Carla
Me giré un poco sobresaltad al escuchar esa voz detrás de mi. “¿Sería el jefe?“ pensé, pero lo descarté casi al momento por la forma totalmente irónica en la que había dicho “privacidad” era evidente que no podía haber ninguna privacidad en este sitio siendo todo de cristal. Detrás de mi, apoyado relajadamente en una de las puertas había un joven sonriendo perezosamente. Era alto y atractivo, con pelo moreno en melenita que le llegaba por encima de las orejas abriéndose en dos en su frente, dándole un aspecto juvenil y despreocupado, ojos marrones claros, y un sonrisa que haría desmayarse a muchas a su paso. “Señor Klaus“ dijo Rubi no muy entusiasmada por la intervención no pedida del hombre, “esta es la señorita Alec, su nueva compañera, empezará a trabajar en este despacho“ después se giró hacia mi para dar por finalizada la conversación con el señor Klaus. “Es un placer señorita Alec, mi nombre es Alejandro, si en algún momento necesita algo, estaré en la fila de despachos del otro pasillo, y si no lo necesita, también” y acto seguido me guiño un ojo descarado y se alejó por el pasillo con ese área relajada a su alrededor. “Encantada…” dije muy bajito, me había quedado un poco alucinada con el descaro de Alejandro. Pero Rubi atrajo de forma rápida de nuevo mi atención. “Cómo le decía, este es su despacho, tiene, cómo puede ver una mesa, una silla ajustable, una lámpara y un pequeño sillón para que pueda relajarse. Las cristaleras del exterior están selladas pero puede activar el filtro de aire o el aire acondicionado cuando le plazca. Además, a partir de mañana dispondrá aquí de un ordenador y las pantallas necesarias para poder realizar su trabajo. No hace falta que traiga nada de fuera, cuando necesite algo, haga una solicitud y se le proporcionará en el menor tiempo posible” dijo señalando cada cosa. “Perfecto, muchas gracias” dije y entré para colgar las cosas. Estaba tan emocionada como una niña pequeña por tener ese mini despacho, pero me controlé e hice como si fuera a lo que estaba acostumbrada. Después de dejar mis cosas Rubi me guío de nuevo hasta el ascensor, subimos a la planta 25 esta vez. “Está es la zona de altos ejecutivos, no le está permitido subir a menos que tenga una cita concertada en esta planta específicamente, ¿está claro?” inquirió mirándome. Asentí con la cabeza. “Bien, sigamos” y me llevo al fondo de este pasillo. Al final del pasillo había una sala enorme con una gran mesa de recepción y al fondo un despacho enorme; de nuevo con puertas acristaladas; y exquisitamente decorado. Tenía una mesa enorme de cristal también, supongo que dónde se hacían conferencias, y una zona de sofás para reuniones más relajadas y tomar cafés, o eso imaginaba. “Y este despacho, ¿a quién pertenece?” dije por romper un poco el silencio y quitarme la curiosidad de encima. “Pues esta mesa es mi mesa, desde aquí trabajo yo y este despacho es de… “ no pudo terminar, otra voz proveniente de detrás la volvió a interrumpir. “Es mío” dijo la voz. “¿Qué le pasaba aquí a los hombres con acercarse sigilosamente e interrumpir conversaciones de otras personas?” pensé para mi aunque no dije nada, y menos mal. “Señor De Luca, no sabía que su reunión terminaría tan pronto, estaba enseñándole las instalaciones a la nueva empleada, la señorita Alec” dijo Rubi señalándome. “De acuerdo, acuérdate después de llamar al señor Robinson para confirmar la reunión de mañana” dijo el señor De Luca, mi nuevo jefe, sin echarme una mirada siquiera y dirigiéndose a su despacho dada por terminada la conversación. Eso fue la señal clara para irnos de allí y no molestar. Rubi se volvió a dirigir hacia el ascensor y yo antes de irme me atreví a echar una mirada furtiva a ese hombre. Estaba ya sentado observando la pantalla de su móvil, pero debió de darse cuenta de que le miraba ya que levantó la cabeza y me miró directamente a los ojos. Me quedé un segundo paralizada cuando esos ojos verdes gatunos de mirada fría se clavaron en mi, pero rápido reaccioné y me di la vuelta para seguir mi camino detrás de Rubi. Mientras me iba luche por las ganas de volverme a girar para mirarle. “No seas maleducada y cotilla” me reproché. Rubi me llevó a unas cuantas salas más, me enseñó el comedor y de nuevo, me llevó a mi despacho y me dejó allí sola para que acomodara. “Vaya jefe más indiferente” pensé al quedarme sola. “Bueno, mientras no tenga problemas con él por mi como si no hablamos nunca.” Me puse a pensar en ese último momento algo incómodo y de repente, me acordé, no es la primera vez que veía esos ojos verdes, ya los había visto el día que vine por primera vez, en el ascensor, cuando le tiré el café por encima. ¡Mierda!, ¿cómo podía tener tan mala suerte? ¿Se acordaría él de que fui yo? Me intenté tranquilizar, ese día el incidente ocurrió muy rápido y no me había visto nunca, lo más probable es que no se acuerde, ¿no?. “Vaya forma de conocer al señor De Luca. Me limitaré a hacer mi trabajo perfecto y pasar desapercibida para no tener problemas, voy a ser un fantasma muy efectivo para la empresa”GABRIEL “Otra reunión inanguantable para hacerme perder el tiempo” pensé recostado en la silla, aburrido ya por la charla interminable y sin conclusiones que estaban teniendo mis subordinados a mi alrededor. “¿Qué opina entonces señor De Luca?” dijo uno de ellos mirándome. Me levanté de mi asiento. “Opino que llevamos dos horas dando vueltas a lo mismo y no hemos llegado a ninguna conclusión, me gustaría posponer esta reunión hasta que obtengan más información sobre esa empresa y por qué alguien querría hacerse con sus datos” dije con indiferencia. Acto seguido cogí mis documentos y salí por la puerta. No soportaba perder el tiempo y mucho menos que me lo hicieran perder. Hace años que era el propietario de esta empresa y había conseguido que en este poco tiempo se convirtiera en una de las empresas más importantes del mundo. Las grandes compañías no dudaban en reclamar nuestros servicios para proteger todas sus bases informáticas o para crear nuevos recursos tecnológico
Me levanté como cada día desde hacía tres semanas, con el sonido horrible de la alarma, pero feliz y satisfecha con mi vida. Fui a por café a la cocina y estaba leyendo las noticias en mi móvil cuando me llegó un mensaje. “Buenos días señora, le mando este mensaje para notificarle que no olvide que tenemos reunión a las 9:30” Solté una carcajada, era Alejandro, mi compañero de trabajo. Estas dos semanas nos habíamos estado conociendo y la verdad es que me estaba empezando a caer muy bien. Hablábamos todos los días y nos ayudábamos a resolver los problemas del trabajo. Tenía que reconocer que Alejandro me alegraba allí la vida, siempre con su cara pilla y sus bromas. Con ese pensamiento llegué al trabajo, sabiendo que Alejandro me esperaba para tomarnos nuestra reglamentaria taza de café. Me bajé del ascensor y allí estaba, con una sonrisa de oreja a oreja. Aunque… hoy le pasaba algo, no le llegaba la sonrisa a los ojos, que parecían muy cansados. “Buenos días, ¿cómo has desc
Me desperté sobresaltada y gritando. Busqué la luz rápidamente y la encendí. Gotas de sudor caían por mi frente. Otra vez pesadillas, hacia mucho que no me pasaba, pero siempre me despertaba con una sensación horrible que permanecía en mis entrañas durante todo el día. Una mezcla de angustia y miedo. Siempre soñaba sobre lo mismo, la muerte de mi madre y la desaparición de mi padre, y cómo cambió mi vida después de eso. Me quedé sola a los 15 años, sin familiares ni nadie que quisiera atenderme. Al principio caí en un agujero negro de tristeza del que pensé que jamás podría salir. Dormía en casas abandonadas y robaba comida para sobrevivir pero sin tener realmente ganas de seguir viviendo. La gente con la que me cruzaba me miraba con desprecio o desviaban la mirada. Por dios era una NIÑA, ¿cómo puede ser que nadie me ayudara?. Apreté los puños con rabia. Hasta aquel día en el que ÉL me recogió. Noté como mi mandíbula se tensaba. Roger Klein, el hombre que creía que iba a
Ahí estaba, avanzando por el pasillo bajo la mirada de ese hombre imponente y serio. ¿Tal había sido la magnitud de los daños como para que se presentara el señor De Luca personalmente? En estos momentos quería que la tierra me tragase. Llegué a donde estaban sin atreverme a levantar la mirada. ¿Por qué no decían nada? “He llegado lo antes posible” dije para romper el silencio “Señorita Alec, el señor Klaus ha resuelto ya el problema de filtración de datos, ahora deberemos valorar de qué magnitud ha sido” dijo Rubi cortándome. El señor De Luca se irguió y me miró con frialdad. “La quiero al final del día en mi despacho señorita Alec” dijo y vi cómo se alejaba por el pasillo. Rubi se marchó detrás sin decir una palabra más. “Hola…” le dije a Alejandro cuando se marcharon “siento que te hayas visto envuelto en este lío” Alejandro suspiró. “No pasa nada, yo ya estaba aquí, y sabes que estoy encantado de ayudarte. He he hecho un arreglo temporal, tendrás que
Me fui acercando al despacho del señor De Luca y mi ansiedad fue subiendo con cada paso que daba a enfrentarme a ese poderoso hombre. Respiré hondo. Haciendo un acopio de fuerzas y llamé a la puerta sintiendo su abrasadora mirada vigilando cada movimiento que hacía. “Entre” dijo el señor de Luca con voz grave. Entré por la puerta y ahí estaba, recostado sobre su butaca negra con los brazos cruzados. “Siéntese” me ordenó. “Señorita Alec, supongo que ya sabrá quién soy, me presento formalmente, soy el señor De Luca, jefe y dueño de esta empresa” Asentí con la cabeza. Se levantó y se puso delante de mi, apoyado ligeramente sobre su mesa, pero de pie, lo que me obligaba a mirarle desde abajo, posición que me incomodó un poco. “No son las mejores condiciones para conocernos, pero así ha ocurrido.” dijo con tono neutro. Tragué saliva. “Cómo debe de haber visto en el informe, ha cometido un error muy grave, gracias al cuál se han filtrado datos muy importantes de una g
Carla Llegué a casa exhausta por el día tan intenso que había tenido. Descansé un poco y comí algo, sin hambre. Después me puse a ducharme y a arreglarme de nuevo, el sitio estaba a 40 minutos en coche asi que tenía que darme prisa. Me estaba terminando de maquillar cuando me di cuenta de algo. No sabía qué ropa tenía que llevar. ¿Era una reunión de traje o más bien un cóctel de vestido? o incluso de gala podía ser. Cogí el móvil para sacarme de dudas y escribí. “Buenas noches señor De Luca, me acabo de dar cuenta de que no me ha dicho qué tipo de evento es. Me gustaría saberlos para poder elegir adecuadamente la ropa que ponerme. Un saludo Carla Alec.” El mensaje llegó en segundos. “Buenas noches señorita Alec, la vestimenta no es lo más importante en esta reunión, elija lo que quiera o con lo que se sienta cómoda” “Qué considerado” pensé, a lo mejor ya no estaba tan furioso y se me iba a dar la oportunidad de demostrar mi valía en la reunión. Me vestí con un
Esas palabras cayeron sobre mi como una losa, pesando toneladas e incapacitándome para respirar. No podía creerlas, seguía teniendo la esperanza de que esto fuera una broma muy pesada, pero mi instinto me gritaba que saliera de allí y me alejara corriendo lo más lejos que pudiera. Y eso hice, fue instintivo. Me di la vuelta dejando atrás a esa chica y su extraño disfraz de carnaval pervertido, subí las escaleras sin prácticamente reparar en los escalones y corrí por el pasillo hasta vislumbrar la salida. Atravesé el muro de los dos vigilantes, que no se esperaban a alguien saliendo corriendo desde dentro, abrí la puerta y salí. Corrí todavía más hasta llegar a una callejón y de repente paré. Cogí una bocanada enorme de aire, en toda la carrera no me había dado cuenta que no había respirado ni una sola vez. M****a. Estaba diluviando, tampoco me había dado cuenta. ¿Y ahora? Estaba en un callejón oscuro bajo la lluvia sin nada alrededor. Me acerqué temblando a la calle principal
Volví a abrir las puertas y ante mí aparecieron los dos gorilas. “Pasillo recto y escalera a la izquierda, segundo piso, puerta del final” me dijo el segurata aburrido, como si lo que acababa de ver fuera una escena común para él. Les miré, tentada de pedirles un móvil, pero algo me decía que ni siquiera se dignarían a mirarme. Finalmente me dirigí hacia donde me indicó, creo que no tenía más opción. Pasé cerca de varias escaleras y de innumerables puertas, esto era como un laberinto, hasta que, por fin, llegué a mi destino. La puerta estaba entreabierta, asi que la terminé de abrir con cuidado y silenciosamente. Ante mi se abrió un enorme despacho también con luz tenue pero sin ser roja esta vez. En la habitación había un gran escritorio laboriosamente creado, con terciopelo y madera y con preciosas filigranas. La butaca que había por detrás no se quedaba atrás, majestuosa, digna de un rey. Las paredes forradas de terciopelo verde, le daban a la estancia un ambiente