8. Alejandro

Me levanté como cada día desde hacía tres semanas, con el sonido horrible de la alarma, pero feliz y satisfecha con mi vida.

Fui a por café a la cocina y estaba leyendo las noticias en mi móvil cuando me llegó un mensaje.

“Buenos días señora, le mando este mensaje para notificarle que no olvide que tenemos reunión a las 9:30”

Solté una carcajada, era Alejandro, mi compañero de trabajo. Estas dos semanas nos habíamos estado conociendo y la verdad es que me estaba empezando a caer muy bien. Hablábamos todos los días y nos ayudábamos a resolver los problemas del trabajo. Tenía que reconocer que Alejandro me alegraba allí la vida, siempre con su cara pilla y sus bromas.

Con ese pensamiento llegué al trabajo, sabiendo que Alejandro me esperaba para tomarnos nuestra reglamentaria taza de café.

Me bajé del ascensor y allí estaba, con una sonrisa de oreja a oreja. Aunque… hoy le pasaba algo, no le llegaba la sonrisa a los ojos, que parecían muy cansados.

“Buenos días, ¿cómo has descansado hoy?” me Dino comenzando a andar hacia la sala donde tomábamos café.

“Yo genial y ¿tú? Parece que anoche te atropelló un camión. ¿Te preocupa algo?” Inquirí levantando una ceja y dándome prisa para ponerme a su altura.

Alejandro suspiró.

“Nooo, mucho trabajo y he dormido muy mal, mi gato se ha portado horrible, sólo eso, no te preocupes.” dijo evitando un poco mi mirada.

Le pasaba algo, estaba segura, pero estaba claro que no quería contármelo, así que cambié de tema para no incomodarle.

“¿Tienes gato?” dije desviando la conversación.

Él me miró agradeciéndome con los ojos.

“Siii, lo adopté el año pasado, se llama Dante.” me dijo mirándome agradecido. “Cuando quieras puedes venir a conocerle…”

“¡Ay si me encantaría! dije apresuradamente.

“y a mi gato también” dijo de nuevo con una sonrisa de oreja a oreja.

Me callé y le miré, poniéndome un poco roja.

“¡¡Alejandro!!” grité, lo que hice que soltara una carcajada, recuperando su buen humor.

“Así que encantada eh?” Me dijo todavía riéndose.

No le hice más caso y fui a servirme un café aguantándome las ganas de reírme.

“Venga, vamos a ponernos a trabajar que después tenemos reunión y hoy hay muchas cosas por hacer” le dije cortando las bromas insinuantes.

No sabía si había algo de verdad en este tipo de bromas o las decía más bien lo hacía porque sabía que me acababan avergonzando. Yo creo que más bien lo segundo. En todo caso surtían su efecto.

El resto del día no paramos, estuvimos cada uno en nuestro despacho trabajando sin descanso. A cada uno nos habían encargado establecer la defensa virtual de dos empresas nuevas. Llevábamos varios días cada uno con la suya, aunque a veces cuando estábamos muy cansados nos ayudábamos mutuamente.

Hoy Alejandro no vino, lo cuál me extrañó pero lo achaqué a que estaba cansado y a que no quería que le preguntara otra vez si estaba bien.

“Me gustaría que confiara en mi, ya hemos hablado un poco del pasado de cada uno” pensé, pero entendí que a lo mejor todavía era pronto.

Por fin, terminé con mi trabajo del día y recogí todo para marcharme.

Al irme vi que era de las últimas, y qué Alejandro todavía estaba en su despacho delante del ordenador.

Llamé a su puerta.

“¿Necesitas ayuda? Yo ya he terminado con lo mío, no me importa quedarme”

“No gracias, prefiero terminar esto solo” dijo con la mirada clavada en la pantalla.

Me dolió un poco la reacción, no nos conocíamos desde hace tanto pero habíamos labrado ya una pequeña amista y siempre solíamos salir juntos del edificio.

“¿Te espero fuera entonces? Mañana tengo día libre así que no tengo prisa” dije todavía en la puerta.

“No, será mejor que te vayas, todavía voy a tardar” dijo todavía sin mirarme.

¿Qué le pasaba?, ¿Había dicho algo que no debía?

“Vaaale…” dije decepcionada por su reacción.

Él levantó la cabeza al escucharme y me miró un poco ¿arrepentido?, creo que era eso.

“Lo siento Carla, no pretendo ser borde, es que hoy prefiero estar sólo, pasado ponemos todo en común ¿vale?. Descansa mucho mañana y disfruta mucho del día” me dijo con voz suave y cansada.

“No te preocupes, lo entiendo, a veces simplemente uno necesita soledad y muchas gracias, nos vemos pasado mañana” le dije con actitud comprensiva y cerrando la puerta tras despedirme.

Aún así salí del edificio con una sensación rara y cuando finalmente llegué a casa le escribí un mensaje.

“Hola, no me quiero entrometer, de verdad, pero si en algún momento necesitas a alguien por lo que sea para hablar o simplemente tomar algo por ahí, avísame, buenas noches”

Su respuesta tardo dos minutos.

“Muchas gracias señorita. Lo tendré en cuenta. Descansa mucho. :)”

Bueno, yo había hecho lo que había podido. Cuando estuviera preparado me lo contaría.

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