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El contrato
El contrato
Por: Josyfer
Capítulo 1 Un viaje

Sin duda era un vestido precioso, plateado, de un fino tejido que se ajustaba al cuerpo sensualmente, con un gran escote y un seductor corté lateral.

Hacía que mis senos parecieran más y más grandes y mi cintura más estrecha, como si la medida fue tomada con mi cuerpo presente. 

Se pegaba tanto a mi piel,que era fácil adivinar, que no llevaba nada. Cuando digo nada, absolutamente nada. Era sensacional, provocativo y muy sexy. En cualquier ocasión me habría gustado llevarlo puesto.

Pero no en las circunstancias en las que estaba. Sabía demasiado bien, por qué el degenerado de Esteban Ferreira había insistido tanto en que me lo pusiera. Quería que sus también desgraciados amigos, tuvieran un juguete con el que entretenerse. En aquellas circunstancias, cualquier mujer con un mínimo de sentido común saldría corriendo.

Pero era difícil escapar de un yate, en medio del mar. Me habían contratado en Londres como camarera, para un evento en un viaje, lo cual duraría solo tres días. Pero fui tan ingenua al creer que eso era todo lo que querían de mí. "El simple servicio de una camarera". A pesar de todo, mi situación financiera no me permitiría redimir a la hora de seleccionar un empleo.

Acababa de ser despedida de un gran almacén y todavía no había logrado un nuevo trabajo. Por lo cual el primero que se presentó lo acepté, por mi precaria economía no tenía opción. El dinero ofrecido para aquel viaje era bueno, así que no me limité y acepte. Sin duda nadie me predijo que ese sería un error fatal.

Había embarcado en el The Ferreira en el puerto de Southampton. Aunque lo llamaban yate, era un barco en todas reglas, con más de doscientos metros de eslora, trece camarotes, un bar, una piscina y un comedor para veinte personas. No había pasado 15 minutos desde mi llegada al yate, cuando me di cuenta de que fue mi error más fatal desde mi existencia. Por su puesto, a todo el mundo le gusta el dinero, pero aquel lugar olía a dinero sucio. Por razones mías me preocupa su procedencia.

A pesar de todo lo que mis ojos estaban viendo, me quede. Mi situación era tan precaria que, aun en contra de lo que me dictaban, mi buen juicio. Solo decía en mi mente “son solo tres días aguanta”. Varías horas después, conocí a Esteban. En cuestión de segundos su grasienta y repugnante presencia me advirtió que estuviera alejado de él, lo más posible. 

_¡Te lo pondrás!

Me dijo él mirándome de arriba abajo, con ojos que me desnudaba con su mirada. Expresó

_ ¡Le dije a la agencia que quería bellezas, pero veo que si me entendieron! ¡Me gusta que mis invitados se lo pasen bien! ¡Ya me entiendes!

Después de escuchar esos argumento, un escalofrío recorrió mi espalda, estaba pálida. Por desgracia lo entendí a la perfección, pero ya estábamos en medio del mar, era muy tarde para arrepentirme de todo y abandonar este asqueroso lugar.

Volvió su fría mirada donde mi y dijo

_ Tú eres Sheila Fernand Dover, ¿verdad?

Suspirando y mirándome, como si yo fuera un platillo que le abriera el apetito, se acercó más y más

_ Cuántos años tienes?.

_ ¡veinticuatro!

_ ¡wau pareces más joven!

Lo sabía. Siempre me lo decían. Mis grandes ojos iluminando mi rostro con una inocencia pueril. El pelo rojo, que me había hecho un flequillo para parecer más mayor, me daba el aspecto de una chica adolescente. Y, lo que era aún peor, a Esteban parecía encantarle. 

_ ¡Sería fabulosa si sonrieras! _ dijo él. _ ¡Tienes que sonreír! ¡Todo el mundo en mi yate tienen que sonreír y estar feliz!

Esteban, continuamente hablando, de su "yate", pero por mucho que se empeñara en fingir, no era suyo. Lo había alquilado qué sínico. Según me habían dicho, se trataba de una convención de negocios, pero resulta ser un crucero de placer. Al que algunos se llevaban a sus amantes, otros a nadie y ninguno a sus esposas.

Yo compartía camarote con Nicole, una mujer definitivamente conocedora de sus deberes en el yate.

_¡Aquí hay muchos peces gordos! ¡Suficiente para las dos! _ Me dijo Nicole.

Dada mi situación financiera, despreciar la oportunidad de sacar un buen beneficio de ellos. Era solo un abril y cerrar los ojos. 

_¡Eres bella! _ dijo ella. _¡Todo llegarán a tus pies! ¡Es una completa estupidez si no aceptas!

_ ¡"…"!

_ ¡Mejor para mí! _ acabó concluyendo. ¡Así toco a más! 

Las cosas no me fueron tan mal, hasta que llegamos a monte Carlo. Había tenido que esquivar a unos cuántos viajeros sobones, pero nada que no pudiera superar con unas sonrisas y una escusa para escapar.

Lo malo sucedió al atracar en el puerto. Esteban, estaba tan furioso cuando otro yate, de unos cien metros más de eslora que el suyo, se colocó junto a nuestro lado. Se trataba de un Gruñido de Dragón y hacía que el The Ferreira pareciera una cáscara de nuez en su comparación.

La cosa empeoró cuando descubrió quién era su dueño Un tal Fernando Campeste Drobesrt, un genio de la finanza que había logrado enriquecerse usando su inteligencia en lugar de sus puños. Era uno de esos personajes que estaban siempre en las páginas de economía. No podía decir que fuera el tipo de prensa que yo leía habitualmente, pero procedo de una familia profundamente interesada en el dinero, sobre en el de otros, así que sabía quién era.

Fernando Campeste Droberts podía permitirse comprar cualquier cosa, hacer lo que quisiera e ignorar lo que no le agradaba. Muy poca gente estaba a su nivel.

Aquella circunstancia alteró a Esteban y lo obligó a hacer un desorbitado despliegue de medios con la intención de impresionar a su adversario. Compro unos impresionantes gemelos de diamantes que hizo enviar, a modo de presente, con una nota de invitación para el rival millonario.

Fernando Campeste Droberts, respondió con una nota, en la que decía no aceptar regalos de desconocidos. El ácido sentido del humor que intuí en su contestación me agradó, pero pensé que el ánimo lúdico era solo producto de mi imaginación.

No me pareciera posible, que un ricachón de aquellos tuviera la inteligencia ni el ánimo para hacer alardes de ironía. 

 Esteban trató de contactar con su vecino a través del teléfono del barco para invitarlo a cenar. Pero fue informado de que el señor Fernando había desembarcado y no volvía hasta más tardes.

Aquella nueva negativa enfureció a mi jefe, y fui la primera en sufrir las consecuencias. 

Josyfer

Gracias por tomar tu tiempo para leer esta maravillosa historia. Espero que le guste y que puedan comentar, sobre este trabajo con sus comentario podre mejorar y hacer un mejor trabajo para que las lecturas sean mucho mejor y de más gusto. Estoy abierta a escuchar a todo. Besos y abrazos con mucho amor y cariño Su att:Josyfer

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