Las cosas iban, bien, par ambas familia. La armonía y la felicidad estaba de vuelta. Sheila, trabaja todos los días, y cada vez que llega a casa. a veces ni siquiera come, en la mesa, se acuesta y toma su siesta para el día siguiente. A veces está dispuesta a la necesidad de su marido. Algo que comenzó a perturbar la mente de Fernando. Su esposa se mantenía más tiempo en la empresa, viajando a Italia a pasar tiempo con su prima. Ir a ver a los abuelos. Cuya veces hasta meses con Betty sin pisar la puerta de casa. Su pansa estaba en gran altura. La preocupación de Fernando, se aceleró cuando una noche más, su hermosa esposa no le quiso brindar, su servicio como esposa que es. _ Sheila, ¿qué está pasando?, últimamente estás muy cansada y no tienes tiempo para mí. _ No, no pasa nada amor, es solo que los bebes me cansan mucho!. _ Pero te la pasas viajando y visitando a todos. Hasta duraste un mes entero con Betty, tuve que ir a buscarte para que volvieras a tu casa!. Te estás dejan
Fernando apareció, junto con Betty poco después, cuando los médicos ya la estaban atendiendo. Sheila percibió en su tenso rostro un destello de enfado. _… Una reacción extrema… Oyó que decía el médico que hablaba con él, «bastante rara» … No ha sabido decirnos que le ha picado … «Dado su estado, corre peligro de perder…» Un terrible miedo se apoderó de ella antes de que alguien le inyectara en el brazo. Unos minutos instantes más tarde, el dolor y el mundo desaparecía a su alrededor. Despertó en una habitación en penumbra, con Fernando y todo sostenían una cara de preocupación. Fernando a su lado sosteniéndole la mano. Se sentía agotado y como flotando, pero no tenía dolor. Fernando se inclinó hacia ella al ver que habría los ojos. _ ¿Sheila? Cansada y asustada, Sheila volvió a cerrar los ojos. _ Que… paso y mis bebes!. _ Fernando le estrecho cálidamente la mano. Su voz sonaba sorprendente, vacilante. Sheila estaba angustiada y, nerviosa?. _ Dime que paso, mis bebes están b
Sin duda era un vestido precioso, plateado, de un fino tejido que se ajustaba al cuerpo sensualmente, con un gran escote y un seductor corté lateral. Hacía que mis senos parecieran más y más grandes y mi cintura más estrecha, como si la medida fue tomada con mi cuerpo presente. Se pegaba tanto a mi piel,que era fácil adivinar, que no llevaba nada. Cuando digo nada, absolutamente nada. Era sensacional, provocativo y muy sexy. En cualquier ocasión me habría gustado llevarlo puesto. Pero no en las circunstancias en las que estaba. Sabía demasiado bien, por qué el degenerado de Esteban Ferreira había insistido tanto en que me lo pusiera. Quería que sus también desgraciados amigos, tuvieran un juguete con el que entretenerse. En aquellas circunstancias, cualquier mujer con un mínimo de sentido común saldría corriendo. Pero era difícil escapar de un yate, en medio del mar. Me habían contratado en Londres como camarera, para un evento en un viaje, lo cual duraría solo tres días. Pero fui
_ ¡No estás cumpliendo con tus deberes Sheila! _ me dijo irritado. _ ¿Qué? - respondí, claramente molesta _. ¡Hago el doble de trabajo porque Nicol nunca está en su puesto! _¡Está ocupada con …otras tareas! _ dijo él_. ¡Es una chica muy solicitada! Pero le estás dejando toda la responsabilidad a ella. _ ¡Yo soy camarera, señor Esteban! Él se rio repulsivamente. _ ¡Por supuesto, Sheila! Pero una camarera especial. ¡No es suficiente con que sirvas cenas y unas copas de vino! ¡Tienes que hacer felices a mis invitados! _ ¡Les hago felices! ¡Les sonrió y les cuento chistes, y no protesto cuando se propasan un poco! - Su impaciencia se hizo patente. _ ¡Sé que lo estás intentando, pero no es suficiente! ¡Te dejé un bonito vestido en el camarote y quiero que te lo pongas! En el mismo instante que vi el vestido supe que mi situación había empeorado notablemente. Jamás debería de habérmelo puesto. Erróneamente, asumí que, si había sido capaz de evitar problemas hasta entonces, no me ser
Pero Pronto me di cuenta de que estaba en graves problemas. No podía entrar así. Vi una puerta abierta, de la que salía un ancho haz de luz. Se intuían sombras y risas. Era un escenario tentador, el tipo de lugar en el que tiempo de atrás me habría sentido como en casa. Había jugadores, gente que vivía siempre al límite, no podría ser de otra manera. No obstante, en aquel momento no me podía ni plantearme entrar allí. Estaba desesperada, mojada y mal vestida y sin zapatos y tampoco con un meñique en el bolsillo. De repente alguien salió del Casino. Era un hombre, y al parecer necesitaba un poco de aire fresco, pues se detuvo y miró al horizonte. Iba impecablemente vestido con un esmoquin convencional, pero no fue la ropa, sino el hombre que me llamó la atención. Era alto, de hombros anchos y piernas eternas, con un cabello espeso a punto de rizarse Un perfil muy varonil, un. Era patente que se trataba de uno de esos animales saludables que saben disfrutar de la vida. ¿Probableme
Me dio la sensación de que él podría ser parte de la tripulación del Gruñido de dragón. _ ¡Sé que pertenece a un tal Fernando campeste Droberts Y qué Esteban Ferreira, el propietario del The Ferreira, ha estado tratando de contactar con él! Sí, Esteban Ferreira es un impresentable, asumo que este Fernando Campestre Droberts también lo será. _ ¡Supongo que eso tiene bastante sentido! _ admitió él. ¡_ Eso también lo creo! _ ¡Incluso le ha mandado un par de gemelos de oro y diamantes! ¡El los rechazo, y este se enfadó, fui la que soporto todo la consecuencias! _ ¡Eso sí que es de mal gusto! ¿Quién necesita joyas teniendo Esto? ¡_ Eso, solo lo dice, que gano en el casino esta noche, no todo pueden decir eso! Me mostró los gemelos que llevaba y, de inmediato, supe que eran baratijas. Mi familia era una experta en joyas. Hay cosas que se aprenden desde niña. Claro que, en aquella ocasión, no hacía falta ser un experto. Varía con mirar las perlas que se despellejaban impúdicamente.
Por supuesto, yo sabía que me acompañan, se lo había inventado todo. Habría utilizado la información que yo misma le había proporcionado para solucionar de un modo brillante un asunto difícil. _ Es usted Fernando Campeste Drobesrt? _ dijo Esteban con la voz estrangulada. _ Si, el mismo al que usted envió unos gemelos de oro y brillantes. Esteban se volvió hacia los gendarmes tan fuertes y violentos que les _ dijo que podía marcharse, que todo había sido un malentendido. Los policías no parecieron muy convencido al principio, pero finalmente se fueron. _Así está mejor _ dijo Esteban, tratando de Mostrar que tenía controlada la situación_. Señor Fernando, usted y yo deberíamos tener una conversación... _Tan pronto como le devuelva a esta señorita sus propiedades_ dijo mi protector con firmeza. ¿_ sus qué? _ Su ropa, su pasaporte y el sueldo de lo que corresponda envíelo todo al Gruñido de dragón. Vamos hacia allá. Y no me haga esperar. El rostro de Esteban se entumeció y cambio
La luna llena brillaba intensamente Y olía a rosas. Los árboles se agitaban levemente con la suave Brisa del Mediterráneo. Una música romántica sonaba en la distancia. Allí estaba yo, a la puerta del casino de Monte Carlo, con unas aceptables ganancias en el bolsillo. Qué otra cosa Se podría esperar? Soy Fernando Campeste Droberts El rey de Midas, todo lo que tocó se convierte en oro. Si hubiera tratado de un negocio real, había sacado diez millones. Por suerte, aquella noche Solo estaba jugando de unos poco billete sin importancia. La culpa de todo la tiene mi abuelo, Jack. Él fue quien me regaló los gemelos para que me diera suelte. Y me la había dado. No quiero decir que gane siempre, pero ganó casi siempre. De hecho, me he convertido en un hombre rico. No solo lo culpo del regalo, sino de otras cosas. Mi abuelo eras uno de esos hombres felices que se conforma con tener una pequeña tienda para mantener a una familia a la que adora y con la que disfruta el día a día. Así que c