Salgo de aquella oficina con el corazón y el alma hechos pedazo. Mi propia familia acababa de execrarme como si no significara nada para ellos. Entiendo que lo que hice les haya dado motivos suficientes para pensar que no soy capaz de asumir la presidencia de la corporación, pero quitármelo todo para castigarme; es demasiado.
Hago un nuevo recorrido por la senda de la derrota y me dirijo hacia el elevador. Oprimo el botón de llamado e ingreso al interior una vez que las puertas se abren. Presiono el botón que me lleva directo hacia el sótano, sin embargo, alguien introduce la mano a través de las puertas y evita que estas se cierren.
―Lo siento, señor Carpentier, pero solo cumplo órdenes.
Me quedo mirando al chico de seguridad que me observa con pena y lástima.
―¿Ahora qué, Bobby?
Eleva su mano y se rasca detrás del cuello.
―Debo pedirle que me entregue las llaves de su apartamento, la de su auto y el reloj que tiene puesto.
Me llevo la gran sorpresa con aquella solicitud. ¿Piensan arrancarme la piel hasta dejar mis huesos expuestos?
―¿Esto es en serio?
Pregunto con desconcierto. Sé que el chico no tiene la culpa, pero esto es extralimitarse.
―Me temo que sí, señor ―menciona apenado―. Puedo decirle que no llevaba el reloj.
Bufo con resignación y niego con la cabeza. Miro por encima de su hombro y veo la imagen de mi padre al final del pasillo. Sé que está decepcionado de mí por la gran estupidez que hice, pero joder, soy su hijo. ¿Cómo pude ser capaz de hacerme algo como esto? Sin dejar de mirarlo, llevo las manos al interior de mis bolsillos y saco lo que me pide. Le doy un último vistazo a las llaves de mi lujoso apartamento y a las de mi flamante Ferrari rojo; el orgullo de mis días de conquistas. Trago grueso, antes de quitarme el Rolex y ponerlo en el mismo lugar en el que están el resto de mis cosas.
―Llévale todo a papá, no quiero que te sancionen por mi culpa.
Asiente en respuesta antes de darse la vuelta y dirigirse hasta el lugar en el que se encuentra papá. Nos quedamos mirándonos fijamente, hasta que las puertas de acero inoxidable se interponen entre nosotros.
***
―Lo lamento, hermano ―me dice Walter al tenderme la botella de cerveza―. No puedo creer que tus viejos hayan llegado a tales extremos. ¡Te dejaron en la calle!
Se sienta en el mismo sillón en el que he estado acostado desde que llegué, después de que me hayan echado de mi propio apartamento.
―Las cosas han ido de mal en peor y todo por esa m*****a estupidez que hice anoche ―bebo un trago de la botella y le limpio la humedad con el dorso de la mano. Lo hago con rabia e impotencia―. Ni siquiera te imaginas lo impactado que quedé cuando quise entrar al edificio y el nuevo vigilante me dijo que no lo tenía permitido ―suspiro con incredulidad―. Mis viejos me lo quitaron todo ―niego con la cabeza―, no me dejaron sacar ni una m*****a aguja ―me levanto del sillón y maldigo por lo bajo―. Mi única posesión, es este puto traje que llevo puesto.
Aprieto los dedos alrededor de la botella.
―¿Qué piensas hacer?
Ni quiera tengo una respuesta apropiada para su pregunta.
―¿Arrastrarme, emborracharme hasta perder la conciencia, darme golpes de pecho y sentarme a la mesa con un tarro gigante de helado mientras maldigo mi vida y desahogo mis penas? ―menciono en los mismos términos que los de una mujer despechada. Me bebo el resto del contenido de un solo trago y voy al refrigerador por una nueva botella―. Para ser sincero, no tengo ni la menor idea ―respiro profundo―. No sé hacer otra cosa que trabajar en lo que sé, mi única experiencia laboral ha sido en la empresa de mi familia. Me esforcé mucho para llegar hasta el puesto por el que estuve trabajando toda mi vida. ¿Puedes tener una idea de lo que significa perder toda la vida que construiste durante tanto tiempo en cuestión de segundos?
Destapo la botella y camino hacia la ventana.
―Entonces, no te queda otra opción que buscar trabajo en cualquier otra empresa ―me aconseja―, nadie rechazará a alguien con un currículo como el tuyo, Denzel, estás cualificado para cualquier trabajo de alto cargo.
Asiento en acuerdo.
―Quizás deba comenzar a buscar trabajo mañana mismo ―expreso decidido―, tengo un estilo de vida que mantener y demostrarles a todos, que soy capaz de salir adelante sin necesidad de su ayuda.
***
Cerca del mediodía, regreso al edificio en el que vive Walter. Toco el intercomunicador al menos una decena de veces, pero no consigo respuesta. ¿Qué demonios? Saco el teléfono de mi bolsillo, el único activo con el que puede quedarme y, marco su número. Sin embargo, tampoco obtengo respuesta.
Me aprieto el puente de la nariz con mis dedos e inhalo una profunda bocanada de aire. Hoy nada me ha salido bien. Toda mi vida se ha ido por el caño del desagüe. Esta mañana al despertar me sentí eufórico, lleno de ánimos y decidido. Tomaría el toro por los cachos y lo domaría a mi antojo. Sin embargo, nada resultó como lo esperaba. Debí suponer que papá y mi abuelo, ejercerían toda su influencia y poder para cerrarme todas las puertas. Cada empresa que visité y cada sujeto con el que hablé fueron muy claros al decirme que no se atreverían a enfrentarse a la furia de la familia Carpentier. No hay nadie en esta ciudad y, puedo apostar que, en el mundo entero; que esté dispuesto a arriesgar su pellejo por mí. ¡Estoy acabado!
Me giro al sentir que ponen una mano sobre mi hombro.
―Lamento no haber respondido antes, Denzel.
Niego con la cabeza.
―Pierde cuidado, Walter, al menos ya estás aquí, subamos a tu apartamento, tengo mucho qué contarte.
Espero que se acerque y abra la puerta de entrada al edificio, pero se queda allí parado, mirándome como si tuviera a punto de darme la peor noticia de mi vida. Mi cuerpo se tensa.
―Lo siento mucho, hermano, pero no puedo dejarte entrar.
Entrecierro los ojos y lo miro con desconcierto.
―Papá me llamó esta mañana y me prohibió terminantemente cualquier tipo de relación contigo ―aquella noticia me deja estupefacto―. Eso no es todo ―menciona abrumado―. Santiago ni yo, podemos hacer nada para mejorar tu situación ―ya ni siquiera tengo capacidad de reacción―. Cualquier ayuda que te demos será respondida con la misma medida que recibiste ―esta tiene que ser otra de las bromas pesadas de este imbécil―. Nos dejarán en la calle y nos quitarán todo lo que tenemos, Denzel. A partir de ahora tendrás que hacer esto solo; estás por tu cuenta.
Abro mi cartera y observo con preocupación el poco efectivo que llevo conmigo. Me froto la frente con mis dedos. ¿Qué voy a hacer ahora? Miro hacia ambos lados de la calle sin saber hacia dónde ir ahora. Pedir ayuda, ya no es una opción, tal como lo dijo Walter, me toca apañármelas solo a partir de este momento.¿Por qué razón están siendo tan extremistas con este castigo?Saco el móvil de mi bolsillo y me quedo mirándolo mientras decido si llamar o no a papá. No pienso pedirles ayuda, voy a demostrarles que puedo hacerlo solo, sin embargo, necesito saber cuál es la razón por la que me han quitado todas las posibilidades de salir adelante por mí mismo.Después de meditarlo por algunos segundos, marco su número y pulso la llamada. Luego de un par de repiques, contesta.―Hijo.El corazón se me estruja al mismo tiempo en que mis ojos se humedecen.―¿Por qué me hacen esto, papá? ―pregunto con un nudo atravesado en mi garganta―. ¿No les parece suficiente con habérmelo quitado todo?Aprieto
Cojo la llave después de pagar la tarifa en el hotel de mala muerte en el que acabo de registrarme. Suelto un suspiro y camino por la acera maltrecha antes de llegar a mi destino. Inserto la llave en la cerradura y entro a la habitación. Al encender la luz lo primero que se me viene a la mente son aquellos programas televisivos en los que inspeccionaban hoteles y realizaban hallazgos pocos satisfactorios que pueden ponerte los nervios de punta.Miro la cama y no sé si pueda acostarme en esa cosa de sábanas anticuadas y aspecto desagradable. Cierro la puerta y observo los alrededores. Esta habitación no ha conocido un decorador desde hace más de cuarenta años. Elevo la mano y me aprieto el puente de la nariz. ¿Cómo demonios llegué hasta este punto?No puedo quedarme en este lugar, me niego a aceptarlo. Saco el móvil de mi bolsillo y me comunico con una de mis amantes. Sé que me bastará pedirlo una sola vez para que me deje quedar en su apartamento.―Candy, que bueno saber de ti…Me cue
Termino de empacar mi última entrega del día. El tiempo no me rinde y si no encuentro de inmediato a la persona que va a ayudarme, me atrasaré con el trabajo y eso, puede ser judicial para mi negocio.―¿Te enteraste del nuevo chisme que se hizo viral en las redes?Ahora estoy tan preocupada que no le presto ninguna atención a mi amiga, pero le respondo de modo automático.―No he tenido tiempo de navegar en la internet.Y es cierto. Tengo la cabeza metida de lleno en mi trabajo y en todas las preocupaciones que me aquejan.―Un millonetis fue atrapado en medio de una orgía, ¿quieres ver el video? ―acerca su móvil, pero ni siquiera me molesto en mirar―. No seas tan mojigata, Goldie, es solo sexo ―vuelve a centrar su atención en el aparato―. Este sujeto es todo un campeón ―suelta un jadeo de asombro y se tapa la boca―. Te juro que estoy por creer que este tipo es un descendiente de Goro ―la miro confusa. ¿De qué está hablando?―. El personaje de Mortal Kombat ―aclara, al ver que no compren
Sonrío una vez que aseguro un techo bajo el cual dormir. Ya veré cómo me las arreglo para convencer a la chica de que soy el tipo apropiado para lo que está buscando. ¿El tipo indicado? Rio y niego con la cabeza. Bueno, al menos en teoría, porque lo que soy yo, no tengo ni la más mínima idea de cómo usar el trapeador. Supongo que una miradita a los videos que están posteados en la internet será suficiente para aprender cómo hacerlo. Dominar el arte de la limpieza debe ser una tarea fácil y sencilla, sobre todo, para un hombre al que los negocios se le han dado como anillo al dedo. Será pan comido para mí. Saco la cartera del bolsillo de mi pantalón y cuento los pocos billetes que quedan en ella. ¡Mierda! Esto no alcanza más que para pagar un boleto en transporte público. Guardo la cartera y me froto la nuca. Esta será mi primera vez en la compleja red del metro de Nueva York. Me dirijo a la estación y una vez en el interior, leo cada cartel que encuentro en mi camino para entender có
Aún no me siento convencida de la decisión que acabo de tomar, pero ya no puedo retractarme. La verdad, es que sigo muy impresionada. ¿Qué hace un hombre como él, aplicando para un trabajo como este?Ni siquiera puedo quitarle los ojos de encima. Es un sujeto muy apuesto, alto, sexy y corpulento. Su mirada es magnética y atrapante.―Gracias, no sabes cuánto te lo agradezco.Me tiende su mano para agradecerme la oportunidad, pero sigo tan desconcertada con lo que está pasando que, ni siquiera me entero de nada, hasta que Ángela me da un pellizco en el brazo que me hace chillar de nuevo y me devuelve a la realidad.―¡Auch! ―me froto la zona con la mano y la acribillo con la mirada―. ¿Pretendes dejarme todo el cuerpo lleno de moretones?Siseo entre dientes, avergonzada por el papelito estúpido que estamos haciendo enfrente de mi nuevo empleado. Rueda los ojos y bufa con fastidio.―Espabila ―me dice cerca de la oreja―. Llévalo al cuarto antes de que se arrepienta y se vaya con otra.Levan
¿Qué narices fue eso? Me quedo mirando la puerta después de que las dos chicas salen de la habitación. ¿En qué demonios estaba pensando? Me paso las dos manos por la cara en señal de frustración. ¿Besarme con mi jefa? Papá y el abuelo, después de todo, quizás tengan razón. ¡No tengo reparos! Joder con tu jefa o alguna empleada de tu trabajo, está fuera de todas las normas éticas y morales. ¿Cierto? No puedes defecar en el mismo plato en el que comes. Bufo arrepentido y camino hacia la cama. Tengo que meterme en la cabeza que esa mujer está prohibida de todas las maneras posibles. No vine a este lugar buscando complicarme la vida, sino a asegurarme un techo bajo el que quedarme mientras pasa la tormenta y encuentro la manera de recuperar mi preciada y cómoda vida. Me siento agotado y también muy hambriento. No ingiero bocado desde que me topé con las chicas en el café. Ellas fueron un destello en medio de la gran oscuridad que ensombrecía mi futuro y amenazaba con arruinar mi vida, m
No puedo dejar de pensar ese cuerpo perfecto y lleno de músculos que es digno de compararse con el de uno de esos feroces gladiadores romanos de fama casi legendaria que luchaban hasta la muerte, animados por el público que los adoraba y por sus entrenadores. Un extraño y súbito cosquilleo se dispersó por todo mi cuerpo y se asentó en el fondo de mi vientre al poner mi mirada en aquella enorme cosa que llevaba entre sus piernas. Desde entonces, no ha dejado de palpitar al mismo ritmo en el que lo hacen los latidos de mi corazón. Es la primera vez que me siento de esta manera. No sé qué es lo que está pasando en mi interior, pero debo ser sincera conmigo misma y reconocer que me gusta; que ese algo desconocido que provoca ese efecto sobre mi vientre, mi estómago y mi corazón; me tiene emocionada y más que entusiasmada. Entonces recuerdo las sabias palabras que dijo mi amiga… <<“Quién quita y puedas vivir tu propia historia romántica y apasionada. Estas son oportunidades que una no de
¿Ahora qué carajos hago con esto? Llevo la mano hasta el enorme bulto que hay debajo de mi toalla y lo froto con desespero. Bufo arrepentido y no, por lo que acaba de pasar con mi nueva jefa, sino porque las pelotas comienzan a dolerme. Me acerco a la cama y pongo sobre ella la ropa que Ángela acaba de darme. Sabrá Dios, de dónde demonios la ha sacado, pero es lo único que tengo. Al terminar de vestirme, tocan a la puerta. ¿Será ella? Meso mi cabello y me acerco para abrirla. Otra vez vuelvo a sentir esa extraña sensación de cosquilleo en el fondo de mi estómago y el ritmo precipitado de los latidos de mi corazón. ¿Qué narices? ―Un momento. Destrabo el seguro y me desinflo como llanta pinchada al ver a la rubia parada frente a mí y no a la mujer que esperaba. ―¿Qué te parece si me acompañas a la cocina y nos comemos algo? No lo dudo ni un solo segundo. Asiento en respuesta y la sigo de cerca. Descubro algo de inmediato que me pone inquieto. Estando con la rubia, que nadie puede n