No.
Bueno, sí.Sé que soné muy directa, pero es lo que quiero. Llegamos al hotel con un fin, ¿por qué nosonar como una profesional cuando se trata de escribir un relato bastante íntimo?Demonios, el señor Voelklein me lo propuso, no soy una persona desubicada por pedirle loque quiero.¿Por qué escupió su café a las ocho y cincuenta de la maldita mañana? No importa. Loque sí me importa es que estoy en medio del enorme salón de la habitación ejecutivapreguntándome qué hacer, cohibida y fuera de lugar a la espera de que aparezca. Según él,irá a buscar a su amiga Emily, la chica que follará frente a mis narices.«Sé madura, Amy, vive las experiencias que el mundo te puede dar. No te arrepientas,ya no hay marcha atrás».Lo que me produce un nudo en el estómago es pensar en Matt teniendo relacionessexuales con otra chica. Creo que averiguaré qué siento cuando lo vea con mis propiosojos.Ya hay un anotador y una computadora con la cual tSu rostro está muy cerca del mío. Me vibran las piernas y me tiembla el corazón.No sé por qué aquel hombre me pone el cuerpo hecho una locura. Procura que todosmis sentidos se vean vencidos por su cercanía.—Busque en la literatura herramientas donde pueda conseguir cómo se siente serbesada y tocada. Cada sensación, cada explosión expresada en palabras. —Acaricia sunariz con la mía y logra que aquel gesto sea algo embriagador—. Busque la verosimilitud enhechos que podrían faltarle al respeto a eso que no se puede explicar con letras.—¿Y qué pretende que haga con lo que escribo? ¿Acaso pierden validez mis relatos porno haber experimentado el sexo? —susurro y contraigo mis labios lo más alejados de él, yaque, si saco un poco más, podría besarlo—. No puede controlar mis escritos. Los libros queleo son suficiente como para darme una idea de lo que es el sexo y el erotismo.Sus ojos suben y bajan a cada momento a mis labios y luego a mis
El comienzo de la semana me resulta espantoso. Empecé a trabajar más temprano en elBlue Moon y estamos atascados de clientes. Ya me quemé con café por tercera vez en lasmuñecas. Estoy a toda prisa; atiendo, tomo pedidos y cobro en caja. Cambio y vuelvo aatender. Me olvido de lo que me piden y les pido, por favor, que me lo repitan. La clientelaestá difícil. En mi mente solo merodea el nombre Matt Voelklein y con él todas las imágenesplacenteras del fin de semana. Él comprando el club nocturno Zinza, él en mis relatos contra un ventanal y, sobre todo,en mi pecho entre juegos. Me tenso, lo recuerdo, me ruborizo y meneo la cabeza. Lashormonas, son las hormonas.No he recibido ningún mensaje suyo, y no es que me preocupe. Somos un equipo detrabajo. Sí, así puedo decirlo. Eso me da tranquilidad. Decir que es mi musa me tensa, meprovoca un revoltijo nervioso en el estómago. Él es todo lo que quiero, pero no me ve comoalgo más, y lo entien
Bebe y observa su bebida con desinterés, como si no acabara de ofrecer la vida de un serhumano al mejor postor, como si el dinero fuera el pecado que enerva su sangre, queacrecienta su idiotez y que ciega su razón. Me llego a plantear incluso si es mi culpa y enqué momento fallé como hija para terminar vendida a alguien que me vio bailar alguna vezen aquel polvoriento club. Nunca conocí la protección de mi madre, solo la de mi abuela,que fue la calidez y la sonrisa de mi desolada existencia. Una mujer independiente, brillantey de hermoso ser que pagaba mis clases de baile, me iba a ver en cada ensayo y nuncafaltaba a ningún recital de la escuela. Siempre despreció a Beatriz por sus malas decisionesy me alejó de sus mañas adictivas, como drogas y noches de ausencia. Siempre supedónde estuvo mi madre mientras mis abuelos me criaban.—¿Cómo pudiste hacerme esto? —Aprieto los dientes, me duelen, y las lágrimasqueman mis ojos—. ¡¿Qué te hice?! ¡
No sé qué ha hecho y por qué, solo creo que me ha salvado la vida.¿Dije «creo»? ¡Él me ha salvado la vida! Estoy tan agradecida, tan sensible que micuerpo reaccionó echándome a sus brazos y besándolo con devoción, con una necesidadcegada por la gratitud, por la felicidad que me posee, por un calvario que evitó que yoviviera a manos de un hombre que él conoce. Y que es… ¿su padre? ¿Oí bien? Dios mío.Aún me estremezco por los espasmos del llanto, pero poco a poco me calmo. Puedorespirar luego de estar varias horas sumergida en el mar, donde me ahogaba por una mujerque me lanzó para salvarse a ella misma.Separo mis labios de los de Matt con lentitud. Él está inmóvil, ya que lo he tomado porsorpresa. En silencio, vuelvo a sentarme correctamente en mi asiento, lo miro rota y lesuplico por dentro que diga algo.—Lo siento —me disculpo en un pitido de voz que se pierde en el interior del coche—.Es que usted… me ha salvado la vida, señor Voelkl
«Quiero denunciar a Beatriz Shells, mi madre biológica».Esas fueron mis primeras palabras en la estación de policía de California.Una mujer tomó mi denuncia y mis declaraciones. Asimismo, no tardó en tomarme losdatos necesarios y pedir una orden de restricción contra ella.La trata de personas es ilegal y nefasta, sobre todo un tema cancerígeno en el mundo.Lo que hice fue una prohibición cautelar decretada contra el inculpado con la finalidad deproteger a la víctima y que prohíbe a este residir o acudir a un determinado lugar oaproximarse o comunicarse con aquella.Beatriz quiso venderme como si no valiera nada. No solo recurrí a Matt para que ella meliberara, también recurrí a la justicia para tratar de sacar de mi vida a esa mujer asquerosa yalejarla de mí.Me tomaron la denuncia, cosa que agradecí. Aunque fui a la estación con el corazón enla boca y con un miedo inexplicable, con el papel en mi mano me siento segura. Ahora deboapro
Retroceder para poder procesar la información le ha permitido tener ventaja y meterse en miapartamento y sentarse en mi pequeña mesa blanca con sus cuatro asientos mientrasespera a que yo regrese de mi estado de trance pensativo sin volverme loca.Cierro la puerta en silencio.Tengo a una desconocida adentro que no logro recordar.Miro su rostro juvenil con pinta de ser inocente. No sé si hay maldad en su ser como paravenir a atormentarme con tantas personas en el mundo para joderles la vida.«Infancia, adolescencia, adultez».«Infancia, adolescencia, adultez».Cada vez que intento ahondar en mi pasado, me agarra un horrible dolor de cabeza, deesos dolores punzantes que deseas que desaparezcan o te arruinarán el día.Sacudo la cabeza.Eso me ha pasado hace ya tiempo.Creo que intento unir cabos sueltos en mi mente a partir de ahora.Me siento una estúpida por intentarlo en este preciso momento.—¿Cómo que tú…? ¿Tú eres hija de Beatriz
Me pongo los mejores aretes que tengo en mi estuche. Tengo los ojos inflamados por elllanto, pero estoy de pie y no pienso caer. Trago con fuerza frente al espejo. Hay unajovencita entristecida de ojos grises y cabello castaño larguísimo, el cual es lacio y sehondea en las puntas gracias al rizador que acabo de apagar. Nariz pequeña y respingona,algo pálida por la falta de sol, cejas perfectamente depiladas y mejillas sonrojadas gracias alrubor que acabo de utilizar. Paso rímel por mis pestañas y delineo un poco por encima delos párpados, trazando una línea fina en él para resaltar mis ojos. Consigo un maquillajeliviano, para nada cargado, natural. Pinto mis labios con un labial rojo fuego. La idea esimpresionarlo, que mire mis labios y quiera cometer el peor de los pecados. De fondo suenaListen to me de Dirty Heads con la intención de relajar un poco el ambiente de miapartamento.Mi gata me ha detectado triste y cada tanto se acerca a mí p
Tengo un nudo en el estómago, desconozco si es por los nervios o por las expectativas deesta noche. Sí, es totalmente por eso. Lo confirmo, son las expectativas que nublan mimente.Estaciona frente a un gran edificio.Me surge la intriga por saber si se trata de algún hotel suyo.—Hemos llegado —me informa en voz baja.Su mirada se intensifica; la mitad en la oscuridad de la noche y la otra mitad iluminadapor las luces del tablero del coche y las luces de la calle. Se desabrocha el cinturón y yo loimito. Estoy nerviosa. Él me intriga muchísimo.Apaga el coche, sale de él, no sin antes dedicarme sonrisa cálida, y lo rodea con unagran elegancia. Abre mi puerta, me coge de la mano y me ayuda a salir de él. Todo uncaballero.La acera está mojada debido a la lluvia de hace unas horas, las palmeras que estánposicionadas en medio de la calle se agitan un poco y las luces de la entrada al gran edificiome sacan de toda oscuridad.Se levant