Aquellos aplausos seguían llenando el viento. Las promesas fueron cantadas ante la luz del sol, una hermosa mujer miraba a los ojos de zafiro de su hombre, y sin decir nada, ambos se lo habían dicho todo. —Gracias, por pensar en mi — Elianna sonrió al mirar nuevamente aquel esplendor; ella tan solo había pensado en su vestido de novia, y en como iría a opacar a Elara con el. Sin embargo, se había resignado a compartir su boda, su momento, con esa desgraciada que tenía por hermana mayor; Elena, tal y como lo había pensado, simplemente no tomo en cuenta nada de lo que ella había querido para su boda con Caleb, y todo, absolutamente todo, cómo era de esperarse de esa mujer, fue al entero gusto de Elara y Cedric. Ella no se había atrevido a soñar con una boda de ensueño, pues sabría que no la tendría, y aún a pesar de no tener ninguna expectativa, Caleb Auritz, nuevamente, había logrado sorprenderla. —Es tu día, reina Elianna, así que no podías solo resignarte a compartir tu momento
La luna brillaba en lo alto, entre blancas nubes que se paseaban lentamente en el negruzco cielo nocturno, siendo alentadas por el apacible viento de esa noche. El silencio reinaba, y el nerviosismo de dos corazones que latían al compás del otro, no se hacía esperar. Velas aromáticas, pétalos de rosas carmín y blancas que marcaban toda aquella habitación en dónde dos almas sentían la ansiedad a flor de piel, eran mudos testigos de aquel momento mágico entre un hombre y una mujer que expectantes se miraron el uno al otro. Elianna salía de aquel baño, ataviada en aquel erótico corset semitransparente de encaje tan blanco como la nieve, que dejaba ver sus redondos senos coronados por ese par de botones de rosa apetecibles a la vista del rubio que miraba sintiendo su virilidad reaccionando. Aquella pantaletas de seda, dejaba ver un perfecto y rosado monte de Venus al que la hermosa castaña intentaba tímidamente esconder. Las medias blancas que había usado bajo el vestido de novia, estaba
Aquella mañana fue muy diferente. —Buenos días cariño, ¿Qué te apetece para desayunar? Puedo preparar huevos revueltos con tocino y tostadas francesas, Helen nos dejó todo para desayunar bien antes de tomar nuestro vuelo a México — Elianna sonrió. Frente a ella, sin camisa y en unas muy coloridas bermudas, se hallaba su ahora esposo, Caleb Auritz. Incorporarse le resultó doloroso; todo el cuerpo le pesaba y dolía como si hubiese sido atropellada por un tracto camión o hubiera hecho un maratón de 40 kilómetros descalza. Sus mejillas ardieron al sentir sus pliegues femeninos dolerse también, y recordó todo lo que ella y Caleb habían hecho en su noche de bodas. —Huevos y pan están bien, y si no es molestia, me gustaría un poco de jugo de naranja — respondió con timidez.Caleb sonrió. Elianna estaba tan colorada como una fresa. Su noche de bodas había sido, en pocas palabras, algo abrumadora y tremendamente maravillosa; nunca imaginó, ni en sus más prohibidos sueños, que Elianna fues
El sol en lo alto, el calor agradable, el sonido de las olas que apaciblemente chocaban contra la blanca tersa arena de aquella majestuosa playa, lograban que el corazón de cualquiera se sintiese regocijado. El aroma de la deliciosa comida, las piñas coladas y el quemante sabor único del tequila, maravillaban a Elianna quien no podía dejar de admirar la belleza de ese pequeño paraíso que México mantenía como uno de sus mejores destinos. —¿Quiere otro shot de Tequila güera? — Las clases de español que su abuelo le había hecho tomar le estaban sirviendo mucho. Asintiendo, tomaba otro vasito de aquel elixir de huella nacional que le había resultado interesante; sin duda alguna, estaba disfrutando de aquella luna de miel y de las maravillas que el país vecino tenía para ofrecerle. A pesar de ser la hija de una familia acomodada, pocas habían sido las veces que tuvo la oportunidad de viajar, más aún al extranjero. Elena tan solo contemplaba a Elara para disfrutar de un largo viaje a alg
La noche había caído.El sonido del mar quebrantaba agradablemente el silencio de la playa. La brisa salina le acariciaba el rostro con la gentileza en que lo haría una hermosa dama. Una copa de vino tinto en su mano izquierda y un cigarrillo medianamente consumido en su derecha, eran, igual que siempre, su compañía en medio de la soledad a la que estaba ya tan acostumbrado. Recuerdos vagos de tiempos que no sabía si alguna vez existieron, golpeaban su mente cansada. Su frente tenía algunas arrugas, y su caballo castaño con canas a los costados, se despeinaba con el viento al tiempo en que sus ojos verdes miraban el oleaje de su pedacito privado de mar. —Señor Gonzáles, la cena está servida — Dando una mirada a su mayordomo, aquel hombre caminó sin entusiasmo al gran comedor que siempre estaba vacío. Hacía años que había perdido a su esposa, y aún cuando nunca llegó a amarla profundamente por razones que desconocía, si que extrañaba su presencia en esa mesa. No había tenido hijos,
El sangrado se había detenido, afortunadamente, el golpe no había requerido puntos. Héctor no podía dejar de mirar a esa joven que con tanta devoción atendía al señor Auritz. —Muchas gracias por ayudarnos, habríamos terminado muy mal de no ser por usted — La voz de esa joven castaña era agradable y le recordaba a alguien, aunque no sabía exactamente a quien. Caleb sonrió, milagrosamente había resultado casi ileso de ese incidente, el médico ya se había marchado asegurando que no corría peligro. ¿Quién iba a decir que justamente entrarían en la propiedad de su socio más reciente? Aquello había sido una coincidencia inesperada. —La policía estará vigilando el terreno, no tienen nada de que preocuparse, llevo años viviendo aquí y está no suele ser una zona peligrosa, aunque a últimas fechas algunos maleantes como esos, han ido apareciendo. Si gustan, puedo llevarlos a su hotel — ofreció el amable hombre de ojos verdes.Elianna sonrió. Aquel amable hombre había sido su salvador la no
Besos apasionados y caricias desesperadas, se unían a la pasional faena de aquella pareja que se amaba con el cuerpo y con el alma. Respiraciones entrecortadas, gemidos intensos, levantaban el calor de aquella habitación. Un último suspiro, una anhelada caricia, y los ojos zafiros que se perdían en los verdes al tiempo en que alcanzaba el clímax liberando su semilla en su pequeño vientre. Elianna nuevamente tocó el cielo, y como un par de adolescentes, no habían logrado dejar de tocarse sin sentir que el calor subía y les quemara la piel en aquella ansiedad por sentirse dueño del otro sobre aquella cama y sin nada más perderse en el otro. Acariciando el rostro de Caleb, Elianna repasaba con sus yemas, esa herida que su valiente hombre había recibido por defenderla. ¿Hasta donde era capaz de llegar Caleb Auritz por ella? Su rostro varonil era hermoso, sus labios carnosos eran tentadores. Amaba a ese hombre con cada fibra de su ser, amaba cada gesto, cada expresión. Amaba cada detall
Elara despertaba esa mañana con la vibración de su celular. Mirando a su costado, pudo ver a Cedric durmiendo allí. Sonriendo, le levanto para apagar su teléfono; no quería que nada ni nadie la interrumpiera en la caliente luna de miel que tanto estaba disfrutando. Entrando en la ducha, sintió el agua tibia recorriendo todo su cuerpo. Ella se sabía hermosa, y con aquella belleza que poseía, había hecho caer al gran amor de su hermana en sus redes. Elianna estaba casada con Caleb Auritz, el primer hombre al que ella deseo, y que jamás la había correspondido…no iba a perdonarla tampoco por ello. Cedric se había comportado como un verdadero príncipe azul; la había tratado como la reina que era, y habían hecho el amor tantas veces que seguramente ella ya había quedado embarazada de su hijo. Mirándose en el reflejo de la finos azulejos negros de la elegante ducha, frunció el entrecejo al imaginar que su espléndida figura de diosa, iba a deformarse por cargar a un mocoso en el vientre. En