Antonio nos sirvió los menú. Katty nos contó sus aventuras periodísticas, sus entrevistas, en su móvil nos mostró sus fotos con grandes artistas, había estado en Louvré, Del Prado, Rijksmuseum, Acrópolis y Gemäldegalerie entre tantísimos otros lugares históricos y museos de mucha fama. Estuvimos creo, tres horas departiendo, hablando y haciendo chistes. A ella no le importaba el tiempo. La llamaban de la revista y le decían que tenía un reportaje en tal o cual sitio y Katty solo decía "ya", y seguía hablando y hablando, entusiasmada, sin dejar de contemplar los ojos de Hughes. -Eres un hombre muy tierno, Frederick-, le dijo ella cuando, finalmente, se despidió. Ella se puso de pie, jaló su falda, arregló sus pelos y acercó su mejilla para Hughes la bese. Él, sin embargo, estaba entre maravillado y dubitativo. Se balanceaba en la duda. -Usted es muy encantadora, Katty-, le dijo después de un rato, Frederick y de repente él ¡pum! la besó a ella en la boca. Ya se imaginarán,
Yo estaba a cargo de la clínica porque Brown había viajado a otra ciudad para participar en una conferencia muy importante con galenos y especialistas de todo el mundo. Le pedí a Jessica que me reemplace y fui en mi auto a toda prisa a la casa de Marcus. Bajé apurada del carro. Marcia me esperaba en la puerta. -Creo que se han ido a un hotel escondido en los suburbios-, me detalló. Conocía ese alojamiento. Volví a mi carro y recorrí a toda prisa la avenida, hasta aquel hotelucho escondido en medio de árboles tupidos, arbustos crecidos y muchas sombras haciéndolo oculto y discreto. El dependiente me miró con cara de pocos amigos. -¿Quiere un cuarto?-, me dijo mirándome de pies a cabeza. -Estoy buscando a un amigo, se llama Marcus Green-, le dije. Yo tenía la cara duchada de sudor, mi corazón latía de prisa en el busto y sentía truenos y relámpagos estallando en mi cabeza. Las piernas se me doblaban. -Lo siento, este hotel respeta la intimidad y privacidad de nuestros huéspedes-,
Leonela estaba demasiado nerviosa. Llegó por la mañana a mi casa. Desayunó con mis padres y con Jovana porque yo había tenido turno toda la madrugada. Descansaría todo el fin de semana, por lo que queríamos aprovechar para concretar la cita con el tal "Flecha". El romance entre el poeta y mi amiga había seguido y se mandaban incluso poemitas muy picantes a sus respectivas cuentas personales. Yo, en realidad, me suponía eso porque a mí ya nadie escribía, menos, por supuesto, "Flecha" je. ¡¡¡Todos me ignoraban, ahora!!! Había dejado de publicar poemas también. Mi fanatismo por Marcus acaparaba mis pensamientos y tenía bastante trabajo en la clínica. Mi nueva preocupación se llama Jefersson Wait que aunque estaba respondiendo muy bien a las terapias, temía que pudiera tener otro arrebato y ésta vez consumar sus tendencias suicidas. Llegué a la casa cerca de las nueve mañana muy cansada, despeinada, ojerosa, bostezando y con mis zapatos en las manos porque mis piecitos hacían bum bu
El domingo me dediqué a poner muy hermosa a mi amiga. Le peiné la cabellera a Leonela y la maquillé bien, le puse sombras en sus ojitos y me preocupé en pintarle las uñitas y los labios para que se vea súper sexy y cautivante. Al final Leonela lucía bellísima y estaba plenamente segura que el tal "Flecha" caería rendido a sus pies. Le presté uno de mis vestidos. Ella había traído solo ropa casual. -Es una cita especial, tonta, es mejor que lleves un vestido elegante, sensual, entallado, que resalte tu belleza-, le reclamé. Elegí uno violeta con poco escote y apropiado para una velada formal como la que iba a tener mi amiga en un restaurante exclusivo. Llevaría además zapatos blancos abiertos, pantimedias y una cartera de mano. Le presté, también mis pendientes de aros para que luzca bastante coqueta. Al final, Leonela quedó convertida en una reina de belleza. La cita era a las 7 de la noche, así es que llegamos cinco minutos más tarde porque queríamos ver primero al tal "Flecha"
"Flecha" trajo de regreso a mi casa a Leonela pasadas las dos de la mañana, no tuve que ir a recogerla. Ella ye me había enviado un mensaje de texto informándome que Claudio, así se llamaba el tal "Flecha", estaba con su carro y que la llevaría a la casa, que no me preocupara, sin embargo la esperé en vela, nerviosa e impaciente. Los vi llegar en un auto muy elegante, moderno, aerodinámico, corrí y abrí la puerta, pero no salí, me escondí detrás de las cortinas de la ventana. Él era bastante alto, buen mozo, de excelente porte, parecía un deportista, muy sobrio y elegante, pulcro en su manera en que caminaba junto a mi amiga, hablándole y riéndole, seguro diciéndole que la habían pasado muy bien. La acompañó hasta la entrada y cuando finalmente se despidieron, la besó tiernamente en la boca. Debió ser muy excitante porque mi amiga cerró los ojos, se estremeció y hasta levantó un pie extasiada. Yo trataba de ver pero me era difícil. Luego Claudio subió a su carro y se marchó igual c
Me puse muy hermosa para ir a ver a Marcus. Me la pasé casi dos horas arreglándome y maquillándome y elegí mi mejor vestido, aquel que resaltaba mis curvas, mis amplias caderas y destacaba mi busto como un gran globo, lo que no podría pasar desapercibido por él. También me puse pantimedias y una cartera de mano. Mi madre me miró sorprendida. -¿Vas a atender a un paciente o acudes a una cita romántica?-, me dijo encandilada por lo bellísima que estaba. -Quiero impresionar a Marcus-, moví coqueta mis hombros. Mi mamá no conocía a Green y yo le había contado muy poco sobre él. -Es un hombre muy dulce, simpático y romántico-, le dije. -Es mejor no te ilusiones, hija, no olvides que es tu paciente, no confundas las cosas-, me advirtió mi madre. Ella tenía razón pero yo estaba ilusionada por él. Justo en el momento que me dirigía a mi auto, me llamó la madre de Marcus. -Doctora, yo sé que hoy le toca terapia a mi hijo, pero él ha salido y me ha dicho que cancela la cita-, me di
Dos días después, me llamó Fabiola, bastante entusiasmada, riendo a cada momento. -Buenas noticias, doctora, la señora Green pagó la terapia de esta semana y se ha comprometido con seguir pagando las consultas de las atenciones de Marcus-, me dijo con un tonito eufórico que me contagió. Eso me devolvió el buen ánimo, porque entonces podría seguir visitando y viendo a Marcus y continuar con su tratamiento. Yo ya pensaba haberlo perdido definitivamente y sin embargo, ahora podría volver a seguir disfrutando de sus ojos brillantes y su sonrisa tan mágica y encantadora. Sin embargo Marcia, me escribió a mi móvil, casi al momento, derribando de un certero plumazo todas mis alegrías y entusiasmo. -Andrea, hay serios problemas entre Marcus y su madre, él ya no quiere seguir las terapias, dice que Julissa lo hace muy feliz y que se irá a vivir a su lado, que él jamás ha estado enfermo, que no se puede cambiar el hecho que él no pertenece a estos tiempos y que Julissa, en cambio, lo hace mu
El esposo de Julissa había vuelto atacar la casa de Marcus. Ésta vez había disparado perdigones estrellándolos en las paredes y astillando las ventanas. La mamá de Marcus presentó de inmediato la denuncia policial. El sujeto tenía, ahora, orden de captura acusado de intento de homicidio. Sin embargo estaba no habido y por lo tanto seguía siendo un peligro latente para Green, para su madre y también para las chicas que trabajaban en la casa. Pese a ello, Marcus desafiaba el peligro, sin importarle las amenazas o que el esposo de Julissa tenía la intención de volarle la cabeza y no solo sacaba a pasear a sus tres perros en forma cotidiana, sino que seguía frecuentando a sus amigas y se veía aún más con Julissa, a escondidas, haciendo el amor en el auto de ella o metidos en cualquier hotelucho de la zona, a sabiendas que el marido estaba pendiente de las traiciones de su mujer y dispuesto a reventarle la cabeza a Marcus igual fuera una gran calabaza. A Marcus parecía no importarl