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Capítulo 6: Solo de ella.

El viento mecía con suavidad las blancas cortinas de la enorme ventana de su departamento. Aquella zona era preciosa, con una agradable vista a Central Park, y a los edificios mas lujosos de la ciudad. Su mente, sin embargo, no disfrutaba ni de la vista ni del agradable viento de la mañana, pues se hallaba inmersa en sus muchos pensamientos.

“Bien, Elianna, desde este momento date por enterada de que te he ofrecido en compromiso matrimonial con Caleb Auritz, quien amablemente ha pedido tu mano en matrimonio...y ni siquiera pienses en negarte; sabes muy bien que solo yo sé en dónde y bajó que resguardo se encuentra el testamento secreto de tu abuelo, y si te niegas a casarte con Caleb Auritz, te juro por la memoria de mi padre que romperé mi promesa y lo sacare antes de la fecha estipulada, y frente a tus ojos, lo haré completamente añicos, ¿Te queda claro? Haré que la última voluntad de tu querido abuelo, ¡No sea cumplida!”

Las palabras de su madre resonaban en su mente una y otra vez, casi como si de un taladro se tratara, un maldito taladro que no dejaba de atorméntala. Quería mandarla al diablo, quería gritarle mil improperios y decirle lo m*****a e injusta que siempre había sido entre ella y Elara, pero sabía que aquello no serviría de nada. ¿Por qué en los nueve infiernos Caleb Auritz le había pedido su mano a su madre? ¿Qué propósito malintencionado tenía todo esto? ¿Acaso era por el gas pimienta? ¿Planeaba castigarla el resto de su vida por rosearlo con ese gas? Era un maldito demente, y le haría pagar por esto.

—Maldita sea…al diablo, al final de cuentas, el testamento solo va a beneficiar a mi tonta y mimada hermana mayor, ¿Qué más da si mi madre lo destruye? — se dijo a si misma la joven de cabellos castaños y ojos verdes.

Sin embargo, aquella tristeza y opresión en el pecho, la hacían sentirse realmente miserable; aun recordaba las palabras de su abuelo antes de morir, y aquella promesa que le hizo hacerle.

“Prométeme que vas a escuchar con atención la lectura de mi último testamente, mi linda Eli, promételo”

Lagrimas se le escaparon de sus ojos verdes, lágrimas de rabia y rencor. ¿Por qué su madre tenía que usar a su abuelo para obtener lo que quería? Por supuesto que su madre quería que se casara con Caleb Auritz; de esa manera quedarían ligados a aquella tan importante y poderosa familia para siempre y en las mejores condiciones.

Mirando la hora en su celular, vio que tenía que alistarse; su madre la había presionado para asistir nuevamente a la mansión Auritz, para hablar de aquel repentino compromiso entre ella y el señor gas pimienta.

—Maldición — maldijo por lo bajo.

Su madre era astuta, pues aun y cuando aquel testamento beneficiaba a su hermana, según las propias palabras de su madre, ella jamás podría romper una promesa hecha a su difunto abuelito. Dándose una ducha rápida, se puso su mejor vestido, se coloreo bellamente los labios, y recogió su larga y ondulada cabellera castaña en una cola alta que dejaba ver su delicado cuello. Si Caleb Auritz la quería como esposa, le daría una esposa de la que no pudiera olvidarse jamás, y volvería su vida un infierno por forzarla.

Saliendo de su apartamento, Elianna subió a su lujoso automóvil. Era no era una mujer que dependiera de un hombre, de eso, ya nunca más. Les haría saber a todos que ella no sería una buena esposa y forzaría a Caleb a ser el quien rompiera ese absurdo compromiso.

En su mansión, Caleb se vestía con su más costoso y elegante traje: Un Brioni de la afamada sastrería italiana, que estaba hecho especialmente para él. Sabía que Elianna estaría furiosa, quizás, algo más aterrador que solo eso, pero poco o nada le importaba; aquella mujer no escaparía de sus garras.

Perfumándose, se dio una última vista en el grande espejo de su habitación. Sus cabellos rubios, tan dorados como el sol, se hallaban perfectamente peinados, sus ojos azules como el zafiro, resaltaban bien bajo su cejas gruesas y masculinas. Sus facciones eran delicadas, pero propias de su género, haciéndolo lucir como un actor de películas o un modelo de prestigiosa marca. Era atractivo, lo sabía demasiado bien, y le haría notar a aquella terca mujer, que él no era como su imbécil hermano. Acomodando su pañuelo, se rio consigo mismo; era mejor estar preparado ante un ataque sorpresivo con gas pimienta. Aquella hermosa mujer era, sin duda, realmente picante.

Elara tomaba la mano de Cedric; habían sido repentinamente convocados a una reunión familiar a la mansión Auritz; un anuncio importante seria dado, y, estaba segura, tenía que ver con asuntos propios de su boda.

—Esto es emocionante mi amor, creo que tu madre nos tiene maravillosas noticias de nuestra boda, ¿De quién o que más podría tratarse esta inesperada reunión? Solo espero que no se atreva a pararse por aquí mi estúpida hermanita, todavía tenemos pendiente su horrible conducta en el pasado almuerzo familiar, ¿Puedes creer lo perra y envidiosa que resulto ser? Esta completamente celosa de lo nuestro, y no creo que vaya a superar nunca que tú me preferiste a mí, pero es que mírala, es tan fea que tiene que abusar el maquillaje para parecer hermosa — dijo con rencor y desdén Elara.

Cedric guardó silencio. Él tampoco tenía idea de que iba todo aquello, pero su madre le dijo que era de suma importancia asistir. Acariciando la mano de su prometida, le sonrió. Elara hablaba demasiado y eso era algo cansado, pero tambien era hermosa; su cabello era negro como la noche y sus ojos eran castaños de un tono suave, su piel era pálida, y sus labios eran muy rojos, sin duda, tendrían hijos bellos. Además, ella era la genuina heredera de los Jhonson, tenía todo lo que requería para ser su digna esposa.

—Seguramente de eso es esta reunión, tú eres el centro del universo, o existe mujer más bella que tú, cariño, así que mi madre esta más que feliz de organizar nuestra boda, ¿De qué más podría tratarse esto si no de ti? Tu siempre eres lo más importante — dijo el rubio besando la mano de Elara.

—Cariñito, eres el mejor — respondió complacida.

La señora Camilla Auritz junto a Elena Jhonson, entró en el gran salón, sonriendo a los futuros esposos.

—Me alegra verlos tan felices, ahora, debemos esperar a que llegue nuestra querida Elianna —

Molesta, Elara se levantó con brusquedad de su asiento.

—¿Por qué ella tiene que venir? No la necesitamos para hablar de las cosas de MI boda, ella es una envidiosa, ¿No recuerdan todo lo que me dijo la ocasión pasada? No la quiero cerca de la organización de mi boda, y si ella llega, yo me marcho — dijo Elara exaltada y haciendo una rabieta.

—Descuida, Jhonson, lo de hoy no se trata de ti, en realidad, se trata de tu hermana y de mi —

La voz de Caleb Auritz interrumpió el momento.

Girándose para mirar a su futuro cuñado, Elara se quedó boquiabierta al notar que Caleb Auritz, a pesar de ser el gemelo idéntico de su prometido, destilaba tal elegancia que parecía un príncipe de la realeza.

—¿De mi hermana y de usted? ¿Pero que tienen que ver con mi boda? ¿No fue para eso que nos hicieron venir repentinamente? — cuestiono Elara sintiéndose incomoda y molesta.

Caleb miró con desdén a su hermano y futura cuñada.

—Debería aprender, señorita Jhonson, que el mundo no gira alrededor de usted — respondió Caleb.

Los tacones de Elianna resonaron. Aquella mujer entraba en el gran salón con un hermoso y elegante vestido rojo, que, curiosamente, parecía hacer juego con el elegante y costoso traje de Caleb. Sus cabellos parecían una hermosa cascada castaña que caía sobre su espalda y relucía en aquella cola alta. Sus ojos verdes de selva salvaje miraban con orgullo y desdén a su hermana y Cedric, y luego se centraban en Caleb Auritz, quien le sonreía orgulloso mientras le ofrecía su brazo.

Girándose para ver a su hermano y cuñada, Caleb sonrió.

—Es para mí un grato honor presentarles a mi hermosa prometida, Elianna Jhonson, de ella, y tan solo de ella, es que se trata está reunión —

Los rostros de Elara y Cedric se habían deformado en una mueca de sorpresa y furia. Y entonces, Elianna, sonrió.

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