Me ha dejado en visto.
Tengo la intención de dejar el móvil y así olvidarme del señor Voelklein.He logrado mi cometido: él quería mi número, se lo di y ya está. No hay por quédesanimarse por algo que sabía que iba a ocurrir. Por supuesto que no voy a esperar unarespuesta de su parte.Me ha dejado con las palomitas azules en mi mensaje y ya está.Lanzo un suspiro.«Adiós, hombre guapo. Fue lindo mientras duró».Termino mi cena.Mi gata duerme feliz luego de comerse la pata de un pollo.Cuando limpio mi pequeño hogar, me siento en el escritorio para empezar a escribir algoque ha estado en mi cabeza todo el día y siento que ya es momento de volcarlo en letrassobre mi computadora. Estoy acostumbrada a escribir relatos, es un desahogo que necesitodescargar. Es una inspiración que solo un extraño ha provocado y que ningún otro hombreha tenido el privilegio de hacer.¿Copa de vino? Lista.¿Protagonista en mente? Listo.¿Mis ganas de narrar una situación acalorada? Súper listas.Comienzo a escribir y dejo que la imaginación fluya.Ingresa con ese aire que ha provocado que todos mis sentidos se pongan en estado de alerta.Pongo las manos sobre el fuego cuando imagino que sus labios se detienen sobre los míos mientras me acorralacontra la mesa de madera oscura.Se atreve a rozar mis labios con cierta tentación que no es propia de mí, pero que es inevitable no sentir.Está a escasos centímetros de mi rostro. Puedo sentir un cosquilleo en la punta de la nariz cuando la punta de lasuya apenas toca la mía.Sus manos están a cada lado de mi cintura. No tengo escapatoria. No deseo tenerla.Sus penetrantes ojos grises buscan los míos.
Cuando por fin tengo el privilegio de ser besada por Matt Voelklein, mis dedos buscan con desesperación sucabello rebelde y se entrelazan con sus mechones oscuros y suaves. Mi lengua acaricia la suya con una desesperacióndivina y se une a ella en una lenta y erótica danza de roces y sensaciones, de sacudidas y empujes.Siento su erección contra mi vientre y me aprieta contra la mesa del Blue Moon, extasiado por un besodesenfrenado.Abro mis piernas con cierta ligereza para poder recibirlo.Lo necesito.Él me necesita.Sus manos, insatisfechas, recorren mi cuerpo con cierta devoción que me deja maravillada, excitada.—Te deseo —jadea contra mis labios.Me sumerjo en sus palabras, las cuales quedan clavadas en mi corazón.Cierro la tapa de la computadora e interrumpo mi momento de escritura con brusquedad.Observo la copa de vino que ya está a punto de vaciarse.Me sorprende lo mucho que se ha metido ese hombre en mi cabeza, incluso en mispensamientos más oscuros está ligado.Puedo ligarlos, a ambos, y no sé por qué lo hago.¿Acaso me ha atraído su forma de sobrellevar la vida con aquel semblante frío con elque se ha presentado en la cafetería? ¿Como si nada lo afectara? Estoy intrigada.Lanzo un sonoro suspiro. Qué más da. Abro la computadora y conecto mi celular a ellapara guardar el archivo allí y así mandárselo a Patrick para ver qué tal le ha parecido y quépuedo cambiarle. Seguro le causará gracia al leerlo, pero hasta el instante no me hajuzgado por lo que escribo, antes me ayuda muchísimo al decirme los errores que poseo yen qué puedo mejorar.Él estudia para ser profesor de literatura. Ambos compartimos el amor por los libros.Él con otros géneros particulares y yo enfocándome en el romance erótico.Ese tipo de contenido lo considero un arte maravilloso y para nada tabú.Si combinas las palabras correctas, puedes causarle sensaciones al lector, tan íntimascomo inexplicables.Me bebo el último sorbo que queda en la copa y me marcho a dormir. Estoy agotada.Mañana me ocuparé de enviarle lo que tengo a Patrick, seguro ronca muchísimo a estashoras de la noche.—¡Eso es, amigo! ¡Bebe, bebe, bebe! —le grito a Patrick.
Él ingiere el contenido de la botella de cerveza que tiene en su mano derecha y con laotra se ocupa de golpear la mesa eufórico.Patrick logra su cometido.Wendy y yo festejamos entre gritos, aullidos y aplausos.La noche de viernes es mi favorita.Los tres aprovechamos cuando salimos del trabajo para tomarnos una cerveza y asíarrancar el fin de semana.Estamos en un bar ubicado en Santa Mónica.Santa Mónica es una ciudad costera al oeste del centro de Los Ángeles. La playa estárodeada del parque Palisades Park con vista al océano Pacífico. En el muelle de SantaMónica se encuentra el parque de atracciones Pacific Park, el carrusel Looff Hippodrome yel Acuario del muelle de Santa Mónica. Junto al muelle está Muscle Beach, un gimnasio alaire libre establecido en la década de 1930.Estoy enamorada de todo lo que llegué a conocer de California. Su aire, su clima, subelleza con sus palmeras y sus luces cuando cae la noche.El bar, por su parte, está lleno de personas. Algunos bailan, otros charlan en sus mesasy varios vienen sin compañía en busca de un nuevo amor. Mientras tanto, nosotros estamosubicados en una mesa con un asiento unificado que rodea la mitad de la misma. Noscontamos chismes y reímos de cualquier idiotez, pues estamos lo suficiente borrachos
como para burlarnos de la vida.No sé cuántas botellas de vidrio hay sobre la mesa, ya que no soy capaz de contarlascon lo mareada que me encuentro. Uff, todo me da vueltas.—¡Escribí algo sobre el estirado ceñudo del café! —le confieso a Patrick y Wendy en vozalta.La música está muy alta.El bajo de la música retumba en mi pecho.—¿Qué?—me pregunta mi amiga de rastas negras confundida y con los ojosentrecerrados.Cuando estoy a punto de explicarle, algo acalorada por los efectos del alcohol, Patrick seme adelanta y se inclina sobre la mesa.—¡Amy escribe relatos eróticos que te dejan los calzones mojados! —le grita.No puedo evitar romper en risa y ocultar el rostro con mis manos.—¡¿De verdad?! —Wendy abre los ojos como platos—. ¡Quiero leer uno! ¡No sabía queeras escritora!—¡Quiero trabajar de eso únicamente a futuro!—confieso sonrojada—. ¡Es mi suelo!—Mi sueño —me corrige Patrick.—¡Mi sueño! —repito entre risas—. ¡Lo siento, he bebido mucho por esta noche! ¡Teenviaré un relato ahora mismo por W******p!—¡Gracias, Amy!Agarro mi celular del bolsillo de mi chaqueta roja, la cual creo que ya veo doble, y buscoel contacto de Wendy entre los muchos que tengo. M****a, la música está muy alta y pareceque mi cuerpo se ha vuelto gelatina por lo débil que se siente. Se vuelve un desafío para míencontrar el número de ella, no sé si me concentro lo suficiente. Creo que ni siquiera lointento. Me río. Logro enviar el archivo con éxito y me doy una palmadita en el hombro porlograr algo tan sencillo pero complicado cuando una está borracha.—¡Listo! ¡La cochinada que escribí ya ha sido enviada a tu móvil! —le aviso a Wendy.No me da pavor demostrar lo que escribo. Debería acostumbrarme a mostrar lo queescribo por si en algún futuro mi sueño de ser escritora se cumple.—¡Genial, mañana lo leeré! ¡Apenas puedo ver la pantalla!—¡Comparto el sentimiento! —Tomo mi botella y ambas brindamos—. ¡Salud!Patrick se nos une al brindis con una sonrisa.—¡Para que nuestra amiga se vuelva escritora y nos mantenga a ambos en algún futuro!—bromea.«Dios te escuche, Patrick».La alarma suena a las diez de la mañana. Demonios, me olvidé sacarla y ahora ha
provocado una gran sacudida en mi cabeza y en todos mis sentidos.M****a, me cuesta abrir los ojos otra vez.Que gran pereza invade mi cuerpo y la fatiga no me deja tener un buen sábado.Luego de darme una ducha que no quiero que termine, me preparo el desayuno con granpesar y me lo llevo a la cama en una bandeja. Tres tostadas con queso crema, frutos secosy un zumo de naranja son lo suficiente para acallar mi resaca.«Estoy bien, estoy bien».Los sábados en la mañana me dedico a pasear a mi gata en la playa o en algún parque,ya que en medio de la semana no tengo tiempo de hacerlo por el trabajo, aunque hay díasdentro de la semana laboral que puedo permitírmelo para sacarla de este apartamento tanpequeño.Ronnie se encuentra muy cómoda durmiendo en el cabezal de mi cama sobre unaalmohada.Miro la televisión, saco un ibuprofeno de mi mesa de noche y me lo llevo a la lengua. Lotrago junto al zumo y le ruego al cielo que el dolor de cabeza desaparezca.Mientras veo uno de los capítulos aleatorios de How I Met Your Mother, noto que en la
pantalla de mi móvil tengo varias notificaciones. Algunas son notificaciones de I*******m.Oh, la foto que nos hemos sacado Wendy, Patrick y yo la noche anterior llegó a los noventay cinco me gustas.Genial, eso me hace sonreír.También tengo un mensaje en W******p.Ingreso a la lista del chat. Mis manos comienzan a sudar por una extraña razón. Tragosaliva con fuerza, palidezco y por poco tiro la bandeja de desayuno al tensar mis piernas pordebajo de ella. Tengo un mensaje del señor Voelklein. La respiración se me contrae y se meolvido cómo se respira. ¡¿Cómo demonios se respira?! Entro a su chat; lo que leo me dejaen estado de shock.¿Ha enviado ese archivo por algo en particular? Espero una explicación sobre ese texto suyo en persona.La veo en la puerta del café donde trabaja a las once y media.Leo el mensaje más de una vez, sin entender nada, hasta que mis ideas se aclaran encuanto veo que arriba de su mensaje hay un archivo enviado por mí. ¡¿Por mí?! ¡¿Qué?!Abro el archivo.Me descompongo.Oh, no, el texto que debía enviarle a Wendy.Lo que escribí sobre Matt Voelklein se lo envié a él.Calmada, necesitas estar calmada.«¡Necesitas estar calmada para ponerte un maldito vaquero en las piernas, Amy! ¡Diosmío!».Mis pensamientos me regañan y yo me dejo llevar por ellos por lo nerviosa que estoy.No sé si arreglarme por la falta de tiempo, por tratar de verme presentable, porque solotengo cuarenta y cinco minutos para estar lista para enfrentarme a ese hombre.«¡Ese hombre que ha recibido mi relato por error! ¡Qué estúpida soy! ¡Despistada!».Nota mental, no tocar el celular cuando estoy en estado de ebriedad, solo si es unaemergencia.Logro colocarme los vaqueros azules, unas botas largas y negras que me llegan hastalas rodillas, las cuales se ajustan a mis piernas, y una camisa blanca abotonada ajustada alcuerpo de manga larga que abrocho por arriba de mis codos. Hoy ha descendido latemperatura, así que me viene perfecta esa prenda. Me dejo el cabello suelto, algo de rímelpara elevar mis pestañas y listo. Nada de base ni
Llegar a mi apartamento, cerrar la puerta y pegar la espalda contra ella, fueron las accionesque me permitieron recobrar el aliento. Ya no estaba su mirada penetrante e intimidantesobre mí. Mi mente está a mil por hora.Fue una propuesta que dejó un buen sabor en mi boca, una que podrá darle un poco deadrenalina a mi vida. Si la rechazaba, podría ser algo estúpido de mi parte.Me saco los zapatos, dejándolos a un costado de la entrada, y me desabotono la camisablanca. Me quedo descalza con los vaqueros puestos y mi sostén blanco por la casa.Recojo mi cabello en una cola alta y me acerco al ventanal. Trato de hacerme una idea delo que el señor Voelklein podrá ofrecerme. No sé si mis sentidos y mis sentimientos esténpreparados para verlo encuerado. No sé con qué me saldrá. Estoy intrigada.Me muerdo el labio inferior al imaginarlo como aquel fragmento que escribí.Le he mentido con cierto descaro al decirle que yo no era la protagonista.
Mi corazón no puede evitar dispararse en cuanto me percato de su sorpresiva presencia. Lasangre me bombea por todo el cuerpo como una especie de adrenalina que poco a pocome regresa a la realidad.Lo miro estupefacta, contengo la respiración y me estremezco.Estoy quieta en un escenario lleno de luces centradas en mí, con mis manos a cada ladode las caderas y con mis ojos grises puestos en él, solo en él.La música ha empezado y yo no soy capaz de moverme.El público comienza a murmurar.Los oigo, lo presiento, sé que lo hacen.Never Tear Us Apart suena de fondo.Doy un paso atrás cuando veo que el señor Voelklein se levanta de su asiento y empiezaa caminar hacia aquí con paso firme, seguro de sí mismo. Viste una camisa negra ajustadaal cuerpo con los dos primeros botones desabrochados, un cinturón con hebilla brillanterodea su cintura y unos pantalones de jeans oscuros apresan sus piernas.¿Qué hace? ¿Por qué viene hacia mí? ¿Por qué
Me acerco a él con paso dudoso, como si realmente me causara nerviosismo tenerlo tancerca.¿Qué demonios hace aquí? ¿Acaso me ha esperado toda la noche? Una punzada deesperanza me irradia el pecho. Quiero ocultar la sonrisa que ha florecido en mis labios, peroes inútil. Verlo me causa tanta sorpresa como felicidad.—¿Qué hace aquí, señor Voelklein? —me atrevo a preguntarle.Me cruzo de brazos una vez que llego frente a él.Me abrazo a mi abrigo, curiosa.Él se incorpora sin dejar de sonreírme, rodea el coche y se posiciona frente a la puertadel conductor.—¿Acaso creía que iba a dejarla sola por si aquel hombre ebrio que se atrevió ainsultarla decidía aparecer otra vez? No iba a permitirlo, señorita Steele —expresa con unaseguridad inquietante—. Vamos, la llevaré al hotel.—¿Qué?—Mañana es domingo. Bueno, ya pasan de las doce, así que ya es domingo. Supongoque usted no trabaja este día, ¿o sí?—No, no trabajo, señor Voelklein.<
En medio de la noche, madrugada, para ser exacta, me hallo con un remolino de ideas queparten en dos mis pensamientos. Trato de procesar lo que acabo de hacer, y es unasensación de incertidumbre que involucra mi futuro, mi presente y pasado.Matt Voelklein me mira directo a los ojos con seriedad y se encoje de hombros sereno.Mi rostro perplejo trata de entender su acción.—¿Acabas de...? —Me llevo las manos al cabello y miro al frente; veo cómo pasan loscoches con sus luces blancas por la carretera—. ¿Qué? ¡¿Por qué?!—No permitiré que esa mujer haga lo que quiera contigo —espeta y enciende elcoche—. No permitiré que le haga eso a cualquier chica, a cualquier ser humano.—Pero… ¡su dinero! —Froto mi frente con los dedos sin poder salir de mi asombro.Mi madre recibirá toda esa cantidad de dinero, y es posible que así me deje en paz.—¿Dinero? —se ríe.Me hundo en mi asiento.Pone el auto en marcha y otra vez nos adentramos en la carretera.
Meterme en aquella cama enorme es una experiencia divina y algo a lo que no estoyacostumbrada a tener para mí. Sí, mi cama es grande, pero no puede igualarse a esta.Tiene un grueso edredón blanco y almohadas que son similares a las nubes.Me meto en la ducha apenas Matt se marcha, ya que tengo un sudor seco que comienzaa irritarme la piel. Me desnudo y me meto en el agua tibia; no tarda en llevarse todo miesfuerzo por aquel baile.Un baile que me llevó a pensar en el señor Voelklein. Dios, aún recuerdo sus ojosmientras veía cada movimiento que hacía. Mis partes íntimas y todos mis sentidos seconvierten en un fuego intenso cuando rememoro su mirada cálida, la cual parece ocultaruna doble intensión.No tardo en meterme desnuda a la cama, aprovecho mi soledad y porque no llevoconmigo un pijama. Todo ha quedado en casa, y eso me hace recordar que mi gata segurose ha adueñado de ella. Me meto en el cálido colchón. Resulta imposible no cerrar l
No.Bueno, sí.Sé que soné muy directa, pero es lo que quiero. Llegamos al hotel con un fin, ¿por qué nosonar como una profesional cuando se trata de escribir un relato bastante íntimo?Demonios, el señor Voelklein me lo propuso, no soy una persona desubicada por pedirle loque quiero.¿Por qué escupió su café a las ocho y cincuenta de la maldita mañana? No importa. Loque sí me importa es que estoy en medio del enorme salón de la habitación ejecutivapreguntándome qué hacer, cohibida y fuera de lugar a la espera de que aparezca. Según él,irá a buscar a su amiga Emily, la chica que follará frente a mis narices.«Sé madura, Amy, vive las experiencias que el mundo te puede dar. No te arrepientas,ya no hay marcha atrás».Lo que me produce un nudo en el estómago es pensar en Matt teniendo relacionessexuales con otra chica. Creo que averiguaré qué siento cuando lo vea con mis propiosojos.Ya hay un anotador y una computadora con la cual t
Su rostro está muy cerca del mío. Me vibran las piernas y me tiembla el corazón.No sé por qué aquel hombre me pone el cuerpo hecho una locura. Procura que todosmis sentidos se vean vencidos por su cercanía.—Busque en la literatura herramientas donde pueda conseguir cómo se siente serbesada y tocada. Cada sensación, cada explosión expresada en palabras. —Acaricia sunariz con la mía y logra que aquel gesto sea algo embriagador—. Busque la verosimilitud enhechos que podrían faltarle al respeto a eso que no se puede explicar con letras.—¿Y qué pretende que haga con lo que escribo? ¿Acaso pierden validez mis relatos porno haber experimentado el sexo? —susurro y contraigo mis labios lo más alejados de él, yaque, si saco un poco más, podría besarlo—. No puede controlar mis escritos. Los libros queleo son suficiente como para darme una idea de lo que es el sexo y el erotismo.Sus ojos suben y bajan a cada momento a mis labios y luego a mis