre?

Darío lo observaba impasible desde su escritorio de caoba.

— Debemos mostrarnos diplomáticos con los Romanov, hijo. No conviene iniciar una disputa, no ahora.

— ¿Cómo permites que este hombre esté aquí después de todo el daño que su familia nos causó? ¿Y aún pretendes que Isabell se case con él? — espetó sin disimular su desprecio.

— No me cuestiones. Tu rol es solo hacer  lo que te ordeno, no eres quien para recriminarme — ladró su padre con rudeza.

Joseph apretó los puños hasta clavarse las uñas en las palmas, conteniéndose de no responder a la provocación.

— ¡Eres un maldito imprudente! No puedo creer que estuviste a punto de arruinar el pacto con los Romanov con tu estúpido arranque de ira — rugió Darío.

Sin poder contenerse, Joseph golpeó la mesa con rabia, haciendo temblar los finos vasos de cristal.

— Ese bastardo se propasó con Isabell. ¡Mi deber como hermano es defenderla! ¿O acaso pretendes entregársela en bandeja de plata? de verdad ¡Vas a casar a Isabell con el vástago de aquel que mandó asesinar a mi madre ¡El hermano del maldito que me dejó esta cicatriz imborrable! —bramó.

— ¡Y crees que no lo sé! — respondió explotando de ira —   Yo también quise volarle los sesos al engendro de Lorenzo. Pero si cometes una locura, echarías a perder mis planes — replicó Darío en tono imponente.

Joseph apretó los puños con impotencia.

— Y dime, padre, ¿en qué consiste ese magnífico plan que involucra a mi hermana? — preguntó con sarcasmo.

Darío esbozó una sonrisa torcida. Joseph percibió el intenso aroma a tabaco habano y whisky que desprendía su padre.

— Isabell debe enamorar al joven Romanov. Mientras ella suelta su veneno, obtendremos valiosa información sobre la fábrica de cristal azul y secuestramos a su mejor químico así produciremos una metanfetamina tan pura que nos catapultará al poder.

Joseph sintió como la bilis le subía por la garganta.

—¿Pretendes que Isabell se acueste con ese gusano solo para conseguir tus propósitos? Eres despreciable. Cuando me fui a New York, aún conservabas tu humanidad, ¿qué demonios te sucedió, padre?

Darío se irguió, furibundo. Joseph percibió la peligrosa vena que latía en su cien, sabía que las cosas se podían poner feas en cualquier momento, sin embargo continuó.

— Yo me infiltraré entre las sombras para espiarlos y averiguare lo que necesites pero no pongas en peligro la vida de Isabell, te lo suplico.

Darío se acercó hasta quedar cara a cara, desafiante.

— Te dije que no me repliques ¿acaso quieres sucidate? Tu hermana es mi mejor oportunidad. Si mi mejor espía, Carlos, no ha logrado encontrar su laboratorio ¿que te hace pensar que tu si lo lograras? tienes muchos dotes Joseph pero la paciencia y el sigilo no forman parte de ti y lo sabes. 

 — ¿Y cómo sabes que Dominic se va a enamorar de Isabell padre? — 

— El chico tiene debilidad hacia las mujeres y tu hermana es preciosa. Isabell lo atrapará y con unas gotas de esta droga en su copa, nos revelará todos sus secretos solo necesitamos tiempo.

Joseph soltó una risa amarga.

—¿Tiempo? Isabell morirá de dolor a su lado. ¿Estás dispuesto a sacrificar a tu propia hija? no puedo creerlo.

Dicho eso, salió dando un portazo que hizo temblar los vitrales. Una tormenta se avecinaba...Darío lo presentía en sus huesos.

Mientras tanto, en la lujosa hacienda Romanov.

Dominic llegó con entusiasmo desbordante de la casa de Isabell, incapaz de borrar la sonrisa de su rostro. Entró saludando efusivamente a sus hermanas: Alice, la pequeña rebelde; Ginebra la estudiosa, e Yulian la mayor y protectora, esposa de su amigo Thomas.

Thomas que observaba la expresión de Dominic, soltó una carcajada. —¿Tan enamorado estás de esa mujer? Pareces otro.

— ¿Acaso no la viste? Es una auténtica diosa. Nunca había sentido esta atracción por alguien. Es perfecta.

— Nunca te creí capas de robarle un beso, ¿eres estúpido o la cabeza no te da para pensar bien las cosas? Tienes agallas, amigo mío, aunque a su padre no le hizo mucha gracia.

Rieron recordando la reprimenda.

—Ah, y la cara del hermano cuando escucho la voz de su padre, parecía un cachorrito asustado —comentó Dominic secándose las lágrimas de risa—. En fin, gracias porr cuidarme la espalda.

 — Para eso están los amigos.  Bueno ya debo irme... — Comentó Thomas poniéndose en pie. — Ah será mejor que no comentes nada de lo que pasó con tu padre, conociéndolo yo guardaría el secreto.

—No pienso decirle nada.  Además, me tiene sin cuidado lo que piense. Ya no soy un niño— replicó quitándole importancia con un gesto.

Aunque la verdad era que le importaba la opinión de su padre más de lo que estaba dispuesto a admitir.

Tras despedirse de Thomas y concretar la hora para la cena con los Santtorini, Dominic fue en busca de su padre. Ninguna de sus hermanas lo había visto, así que se dirigió a la cocina para preguntarle a su madre.

—Lleva horas encerrado en su despacho y pidió que no lo molestaran, lleva horas allí encerrado. — añadió con un deje de preocupación en la voz—. Dime, ¿cómo te fue con los Santtorini?

—Bien, madre fue una reunión aburrida — Respondió con simpleza, no deseaba preocupar a su madre

Pero Beatrice no pareció tranquilizarse.

—Tu padre se volvió loco haciendo ese acuerdo de casarte con la hija de esa familia. Darío Santtorini no es de fiar, ten cuidado — le advirtió.

— Está bien madre, me mantendré alerta no se preocupe — respondió en tono suave

 Luego de calmar los nervios de su madre, se dirigió al despacho. Su padre solía absorberse tanto en sus negocios que olvidaba el paso del tiempo. Más valía informarle pronto de lo sucedido antes de que montase en cólera por haberlo dejado esperando.

Ya frente al despacho llamó a la imponente puerta de roble labrado.

—¡¿Quién osa molestarme?! Creí haber dicho que no me molestaran —bramó Lorenzo con arrogancia—. ¡Había dejado claro que no quería interrupciones!

  Soy yo, padre. Dominic. ¿Puedo pasar?

Tras un breve silencio, la potente voz accedió.

  Si, está bien, entra.

Este abrió la pesada puerta y entró en el amplio despacho señorial, con estanterías de caoba llenas de libros y un enorme ventanal con vistas a los jardines. Lorenzo estaba sentado tras la mesa de despacho de fina madera noble repleta de documentos.

  Siéntate — ordenó Lorenzo secamente.

Dominic tomó asiento en un sillón de cuero frente a su padre. El jefe de los Romanov dejó los papeles que estaba revisando y lo miró fijamente.

— Y bien, habla. ¿Cómo te fue en la hacienda Santtorini? Confío en que traigas buenas nuevas si te atreviste a interrumpirme.

Dominic sonrió complacido.

— Me fue muy bien, padre. La señorita Santtorini es tan bella como cuentan los rumores. Casarme con ella no parece mala idea después de todo.

Lorenzo asintió, satisfecho con la respuesta. Se recostó en su lujoso sillón tapizado en terciopelo granate y juntó las yemas de sus dedos en actitud pensativa.

— Me alegra oír eso. Pero cuéntame más detalles ¿pudiste conocer al Toro santtorini? ¿Qué te dijo cuando llegaste? ¿Cómo te recibieron? — preguntó Lorenzo mientras se servía una copa de su costoso whisky Escocés.

Ofreció también una a Dominic, pero éste declinó la invitación ante la dura mirada de su padre.

— ¿Por qué no hablas muchacho? — Pregunto impaciente.

—Todavía no puedes beber, padre. Ya tendrás tiempo cuando te recuperes. Debes abocarte con el tratamiento…

Dominic tuvo que morderse la lengua ante la mirada desdeñosa de su padre, Lorenzo estaba acostumbrado al trago desde muy joven y no estaba dispuesto que a estas alturas se lo quisieran prohibir.

— No estoy dispuesto a tolerar órdenes muchacho, un trago no me matara… y dejar de beber tampoco me salvará — acoto con un encogimiento de hombros para luego dar un largo sorbo de whisky

— Está bien, padre. — accedió, ansiando cambiar de tema —. En cuanto a los Santtorini, me recibieron cordialmente. También  supe que Joseph había llegado ya a la ciudad.

Lorenzo asintió, dando un sorbo a su whiskey.

— Me lo esperaba. Seguro su padre lo mandó llamar para tenerlo cerca ahora que Edward ha muerto. Joseph le temía a tu hermano. Algo traman, estoy seguro.

El despacho se sumió en un silencio reflexivo. Lorenzo se volvió hacia su hijo con semblante grave.

— No bajes la guardia, Dominic. Necesito que mantengas los ojos bien abiertos con esa familia. ¿Me has entendido?

— Perfectamente, padre —asintió él, tan serio como su progenitor. — Padre, ¿entonces este compromiso no es más que una artimaña para derrotar a los Santtorini?

Lorenzo negó rotundamente.

— En absoluto. Te casarás con Isabell, ese es un hecho. Pero no me fío de esa familia de advenedizos. Debes andarte con ojo — sentenció.

Dominic percibió el fuerte aroma a whiskey que desprendía su padre. Al acercarse a él posó una mano sobre su hombro.

—Te adiestre bien. Eres el mejor tirador que conozco, y tu hermano también contribuyó en tu formación. Puedes ser el mejor de los tres si aprendes a usar la cabeza y controlas tus debilidades. No quiero que bajes la guardia ni un segundo porque en el momento que lo hagas ese será tu fin.

Las palabras de Lorenzo se clavaron como puñales en la mente de Dominic. Su padre tenía razón, no podía confiarse.

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