Nerea no tenía idea de la hora que era. Había dormitado durante algunos minutos o quizás horas —era difícil saberlo sin un reloj o al menos la luz del día para orientarse—, pero había sido suficiente para recobrar energías. Ahora tenía que pensar en una manera de salir de allí.Con mucho dolor volvió a pasar sus brazos por debajo de su cuerpo hasta sus pies luego hacia adelante. Dormir en esa incómoda posición le había dejado los músculos adoloridos, pero había tenido que regresar a la posición en la que Víctor la había dejado al escucharlo acercarse. Después de eso se quedó así por si el volvía cuando estaba durmiendo y no le daba tiempo de acomodarse en esa posición otra vez. Se desató los pies. Esta vez no le costó mucho esfuerzo debido a que no había ajustado el nudo demasiado.—Debe haber algo —musitó levándose para seguir revisando la habitación. Víctor la había interrumpido la primera vez.Abrió los últimos dos cajones de la cómoda y soltó un suspiro de frustración al encontr
Piero se desesperó al ver a Nerea perder la conciencia. Alguien había prendido la luz de la habitación justo después de que él atrapara a Nerea en el momento que ella se precipitaba al suelo. Ella estaba pálida y tenía un moretón en la mejilla. Además, una evaluación rápida le permitió ver mejor la herida sangrante en el costado izquierdo de su abdomen.Giovanni dejó a Luka cuidando de Víctor y se acercó a él.—Ponla sobre la cama, necesito revisarla.Siguió sus indicaciones de inmediato. Depositó un beso en la frente de Nerea. Se hizo a un costado, aunque era lo que menos quería.Uno de los hombres de Piero se acomodó del otro de lado de Nerea con un botiquín en la mano y entre los dos comenzaron atender su herida.Escuchó el gemido de Víctor y la furia regresó a él. Gracias a él, Nerea estaba inconsciente.—¡Maldito hijo de put@! —gruñó mientras se acercaba a él como un toro embravecido. Dejó de pensar con lógica, lo único que quería era lastimarlo de la misma forma que él había dañ
Nerea soltó una risa, pero se calló cuando el dolor punzante en lado izquierdo del abdomen volvió a aparecer para recordarle su herida. Recibir un disparo era una completa mierd@ y esperaba nunca más volver a experimentarlo. No podía reír, toser o, para el caso, moverse sin sentir ese maldito dolor.Se dio cuenta que su madre se había quedado en silencio y que ahora ella, su padre y Piero la miraban preocupados.—¿Estás bien? —preguntó Piero con el ceño fruncido.Nerea le dio su mejor sonrisa antes de hablar.—Sí, tranquilo. Solo un poco de dolor.—Debería llamar a una enfermera para que te revise.—No es necesario. —¿Estás segura?—Muy segura. Su madre retomó su anécdota donde la había dejado y Nerea le dio una mirada de agradecimiento.Piero apretó su mano y mantuvo sus ojos sobre ella durante algunos segundos más, luego regresó su atención a su madre que estaba contando una historia vergonzosa sobre Nerea y sus hermanas.Había pasado casi tres días desde que la habían hospitali
Piero sonrió al ver la escena que ocurría delante de él. Nerea estaba regando de besos el rostro de Alba mientras la pequeña reía encantada. Su pequeña hija había soltado un grito parecido a un chillido en cuanto vio a Nerea. Después había intentado brincar de los brazos de Ava para alcanzarla. Había ayudado a Nerea a acomodarse en el sofá antes de pasarle a la pequeña traviesa. El encuentro entre ambas había sido bastante emotivo. Nadie podría dudar jamás del amor que existía entre ambas. —¿Cómo ha estado la bebé más hermosa del mundo? —preguntó Nerea—. ¿Disfrutaste pasar tiempo con tus abuelos? Alba hizo algunos sonidos inentendibles como si le estuviera respondiendo. Ella se aferró a la camiseta de Nerea con ambas manos y no parecía que la fuera a soltar pronto. Era demasiado pequeña para entender lo que había sucedido esos días, pero sí que se había dado cuenta de que su mamá se había ausentado demasiado tiempo. —Seguro que sí —continuó Nerea—. Tus abuelos te adoran. —Nosotros
Nerea sujetó con fuerza la mano de Piero y tiró de él en dirección contraria a la que se dirigían sus invitados. Si alguien los vio marcharse, no hizo nada para detenerlos. De todas formas, debía darse prisa. La ceremonia acababa de terminar y solo tendrían unos momentos antes de que los demás notarán su ausencia en la recepción.La boda había pasado bastante rápido. Nerea no había podido concentrarse en nada más que el hombre que lo seguía sin poner resistencia, el hombre que ahora era oficialmente su esposo.Su esposo. Nunca un par de palabras le habían gustado tanto.Piero soltó una risa divertida. —¿Qué es lo que estás tramando, princesa? —preguntó él sin aminorar el paso.Miró a Piero sobre el hombro con el ceño fruncido. Amaba aquel maldit0 apodo, pero no iba a dejárselo saber, así que debía mantener la fachada.Nerea vio la puerta de lo que estaba segura era el despacho de Alessandro. Alcanzó la manija y la giró. En cuanto estuvieron dentro, Piero la tomó de la cintura y la a
Piero apretó la mano de Nerea mientras miraba la pantalla. Toda su atención estaba en la imagen que allí se mostraba, la imagen de su bebé. No es que pudiera ver más que una pequeña mancha oscura, pero el orgullo hinchó su pecho. Aquel era su hijo y dentro de algunos meses estaría en sus brazos.Amaba a Alba y eso jamás iba a cambiar, pero aún estaba aprendiendo a lidiar con el resentimiento que tenía con su madre biológica por haberlo privado de aquellas experiencias. Se había perdido de tanto.—¿Quieren saber el sexo?—Sí —dijeron Nerea y él a unísono.—Bueno, veamos. —El médico movió el aparato en el vientre de Nerea unos segundos y luego se detuvo—. Allí está. Felicidades a ambos, tendrán un niño.Las lágrimas que había estado conteniendo se derramaron por sus mejillas. Se suponía que era Nerea la que tenía las hormonas alborotadas, pero era él quien parecía incapaz de contener soltar algunas lágrimas. Había sido igual la primera vez que acudieron a consulta y escucharon el fuerte
Piero se despertó en automático al escuchar los quejidos de su hijo. Encendió la lámpara de su lado de la cama y se giró para ver a Nerea. Ella dormía y se iba asegurar de que eso no cambiara al menos por algunos minutos más. La pobre apenas había podido conseguir algunas horas de sueño en el último par de semanas. Se sentó al borde de la cama y se frotó los ojos. Después se acercó a la cuna de su hijo tratando de hacer el menor ruido posible. El pequeño Alessandro De Luca tenía los ojos abiertos y se removía molesto. A diferencia de su hermana mayor, él no tendía a gritar con frecuencia, pero sí que sabía cómo comunicar su molestia. Fruncía el ceño de aquella manera adorable y gruñía. —Ya te escuché, pequeño bribón —susurró mientras lo levantaba—. ¿Qué te parece si te atiendo y tú haces un poco de silencio para que mamá pueda descansar un poco más? ¿Tenemos un trato? Su hijo había dejado de gruñir en cuanto estuvo en sus brazos, así que lo tomó como un acuerdo entre los dos. Acomo
Piero estaba agotado después de pasar más de veinticuatro horas viajando. Adoraba su trabajo y conocer lugares exóticos, pero preferiría no tener que pasarse horas encerrado en un avión. No era natural para su cuerpo pasar tanto tiempo sentado en una misma posición, sin importar lo cómodo que fueran los asientos en clase ejecutiva. Entró a la que había sido su habitación desde que era un adolescente. Tenía un departamento cerca de la ciudad, pero casi siempre visitaba a sus padres cuando llegaba de alguno de sus trabajos. Era bueno pasar tiempo con su familia, luego de haber estado bastante tiempo fuera. Nada había cambiado a lo largo del tiempo. Las paredes aun conservaban algunos posters de cuando estaba pasando por su fase rockera, algunos de sus premios de deportes de la escuela estaban en un estante, eran los pocos que su mamá, Ava, no había podido colocar en la sala de la casa.Ava era la esposa de su padre y su mamá en todo el sentido de la palabra. No es que no quisiera a