Termino de empacar mi última entrega del día. El tiempo no me rinde y si no encuentro de inmediato a la persona que va a ayudarme, me atrasaré con el trabajo y eso, puede ser judicial para mi negocio.
―¿Te enteraste del nuevo chisme que se hizo viral en las redes?
Ahora estoy tan preocupada que no le presto ninguna atención a mi amiga, pero le respondo de modo automático.
―No he tenido tiempo de navegar en la internet.
Y es cierto. Tengo la cabeza metida de lleno en mi trabajo y en todas las preocupaciones que me aquejan.
―Un millonetis fue atrapado en medio de una orgía, ¿quieres ver el video? ―acerca su móvil, pero ni siquiera me molesto en mirar―. No seas tan mojigata, Goldie, es solo sexo ―vuelve a centrar su atención en el aparato―. Este sujeto es todo un campeón ―suelta un jadeo de asombro y se tapa la boca―. Te juro que estoy por creer que este tipo es un descendiente de Goro ―la miro confusa. ¿De qué está hablando?―. El personaje de Mortal Kombat ―aclara, al ver que no comprendo nada de lo que está diciendo―, el de los cuatro brazos ―sus mejillas se tornan color rojo vergüenza―. Solo que, a él ―apunta con su dedo hacia la pantalla del teléfono―, no lo recompensaron con brazos, sino con otra cosa ―ruedo los ojos―. Es la única explicación lógica que encuentro para entender que un hecho como ese sea posible. ¿No lo crees?
Ese tipo de cosas solo me producen nauseas.
―No, Ángela―niego con la cabeza―. Tengo que hacer una entrega y ya voy con demora.
Cuelgo la cartera en mi hombro y cojo el empaque con las tarjetas de invitación.
―¡Ups!, lo siento, pero acaban de desaparecer el video ―me indica con un puchero de decepción―, quien lo hizo debe tener mucha influencia para hacer algo como eso ―bufa resignada al dejar el teléfono sobre la mesa―. Lamento que te lo hayas perdido, pero, la verdad, es que ese tipo sí que era una máquina sexual. ¡Son demasiados agujeros al mismo tiempo!
Abro los ojos como platos ante aquella afirmación.
―Eso es asqueroso, Ángela ―le digo con cara de asco―. No le veo nada agradable ver a un sujeto haciendo… ―ni siquiera me atrevo a mencionar la palabra―, haciendo esas cochinadas con tantas mujeres al mismo tiempo ―le expreso abochornada―. ¿Te puedes imaginar lo que deben estar pensando todas las personas que han visto a ese hombre dando semejante espectáculo?
Mueve sus cejas de manera sugerente al mismo tiempo en que enseña toda su dentadura.
―¿Satisfacción garantizada?
Ruedo los ojos con enfado. Con ella no se puede hablar nada en serio.
―Quedas encargada de la tienda ―me acerco a mi amiga y le doy un beso en la mejilla―, regresaré tan pronto haga la entrega y pase por el supermercado. Ya no quedan vegetales.
Me dirijo hacia la puerta, pero la escucho gritar antes de salir del local.
―Tendrás que darle de comer tarde o temprano a tu animalito peludo o morirá de inanición ―cierro los ojos al escuchar tal desparpajo, sobre todo, con tanta gente alrededor―. Tienes veinticinco años, Goldie, y los conventos ya estás llenos con demasiadas almas puritanas.
Ahogo un grito de vergüenza y me alejo tan rápido como puedo. El tema de mi virginidad, está fuera de toda discusión.
***
―Están hermosas, Goldie ―me dice mi clienta al sacar sus invitaciones de matrimonio de la caja―. Quedaron mucho mejor de lo que esperaba ―niega con la cabeza―. Nunca tuve dudas de que eras la persona indicada para hacer esto. No sé cómo agradecerte.
Un par de lágrimas bajan por su rostro debido a la emoción.
―Entrego lo mejor de mí en cada trabajo que elaboro ―le digo satisfecha con su reacción―. Tu sonrisa y esa emoción que se dibuja ahora mismo en tu rostro, es el mejor agradecimiento que puedo recibir de tu parte.
Me despido de ella y abandono su casa. Me pongo el casco y subo a mi Vespa GTS, pero antes de encenderla, llega una notificación a mi buzón de mensajes. Saco el móvil de mi bolso y lo leo de inmediato.
Cliente Natalia Grossman: Esta es una manera de agradecerte por el excelente trabajo que has hecho.
Suelto un jadeo al ver el archivo adjunto. Me acaba de hacer un depósito con la suma adeudada, más un monto adicional que me deja estupefacta. Esta vez soy yo, la que llora como una tonta emocionada. Cada centavo que llega es un paso más para lograr todos mis sueños.
Subo a la moto y parto hacia el supermercado. Solo me toma quince minutos escoger todo lo que necesito. Empujo mi carrito de compras, me acerco a la caja y pongo todos los productos sobre el mostrador.
―Buenas tardes.
Me dice la chica de la caja. Le devuelvo la sonrisa y espero a que facture mi compra. Una vez que lo hace, le entrego la tarjeta de débito para que deduzca el monto que se refleja en la pantalla. Unos minutos después, estoy preparada para irme a casa.
―Gracias, eres muy amable.
Le expreso a la joven cajera al devolverme la tarjeta. La guardo en mi cartera y recojo la bolsa con mis compras. Salgo del súper con una enorme sonrisa dibujada en la cara.
―El día resultó ser toda una bendición ―me digo a mí misma―, me fue mucho mejor de lo que esperaba.
Coloco la bolsa en la cesta de mi moto y me preparo para subir a ella, pero el teléfono vuelve a sonar. Lo saco de mi cartera y contesto sin identificar la llamada.
―Buenos días, señorita Moore, mi nombre es Denzel y estoy llamando por su oferta de servicios ―¿un hombre? Un súbito cosquilleo recorre mi cuerpo al escuchar su tono de voz―. ¿Todavía está disponible?
Esto es bastante extraño, tanto, que me quedo muda.
―Eh, sí ―respondo cuando logro conectar mi cerebro con la lengua―, he entrevistado a varias personas, pero no hemos llegado a ningún acuerdo ―hasta ahora había conversado con una docena de chicas que parecían interesadas, pero ninguna de ellas estaba dispuesta a vivir conmigo. Así que se lo aclaro, a pesar de que no me siento cómoda con que sea un hombre el que esté llamándome para el trabajo―. Necesito que la persona que acepte mi oferta se quede a vivir conmigo, de otra forma, no me sirve.
Por un segundo creo que no lo va a aceptar, puesto que se ha quedado callado, pero me sorprendo al escuchar su respuesta.
―Perfecto, estoy de acuerdo, deme su dirección y estaré allí lo más pronto que pueda ―me quedo sin habla y elevo las cejas con sorpresa―. Prepare mi habitación, porque a partir de este momento, seré su nuevo amo de casa.
Sonrío una vez que aseguro un techo bajo el cual dormir. Ya veré cómo me las arreglo para convencer a la chica de que soy el tipo apropiado para lo que está buscando. ¿El tipo indicado? Rio y niego con la cabeza. Bueno, al menos en teoría, porque lo que soy yo, no tengo ni la más mínima idea de cómo usar el trapeador. Supongo que una miradita a los videos que están posteados en la internet será suficiente para aprender cómo hacerlo. Dominar el arte de la limpieza debe ser una tarea fácil y sencilla, sobre todo, para un hombre al que los negocios se le han dado como anillo al dedo. Será pan comido para mí. Saco la cartera del bolsillo de mi pantalón y cuento los pocos billetes que quedan en ella. ¡Mierda! Esto no alcanza más que para pagar un boleto en transporte público. Guardo la cartera y me froto la nuca. Esta será mi primera vez en la compleja red del metro de Nueva York. Me dirijo a la estación y una vez en el interior, leo cada cartel que encuentro en mi camino para entender có
Aún no me siento convencida de la decisión que acabo de tomar, pero ya no puedo retractarme. La verdad, es que sigo muy impresionada. ¿Qué hace un hombre como él, aplicando para un trabajo como este?Ni siquiera puedo quitarle los ojos de encima. Es un sujeto muy apuesto, alto, sexy y corpulento. Su mirada es magnética y atrapante.―Gracias, no sabes cuánto te lo agradezco.Me tiende su mano para agradecerme la oportunidad, pero sigo tan desconcertada con lo que está pasando que, ni siquiera me entero de nada, hasta que Ángela me da un pellizco en el brazo que me hace chillar de nuevo y me devuelve a la realidad.―¡Auch! ―me froto la zona con la mano y la acribillo con la mirada―. ¿Pretendes dejarme todo el cuerpo lleno de moretones?Siseo entre dientes, avergonzada por el papelito estúpido que estamos haciendo enfrente de mi nuevo empleado. Rueda los ojos y bufa con fastidio.―Espabila ―me dice cerca de la oreja―. Llévalo al cuarto antes de que se arrepienta y se vaya con otra.Levan
¿Qué narices fue eso? Me quedo mirando la puerta después de que las dos chicas salen de la habitación. ¿En qué demonios estaba pensando? Me paso las dos manos por la cara en señal de frustración. ¿Besarme con mi jefa? Papá y el abuelo, después de todo, quizás tengan razón. ¡No tengo reparos! Joder con tu jefa o alguna empleada de tu trabajo, está fuera de todas las normas éticas y morales. ¿Cierto? No puedes defecar en el mismo plato en el que comes. Bufo arrepentido y camino hacia la cama. Tengo que meterme en la cabeza que esa mujer está prohibida de todas las maneras posibles. No vine a este lugar buscando complicarme la vida, sino a asegurarme un techo bajo el que quedarme mientras pasa la tormenta y encuentro la manera de recuperar mi preciada y cómoda vida. Me siento agotado y también muy hambriento. No ingiero bocado desde que me topé con las chicas en el café. Ellas fueron un destello en medio de la gran oscuridad que ensombrecía mi futuro y amenazaba con arruinar mi vida, m
No puedo dejar de pensar ese cuerpo perfecto y lleno de músculos que es digno de compararse con el de uno de esos feroces gladiadores romanos de fama casi legendaria que luchaban hasta la muerte, animados por el público que los adoraba y por sus entrenadores. Un extraño y súbito cosquilleo se dispersó por todo mi cuerpo y se asentó en el fondo de mi vientre al poner mi mirada en aquella enorme cosa que llevaba entre sus piernas. Desde entonces, no ha dejado de palpitar al mismo ritmo en el que lo hacen los latidos de mi corazón. Es la primera vez que me siento de esta manera. No sé qué es lo que está pasando en mi interior, pero debo ser sincera conmigo misma y reconocer que me gusta; que ese algo desconocido que provoca ese efecto sobre mi vientre, mi estómago y mi corazón; me tiene emocionada y más que entusiasmada. Entonces recuerdo las sabias palabras que dijo mi amiga… <<“Quién quita y puedas vivir tu propia historia romántica y apasionada. Estas son oportunidades que una no de
¿Ahora qué carajos hago con esto? Llevo la mano hasta el enorme bulto que hay debajo de mi toalla y lo froto con desespero. Bufo arrepentido y no, por lo que acaba de pasar con mi nueva jefa, sino porque las pelotas comienzan a dolerme. Me acerco a la cama y pongo sobre ella la ropa que Ángela acaba de darme. Sabrá Dios, de dónde demonios la ha sacado, pero es lo único que tengo. Al terminar de vestirme, tocan a la puerta. ¿Será ella? Meso mi cabello y me acerco para abrirla. Otra vez vuelvo a sentir esa extraña sensación de cosquilleo en el fondo de mi estómago y el ritmo precipitado de los latidos de mi corazón. ¿Qué narices? ―Un momento. Destrabo el seguro y me desinflo como llanta pinchada al ver a la rubia parada frente a mí y no a la mujer que esperaba. ―¿Qué te parece si me acompañas a la cocina y nos comemos algo? No lo dudo ni un solo segundo. Asiento en respuesta y la sigo de cerca. Descubro algo de inmediato que me pone inquieto. Estando con la rubia, que nadie puede n
Me quedo mirando a la rubia como si hubiera perdido la cabeza. ¿Lo está planteando en serio? ―Lo siento, Ángela, pero no puedo prestarme a un juego como ese ―niego con la cabeza―. No me gusta jugar con los sentimientos de las personas ―le digo seguro―. No soy un santo ni pretendo serlo, he tenido muchas amantes, no te lo niego, pero cada una de ellas están conscientes de lo que se trata todo ―le explico con la mejor disposición―. La pasamos bien, disfrutamos el uno del otro, pero al final, cada quien sigue por su camino ―a estas alturas del partido, no voy a cometer los mismos errores que suelen hacer muchos hombres―. No tengo material genético para las relaciones serias, así que tengo que decirte que paso. No pienso hacerle esa jugarreta a tu amiga. Me levanto de la mesa para ir a mi cuarto y recoger mis pocas pertenencias. No me queda otra que, volver a la calle, y defenderme como pueda. Fue bueno mientras duró. ―Espera, Denzel ―me doy la vuelta y la miro a la cara―. Eres justo el
Doy vueltas y vueltas en la cama. No logré conciliar el sueño en toda la noche por más que lo intenté. Un par de horas después, le doy un vistazo al reloj sobre la mesa y descubro que están a punto de dar las ocho de la mañana. Suelto un jadeo de preocupación y salgo de la cama de forma precipitada. Se me hizo tarde y hoy me toca abrir el local. Ángela me ayudará en el turno de la tarde, porque en la mañana tiene que hacer algunas diligencias. Me quito la ropa rápidamente y me dirijo directo al baño. No tardo ni diez minutos en la ducha. Me visto a toda velocidad con lo primero que encuentro, tomo mi bolso y abandono la habitación. De repente un delicioso aroma a café recién hecho me lleva directo hacia la cocina. Me quedo impresionada al encontrar la mesa servida y decorada con un pequeño jarrón que contiene margaritas. ―Buenos días, jefa ―suelto un jadeo y volteo al escuchar su voz detrás de mí. Me quedo con la boca seca en el momento en que mis ojos entran en contacto con los suyo
Me quedo mirándola cuando se aleja y sale de la casa. Suspiro profundo, esa chica tiene algo que me fascina, no sé lo que es, pero es como si ella emanara cierto magnetismo que me arrastra a ella sin que pueda evitarlo. No sé qué fue lo que sucedió anoche entre nosotros, pero cuando nuestras bocas se fusionaron, percibí algo extraño en mi interior. No sé cómo explicarlo, pero debo confesar que, nunca antes, me había pasado. > ¿Que qué me atrae de ella? Lo pienso por algunos segundos. Tiene muchas cualidades con las cuales atraer a cualquier hombre sobre esta tierra. Es hermosa, sexy e inteligente, sin embargo, no es suficiente como para querer arriesgarme y meterme en un embrollo que puede darme más p