La noche había caído.El sonido del mar quebrantaba agradablemente el silencio de la playa. La brisa salina le acariciaba el rostro con la gentileza en que lo haría una hermosa dama. Una copa de vino tinto en su mano izquierda y un cigarrillo medianamente consumido en su derecha, eran, igual que siempre, su compañía en medio de la soledad a la que estaba ya tan acostumbrado. Recuerdos vagos de tiempos que no sabía si alguna vez existieron, golpeaban su mente cansada. Su frente tenía algunas arrugas, y su caballo castaño con canas a los costados, se despeinaba con el viento al tiempo en que sus ojos verdes miraban el oleaje de su pedacito privado de mar. —Señor Gonzáles, la cena está servida — Dando una mirada a su mayordomo, aquel hombre caminó sin entusiasmo al gran comedor que siempre estaba vacío. Hacía años que había perdido a su esposa, y aún cuando nunca llegó a amarla profundamente por razones que desconocía, si que extrañaba su presencia en esa mesa. No había tenido hijos,
El sangrado se había detenido, afortunadamente, el golpe no había requerido puntos. Héctor no podía dejar de mirar a esa joven que con tanta devoción atendía al señor Auritz. —Muchas gracias por ayudarnos, habríamos terminado muy mal de no ser por usted — La voz de esa joven castaña era agradable y le recordaba a alguien, aunque no sabía exactamente a quien. Caleb sonrió, milagrosamente había resultado casi ileso de ese incidente, el médico ya se había marchado asegurando que no corría peligro. ¿Quién iba a decir que justamente entrarían en la propiedad de su socio más reciente? Aquello había sido una coincidencia inesperada. —La policía estará vigilando el terreno, no tienen nada de que preocuparse, llevo años viviendo aquí y está no suele ser una zona peligrosa, aunque a últimas fechas algunos maleantes como esos, han ido apareciendo. Si gustan, puedo llevarlos a su hotel — ofreció el amable hombre de ojos verdes.Elianna sonrió. Aquel amable hombre había sido su salvador la no
Besos apasionados y caricias desesperadas, se unían a la pasional faena de aquella pareja que se amaba con el cuerpo y con el alma. Respiraciones entrecortadas, gemidos intensos, levantaban el calor de aquella habitación. Un último suspiro, una anhelada caricia, y los ojos zafiros que se perdían en los verdes al tiempo en que alcanzaba el clímax liberando su semilla en su pequeño vientre. Elianna nuevamente tocó el cielo, y como un par de adolescentes, no habían logrado dejar de tocarse sin sentir que el calor subía y les quemara la piel en aquella ansiedad por sentirse dueño del otro sobre aquella cama y sin nada más perderse en el otro. Acariciando el rostro de Caleb, Elianna repasaba con sus yemas, esa herida que su valiente hombre había recibido por defenderla. ¿Hasta donde era capaz de llegar Caleb Auritz por ella? Su rostro varonil era hermoso, sus labios carnosos eran tentadores. Amaba a ese hombre con cada fibra de su ser, amaba cada gesto, cada expresión. Amaba cada detall
Elara despertaba esa mañana con la vibración de su celular. Mirando a su costado, pudo ver a Cedric durmiendo allí. Sonriendo, le levanto para apagar su teléfono; no quería que nada ni nadie la interrumpiera en la caliente luna de miel que tanto estaba disfrutando. Entrando en la ducha, sintió el agua tibia recorriendo todo su cuerpo. Ella se sabía hermosa, y con aquella belleza que poseía, había hecho caer al gran amor de su hermana en sus redes. Elianna estaba casada con Caleb Auritz, el primer hombre al que ella deseo, y que jamás la había correspondido…no iba a perdonarla tampoco por ello. Cedric se había comportado como un verdadero príncipe azul; la había tratado como la reina que era, y habían hecho el amor tantas veces que seguramente ella ya había quedado embarazada de su hijo. Mirándose en el reflejo de la finos azulejos negros de la elegante ducha, frunció el entrecejo al imaginar que su espléndida figura de diosa, iba a deformarse por cargar a un mocoso en el vientre. En
—Hablemos de negocios — Caleb ofrecía una copa de vino a Héctor Gonzáles, quien agradecido la recibía. Aquel era un restaurante de súper lujo; el lugar perfecto para cerrar un trato. —Me he dado el tiempo de leer completamente su propuesta, señor Auritz, y me parece magnífica, pero hay algo que me preocupa…aquí dice que usted, no ha cerrado contratos con la diseñadora Afrodita, y me preguntaba porque razón es que usted asegura que ella aceptara su propuesta — cuestionó Héctor con alta expectativa. Caleb sonrió. —En ocasiones, señor Gonzáles, se toman riesgos en estos asuntos de los negocios, y eso debe saberlo de primera mano. Puedo darle mi palabra de que ella aceptará, por supuesto, puede o no decidir arriesgarse a firmar en este momento conmigo, pero puedo asegurarle que no sufrirá perdida alguna, por el contrario, si firma, su negocio estará completamente a salvó — respondió.Héctor meneó un poco el vino de aquella elegante copa de cristal. —El éxito de una empresa es com
El agradable calor de México y sus hermosos paraísos se iba quedando atrás. Las blancas nubes parecían formar una cama de algodón bajo el avión y las apreciaba desde la ventanilla. Sin dejar de mirarlas, Elianna se imaginaba castillos de hadas sobre ellas, como si el cielo si fuese algún paraíso, pero sabía que aquello no era verdad. Mirando a su costado, vio a Caleb dormir con los brazos cruzados; habían pasado grandiosos momentos en su luna de miel y estaba evidentemente agotado. Sonriendo, se recargó en el asiento y cerró los ojos por un instante, queriendo abrazar todos esos hermosos recuerdos que llevaba consigo de aquel viaje tan maravilloso…el primero en toda su vida que hacía en tierra extranjera. Sabía que su aterrizaje, la vida retomaría su curso, y tendría que enfrentar a la duda realidad que la estaba esperando: su guerra contra Elara y Elena. —Si, creo que es ella… — Elianna notaba que algunas personas la miraban de manera extraña, pero sin darle mayor importancia, v
El aterrizaje en New York había sido sin mayores contratiempos. Elianna, colgada del brazo de su esposo, sonreía alegremente después de esas cortas y reparadoras vacaciones de ensueño. —Ya se, podríamos comprar varios rollos de sushi, a mí me encanta, es ligero y delicioso — sugería la hermosa castaña. Caleb sonrió. — Comeremos lo que tú quieras comer, conozco un buen lugar al que podríamos ir — Elianna negó. —Tengo una mejor idea, mandemos a pedirlo, se ha estrenado una nueva serie de monstruos y misterio es Netflix, y quiero verla. Mañana retomamos nuestra vida normal y está será nuestra última noche de descanso, me gustaría pasarlo solo contigo, sin nadie más alrededor que no sea Bolita — sugirió. Caleb acarició el largo cabello castaño de su hermosa mujer. —Me parece una idea grandiosa, hagámoslo — respondió. Besándolo en los labios, Elianna agradeció. Caleb notó como varias personas parecían murmurar sobre ellos. Elianna no se había dado cuenta, y el, lastimosamente, s
Gemidos incómodos, quizás, fingidos, sudores agobiantes y placeres no tan placenteros, subían la temperatura de aquella habitación. Cedric miraba a Elara disfrutando de lo que tenía para darle; estaba insaciable, quería estar bajo el todo el tiempo posible y se estaba cansando de su ritmo tan demandante, como el de una ninfómana, aunque, tenía que decir, nunca antes se había comportado de tal manera ni mostrado tan apetito sexual tan voraz. No comprendía las razones que tenía para aquella actitud que francamente comenzaba a molestarlo, pero debía mantenerla “feliz”. —Te amo Cedric — Elara dijo repentinamente aquella palabras que, por alguna razón, lograron molestarlo. Ella lo amaba, por supuesto, después de todo, había hecho un sinfín de cosas horrendas a Elianna debido a el…pero no quería escuchar esas palabras saliendo de los labios de ella…quería volver a escucharlas de los labios de Elianna. —Yo también — respondió sin querer decirle exactamente lo mismo, no estaba dispuesto