Yo había seguido escribiendo poemas. Después que Marcus Green se fugó con Julissa, empecé a garabatear muchos versos, queriendo plasmar en rimas la inmensa decepción que me había significado él. Yo estaba, en realidad, muy herida y lastimada y sentía que él me había pagado bastante mal. Y en ese trance fue que se apoderó de mi corazón, Louis. Y entonces cambié mi depresión por numerosos versos enamorados y románticos, prendada de aquel hombre que se había apoderado, de repente, de mis pensamientos. -Tengo algunos poemitas-, arrugué coqueta mi naricita. -Lo quiero ya-, mordió un pan Antonella haciendo estallar muchas esquirlas. Esa noche le mostré mis poemitas a Louis mientras paseaba con él por el parque que está cerca a la casa. -Los hice pensando en ti-, le confesé. Mi enamorado parpadeó sorprendido y empezó a leer ávido mis rimas y versos. -Este me encanta-, me dijo, dándome un besote en la boca. Se llamaba "Te amo". Me pidió riéndose que se lo recitara y que lo se
Llamé, entonces, a la madre de Green, a Glasgow. Yo tenía su número, ella me lo había dado cuando las cosas iban de maravillas con Marcus. Pensé que la mujer me había bloqueado, sin embargo su móvil timbró y al rato contestó ella. -¿Doctora Povilaityté?-, se sorprendió. -No he tenido informaciones de Marcus, desde que se fue con Julissa, nadie da razón de él-, le dije la verdad. Yo no sé si la mamá de él sabía que yo estaba muy enamorada de su hijo, como lo había notado Marcia. Nunca me lo dijo tampoco. El trato con ella siempre fue frío, calculador, distante, gélido, incluso. -Yo tampoco sé nada de él, doctora, desapareció de nuestras vidas por completo-, lamentó ella muy dolida. La madre de Green se dedicaba a sus negocios. Tenía muchas empresas y eso le absorbía su tiempo. Estaba muy feliz, además, con sus nietos, los hijos de su hija, la hermana de Marcus, que vivía en Escocia. -Si lo ves o hablas con él, dígale que es un ingrato-, me dijo ella molesta y colgó. C
Louis me invitó a cenar. Eso fue en la mañanita que fui a comprar pan para el desayuno. También mantequilla y aceitunas. Nos dimos un besote en la boca sin importarnos la larga fila de personas que querían comprar, igualmente, sus panes. -¿Me aceptas el honor de cenar contigo?-, me dijo él muy romántico, encandilado a mis ojos, sonriendo tímidamente. Abaniqué mis ojos encantada. -Pero que sea una opípara cena-, me reí. Los amigos de Louis lanzaron un largo oooohhhh que nos azoró a los dos. Igual acepté. Cuando me iba rumbo a la casa, Louis me dijo que me pusiera muy bonita porque era una ocasión especial. A mí todas las citas con Louis me parecían especiales, je. Él me había devuelto la sonrisa, la alegría y la poesía que las perdí con la terrible desilusión que me significó Marcus. Los poemas que le presenté a Antonella para el nuevo libro estaban, en un noventa por ciento, inspirados en mi nuevo amor. Y el resto, no lo voy a negar, le cantaba a mi decepción de no haber sido cor
Tuve que atender otros casos, también leves, cuadros de paranoia en su mayoría, y una chica adolescente que se rehusaba hablar y que era porque su padre le prohibió verse con su enamorado, un compañerito de colegio que resultaba bastante conflictivo, y el papá consideraba que se trataba de una mala influencia para su hija. Yo había llevado mi vestido rojo, entallado, largo, con una audaz abertura hasta el medio muslo, para la cita con Louis. Me puse pantimedias y también había llevado mis zapatos rojo, con tacto catorce, además de una cartera de mano y mis alhajas. Me maquillé muy bien y dejé que mis pelos resbalen sobre mis hombros para tener un aire más seductor. -¿Preparándote para una noche inolvidable?-, me sorprendió Jessica, ya cambiada, perfumándome en los vestidores de la clínica. -Ay, una se demora dos para ponerse hermosa pero los hombres nos desnudan en menos de un minuto ja ja ja-, me reí. -Ay, mi novio es tan impaciente que ya me ha estropeado un centenar d
Apenas salió a la venta mi segundo poemario, "Te amo", se desató la conmoción en las librerías. Las ventas se agotaron de inmediato y la demanda se infló como globo aerostático. La editorial tuvo que sacar de inmediato una segunda edición, casi al momento, y colgar en las redes las poesías que integraban mi libro porque los pedidos del extranjero también se multiplicaban a cada hora. De la noche a la mañana, me había convertido en un suceso literario. Esa mañana llegué a la clínica cargada de libros para regalar a mis amigos y pacientes, autografiados y con dedicatoria, je. Apenas me vieron todos me saludaron efusivamente, dando hurras y vítores. Las felicitaciones iban y venían. Ya imaginarán, yo estaba súper emocionada. También le di un ejemplar autografiado con su respectiva dedicatoria al doctor Brown. -Me sorprendes mucho, Andrea, eres una chica súper romántica-, me dijo él, hojeando los versos y rimas que había insertado en mi nuevo libro. -Siempre me gustó escribi
Antonella organizó una sesión de autógrafos en la editorial. La promoción fue intensa en diarios, revistas, webs, la radio y la televisión. -La nueva estrella de la poesía, Andrea Povilaityté, firmará autógrafos y hará dedicatorias de su nuevo poemario, "Te amo", no se lo pierda-, decía la promoción y que incluía la voz de una conocida actriz de televisión recitando uno de mis poemas, y que le había gustado muchísimo a Antonella. Se llamaba, simplemente, "Tú" y que yo lo había hecho pensando en Louis. -Tú me haces vivir llena de ilusiones y eres el sentir que pinta mi cielo de azul. Tú llevas en los ojos, mi fe y tienes en tu ser mi ilusión, prendida como una luz. Tú estás siempre en mis pensamientos y te adoro con todo mi corazón y deseo que me envuelvas por siempre con tu piel. Tú eres un regalo del cielo, me llenas de amor y vistes mis sueños de tul- Me encantaba oír a esa renombrada actriz, con su exquisita voz, tan dulce y cade
"Flecha" y Leonela se comprometieron a casarse en la casa de ella. Eso fue un viernes por la noche. Mis padres no querían ir. -Es muy lejos, hijita, y esa ciudad me trae malos recuerdos-, insistía mi papá molesto, pero mi mamá lo convenció. -Es una ocasión especial, Džiugas, no vas a dejar que tu hija viaje tan lejos, arriesgando su vida-, le disparó mamá en medio del corazón. Me puse un vestido verde claro, muy ceñido y que llegaba a la rodilla. Mi padre también se molestó por eso. -¿A quién van a pedir la mano? ¿A ti o a tu amiga?-, echaba chispas papá. Y es que yo me veía muy provocativa, con mis curvas rebosantes, el escote perfecto evidenciando mi canalillo y los pechos redondeados y muy insinuantes. Yo me reía mucho. -Ay, padre, me gusta que me miren, pues-, le decía sin dejar de reírme. Fuimos en mi auto. En realidad no era un viaje tan largo. La otra ciudad no se encontraba muy distante. Habíamos tenido muchos problemas con los vecinos por el mal carácter de mi padre,
Por fin llegamos a la casa de Leonela, casi a la hora prevista en que se haría la pedida de mano. El tránsito estuvo pesado, tuvimos que desviarnos por otra ruta, pero finalmente logramos arribar sanos y salvos a nuestro destino, je je je. Habían muchos carros, ya, estacionados frente a la vivienda y retumbaba la música, a todo volumen. Era una fiesta. Habían invitados en los jardines, brindando, hablando y riendo. El ambiente estaba muy animado. Yo esperaba una pedida de mano algo formal, breve, sencilla, íntima, sin embargo encontraba mucha algarabía, regocijo y sobre todo bastante trago. A mi amiga Leonela le gustaban esas diversiones, disfrutar el momento y la algarabía. No debía extrañarme en realidad. -Todos los hombres te van a mirar-, seguía fastidiado mi padre por mi vestido tan estrecho. -Es la idea, papá, que me miren, je je je-, bajé y cerré bien el carro y nos dirigimos los tres a la puerta de la casa de Leonela. Y en efecto, mi vestido súper entallado convulsi