_ ¡No estás cumpliendo con tus deberes Sheila! _ me dijo irritado.
_ ¿Qué? - respondí, claramente molesta _. ¡Hago el doble de trabajo porque Nicol nunca está en su puesto!
_¡Está ocupada con …otras tareas! _ dijo él_. ¡Es una chica muy solicitada! Pero le estás dejando toda la responsabilidad a ella.
_ ¡Yo soy camarera, señor Esteban!
Él se rio repulsivamente.
_ ¡Por supuesto, Sheila! Pero una camarera especial. ¡No es suficiente con que sirvas cenas y unas copas de vino! ¡Tienes que hacer felices a mis invitados!
_ ¡Les hago felices! ¡Les sonrió y les cuento chistes, y no protesto cuando se propasan un poco! - Su impaciencia se hizo patente.
_ ¡Sé que lo estás intentando, pero no es suficiente! ¡Te dejé un bonito vestido en el camarote y quiero que te lo pongas!
En el mismo instante que vi el vestido supe que mi situación había empeorado notablemente. Jamás debería de habérmelo puesto. Erróneamente, asumí que, si había sido capaz de evitar problemas hasta entonces, no me sería tan difícil superar aquel trance.
Sin embargo, la indecencia mirada de Andru wills, quien ya me había causado ciertos problemas desde el principio. Me dije, que no ba a ser, tan fácil.
Me vi acorralada por él y por su amigo David.
La conversación que se estableció fue del tipo “venga, nena, sabes que en realidad quieres”. “No te hace falta que des más detalles”.
Después de un acoso insoportable, logré dejar a uno dormido de un golpe, liberándome de ellos, de malos modos y salí huyendo de ellos.
Pero no había forma de esconderse en un confinado espacio. Mi única vía de escape era el agua.
Tras abandonar todos los objetos que traje, salí corriendo, sin mirar atrás, sin pensármelo, me subí a la Barranquilla y me lancé a la oscura profundidad del mar. Menos mal que era una buena nadadora y que sabía contener la respiración.
Cuando finalmente salí a la superficie, me alejé a toda prisa del barco y me dirigía a la orilla. En el puerto, habría tenido graves problemas para subir de no haber sido por un gentil caballero que me echó una generosa mano.
Pero su ayuda se limitó a sacarme del agua. Estaba con una mujer que me miró y gritó. Pronto comprendí por qué, mi fino vestido plateado se había convertido, en una tela transparente.
_ ¡Vamos de aquí! — dijo ella enseguida.
_ Sí, claro, dijo el hombre confuso, dudoso y avergonzado mientras esperaba ver el espectáculo.
Avergonzada pregunté
_ ¿Podrías decirme dónde está el consulado británico?
_ ¡Ni idea! - dijo el hombre _. ¡Pero vaya al casino! ¡Allí hay muchos ingleses!
La pareja desapareció. Miré por todas partes. No había más personas para pedir ayuda. Me gusta estar en la orilla del mar porque hay paz y tranquilidad, pero no en este momento. Sentía que el peligro me acechaba y, en cualquier momento, me atraparía en el lugar. Observé y se encontraba aún claro que no podía entrar en la vía pública, ya que me resultaría inconveniente y me encontraría en una situación más compleja que la que me encontraba.
Sin embargo, si no fuera que estaba sin trabajo y todos mis fondos se habían ido, no estaría en este lema. Me sentía tan avergonzada en este momento y si el abuelo se enteraba de algo como ese, me cortaría en trizas. Aunque seamos pobres, pero nunca permitiría enfrentar tanta humillación, las lágrimas se acercaron a mis ojos, pero tenía que tomar todas las medidas necesarias para abandonar este lugar. El hombre me comentó que en el casino, había muchos ingleses, y probablemente, hallaré a una persona con un corazón amable, que me condujera hasta el cónsul británico. Deje todos mis pertenencias en el yate, y no podía regresar allí, estoy sin nada.
Si consigo llegar al cónsul y demandar a este yate, podré ir a casa, le exigirán que me devolviera mis pertenencias. Nunca más aceptaré un trabajo por el dinero que ofrecen, nada en este mundo que luce bien, termina bien. Ahora, mirame, tengo un vestido tan pegado en mi cuerpo y tan claro que se me ve, lo interminable de mi vida. Caminé en las orillas, y, al alejarme de cada constante presencia de hombres que me encontraba, sin duda se aprovecharían de mí.
Me acurruqué en un lugar, hasta que se pusiera un poco más oscuro, y decidí que era el momento de salir de esta situación. No podía más, estaba aún empapada con agua. Evitaba a cada grupo que podía percibir.
Camine hasta el centro de la ciudad, no sin dificultad. Había perdido los zapatos y tenía que permanecer en las sombras. Si me topara con algún oficial, me investigarían y debía evitar que me detuvieran por revuelo público. Conseguí llegar al casino y me adentré en el jardín sin llamar la atención. Era un lugar lleno de guardias y no podía hacer nada hasta esperar a alguien y preguntarle si era inglés.
Pero Pronto me di cuenta de que estaba en graves problemas. No podía entrar así. Vi una puerta abierta, de la que salía un ancho haz de luz. Se intuían sombras y risas. Era un escenario tentador, el tipo de lugar en el que tiempo de atrás me habría sentido como en casa. Había jugadores, gente que vivía siempre al límite, no podría ser de otra manera. No obstante, en aquel momento no me podía ni plantearme entrar allí. Estaba desesperada, mojada y mal vestida y sin zapatos y tampoco con un meñique en el bolsillo. De repente alguien salió del Casino. Era un hombre, y al parecer necesitaba un poco de aire fresco, pues se detuvo y miró al horizonte. Iba impecablemente vestido con un esmoquin convencional, pero no fue la ropa, sino el hombre que me llamó la atención. Era alto, de hombros anchos y piernas eternas, con un cabello espeso a punto de rizarse Un perfil muy varonil, un. Era patente que se trataba de uno de esos animales saludables que saben disfrutar de la vida. ¿Probableme
Me dio la sensación de que él podría ser parte de la tripulación del Gruñido de dragón. _ ¡Sé que pertenece a un tal Fernando campeste Droberts Y qué Esteban Ferreira, el propietario del The Ferreira, ha estado tratando de contactar con él! Sí, Esteban Ferreira es un impresentable, asumo que este Fernando Campestre Droberts también lo será. _ ¡Supongo que eso tiene bastante sentido! _ admitió él. ¡_ Eso también lo creo! _ ¡Incluso le ha mandado un par de gemelos de oro y diamantes! ¡El los rechazo, y este se enfadó, fui la que soporto todo la consecuencias! _ ¡Eso sí que es de mal gusto! ¿Quién necesita joyas teniendo Esto? ¡_ Eso, solo lo dice, que gano en el casino esta noche, no todo pueden decir eso! Me mostró los gemelos que llevaba y, de inmediato, supe que eran baratijas. Mi familia era una experta en joyas. Hay cosas que se aprenden desde niña. Claro que, en aquella ocasión, no hacía falta ser un experto. Varía con mirar las perlas que se despellejaban impúdicamente.
Por supuesto, yo sabía que me acompañan, se lo había inventado todo. Habría utilizado la información que yo misma le había proporcionado para solucionar de un modo brillante un asunto difícil. _ Es usted Fernando Campeste Drobesrt? _ dijo Esteban con la voz estrangulada. _ Si, el mismo al que usted envió unos gemelos de oro y brillantes. Esteban se volvió hacia los gendarmes tan fuertes y violentos que les _ dijo que podía marcharse, que todo había sido un malentendido. Los policías no parecieron muy convencido al principio, pero finalmente se fueron. _Así está mejor _ dijo Esteban, tratando de Mostrar que tenía controlada la situación_. Señor Fernando, usted y yo deberíamos tener una conversación... _Tan pronto como le devuelva a esta señorita sus propiedades_ dijo mi protector con firmeza. ¿_ sus qué? _ Su ropa, su pasaporte y el sueldo de lo que corresponda envíelo todo al Gruñido de dragón. Vamos hacia allá. Y no me haga esperar. El rostro de Esteban se entumeció y cambio
La luna llena brillaba intensamente Y olía a rosas. Los árboles se agitaban levemente con la suave Brisa del Mediterráneo. Una música romántica sonaba en la distancia. Allí estaba yo, a la puerta del casino de Monte Carlo, con unas aceptables ganancias en el bolsillo. Qué otra cosa Se podría esperar? Soy Fernando Campeste Droberts El rey de Midas, todo lo que tocó se convierte en oro. Si hubiera tratado de un negocio real, había sacado diez millones. Por suerte, aquella noche Solo estaba jugando de unos poco billete sin importancia. La culpa de todo la tiene mi abuelo, Jack. Él fue quien me regaló los gemelos para que me diera suelte. Y me la había dado. No quiero decir que gane siempre, pero ganó casi siempre. De hecho, me he convertido en un hombre rico. No solo lo culpo del regalo, sino de otras cosas. Mi abuelo eras uno de esos hombres felices que se conforma con tener una pequeña tienda para mantener a una familia a la que adora y con la que disfruta el día a día. Así que c
Después de haber entregado parte de mi fortuna, Betty podría haberse independizado y casarse. Sin embargo, había permanecido a mi lado por no abandonarme. Yo, temeroso de herirla, jamás le había confesado mi deseo de perderla de vista, aunque fuera un poco. Así dejaría de entrometerse, en mi vida. En muchas ocasiones hasta la mando de viaje, pero termina regresando más rápido de lo previsto. Es como un chicle pegado a mi costado, y un muy pegajoso sin mordé de ablandamiento. Así que a mis 35 años, sigo oficialmente viviendo con mi hermana. Por supuesto, yo tengo mi piso de Soltero en la ciudad. Pero mi hermana finge que mi ausencia son solo accidentales. Cuando sabe que la ocupo, manda hasta el último Mirón para ver que hago. Me tiene muy bajo su mirada. Y eso es muy molesto. Ya que me reusó a estar con las chicas que ella manda,lo que yo odio es que todas siguen su mandado, y eso me preocupa que una mujer así sea mi esposa. Sí que me preocupa. Hasta creen que soy gay. Mi situación p
_ Es que somos vulgares. Hablamos como si fuéramos heredero de una antigua fortuna. Nuestro abuelo tenía los justo para vivir día a día, y nuestro padre cabo su tumba a base de esfuerzo para ganar más de lo que necesitábamos. Y yo estoy por el mismo camino. Ya me han empezado a salir canas. ¿_ Dónde? _ Aquí!. Ella se acercó. Con cara de preocupación _ No veo nada,?! _ Me dijo mi hermana con una gran sonrisa que me hizo recordar cuánto la quería _. ¡Eres demasiado guapo, y lo sabes.! _ Digas lo que digas, sigo teniendo canas. Si supieras cómo cambiar mi situación, te aseguro que lo haría. ¡De lo que no me cabe duda es que un matrimonio con Sara Smith no es la solución.! _ Yo solo quiero que encuentres la mujer adecuada!. _ Lo único adecuado de Sara, es que no tengo nada contra ella!. ¡Pero necesito mucho más para llegar al matrimonio.! Ella me miró con cierta sospecha. _ No estás saliendo con alguna de esas mujeres descaradas con las que te relacionas, ¿verdad?
Yo decidí dejar las cosas así.. Mi ilusoria Cindy podría hacerme útil.En aquel momento no me imaginaba cuanto.Partimos de soutthampton hacia la costa de Portugal con rumbo a final el mediterráneo. Nos la pasamos muy bien. No hacíamos sino jugar carta, bailar y cenar esplendidamente. Por su puesto, en un viaje así se esperaba coqueteos. Así que lo solucione flirteando con todas las mujeres que había a bordo y especialmente, con mi amiga Wendy, recién casada con mi amigo petter. Con ella me sentía a salvo. Podía sacar ala luz mi encanto sin peligro de que trata de casarme como marido. Pero a petter no le pareció agradarle lo que respondió bailando con Sara toda una noche. Eso provocó un ataque de celos en Wendy. Lo solucionaron, quedándose encerrando en su camarote durante tres días y emergiendo finalmente de allí con una amplia y satisfecha sonrisa. Al llegar a Gibraltar, desembarcamos mi amigo y yo. Ala vuelta, petter, no hacía, sino que hablar de la espléndida mujer con la que su
¡_ Estábamos hablando de tu enamorada fantasma.! Quizás vuelvas a encontrarte con ella en el siguiente puerto y pueda subir la bordó, para que todos la conozcamos. Un golpe maestro. Y Betty sabía cómo jugar sus bajas. Eso implicaba que tenía que conseguir una chica cuanto antes. En Palermo, Nepalí Génova, Betty no dejaba de preguntarme cuando tendría el placer de conocer a mí ''encantadora'' amiga. Llegamos a Monte Carlo con la intención de permanecer allí algunos días. No sabía qué hacer, Cómo conseguir una dama que hiciera el papel de mi amante novia. El día después de nuestra llegada, recibí un inesperado regalo de un hombre llamado Esteban Ferreira. No, o me gustó. Sabía poco de él, pero lo suficiente para no querer ningún tipo de relación con semejante desaprensivo. Le devolví los gemelos de oro y diamante que me había enviado, con una nota en la que afirmaba no acepta regalo desconocido.