Sin duda era un vestido precioso, plateado, de un fino tejido que se ajustaba al cuerpo sensualmente, con un gran escote y un seductor corté lateral.
Hacía que mis senos parecieran más y más grandes y mi cintura más estrecha, como si la medida fue tomada con mi cuerpo presente.
Se pegaba tanto a mi piel,que era fácil adivinar, que no llevaba nada. Cuando digo nada, absolutamente nada. Era sensacional, provocativo y muy sexy. En cualquier ocasión me habría gustado llevarlo puesto.
Pero no en las circunstancias en las que estaba. Sabía demasiado bien, por qué el degenerado de Esteban Ferreira había insistido tanto en que me lo pusiera. Quería que sus también desgraciados amigos, tuvieran un juguete con el que entretenerse. En aquellas circunstancias, cualquier mujer con un mínimo de sentido común saldría corriendo.
Pero era difícil escapar de un yate, en medio del mar. Me habían contratado en Londres como camarera, para un evento en un viaje, lo cual duraría solo tres días. Pero fui tan ingenua al creer que eso era todo lo que querían de mí. "El simple servicio de una camarera". A pesar de todo, mi situación financiera no me permitiría redimir a la hora de seleccionar un empleo.
Acababa de ser despedida de un gran almacén y todavía no había logrado un nuevo trabajo. Por lo cual el primero que se presentó lo acepté, por mi precaria economía no tenía opción. El dinero ofrecido para aquel viaje era bueno, así que no me limité y acepte. Sin duda nadie me predijo que ese sería un error fatal.
Había embarcado en el The Ferreira en el puerto de Southampton. Aunque lo llamaban yate, era un barco en todas reglas, con más de doscientos metros de eslora, trece camarotes, un bar, una piscina y un comedor para veinte personas. No había pasado 15 minutos desde mi llegada al yate, cuando me di cuenta de que fue mi error más fatal desde mi existencia. Por su puesto, a todo el mundo le gusta el dinero, pero aquel lugar olía a dinero sucio. Por razones mías me preocupa su procedencia.
A pesar de todo lo que mis ojos estaban viendo, me quede. Mi situación era tan precaria que, aun en contra de lo que me dictaban, mi buen juicio. Solo decía en mi mente “son solo tres días aguanta”. Varías horas después, conocí a Esteban. En cuestión de segundos su grasienta y repugnante presencia me advirtió que estuviera alejado de él, lo más posible.
_¡Te lo pondrás!
Me dijo él mirándome de arriba abajo, con ojos que me desnudaba con su mirada. Expresó
_ ¡Le dije a la agencia que quería bellezas, pero veo que si me entendieron! ¡Me gusta que mis invitados se lo pasen bien! ¡Ya me entiendes!
Después de escuchar esos argumento, un escalofrío recorrió mi espalda, estaba pálida. Por desgracia lo entendí a la perfección, pero ya estábamos en medio del mar, era muy tarde para arrepentirme de todo y abandonar este asqueroso lugar.
Volvió su fría mirada donde mi y dijo
_ Tú eres Sheila Fernand Dover, ¿verdad?
Suspirando y mirándome, como si yo fuera un platillo que le abriera el apetito, se acercó más y más
_ Cuántos años tienes?.
_ ¡veinticuatro!
_ ¡wau pareces más joven!
Lo sabía. Siempre me lo decían. Mis grandes ojos iluminando mi rostro con una inocencia pueril. El pelo rojo, que me había hecho un flequillo para parecer más mayor, me daba el aspecto de una chica adolescente. Y, lo que era aún peor, a Esteban parecía encantarle.
_ ¡Sería fabulosa si sonrieras! _ dijo él. _ ¡Tienes que sonreír! ¡Todo el mundo en mi yate tienen que sonreír y estar feliz!
Esteban, continuamente hablando, de su "yate", pero por mucho que se empeñara en fingir, no era suyo. Lo había alquilado qué sínico. Según me habían dicho, se trataba de una convención de negocios, pero resulta ser un crucero de placer. Al que algunos se llevaban a sus amantes, otros a nadie y ninguno a sus esposas.
Yo compartía camarote con Nicole, una mujer definitivamente conocedora de sus deberes en el yate.
_¡Aquí hay muchos peces gordos! ¡Suficiente para las dos! _ Me dijo Nicole.
Dada mi situación financiera, despreciar la oportunidad de sacar un buen beneficio de ellos. Era solo un abril y cerrar los ojos.
_¡Eres bella! _ dijo ella. _¡Todo llegarán a tus pies! ¡Es una completa estupidez si no aceptas!
_ ¡"…"!
_ ¡Mejor para mí! _ acabó concluyendo. ¡Así toco a más!
Las cosas no me fueron tan mal, hasta que llegamos a monte Carlo. Había tenido que esquivar a unos cuántos viajeros sobones, pero nada que no pudiera superar con unas sonrisas y una escusa para escapar.
Lo malo sucedió al atracar en el puerto. Esteban, estaba tan furioso cuando otro yate, de unos cien metros más de eslora que el suyo, se colocó junto a nuestro lado. Se trataba de un Gruñido de Dragón y hacía que el The Ferreira pareciera una cáscara de nuez en su comparación.
La cosa empeoró cuando descubrió quién era su dueño Un tal Fernando Campeste Drobesrt, un genio de la finanza que había logrado enriquecerse usando su inteligencia en lugar de sus puños. Era uno de esos personajes que estaban siempre en las páginas de economía. No podía decir que fuera el tipo de prensa que yo leía habitualmente, pero procedo de una familia profundamente interesada en el dinero, sobre en el de otros, así que sabía quién era.
Fernando Campeste Droberts podía permitirse comprar cualquier cosa, hacer lo que quisiera e ignorar lo que no le agradaba. Muy poca gente estaba a su nivel.
Aquella circunstancia alteró a Esteban y lo obligó a hacer un desorbitado despliegue de medios con la intención de impresionar a su adversario. Compro unos impresionantes gemelos de diamantes que hizo enviar, a modo de presente, con una nota de invitación para el rival millonario.
Fernando Campeste Droberts, respondió con una nota, en la que decía no aceptar regalos de desconocidos. El ácido sentido del humor que intuí en su contestación me agradó, pero pensé que el ánimo lúdico era solo producto de mi imaginación.
No me pareciera posible, que un ricachón de aquellos tuviera la inteligencia ni el ánimo para hacer alardes de ironía.
Esteban trató de contactar con su vecino a través del teléfono del barco para invitarlo a cenar. Pero fue informado de que el señor Fernando había desembarcado y no volvía hasta más tardes.
Aquella nueva negativa enfureció a mi jefe, y fui la primera en sufrir las consecuencias.
Gracias por tomar tu tiempo para leer esta maravillosa historia. Espero que le guste y que puedan comentar, sobre este trabajo con sus comentario podre mejorar y hacer un mejor trabajo para que las lecturas sean mucho mejor y de más gusto. Estoy abierta a escuchar a todo. Besos y abrazos con mucho amor y cariño Su att:Josyfer
_ ¡No estás cumpliendo con tus deberes Sheila! _ me dijo irritado. _ ¿Qué? - respondí, claramente molesta _. ¡Hago el doble de trabajo porque Nicol nunca está en su puesto! _¡Está ocupada con …otras tareas! _ dijo él_. ¡Es una chica muy solicitada! Pero le estás dejando toda la responsabilidad a ella. _ ¡Yo soy camarera, señor Esteban! Él se rio repulsivamente. _ ¡Por supuesto, Sheila! Pero una camarera especial. ¡No es suficiente con que sirvas cenas y unas copas de vino! ¡Tienes que hacer felices a mis invitados! _ ¡Les hago felices! ¡Les sonrió y les cuento chistes, y no protesto cuando se propasan un poco! - Su impaciencia se hizo patente. _ ¡Sé que lo estás intentando, pero no es suficiente! ¡Te dejé un bonito vestido en el camarote y quiero que te lo pongas! En el mismo instante que vi el vestido supe que mi situación había empeorado notablemente. Jamás debería de habérmelo puesto. Erróneamente, asumí que, si había sido capaz de evitar problemas hasta entonces, no me ser
Pero Pronto me di cuenta de que estaba en graves problemas. No podía entrar así. Vi una puerta abierta, de la que salía un ancho haz de luz. Se intuían sombras y risas. Era un escenario tentador, el tipo de lugar en el que tiempo de atrás me habría sentido como en casa. Había jugadores, gente que vivía siempre al límite, no podría ser de otra manera. No obstante, en aquel momento no me podía ni plantearme entrar allí. Estaba desesperada, mojada y mal vestida y sin zapatos y tampoco con un meñique en el bolsillo. De repente alguien salió del Casino. Era un hombre, y al parecer necesitaba un poco de aire fresco, pues se detuvo y miró al horizonte. Iba impecablemente vestido con un esmoquin convencional, pero no fue la ropa, sino el hombre que me llamó la atención. Era alto, de hombros anchos y piernas eternas, con un cabello espeso a punto de rizarse Un perfil muy varonil, un. Era patente que se trataba de uno de esos animales saludables que saben disfrutar de la vida. ¿Probableme
Me dio la sensación de que él podría ser parte de la tripulación del Gruñido de dragón. _ ¡Sé que pertenece a un tal Fernando campeste Droberts Y qué Esteban Ferreira, el propietario del The Ferreira, ha estado tratando de contactar con él! Sí, Esteban Ferreira es un impresentable, asumo que este Fernando Campestre Droberts también lo será. _ ¡Supongo que eso tiene bastante sentido! _ admitió él. ¡_ Eso también lo creo! _ ¡Incluso le ha mandado un par de gemelos de oro y diamantes! ¡El los rechazo, y este se enfadó, fui la que soporto todo la consecuencias! _ ¡Eso sí que es de mal gusto! ¿Quién necesita joyas teniendo Esto? ¡_ Eso, solo lo dice, que gano en el casino esta noche, no todo pueden decir eso! Me mostró los gemelos que llevaba y, de inmediato, supe que eran baratijas. Mi familia era una experta en joyas. Hay cosas que se aprenden desde niña. Claro que, en aquella ocasión, no hacía falta ser un experto. Varía con mirar las perlas que se despellejaban impúdicamente.
Por supuesto, yo sabía que me acompañan, se lo había inventado todo. Habría utilizado la información que yo misma le había proporcionado para solucionar de un modo brillante un asunto difícil. _ Es usted Fernando Campeste Drobesrt? _ dijo Esteban con la voz estrangulada. _ Si, el mismo al que usted envió unos gemelos de oro y brillantes. Esteban se volvió hacia los gendarmes tan fuertes y violentos que les _ dijo que podía marcharse, que todo había sido un malentendido. Los policías no parecieron muy convencido al principio, pero finalmente se fueron. _Así está mejor _ dijo Esteban, tratando de Mostrar que tenía controlada la situación_. Señor Fernando, usted y yo deberíamos tener una conversación... _Tan pronto como le devuelva a esta señorita sus propiedades_ dijo mi protector con firmeza. ¿_ sus qué? _ Su ropa, su pasaporte y el sueldo de lo que corresponda envíelo todo al Gruñido de dragón. Vamos hacia allá. Y no me haga esperar. El rostro de Esteban se entumeció y cambio
La luna llena brillaba intensamente Y olía a rosas. Los árboles se agitaban levemente con la suave Brisa del Mediterráneo. Una música romántica sonaba en la distancia. Allí estaba yo, a la puerta del casino de Monte Carlo, con unas aceptables ganancias en el bolsillo. Qué otra cosa Se podría esperar? Soy Fernando Campeste Droberts El rey de Midas, todo lo que tocó se convierte en oro. Si hubiera tratado de un negocio real, había sacado diez millones. Por suerte, aquella noche Solo estaba jugando de unos poco billete sin importancia. La culpa de todo la tiene mi abuelo, Jack. Él fue quien me regaló los gemelos para que me diera suelte. Y me la había dado. No quiero decir que gane siempre, pero ganó casi siempre. De hecho, me he convertido en un hombre rico. No solo lo culpo del regalo, sino de otras cosas. Mi abuelo eras uno de esos hombres felices que se conforma con tener una pequeña tienda para mantener a una familia a la que adora y con la que disfruta el día a día. Así que c
Después de haber entregado parte de mi fortuna, Betty podría haberse independizado y casarse. Sin embargo, había permanecido a mi lado por no abandonarme. Yo, temeroso de herirla, jamás le había confesado mi deseo de perderla de vista, aunque fuera un poco. Así dejaría de entrometerse, en mi vida. En muchas ocasiones hasta la mando de viaje, pero termina regresando más rápido de lo previsto. Es como un chicle pegado a mi costado, y un muy pegajoso sin mordé de ablandamiento. Así que a mis 35 años, sigo oficialmente viviendo con mi hermana. Por supuesto, yo tengo mi piso de Soltero en la ciudad. Pero mi hermana finge que mi ausencia son solo accidentales. Cuando sabe que la ocupo, manda hasta el último Mirón para ver que hago. Me tiene muy bajo su mirada. Y eso es muy molesto. Ya que me reusó a estar con las chicas que ella manda,lo que yo odio es que todas siguen su mandado, y eso me preocupa que una mujer así sea mi esposa. Sí que me preocupa. Hasta creen que soy gay. Mi situación p
_ Es que somos vulgares. Hablamos como si fuéramos heredero de una antigua fortuna. Nuestro abuelo tenía los justo para vivir día a día, y nuestro padre cabo su tumba a base de esfuerzo para ganar más de lo que necesitábamos. Y yo estoy por el mismo camino. Ya me han empezado a salir canas. ¿_ Dónde? _ Aquí!. Ella se acercó. Con cara de preocupación _ No veo nada,?! _ Me dijo mi hermana con una gran sonrisa que me hizo recordar cuánto la quería _. ¡Eres demasiado guapo, y lo sabes.! _ Digas lo que digas, sigo teniendo canas. Si supieras cómo cambiar mi situación, te aseguro que lo haría. ¡De lo que no me cabe duda es que un matrimonio con Sara Smith no es la solución.! _ Yo solo quiero que encuentres la mujer adecuada!. _ Lo único adecuado de Sara, es que no tengo nada contra ella!. ¡Pero necesito mucho más para llegar al matrimonio.! Ella me miró con cierta sospecha. _ No estás saliendo con alguna de esas mujeres descaradas con las que te relacionas, ¿verdad?
Yo decidí dejar las cosas así.. Mi ilusoria Cindy podría hacerme útil.En aquel momento no me imaginaba cuanto.Partimos de soutthampton hacia la costa de Portugal con rumbo a final el mediterráneo. Nos la pasamos muy bien. No hacíamos sino jugar carta, bailar y cenar esplendidamente. Por su puesto, en un viaje así se esperaba coqueteos. Así que lo solucione flirteando con todas las mujeres que había a bordo y especialmente, con mi amiga Wendy, recién casada con mi amigo petter. Con ella me sentía a salvo. Podía sacar ala luz mi encanto sin peligro de que trata de casarme como marido. Pero a petter no le pareció agradarle lo que respondió bailando con Sara toda una noche. Eso provocó un ataque de celos en Wendy. Lo solucionaron, quedándose encerrando en su camarote durante tres días y emergiendo finalmente de allí con una amplia y satisfecha sonrisa. Al llegar a Gibraltar, desembarcamos mi amigo y yo. Ala vuelta, petter, no hacía, sino que hablar de la espléndida mujer con la que su