Nerea se sentía nerviosa mientras bajaba del avión. En el vuelo lo único que había podido pensar era en Piero y cómo sería su encuentro con él después de su cambio de actitud durante los últimos días. Su lado fatalista se estaba preparando para lo peor.Habría deseado que al menos él fuera a recibirla al aeropuerto, eso sí que la habría ayudado a tranquilizarla. Pero él le había escrito temprano esa misma mañana para decirle que no podía ir. ¿Debía tomarlo como una señal más de que él estaba poniendo distancia entre ellos antes de romperle el corazón?Las carcajadas de los muchachos de su equipo la sacaron de sus cavilaciones. Ellos iban delante de ella hablando lo suficientemente alto para ser escuchados a varios metros de distancia sin importarles si llamaban demasiado la atención. Eran buenos chicos y le gustaba trabajar con ellos… al menos con la mayoría.Se dirigieron hacia la zona de equipaje y uno a uno los chicos se despidieron de ella cuando consiguieron sus maletas.Su equip
Piero le contó a Nerea la misma historia que Vittoria le había contado a él. No se guardó nada, ni siquiera cuando llegó a la parte en que ella se estaba quedando en casa de sus padres. Nerea se mantuvo inexpresiva en todo momento y era difícil saber lo que pasaba por su cabeza. —¿Le crees? —preguntó ella después de lo que se sintió como una eternidad en silencio. Tomó como una buena señal que no lo mirara como si le fuera a arrancar la cabeza. —No lo sé, parecía sincera, pero… —Pero ¿qué? —No puedo confiar en la mujer que abandonó a mi bebé a la intemperie, incluso si dice que lo hizo por su bien. Nerea se puso de rodillas. Gateó hasta quedar delante de él en medio de sus piernas y le dio un abrazo. —Debiste decirme lo que estaba sucediendo. —No había reproche en su voz—. No tenías por qué lidiar con esto tu solo. —No quería ocultártelo. Creí que lo mejor era esperar a que volvieras para evitar que te preocuparas. —Bueno, no funcionó. No podía dejar de pensar en los moti
Nerea sacó la lasaña del horno y la colocó a sobre la encimera. Sonrió con orgullo al ver lo bien que le había quedado. No era una experta en la cocina, pero había aprendido algunos de los muchos trucos de sus papás.—Perfecto —musitó mientras el delicioso aroma llegaba a ella—. ¿Crees que tarden mucho? Me muero de hambre. —Su mirada aun clavada en la deliciosa lasaña.Se suponía que la madre de Alba llegaría dentro de unos minutos y ya tenía todo listo para recibirla. Podía no ser una visita amical, pero no por eso iba a tratarla mal. Además, era otra forma de conseguir información sobre ella. Su madre siempre había dicho que podías averiguar mucho, si eras amable. Su padre, por otro lado, pensaba que un par de amenazas funcionaban mucho mejor.—¿Estás segura de que quieres hacer esto? —preguntó Piero en lugar de responder.Se giró hacia él y sonrió al verlo. Estaba dando de comer a Alba mientras la balanceaba. Se veía completamente adorable.—Hablamos de esto.—Sí, el día de ayer y
Piero soltó un suspiró después de cerrar la puerta. Eso había sido… interesante. ¡Demonios! ¿A quién trataba de engañar? La última hora había sido, por decir poco, bastante incómoda.Se había dado cuenta que, con cada segundo que pasaba, Nerea se iba poniendo más tensa. Podía entenderla. Estar junto a la mujer con la que había tenido una hija era una situación difícil de digerir.—Eso no salió tan mal —dijo Nerea cuando lo vio entrar a la sala. Estaba sentada en el sillón y el coche de su hija estaba cerca de ella.Piero se acercó y le tendió la mano. Tiró de ella para ponerla de pie y, cuando lo logró, la sujetó de las caderas.—Vamos, princesa, no necesitas mentirme. Di lo que tengas que decir, incluso si es algunos insultos dirigidos a mí.Prefería que fuera honesta con él y así poder buscar la manera de hacer que las cosas mejoraran al menos un poco. Piero estaba dispuesto a cualquier cosa, Nerea se lo merecía después de la paciencia que había exhibido esa noche cada vez que Vitto
—¿Me dirás a dónde fuiste? —preguntó Nerea mirando a Piero de reojo.Él había llegado unos quince minutos atrás y no se había quejado ni una sola vez desde que comenzó la película, parecía demasiado distraído como para hacerlo.Nerea no sabía a dónde había ido o lo que había hecho y, bueno, se podría decir que había heredado la curiosidad de su madre.—¿Piero? —llamó cuando él no respondió a su pregunta, era como si no la hubiera escuchado. Su novio salió de su letargo y la miró confundido. En definitiva, no había escuchado su pregunta.—¿Qué sucede?Sonrió divertida.—¿A dónde fuiste antes? Se veía como si tuvieras que hacer algo importante.—Era un asunto que tenía que solucionar cuanto antes.Su respuesta no le dijo nada, era casi como si intentara ocultarle algo. Sin embargo, no tuvo tiempo de indagar un poco más.—Por cierto —dijo Piero—. ¿Esta vez también me darás un beso cuando acabé la película? Porque aquí entre nos esa es una de las razones por la que estoy sentado aquí vi
—¿Está todo bien? Nerea había estado algo distraída desde que había regresado del trabajo. Piero se preguntaba si ella se había enterado de su visita a Víctor y si era eso lo que la tenía así. —Marena fue a mi trabajo hace unos días. Piero frunció el ceño y sus sentidos se pusieron en alerta. No le gustaba pensar lo peor de su madre, pero ella era… complicada. —¿Qué es lo que quería? —Contratar los servicios de la empresa y que yo trabaje para ella. ¿Qué diantres estaba tramando su madre ahora? Nerea era muy buena en lo que hacía, pero dudaba que Marena la quisiera por eso. Desde que su madre había conocido a Alba, ella lo había visitado un par de veces más. En ambas ocasiones cuando Nerea no estaba. En su primera visita ella no se había esforzado en disimular el hecho de que no estaba contenta con su elección de pareja. Piero la había cortado en el momento que había sugerido que debía darle una oportunidad a Anna. Su madre parecía empeñada en creer que una completa desconocid
Nerea había perdido la cuenta de las veces que se había preguntado si había tomado una buena decisión al aceptar trabajar para Marena. Nerea no era de las personas que se rendían, pero apenas dos días con ella y estaba a punto de hacerlo.Desde que trabajaba para su padre había lidiado con todo tipo de clientes. Algunos de ellos con peticiones extravagantes, otros demasiados desconfiados hasta que les mostraba sus resultados. E incluso así, nada se podía comparar con las exigencias de Marena.Ella le había explicado todo lo que quería y luego, en lugar de dejarla sola, se había mantenido cerca como si de su sombra se tratara. A veces desaparecía por algunos minutos, pero siempre volvía y en la mayoría de ocasiones para solicitar algún cambio o adición para después empezar a hacerle preguntas sobre su vida.Habría considerado eso último algo bueno —después de todo su propósito de estar allí era que se conocieran mejor y así llevarse bien—, pero Marena siempre tenía una crítica que solt
Piero trataba de mantener la calma mientras leía el informe que su investigador le acababa de entregar cuando lo quería era soltar una rastra de maldiciones. —¿Estás seguro? —preguntó aun cuando el mismo había visto las pruebas que corroboraban todo lo que se detallaba en el informe. Cerró la carpeta y la colocó sobre su escritorio con más fuerza de la necesaria. —Sí, señor. —¿Y por qué te tomó tanto tiempo averiguar esto? —Tuve que corroborar la información. —Estaremos en contacto. Si encuentras algo más, no dudes en informármelo. —Así lo haré. —El hombre se puso de pie y lo dejó a solas en el despacho. Piero se pasó una mano por el cabello y volvió a tomar el informe para leerlo por segunda vez. «Eso no cambiará lo que dice» Se burló su consciencia. Al parecer Vittoria había mentido en muchas cosas. Para comenzar sus padres nunca habían dejado de apoyarla, por el contrario, le habían enviado dinero cada mes durante todo el embarazo, había extractos bancarios para probarlos.