Yo decidí dejar las cosas así.. Mi ilusoria Cindy podría hacerme útil.En aquel momento no me imaginaba cuanto.Partimos de soutthampton hacia la costa de Portugal con rumbo a final el mediterráneo. Nos la pasamos muy bien. No hacíamos sino jugar carta, bailar y cenar esplendidamente. Por su puesto, en un viaje así se esperaba coqueteos. Así que lo solucione flirteando con todas las mujeres que había a bordo y especialmente, con mi amiga Wendy, recién casada con mi amigo petter. Con ella me sentía a salvo. Podía sacar ala luz mi encanto sin peligro de que trata de casarme como marido. Pero a petter no le pareció agradarle lo que respondió bailando con Sara toda una noche. Eso provocó un ataque de celos en Wendy. Lo solucionaron, quedándose encerrando en su camarote durante tres días y emergiendo finalmente de allí con una amplia y satisfecha sonrisa. Al llegar a Gibraltar, desembarcamos mi amigo y yo. Ala vuelta, petter, no hacía, sino que hablar de la espléndida mujer con la que su
¡_ Estábamos hablando de tu enamorada fantasma.! Quizás vuelvas a encontrarte con ella en el siguiente puerto y pueda subir la bordó, para que todos la conozcamos. Un golpe maestro. Y Betty sabía cómo jugar sus bajas. Eso implicaba que tenía que conseguir una chica cuanto antes. En Palermo, Nepalí Génova, Betty no dejaba de preguntarme cuando tendría el placer de conocer a mí ''encantadora'' amiga. Llegamos a Monte Carlo con la intención de permanecer allí algunos días. No sabía qué hacer, Cómo conseguir una dama que hiciera el papel de mi amante novia. El día después de nuestra llegada, recibí un inesperado regalo de un hombre llamado Esteban Ferreira. No, o me gustó. Sabía poco de él, pero lo suficiente para no querer ningún tipo de relación con semejante desaprensivo. Le devolví los gemelos de oro y diamante que me había enviado, con una nota en la que afirmaba no acepta regalo desconocido.
Punto de vista de Sheila No tengo mucho tiempo para explicarme _ dijo el hombre en voz baja y en un tono acelerador. Era cierto. Estábamos aproximándonos al puerto y en pocos minutos habríamos llegado. _ Lo único que puedo decir es que necesito desesperadamente tu ayuda _ añadió. _¿Para qué? Pregunté asombrada. _ quieren forzarme a que me casé contra mi voluntad. Sara es la hija de un banquero y, ya sabes, la gente de dinero debe casarse con gente de dinero. Ese tipo de cosas. _Sí, claro, como que usted es un millonario_ dije incrédula. _ Ya le he dicho que yo soy Fernando Campeste Droberts. _ Si, después que yo le diera un montón de pistas. La historia me pareció bien cuando la uso para librarse de Esteban, pero no entiendo qué propósito tiene que me la cuente a mí. ¿Trabaja en ese yate, verdad? _ ¿perdón? _ Mire, le agradezco mucho que por mí, pero no nací ayer!. ¡Esos gemelos que lleva son una mala imitación, y de seguro que la ropa La ha tomado prestada de su jefe! Él
Fernando me apartó ligeramente. _ Nos están mirando? _ me susurró. _Con mucha curiosidad_ respondí. _ Bien. Démosle un poco más. Continuó con la escena recorriendo mi cuello con besos seductores. _Creo que ya les ha dado bastante,_ dije yo con dificultad en la voz. _ De acuerdo. Subamos entonces. Mientras recorría la pasarela que no se conducía lujoso navío, recordé mis semi desnudez. Supongo que debería haberme sentido avergonzada y, sin duda, con otro hombre así habría sido. Pero con Fernando él me recuerdo su cálido cuerpo sobre el mío. Me hacía olvidar toda vergüenza. Me pregunté si estaría disfrutando de la vista. La idea de tener sus ojos intensos mirándome con ansias, mis glúteos semi expuestos me excitó y desconcierto hasta el punto que Tropecé. Pero, por supuesto, él corrió a sujetarme. _¿Estás bien? Me preguntó. _ Sí, gracias respondí yo. Cuando llegamos a cubierta pude ver mejor a los pasajeros. Los hombres iban de esmoquin y las mujeres emprenderían cubierta de c
¿_ porque no? _ Porque no se me da bien, sobre todo con Betty. No deja de recordarme que ha sido mi segunda madre. Me resulta más fácil mostrar una farsa y que ella misma llega a la conclusión de que está perdiendo el tiempo. En este caso, tú eres mi única esperanza. _ No va a ser fácil engañarla. _ nunca lo ha sido _ dijo él con un suspiro. En ese mismo instante, Se oyeron unos pasos fuera y alguien intentó abrir la puerta del camarote. _Fernando, abre la puerta, ahora mismo_ sonó la voz de su hermana. _ Ahora no, Betty. Hablaremos más tarde _ respondió él. _ He dicho que abras. _ Buenas noches, Betty. _ Abre la puerta!_ insistió de ella. _ Ya está bien _ dije _. Ahora soy yo la que está furiosa. Abrir el cerrojo y me lancé como una apasionada fiera a besar a mi benefactor. Por supuesto, fue un gesto de puro agradecimiento por cuánto había hecho por mí, no tenía nada que ver con el modo en que me había besado en La Barca. Probablemente, la proximidad de la espectadora princ
Me di vuelta con la intención de escapar de aquella tensa situación. Pero antes de llegar a la puerta, unas voces captaron mi atención. Segundos después, Petter estaba de nuevo en el camarote. _ Ese desgraciado agarrado las maletas y las ha tirado por la borda. Se han hundido. _¿Noooo! _ no pude evitar un grito de desesperación_ porque todo me tiene que pasar a mí? ¿Es que nada puede ir bien por una vez? ¿Que he hecho yo para merecerte todo esto?Que me voy a poner? _Por favor, no se preocupe por eso, dijo Sara_. Puedo prestarle algo. _Gracias, Sara dijo_ Fernando. Lo que pareció un principio un gesto de buena voluntad se vio enturbiado por la mirada que la belleza de hielo lanzo a Betty. Sin duda tramaba algo. Ambas se dieron media vuelta y salieron juntas. Yo me encerré en el baño. Ya no podía soportarlo más. Abrí el Grifo y decidí olvidarme de todo en el calor de una agua perfumada espumosa. Cuando, hundida en la pena de aquel líquido reconfortante, comenzaba a sentirme huma
Me estaba ahogando. Sentí el agua dentro de mi nariz, y yo no sabía dónde me hallaba. Justo a tiempo un par de manos me sacaron de allí. _ Que ha ocurrido? Pregunté entre toses. _Has debido de quedarte dormida y te has hundido,_ dijo Fernando. Tosí violentamente y me agarré a él, como quien lo hace a una tabla de salvamento. Estaba desnuda y la camisa de Fernando se había hecho transparente por el contacto con el agua. Sin soltarme, se agachó y quitó el tapón de la bañera para que el agua se fuera. _ Gracias a Dios que estabas aquí! _ Casi no me atreví a entrar! _ He llamado a la puerta y, al ver que no me contestabas, he abierto!. _¡Sin duda me había dormido! Dije yo _. Un minuto más y..._ me estremecí. _ Salgamos de aquí! Me sacó del baño y me envolvió en una toalla. _Sara te ha enviado su ropa, dijo él_. Te la traeré!. Un momento después apareció con una bolsa que dejó en el suelo. Nada más abrirla supe que aquella no podía hacer la ropa de Sara, sino de su criada. Habí
Era muy difícil. ¿_ puedo apagar la luz? Pregunto él. _ Si, por supuesto! Dije yo. Se volvió, y durante un rato los dos nos quedamos en la oscuridad, escuchando nuestra respiración. Pero yo tenía un problema. Estaba acostumbrada a dormir desnuda y empezaba a sentir Un calor insoportable. En cuanto a los motivos los dejó en la imaginación. Al parecer a Fernando le sucedía lo mismo, porque unos minutos más tarde se levantó de la cama y se metió a la ducha y se tomó un baño frío. En el momento que oí correr la ducha me imaginé el agua estaba fría, una sonrisa sin par se dibujó en mi rostro y me quedé plácidamente dormida. Al despertar al día siguiente, me encontré su magnífico rostro a un centímetro del mío. Me incorporé y observé gustosa la estupenda vista de su rostro desnudo. Él abrió los ojos casi de inmediato. _¡Buenos días! ¿Dijo él_ sentó haberme quitado el pijama, yo...? _ Buenos días!, gritó una voz afilada, desde afuera del camarote. _ Oh, no, es Betty!, dije con desesp