«Quiero denunciar a Beatriz Shells, mi madre biológica».
Esas fueron mis primeras palabras en la estación de policía de California.Una mujer tomó mi denuncia y mis declaraciones. Asimismo, no tardó en tomarme losdatos necesarios y pedir una orden de restricción contra ella.La trata de personas es ilegal y nefasta, sobre todo un tema cancerígeno en el mundo.Lo que hice fue una prohibición cautelar decretada contra el inculpado con la finalidad deproteger a la víctima y que prohíbe a este residir o acudir a un determinado lugar oaproximarse o comunicarse con aquella.Beatriz quiso venderme como si no valiera nada. No solo recurrí a Matt para que ella meliberara, también recurrí a la justicia para tratar de sacar de mi vida a esa mujer asquerosa yalejarla de mí.Me tomaron la denuncia, cosa que agradecí. Aunque fui a la estación con el corazón enla boca y con un miedo inexplicable, con el papel en mi mano me siento segura. Ahora deboaproRetroceder para poder procesar la información le ha permitido tener ventaja y meterse en miapartamento y sentarse en mi pequeña mesa blanca con sus cuatro asientos mientrasespera a que yo regrese de mi estado de trance pensativo sin volverme loca.Cierro la puerta en silencio.Tengo a una desconocida adentro que no logro recordar.Miro su rostro juvenil con pinta de ser inocente. No sé si hay maldad en su ser como paravenir a atormentarme con tantas personas en el mundo para joderles la vida.«Infancia, adolescencia, adultez».«Infancia, adolescencia, adultez».Cada vez que intento ahondar en mi pasado, me agarra un horrible dolor de cabeza, deesos dolores punzantes que deseas que desaparezcan o te arruinarán el día.Sacudo la cabeza.Eso me ha pasado hace ya tiempo.Creo que intento unir cabos sueltos en mi mente a partir de ahora.Me siento una estúpida por intentarlo en este preciso momento.—¿Cómo que tú…? ¿Tú eres hija de Beatriz
Me pongo los mejores aretes que tengo en mi estuche. Tengo los ojos inflamados por elllanto, pero estoy de pie y no pienso caer. Trago con fuerza frente al espejo. Hay unajovencita entristecida de ojos grises y cabello castaño larguísimo, el cual es lacio y sehondea en las puntas gracias al rizador que acabo de apagar. Nariz pequeña y respingona,algo pálida por la falta de sol, cejas perfectamente depiladas y mejillas sonrojadas gracias alrubor que acabo de utilizar. Paso rímel por mis pestañas y delineo un poco por encima delos párpados, trazando una línea fina en él para resaltar mis ojos. Consigo un maquillajeliviano, para nada cargado, natural. Pinto mis labios con un labial rojo fuego. La idea esimpresionarlo, que mire mis labios y quiera cometer el peor de los pecados. De fondo suenaListen to me de Dirty Heads con la intención de relajar un poco el ambiente de miapartamento.Mi gata me ha detectado triste y cada tanto se acerca a mí p
Tengo un nudo en el estómago, desconozco si es por los nervios o por las expectativas deesta noche. Sí, es totalmente por eso. Lo confirmo, son las expectativas que nublan mimente.Estaciona frente a un gran edificio.Me surge la intriga por saber si se trata de algún hotel suyo.—Hemos llegado —me informa en voz baja.Su mirada se intensifica; la mitad en la oscuridad de la noche y la otra mitad iluminadapor las luces del tablero del coche y las luces de la calle. Se desabrocha el cinturón y yo loimito. Estoy nerviosa. Él me intriga muchísimo.Apaga el coche, sale de él, no sin antes dedicarme sonrisa cálida, y lo rodea con unagran elegancia. Abre mi puerta, me coge de la mano y me ayuda a salir de él. Todo uncaballero.La acera está mojada debido a la lluvia de hace unas horas, las palmeras que estánposicionadas en medio de la calle se agitan un poco y las luces de la entrada al gran edificiome sacan de toda oscuridad.Se levant
No sé cuál es el detonante para que mi identidad salga a la luz en plena cita con un tipo quees capaz de mojar mis bragas con tan solo ponerme los ojos encima.La única iluminación es la chimenea chispeante, que imana su calor de una formaagradable. Estoy a la luz del fuego. Una iluminación divina, pero cruelmente dolorosaporque recordé quién soy.Culpo al fuego, y no sé por qué.—Soy una joven que fue criada por dos ancianos luego de ser abandonada en ungranero por mi madre biológica, la diosa Artemisa. Apenas mis abuelos fallecieron, unamujer llamada Beatriz, hija de estos, me convenció con un juego de palabras que ella era mimadre biológica terrenal. Fue fácil hacerle creer a una niña de nueve o diez años eso,porque, claro, ¿cómo defenderme diciendo que yo era hija de una persona que no existía enesta tierra? Fue tanta su insistencia que falsificó unos papeles de ADN para tenerme a sumerced y para que el estado le abalara mi tutela. Qu
Tener sexo toda la noche con Matt me llevó a plantearme si realmente es la primera vezque experimento tener relaciones. No me duele nada. Imaginé que ocurriría como en laspelículas y los libros: dolor, incluso sangrado. Pero nada de eso ocurrió. No es que estépreocupada por eso en particular, sino que lo que más me inquieta es la idea de que quizáno era virgen. Temo no recordar mi primera vez, si es que la tuve.Al borde de no dormir y ver el amanecer resplandecer desde el ventanal gigantesco de lahabitación, me encuentro despejada en la cama del enigmático Matt Voelklein. Giro el rostropara verlo; está sereno. Duerme con el rostro pegado a su almohada de un tono verdeoscuro, por debajo de ella tiene su brazo y el otro me abraza por encima del vientre. Comoestá de cara a mí, tengo la oportunidad de examinarlo bien por primera vez en mi vida. Su hermoso rostro parece más joven y relajado, como si no hubiera conciliado el sueño haceya tie
¿Qué pasaría por tu mente si de la noche a la mañana te enteras de que tienes un maridoguapísimo y una vida que no recuerdas?Porque yo, si soy franca, soy un manojo de nervios con un manuscrito contra mi pecho.Estoy ante un hombre hermoso con signos de llanto que está agachado frente a mí con sus rodillas flexionadas y con sus manos en mi regazo. Me observa con tristeza y granpreocupación.Solo he visto la faceta fría y calculadora de Matt, y hoy, ante mí, tengo a un hombrevulnerable con una desesperación que me ablanda el corazón.—Dime, por favor, que me crees, Amy —me suplica en un susurro.No soy capaz de decir nada. Lloro asustada con toda esta situación abrumadora.—Sí. Debo ir a trabajar —logro excusarme en voz baja.Cierra los ojos con gran pesar y asiente con la cabeza.Me levanto de la silla con la intención de salir del despacho. Necesito espacio. No puedodejar de llorar.¿Por qué fueron tan crueles los dioses como para
Si se trata de una fiesta en plena noche y el clima está bastante fresco, es mejor elegir unvestido de manga larga blanco con cuello de encaje del mismo tono en corte V y un cinturóndorado ajustado en mi cintura. La parte de la falda está compuesta por volados biendefinidos. Aunque es algo corta, estiliza mis piernas. Lo conseguí en una tienda. Me saliócarísimo, pero vale la pena si Matt me llevará a una fiesta. Además, tengo la intuición deque es algo importante.Quiero estar bonita y presentable.Mientras me alisto colocándome una gargantilla y unos zapatos que hacen juego con elvestido, observo el manuscrito sobre mi escritorio junto a la computadora.Se me instala un nudo en el estómago.¿Yo escribía con Matt en mi tiempo libre? ¿Por qué se tomó la molestia de imprimirlo?¿Acaso fui yo la que lo hizo en algún tiempo atrás? Dios, me da pavor pensar que él ya leyómis escritos.Me dejo caer en la cama bocarriba. Mi techo está tan blanco
No sé por qué se me ha cruzado por la cabeza decirle al hermano de Matt que es mi novio.Creo que fue por la desesperación de la ocasión. Jamás creí que diría que un hombre tanguapo como Matt es mi pareja.Me siento nerviosa.¿Cómo me he atrevido a decir algo así? Sé qué él es mi esposo en algún recuerdolejano, pero por el momento me siento una completa desconocida, incluso me sientoofendidísima porque él no me ha dicho que aquella es su fiesta de cumpleaños. Dios mío,no le he dado un regalo. Me siento mal y culpable. Quiero regañarlo por no avisarme.—Cariño —se acerca un poco y posa su mano en mi espalda—, iré a charlar un rato conMax. No me tardo. —Me da un beso en la mejilla.Max se despide de su mujer con un tierno beso.Ambos hombres se marchan y se pierden entre la multitud.La belleza masculina de los hermanos Voelklein me deja fascinada.—Disculpa el descaro de mi pregunta, pero ¿tú eres la hija de Afrodita? Eres bellísima—me