El comienzo de la semana me resulta espantoso. Empecé a trabajar más temprano en el
Blue Moon y estamos atascados de clientes. Ya me quemé con café por tercera vez en lasmuñecas. Estoy a toda prisa; atiendo, tomo pedidos y cobro en caja. Cambio y vuelvo aatender. Me olvido de lo que me piden y les pido, por favor, que me lo repitan. La clientelaestá difícil. En mi mente solo merodea el nombre Matt Voelklein y con él todas las imágenesplacenteras del fin de semana.Él comprando el club nocturno Zinza, él en mis relatos contra un ventanal y, sobre todo,
en mi pecho entre juegos. Me tenso, lo recuerdo, me ruborizo y meneo la cabeza. Lashormonas, son las hormonas.No he recibido ningún mensaje suyo, y no es que me preocupe. Somos un equipo detrabajo. Sí, así puedo decirlo. Eso me da tranquilidad. Decir que es mi musa me tensa, meprovoca un revoltijo nervioso en el estómago. Él es todo lo que quiero, pero no me ve comoalgo más, y lo entienBebe y observa su bebida con desinterés, como si no acabara de ofrecer la vida de un serhumano al mejor postor, como si el dinero fuera el pecado que enerva su sangre, queacrecienta su idiotez y que ciega su razón. Me llego a plantear incluso si es mi culpa y enqué momento fallé como hija para terminar vendida a alguien que me vio bailar alguna vezen aquel polvoriento club. Nunca conocí la protección de mi madre, solo la de mi abuela,que fue la calidez y la sonrisa de mi desolada existencia. Una mujer independiente, brillantey de hermoso ser que pagaba mis clases de baile, me iba a ver en cada ensayo y nuncafaltaba a ningún recital de la escuela. Siempre despreció a Beatriz por sus malas decisionesy me alejó de sus mañas adictivas, como drogas y noches de ausencia. Siempre supedónde estuvo mi madre mientras mis abuelos me criaban.—¿Cómo pudiste hacerme esto? —Aprieto los dientes, me duelen, y las lágrimasqueman mis ojos—. ¡¿Qué te hice?! ¡
No sé qué ha hecho y por qué, solo creo que me ha salvado la vida.¿Dije «creo»? ¡Él me ha salvado la vida! Estoy tan agradecida, tan sensible que micuerpo reaccionó echándome a sus brazos y besándolo con devoción, con una necesidadcegada por la gratitud, por la felicidad que me posee, por un calvario que evitó que yoviviera a manos de un hombre que él conoce. Y que es… ¿su padre? ¿Oí bien? Dios mío.Aún me estremezco por los espasmos del llanto, pero poco a poco me calmo. Puedorespirar luego de estar varias horas sumergida en el mar, donde me ahogaba por una mujerque me lanzó para salvarse a ella misma.Separo mis labios de los de Matt con lentitud. Él está inmóvil, ya que lo he tomado porsorpresa. En silencio, vuelvo a sentarme correctamente en mi asiento, lo miro rota y lesuplico por dentro que diga algo.—Lo siento —me disculpo en un pitido de voz que se pierde en el interior del coche—.Es que usted… me ha salvado la vida, señor Voelkl
«Quiero denunciar a Beatriz Shells, mi madre biológica».Esas fueron mis primeras palabras en la estación de policía de California.Una mujer tomó mi denuncia y mis declaraciones. Asimismo, no tardó en tomarme losdatos necesarios y pedir una orden de restricción contra ella.La trata de personas es ilegal y nefasta, sobre todo un tema cancerígeno en el mundo.Lo que hice fue una prohibición cautelar decretada contra el inculpado con la finalidad deproteger a la víctima y que prohíbe a este residir o acudir a un determinado lugar oaproximarse o comunicarse con aquella.Beatriz quiso venderme como si no valiera nada. No solo recurrí a Matt para que ella meliberara, también recurrí a la justicia para tratar de sacar de mi vida a esa mujer asquerosa yalejarla de mí.Me tomaron la denuncia, cosa que agradecí. Aunque fui a la estación con el corazón enla boca y con un miedo inexplicable, con el papel en mi mano me siento segura. Ahora deboapro
Retroceder para poder procesar la información le ha permitido tener ventaja y meterse en miapartamento y sentarse en mi pequeña mesa blanca con sus cuatro asientos mientrasespera a que yo regrese de mi estado de trance pensativo sin volverme loca.Cierro la puerta en silencio.Tengo a una desconocida adentro que no logro recordar.Miro su rostro juvenil con pinta de ser inocente. No sé si hay maldad en su ser como paravenir a atormentarme con tantas personas en el mundo para joderles la vida.«Infancia, adolescencia, adultez».«Infancia, adolescencia, adultez».Cada vez que intento ahondar en mi pasado, me agarra un horrible dolor de cabeza, deesos dolores punzantes que deseas que desaparezcan o te arruinarán el día.Sacudo la cabeza.Eso me ha pasado hace ya tiempo.Creo que intento unir cabos sueltos en mi mente a partir de ahora.Me siento una estúpida por intentarlo en este preciso momento.—¿Cómo que tú…? ¿Tú eres hija de Beatriz
Me pongo los mejores aretes que tengo en mi estuche. Tengo los ojos inflamados por elllanto, pero estoy de pie y no pienso caer. Trago con fuerza frente al espejo. Hay unajovencita entristecida de ojos grises y cabello castaño larguísimo, el cual es lacio y sehondea en las puntas gracias al rizador que acabo de apagar. Nariz pequeña y respingona,algo pálida por la falta de sol, cejas perfectamente depiladas y mejillas sonrojadas gracias alrubor que acabo de utilizar. Paso rímel por mis pestañas y delineo un poco por encima delos párpados, trazando una línea fina en él para resaltar mis ojos. Consigo un maquillajeliviano, para nada cargado, natural. Pinto mis labios con un labial rojo fuego. La idea esimpresionarlo, que mire mis labios y quiera cometer el peor de los pecados. De fondo suenaListen to me de Dirty Heads con la intención de relajar un poco el ambiente de miapartamento.Mi gata me ha detectado triste y cada tanto se acerca a mí p
Tengo un nudo en el estómago, desconozco si es por los nervios o por las expectativas deesta noche. Sí, es totalmente por eso. Lo confirmo, son las expectativas que nublan mimente.Estaciona frente a un gran edificio.Me surge la intriga por saber si se trata de algún hotel suyo.—Hemos llegado —me informa en voz baja.Su mirada se intensifica; la mitad en la oscuridad de la noche y la otra mitad iluminadapor las luces del tablero del coche y las luces de la calle. Se desabrocha el cinturón y yo loimito. Estoy nerviosa. Él me intriga muchísimo.Apaga el coche, sale de él, no sin antes dedicarme sonrisa cálida, y lo rodea con unagran elegancia. Abre mi puerta, me coge de la mano y me ayuda a salir de él. Todo uncaballero.La acera está mojada debido a la lluvia de hace unas horas, las palmeras que estánposicionadas en medio de la calle se agitan un poco y las luces de la entrada al gran edificiome sacan de toda oscuridad.Se levant
No sé cuál es el detonante para que mi identidad salga a la luz en plena cita con un tipo quees capaz de mojar mis bragas con tan solo ponerme los ojos encima.La única iluminación es la chimenea chispeante, que imana su calor de una formaagradable. Estoy a la luz del fuego. Una iluminación divina, pero cruelmente dolorosaporque recordé quién soy.Culpo al fuego, y no sé por qué.—Soy una joven que fue criada por dos ancianos luego de ser abandonada en ungranero por mi madre biológica, la diosa Artemisa. Apenas mis abuelos fallecieron, unamujer llamada Beatriz, hija de estos, me convenció con un juego de palabras que ella era mimadre biológica terrenal. Fue fácil hacerle creer a una niña de nueve o diez años eso,porque, claro, ¿cómo defenderme diciendo que yo era hija de una persona que no existía enesta tierra? Fue tanta su insistencia que falsificó unos papeles de ADN para tenerme a sumerced y para que el estado le abalara mi tutela. Qu
Tener sexo toda la noche con Matt me llevó a plantearme si realmente es la primera vezque experimento tener relaciones. No me duele nada. Imaginé que ocurriría como en laspelículas y los libros: dolor, incluso sangrado. Pero nada de eso ocurrió. No es que estépreocupada por eso en particular, sino que lo que más me inquieta es la idea de que quizáno era virgen. Temo no recordar mi primera vez, si es que la tuve.Al borde de no dormir y ver el amanecer resplandecer desde el ventanal gigantesco de lahabitación, me encuentro despejada en la cama del enigmático Matt Voelklein. Giro el rostropara verlo; está sereno. Duerme con el rostro pegado a su almohada de un tono verdeoscuro, por debajo de ella tiene su brazo y el otro me abraza por encima del vientre. Comoestá de cara a mí, tengo la oportunidad de examinarlo bien por primera vez en mi vida. Su hermoso rostro parece más joven y relajado, como si no hubiera conciliado el sueño haceya tie