Una soleada tarde, Lorenzo camina por el campo junto a su hijo Dominic, de 19 años. Apuesto y sarcástico, el joven es en realidad un espíritu libre que detesta la violencia del negocio familiar. La misteriosa muerte de su hermano mayor le obligó a involucrarse cuando sólo era un adolescente, viéndose forzado a decidir sobre la vida de otros.
Mientras caminan, Lorenzo observa pensativo a su retoño. Sabe que Dominic no está hecho para esa vida, pero la decisión ya está tomada. Si los Santtorini aceptan la propuesta de paz sellada con una boda, su turbulento hijo deberá casarse con la enemiga para unir a las familias. ¿Está dispuesto a sacrificar la libertad de Dominic por el bien mayor?
A pesar de su reticencia, Dominic ha trabajado duro para continuar el legado familiar, siguiendo los pasos de su malogrado hermano mayor, quien había ayudado a expandir en buena medida el negocio. Él de verdad sentía que se esfuerza por cumplir las expectativas, pero muchas veces solo quiere huir de esa violenta vida.
Estar en constante lucha, codeándose a diario con la escoria de la ciudad, le agobiaba. Cuando la presión era excesiva, preferia irse de fiesta con su amigo de la infancia y olvidar su entorno por un momento.
Ya no eres un niño, Dominic — le increpa su padre mientras caminan — Tienes responsabilidades que cumplir. ¡Basta de fiestas sin sentido!
— No todo puede ser trabajo, padre. También hay que distraer la mente un poco — se excusa el joven, encogiéndose de hombros con desgana.
Lorenzo suspiro con pesar. Sabe que su temperamental hijo no está hecho para esa vida, pero la decisión ya está tomada. Si los Santtorini aceptan la paz, Dominic deberá casarse con la hija enemiga.
—Esto es importante, muchacho. Tienes que entender que este negocio es más grande que tú y que yo... Si sólo Edward estuviera aquí…
Se interrumpe bruscamente al mencionar a su brillante hijo mayor. Lo extraña inmensamente, rememoraba los momentos de como con sus grandes ideas habían logrado expandir más el negocio y la verdad no pudo evitar compararlo con Dominic, que camina en silencio con la mirada gacha, sintiéndose inferior y frustrado. Jamás podrá estar a la altura de su hermano.
—En fin — Carraspeo luego de un momento — no puedes seguir viviendo de fiesta, tenemos un apellido que cuidar también.
— ¿Y que he hecho yo padre? Para que diga que estoy manchando el apellido de mí familia. — Preguntó con un deje de enojo en su voz, y un poco a la defensiva, estaba cansado de que su padre constantemente le reprochaba sus comportamientos infantiles, además de su falta de interés por el negocio familiar.
Lorenzo escuchó con gravedad las airadas palabras de su hijo. Sabe que tiene razón en parte, esta vida solo le ha traído dolor y muerte. Pero él cree firmemente que todo es por un bien mayor.
—Tú, con tus fiestas de lado a lado, emborrachándote, haciendo el ridículo en público, con esas actitudes lo único que haces es manchar el apellido de la familia — exclamó haciendo ademanes con las manos recalcando lo obvio en tales afirmaciones.
Este guardó silencio. No compartía la visión de su padre, pero por ahora no tenía escape. Estaba atado al negocio familiar, le gustara o no. Deberá encontrar su propio camino dentro de ese inframundo.
— Es momento de madurar ya, Dominic. La familia y el negocio necesita que tomes tu lugar — Don Romanov había tomado un tono serio ante sus palabras — el día que yo no esté, tú serás el que lleve las riendas de esta familia y debes actuar como se debe.
Dominic bufo con sarcasmo. Estaba harto de escuchar siempre la misma letanía sobre el deber. — ¿Y qué te hace creer que yo quiero tal responsabilidad? — murmuró con el ceño fruncido. No quería pensar en el día que su padre no estuviera. — Yo nunca te pedí que me dieras tal cargo, he hecho tus trabajos sucios, matando a hombres y mujeres, solo porque te robaban o porque tenías sospechas inciertas de traición. Yo no mancho el apellido de tu familia padre, tú lo has manchado. —Exclamó lleno de ira. — En todo este tiempo lo sigues haciendo, lo que pasa es que la vejez te cegó papa
Lorenzo sintió hervir su sangre al escuchar a su insolente hijo. Y en un arrebato de ira le lanzó una una fuerte bofetada, impactando en el rostro del joven, obligándolo a girar su cuello ¿Cómo se atrevía a cuestionarlo después de todo lo que ha hecho por él?— ¿Se te ha olvidado las cosas que hemos hecho?, Edward tampoco quería tal cargo nunca lo quiso. — La furia había tomado el control de Dominic e increpaba a su padre con firmeza
—¡No te atrevas a mencionar a tu hermano! —bramo Lorenzo — ¡Él era un visionario! Entendía que a veces se requiere mano dura para proteger el negocio, no como tú.
Dominic se alzó desafiante, con una sonrisa torcida. Por primera vez encararía a su padre sin temor.
—Edward odiaba esto tanto como yo —escupió con rencor. — Él sólo quería huir, y tú lo ataste a tu lado hasta que la muerte vino a liberarlo.
Lorenzo temblaba de furia contenida, furia que fue liberada golpeado con violencia a su vástago, derribándo al suelo. Este no opuso resistencia mientras recibía el castigo, con el rostro lleno de satisfacción por fin le había dicho a su padre lo que realmente pensaba. Al cabo de unos minutos el jefe de los Romanov se detuvo, respirando agitado.
—Escúchame bien, mocoso engreído. Eres y siempre serás un Romanov. Tu deber es proteger a la familia y continuar mi legado cuando falte. Te casarás con la Santtorini y unirás a los clanes. No tienes alternativa.
Dominic se pone de pie lentamente, limpiándose la sangre del rostro. Sus ojos centellean con un brillo peligroso. Por primera vez, Lorenzo vislumbra en él la fiereza de los Romanov.
— No somos de la realeza, ni tampoco una familia normal, solo somos asesinos, y todo lo que tienes los has ganado asesinando de una u otra forma — continúo exclamando Dominic,. Por primera vez había tomado el valor de decirle a su padre lo que sentía y no iba a desaprovechar la oportunidad, así que levantando la ceja con ironía agregó — y, aun así, quieres que pase mi vida entera en ese trabajo jajaja por favor padre ¿en serio te sientes orgulloso de todo lo que tienes? ¿sabiendo cómo fue conseguido?
—¡SI! Me siento orgulloso — gritó con una fuerte voz llena de rabia Lorenzo —Tienes razón. No somos una familia común. Para sobrevivir, a veces se requiere violencia —replicó Lorenzo—. Tú no sabes nada sobre eso.
Su mirada se oscureció con sombríos recuerdos.
—Cuando Rusia y Japón estaban en guerra, los soldados invadieron nuestra aldea. Vi con mis propios ojos cómo masacraron a nuestra gente. Mi madre...— Su voz se quebró — Abusaron de ella cruelmente, mientras que a mi padre lo habían amarrado de rodillas en el suelo, obligándolo a ver aquella barbarie. Yo apenas era un niño de 8 años escondido en el sótano, viendo a través de las rendijas de la madera podrida y sin poder hacer nada. Abusaron de ella hasta el cansancio, haciendo fila ante los gritos de súplica de mis padres. Y solo cuando se vieron satisfechos apretaron el gatillo y le quitaron la vida a ella y luego a él. Después de eso, me juré a mí mismo que obtendría poder para proteger a los míos.
Se irguió con feroz determinación.
—Es gracias a eso que nuestra familia sigue con vida. — añadió con la cara roja de ira mientras apuntaba al pecho de su hijo — Los débiles son siempre presa de los fuertes. Hemos logrado grandes cosas, gracias a mí y a este “trabajo sucio”, como lo llamas, seguimos respirando lo demás en realidad no me importaba.
Las duras palabras de su padre habían caído como un jarro de agua fría sobre Dominic. Por primera vez, vislumbra el origen del sendero tenebroso que su padre eligió. Aquella tragedia lo marcó para siempre, convirtiéndolo en el despiadado e implacable jefe mafioso que es hoy.
Dominic guardó silencio, procesando la cruda historia. Su padre temblaba ligeramente, con los ojos empañados por los traumáticos recuerdos.
—Lo siento, padre...no lo sabía, lamento lo que le pasó a mis abuelos —murmura Dominic, rehuyendo la dura mirada de su progenitor.
— ¿Qué crees que pasaría con tu madre y hermanas? si fallas en tu deber, jamás te lo perdonaría. No tienes opción — prosiguió Lorenzo — Estoy enfermo, hijo. no creo vivir mucho tiempo más — Su tono se había suavizado al decir estas palabras, necesitaba que su hijo entendiese la importancia de la sucesión así que es tu deber cuidar de tu familia cuando no éste, no lo hagas por mí, hazlo por ellas.
Las palabras de su padre cayeron como un duro golpe sobre él haciéndolo sentir una opresión en el pecho, su padre estaba enfermo de muerte. A su mente acudieron imágenes de su madre y hermanas sufriendo a manos de sus numerosos enemigos el miedo y la incertidumbre se apoderó de él.
— ¿Que?¿ Padre no estoy listo para llevar esta carga… No soy como Edward —murmuró cabizbajo. Lorenzo posó las manos sobre sus hombros.
—Eres un Romanov, llevas mi sangre. Sé que estarás a la altura cuando llegue el momento. — aseveró mirándolo a los ojos.Caminaron en silencio por largo rato. Dominic sopesaba la gravedad de la situación. Su padre estaba muriendo; pronto debería ocupar su lugar y proteger a la familia.
Con un suspiro resignado, contempló el atardecer que tiñe de rojo sangre el cielo de Berlín. La metáfora no se le escapaba. Su vida parecía estar sellada bajo ese celaje carmesí, presagio de la violencia venidera.
Tras una pausa, Lorenzo retomó la palabra
—Para acabar de una vez por todas la guerra con los Santtorini, he acordado tu matrimonio con Isabell, la hija mayor de Dario. Así sellaremos la paz entre clanes, debes ir a la hacienda Santtorini a conocer a tu futura esposa.
Dominic se detuvo en seco, sobresaltado.
— Acepto ser tu sucesor y te juro que protegeré a mi madre y hermanas con mi vida. pero no me pidas que me case porque no voy a aceptar casarme con una mujer que no amo, y que ni siquiera conozco
— Pues sí lo harás. Ya está firmado tu compromiso…
— ¿Cómo te atreves a hablar en mi nombre? ¡No lo haré! ¿Por qué no me consultaste antes? no pienso honrar tu acuerdo — La ira volvía a apoderarse de Dominic, podría aceptar esta vida por el bien de su familia, pero casarse con una mujer desconocida, y de paso de la competencia, no lo podría tolerar.
—Harás lo que te ordene, muchacho insolente — ruge Lorenzo — no hay otra opción, ve hacia la casa de los Santtorini, dijo con tono afable. — He oído que Isabell es una belleza. Quizás la encuentres de tu agrado. — añadió con gesto sugerente. — Si quieres ve con Thomas y algunos hombres — expresó dándole la espalda a su hijo la conversación había terminado.
Dominic apretó los puños con frustración. Odiaba que su padre hubiese arreglado ese matrimonio sin consultarle, pero ya no había nada que hacer. Su padre le ha arrebatado toda decisión sobre su propia vida, anhela libertad, pero su jaula de oro se ha convertido en un calabozo del que sólo la muerte podrá liberarlo algún día.
Los brillantes rayos de sol se filtraban por los majestuosos vitrales, bañando con su luz cálida la espaciosa habitación de Isabell. El dulce aroma a gardenias de su perfume francés embriagaba el ambiente. Con agilidad, ella cepillaba su sedosa cabellera negra frente al elegante espejo de su tocador, mientras los rizos rebotaban como delicados muelles sobre sus hombros que resaltaba su tez oliva. Sus ojos color chocolate destellaban con un brillo intenso y desafiante. Sin embargo, su mirada se perdía más allá de los barrotes de su ventana. Anhelaba salir de esa jaula de oro y seda que su padre llamaba hogar. A sus 23 años, se sentía una prisionera en su propia casa. Y ahora ese tirano pretendía entregarla en matrimonio a los Romanov, sus enemigos mortales. Su sangre hervía de rabia. De pronto el sonido del reloj marcando las doce del mediodía el saco de sus pensamientos. Era la hora. Isabell se vistió con sus elegantes pantalones de montar blancos y su camisa de lino azul, combinándo
Dominic conducía distraído acompañado de su mejor amigo Thomas, iban de camino a la hacienda Santtorini para conocer a su prometida. Estaba deprimido por este matrimonio arreglado con la hija de su enemigo Darío. De pronto, vio el cuerpo de una mujer tendido a un lado del camino. Preocupado, detuvo el auto en seco y se bajó rápidamente a auxiliarla. La joven yacía inconsciente, con una fea herida en la frente que sangraba abundantemente. Con gentileza la levantó en brazos, dándole pequeñas palmaditas para hacerla reaccionar. —Reacciona... Reacciona —exclamaba el joven. Poco a poco ella recobró la conciencia, aturdida. Al ver esos grandes ojos marrones que se abrían desorientados, Dominic contuvo el aliento. Era una belleza extraordinaria. Con delicadeza retiró un rizo rebelde que cubría su pálido rostro y la miró extasiado, casi olvidando por completo su desdichado compromiso. —¿Qué pasó? ¿Quién es usted? — preguntó débilmente. —Tranquila, estás a salvo — murmuró en tono tranqui
El ambiente en el despacho estaba tan tenso que se hubiera podido cortar con un cuchillo. Darío fulminaba a su hijo con la mirada, aún irritado por el bochornoso incidente con Dominic. Joseph caminaba de un lado a otro como una fiera enjaulada, con la mandíbula tensa y echando chispas por los ojos. — Querías obligarme a disculparme con ese gusano... ¿cómo pudiste humillarme así, padre? Darío lo observaba impasible desde su escritorio de caoba. — Debemos mostrarnos diplomáticos con los Romanov, hijo. No conviene iniciar una disputa, no ahora. — ¿Cómo permites que este hombre esté aquí después de todo el daño que su familia nos causó? ¿Y aún pretendes que Isabell se case con él? — espetó sin disimular su desprecio. — No me cuestiones. Tu rol es solo hacer lo que te ordeno, no eres quien para recriminarme — ladró su padre con rudeza. Joseph apretó los puños hasta clavarse las uñas en las palmas, conteniéndose de no responder a la provocación. — ¡Eres un maldito imprudente! No pued
La noche había caído rápidamente y Isabell se miró furiosa en el espejo mientras cepillaba sus rizos rebeldes, no había podido dormir bien la noche anterior. La imagen de Dominic Romanov robándole su primer beso ardía en su mente. ¿Cómo se había atrevido? a sus 23 primaveras nunca nadie había intentado insinuársele por temor a su apellido, pero este Romanov apenas lo conocía y ya actuaba como si tuviera algún derecho sobre ella, simplemente no podía soportarlo. Pero debía admitir que una parte de ella había despertado con las nuevas sensaciones de ese breve momento de cercanía. Un golpe en la puerta interrumpió sus agitados pensamientos. Era la señora de servicio anunciando que él joven Romanov había llegado y la esperaban para cenar. Isabell sintió una descarga eléctrica por toda su columna. ¿Estaba lista para volver a verlo después de lo que pasó? ¿Cómo reaccionaría? Isabell inhaló profundamente mientras se alisaba el vestido. El delicado encaje rozaba sus dedos, recordándole la su
Pasando media hora del bochornoso incidente, terminaron de cenar sin más inconvenientes. Aunque la escena previa había dejado una fuerte impresión que perduraría toda la velada. Era hora de partir y Dominic se despidió cortésmente de todos, dejando a Isabell para el final. Acercándose galante, le preguntó si podía acompañarlo a la salida. Isabell sintió un escalofrío recorriendo su espalda. Temía quedarse a solas con él después del atrevido beso que le había robado en su último encuentro. —¿No puedes ir solo? Busco la mirada de su padre como una súplica silenciosa, pero solo encontró el gesto serio exigiéndole cumplir con su deber. A regañadientes accedió y lo siguió hasta el pórtico amurallado por enredaderas, que enmarcaba un cielo tachonado de estrellas. La luz de la luna bañaba el rostro de Isabell, resaltando sus facciones delicadas. — Estás deslumbrante esta noche — murmuró él con la voz teñida de deseo. — Verte bajar esa escalera me dejó mudo, pero bajo la luz de la luna m
La luna derramaba su luz espectral sobre el cuerpo sin vida de Melissandra. Su pálida piel, antes tibia y sonrosada, ahora parecía cincelada en mármol. Carlos lloraba abrazándola con el alma hecha jirones, implorando a los cielos que le devolvieran a su amada. Pero sus ruegos solo encontraron el silencio de la noche como respuesta. Pasaron las horas y el frío del amanecer calaba hasta los huesos, pero Carlos estaba entumecido por el dolor. Fue entonces cuando la fría luz del alba arrancó un destello en la hierba que capturó su atención. Un collar con el símbolo del Toro... era el collar de su primo Darío. Y como un relámpago infernal, la comprensión atravesó su mente atribulada. Aquel maldito les había tendido una trampa. Recordó la mirada libidinosa de Darío siguiendo los pasos de Melissandra por la casa. Y ahora, su cadáver yacía junto al collar de su primo como una confesión muda de sus viles actos. Un grito desgarrador surgió desde las entrañas de Carlos. ¿Cómo pudo Darío traic
Al día siguiente, Isabell y Dominic se preparaban nerviosamente para su cita. Aunque ninguno lo admitiría, ambos se sentían abrumados ante la expectativa de conocerse finalmente. Dominic pasó una hora eligiendo cuidadosamente su atuendo, buscando causar una buena impresión. Se decidió por una elegante camisa blanca con cuello mao, una chaqueta azul marino de corte impecable, pantalón de vestir gris oscuro y lustrosos zapatos negros con delicada costura. Estaba decidido a comportarse como todo un caballero ante los ojos de la guapa Santtorini. Si debian casarse a la fuerza mejor disfrutar el proceso ¿no? Mientras tanto, Isabell registraba frenéticamente su vestidor en busca del atuendo perfecto. Finalmente encontró un bello vestido champagne con escote en forma de corazón, enjoyado con finos cristales que simulaban diamantes y rematado con un imponente prendedor dorado en el busto. La amplia falda de gasa y seda delineaba su esbelta figura al caminar. Complementó su vestuario con una
Isabell se removió incómoda en el asiento del copiloto, sintiendo la penetrante mirada de Dominic sobre ella. Él no le quitaba los ojos de encima mientras se acercaban al restaurante “Sophieneck” uno de los más exclusivos de Alemania. El viaje había transcurrido en un tenso silencio, solo roto por el ronroneo del motor. A pesar de la insistente atención del Romanov, esta se distrajo observando el paisaje citadino a través de la ventanilla. Al llegar, Dominic saltó del auto y rodeó el capó con impaciencia para abrir la puerta de la joven santtorini. — Gracias — expresó aceptando la mano que le ofrecía, cálida y enérgica, para incorporarse. Con una mirada recorrió los alrededores y el corazón le dio un vuelco. Por primera vez se sentía libre. Embelesada, contempló el ir y venir de los viandantes, los gritos de los vendedores de periódicos, el aroma del tabaco de los elegantes caballeros con sombrero y bastón. Era glorioso estar en la calle sin una muralla de guardaespaldas controland