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Capítulo 3: La propuesta. Nunca más aquella.

La selva de concreto pintaba sus calles con la luz amarillenta de las viejas lámparas. Hacia un poco de frio, pero, quizás, al calor de aquel café no se sentía tanto. Mirar aquellos ojos no era sencillo, pues estos eran idénticos a los de Cedric.

Caleb Auritz la miraba de manera extraña; le había invitado aquel café diciendo que tenia una propuesta interesante para ella, sin embargo, apenas y había dicho dos monosílabos y se había quedado en silencio; parecía estar meditando para sus adentros.

—Disculpe, señor Auritz, pero no ha dicho que es esa propuesta que tiene para mí — dijo con un deje de curiosidad.

Caleb miró a aquella joven. Seguía tal cual la recordaba de antaño; tímida, solitaria, aunque en aquellos años, Elianna Jhonson habría hecho cualquier cosa por su hermano. Pronto, se haría público el testamento de su padre, y el necesitaba cumplir con aquella única condición que le habían impuesto. Mirando fijamente a aquella mujer, sonrió.

—Dentro de unos meses, se hará público el testamento que dejó mi difunto padre, y una de esas molestas clausulas, es que tanto como yo como Cedric, debemos de estar casados para entonces. Mi hermano, como ya bien sabe, ya tiene a la mujer que será su esposa, pero yo, en realidad, no tengo a nadie con quien desee casarme, y ya que usted y mi hermano han roto su relación…

—Alto allí, ¿Me está proponiendo ser su esposa solo porque su hermano me botó? ¿Acaso está loco? ¿Quién demonios se cree que es? ¿Tan desesperada me veo por casarme? — cuestionó ofendida.

—Yo, lo lamento, no quise faltarle al respeto, pero usted es una Jhonson, y está soltera ahora mismo, creo que podríamos…

—Señor Auritz. Soy una Jhonson, estoy soltera, y no soy una mujer que esté disponible para casarse con el hermano gemelo del imbécil que me dejó, así que le sugiero buscar en otra parte a alguna chica que esté dispuesta a ser su esposa, esta conversación se termina aquí. Le agradezco por ayudarme está tarde, pero no quiero que vuelva a dirigirme la palabra —

Y quitándose el abrigo que aquel hombre le había prestado, dejó ver su blusa manchada por el café que le arrojó su hermana, y caminó furiosa hacia la salida de aquel lujoso restaurante. Caleb sonrió. Se había gratamente equivocado, aquella mujer no era la misma chiquilla que él había conocido años atrás que siempre andaba como un perro fardero tras de su hermano. La había ofendido sin proponérselo, y quizás, estúpidamente, había creído que ella aceptaría sin más el convertirse en su esposa. Tomando su abrigo, dejo algunos dólares sobre la mesa y salió de inmediato tras de ella.

—Espere señorita Jhonson, al menos escuche mi propuesta completa —

—Olvídelo señor Auritz, nada me hará cambiar de opinión al respecto — dijo Elianna buscando algo en su bolso.

—Puedo ofrecerle dinero, ¿Qué tal dos millones de dólares? Solo por casarse conmigo tendrá eso y más —

Elianna río de ironía.

—No lo está mejorando señor Auritz, le aseguro que no necesito dinero, ni tengo una madre enferma o un hermano al que salvar ni nadie que me importe lo suficiente y que amerite unir mi vida a la de un perfecto extraño como en esas novelas rosas, así que, por su bien, será mejor que me dejé en paz, fue un error venir aquí y fue un error escuchar su estúpida propuesta — respondió.

—Espere allí señorita Jhonson — dijo Caleb tomándola del brazo no dispuesto a dejarla marcharse.

Sin embargo, en ese momento, Caleb soltó un grito al tiempo que se tallaba los ojos.

—Es gas pimienta señor Auritz, y los ojos le arderán más si se sigue tallando, le advertí que me dejara tranquila, yo ya no estoy dispuesta a permitir que un hombre haga conmigo lo que le pegue en gana, que tenga una buena noche — dijo Elianna sonriendo para luego caminar y pedir un taxi.

Caleb se río mientras seguía tallándose.

—Rayos, ¿Qué loca lleva gas pimienta en su bolsa? Esa mujer, definitivamente, tiene que ser mía — musitó.

En aquel taxi, Elianna sentía palpitar su corazón a mil por hora. Escuchar de los labios de Caleb Auritz aquella propuesta de ser su esposa, la había sorprendido por completo. Caleb era idéntico a Cedric…y aquella propuesta, no la esperaba de él, si no, de su hermano.

—Los dos son un par de imbéciles — dijo para sí misma.

En su mansión, Cedric bebía una copa de vino. La repentina aparición de su hermano gemelo lo había sorprendido, más aún, cuando ayudo a Elianna. ¿Qué era lo que Caleb estaba tramando? Elianna siempre estaría enamorada de él, de eso no tenía duda alguna. Aquella mujer siempre se había arrastrado a sus pies y lo seguiría amando sin importar que, ella no se entregaría jamás a otro, se había convencido de ello.

En la ciudad, Elianna había detenido el taxi. Se sentía harta. Cedric, su hermana, incluso Caleb Auritz, pensaban que ella estaba a su disposición y que podrían hacer lo que quisieran con ella, pero ya no más.

—Se les acabo la Elianna tonta —

Y entrando a aquella boutique de renombre, estaba dispuesta a ser otra. El dinero que su hermana había depositado en su cuenta por sus acciones, lo multiplicaría diez veces más, les haría arrepentirse de como la habían tratado.

En la mañana siguiente, Elianna se miraba en el espejo, cuando una llamada entró repentinamente en su celular.

—Será mejor que vengas a desayunar niña, la madre de Cedric nos han invitado a la mansión Auritz para hablar de la boda de tu hermana, ponte los mejores trapos que tengas e intenta no ponernos en ridículo como hiciste en la fiesta de compromiso, esta es la boda de tu hermana, y aun cuando tengas tu historia con Cedric, no me interesa, seremos parte de la familia Auritz y tus sentimientos salen sobrando, no me importa si tienes que fingir, pero te quiero sonriendo ante su madre, compórtate a la altura y vístete apropiadamente para la ocasión —

Dijo la señora Jhonson quien siempre había tenido una marcada preferencia hacia Elara, su hija mayor, a quien había consentido en todas las formas posibles, dejando a su hija menor en el desprecio y el olvido.

—No te preocupes madre, me vestiré a la altura de la ocasión, te lo prometo, estaré allí puntualmente —

Y coloreando sus labios de un hermoso tono carmesí, Elianna se sonreía en el espejo.

En la mansión Auritz, Elara se colgaba del brazo de Cedric mimosamente.

—Quiero que mi boda sea la más grande, que todos estén hablando de ella al menos un mes completo, y mi vestido, lo quiero de Valentino, solo lo mejor para mí, claro, la heredera Jhonson. Tenga por seguro suegra, que tendré bien atendido a mi Cedric —

Caleb sentía pena ajena por aquella mujer por la que su hermano había cambiado a Elianna Jhonson. No toleraba nada de su futura cuñada, era casi como una roncha con pelos.

—Sabemos que nuestro Cedric estará en buenas manos, siendo la hija mayor de los Jhonson y su heredera, te dejamos a nuestro hijo en tus manos, y como es tu deseo, haremos la boda mas grande del año, como dicen, tiraremos todo por la ventana querida — decía la señora Auritz, madre de Caleb y Cedric y viuda de Auritz. — Pero, ¿Por qué no ha llegado tu hermana menor? Hace tanto que no veo a Elianna que quería saludarla, ¿No vendrá? —

A punto de responder, Elara se quedó en silencio al escuchar el llamativo sonido de unos tacones contra el suelo. Girando su vista, se quedó completamente sin palabras al ver entrando a su hermana al comedor de los Auritz.

—Buenos días señora Auritz, lamento llegar tarde, pero el tráfico estaba terrible, espero no importunar —

Vestida con un elegante y sencillo vestido negro, altos tacones rojos, un nuevo corte de cabello en preciosas ondas que dejaban ver su sedoso cabello castaño, y usando un precioso maquillaje que resaltaba la belleza oculta que siempre había tenido, los preciosos ojos verde esmeralda de Elianna Jhonson, miraban el asombro reflejado en los rostros de su hermana, su madre y ex novio, quienes parecían no dar crédito a lo que estaban viendo.

Siempre había sido el patito feo al que disfrutaban humillar, pero de eso, ya no más.

Caleb, miro asombrado a aquella mujer a la que le había hecho aquella propuesta matrimonial que ella con violencia había rechazado. Sin duda, era la mujer más hermosa que sus ojos habían visto. 

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