Dan se quedó paralizado al reconocer a Dianco De Luca frente a él. Su rostro perdió todo el color de golpe mientras un escalofrío de miedo le recorría la espalda. Tardó unos segundos en recuperar el habla, su mente aún trataba de procesar la impactante revelación.—¿Dianco De Luca? ¿Qué... Qué hace usted aquí? ¿Cómo nos encontró? —balbuceó Dan con voz temblorosa, antes de soltar la pregunta que más le atormentaba— ¿Maya es su hija?Dianco lo miró con frialdad, sin una pizca de compasión en sus duros ojos. Su postura era amenazante.—Eso no importa ahora —lo cortó bruscamente, sin molestarse en aclarar la duda sobre su parentesco con Maya— Lo que importa es que ella está en peligro y necesita atención médica urgente. Así que más te vale cooperar conmigo si quieres salvar su vida y la de ese niño que lleva en su vientre.Dan tragó saliva con dificultad, sintiendo como si una mano helada le oprimiera el corazón. Sabía que no tenía opción, la vida de Maya y el bebé eran lo más importante
Los días siguientes transcurrieron como en una bruma para Maya. Pasaba la mayor parte del tiempo sedada o pérdida en su propio mundo de dolor. Se negaba a comer, a hablar, a aceptar que su hijo estaba muerto. No había consuelo posible para una pérdida así.Dianco no se apartó de su lado en ningún momento. Supervisaba personalmente sus cuidados, se aseguraba de que nada le faltara. Pero no había atisbo alguno de lástima o compasión en su rostro, sólo una fría determinación. Poco a poco, la condición física de Maya fue mejorando. Las heridas de su cuerpo sanaban, aunque las de su alma seguían tan abiertas como el primer día. Ya sin la excusa de los fármacos, se sumió en un silencio denso y pesado, negándose a dirigir la palabra a nadie, ni siquiera a Dianco.Finalmente, diez días después de dar a luz, los médicos firmaron su alta. Maya salió del hospital como una sombra de sí misma, pálida, demacrada y con una expresión ausente que daba escalofríos. Si Dianco esperaba un agradecimient
Un escalofrío recorrió a Maya de pies a cabeza al imaginar los horrores que la aguardaban, pero no había escapatoria posible, estaba atrapada y sabía que no podría librarse.Como un animal llevado al matadero, se dejó guiar por Dianco hasta la camioneta blindada que los esperaba en la pista, sus pasos eran mecánicos, desprovistos de voluntad. Era como si su espíritu ya se hubiera rendido.Mientras el vehículo se alejaba del hangar, Maya contempló el paisaje a través de la ventanilla con ojos vacíos, los recuerdos de los últimos meses se arremolinaban en su mente, atormentándola sin piedad. La felicidad y angustia que había sentido al descubrir que estaba embarazada, su huida desesperada con Dan, la promesa de una nueva vida lejos de todo el dolor y la oscuridad,.Y luego, el brutal despertar, la aparición de Dianco, la pérdida desgarradora de su bebé, la revelación de su verdadero origen, todo se había derrumbado como un castillo de naipes, dejándola hundida en un pozo de desesperac
Maya soltó un grito ahogado, más por la impresión que por el dolor, se llevó una mano temblorosa a la mejilla enrojecida, mirando a Marcus con ojos desorbitados por el miedo.—Eres una maldita mentirosa —siseó él, sus facciones estaban contorsionadas en una mueca de desprecio— Una zorra embustera, igual que la traidora de Miranda, pero te juro que voy a sacarte la verdad, Maya, así tenga que arrancártela de la manera que sea.Se acercó de nuevo a ella con paso amenazador, sus manos estaban cerradas en puños a los costados, Maya se encogió sobre sí misma, aterrada.Pero justo cuando Marcus estaba a punto de alcanzarla, unos golpes apresurados sonaron en la puerta de la habitación, seguidos de la voz urgente de uno de sus hombres.—¡Jefe, tenemos un problema! Los Carotti atacaron uno de nuestros almacenes, hay varios muertos y la mercancía ha desaparecido.Marcus se detuvo en seco y soltó una maldición por lo bajo, se pasó una mano temblorosa por el cabello, dividido entre su sed de ven
Maya permanecía en trance. Marcus sintió que una daga se clavaba dentro de su pecho, sabía que él era el culpable de aquello.—Maya, mírame, soy yo, Marcus, tienes que reaccionar, vamos...—¿Marcus? —balbuceó ella con voz débil, parpadeando lentamente— ¿Eres tú? Yo... lo siento tanto... no quería... no quería traicionarte...Un sollozo desgarrador brotó de su garganta y más lágrimas se deslizaron por sus mejillas, Marcus sintió cómo algo se desgarraba en su interior al verla así, tan vulnerable y consumida por la culpa.—Shh... tranquila, no hables —la acunó contra su pecho, meciéndola con suavidad— estás ardiendo en fiebre, tengo que bajarla.Se levantó con ella en brazos y la llevó hasta el baño, donde la metió en la ducha sin molestarse en quitarle la ropa, abrió el grifo del agua fría y dejó que el chorro empapara sus cuerpos, esperando que eso ayudara a calmar el fuego que parecía consumirla por dentro.Maya se estremeció y soltó un gemido ahogado, aferrándose a él con desesperac
Dianco apretó los puños a los costados, tragándose las ganas de borrarle esa expresión arrogante en la cara de Marcus de un puñetazo.—Haré lo que sea necesario para proteger a mi familia y mis intereses —replicó con frialdad— Sé que Maya ha cometido errores, pero también sé que eres el único que puede mantenerla a salvo. Cásate con ella, Marcus, cumple tu palabra y sella nuestra alianza de una vez por todas.Una sonrisa torcida curvó los labios de Marcus.—¿Y si me niego? ¿Y si decido que no quiero atarme a una mujer que me ha traicionado de la peor manera?—Entonces atente a las consecuencias —lo cortó Dianco bruscamente— Porque te juro que moveré cielo y tierra para destruirte, Marcus. Te haré pagar por cada lágrima, por cada herida que le has infligido a Maya, y no descansaré hasta verte hundido en la miseria, suplicando clemencia a mis pies.Se sostuvieron la mirada en un duelo silencioso durante largos segundos, midiéndose, evaluándose mutuamente. Finalmente, Marcus dejó escapar
Ya Dianco había puesto sobre aviso a Marcus sobre la cirugía del supuesto tumor a la que había sido sometida Maya de emergencia, por lo que no le pareció extraño observar la cicatriz en la parte baja de su vientre. Sin decir palabra, tomó el vestido de novia y lo sostuvo abierto, invitándola a deslizarse dentro con un ademán imperioso. Maya tragó saliva con dificultad antes de dar un paso vacilante y meterse en la prenda, dejando que la blanca tela se amoldara a su cuerpo mientras Marcus la acomodaba con manos rudas pero eficientes.— No te resistas, no tiene caso — le advirtió él con voz gélida mientras ajustaba el ceñido corpiño al cuerpo tembloroso de Maya — Esta será tu boda, quieras o no.En cuestión de minutos, la tuvo completamente arreglada, con el velo cubriendo su cabello y las zapatillas calzadas en sus pies. Retrocedió un paso para admirar su obra, una sonrisa de satisfacción asomó en su rostro.— Hermosa — murmuró en un susurro grave, acercándose de nuevo para tomarla po
Maya contuvo un grito ahogado al reparar en su estado, uno de los ojos de Dan estaba hinchado a tal punto que estaba cerrado debido a los moretones. Tenía la nariz torcida, como si hubiese sido rota repetidas veces, y una costra de sangre seca le cubría el labio partido.— ¡Dan! — exclamó en un sollozo, detenida en seco.Los guardias la flanquearon de inmediato con una mirada severa, advirtiéndole en silencio que no se moviera ni un centímetro más. Marcus también contempló a Dan con una mueca fría, insensible a su estado lastimero.— La boda no podría estar completa sin tu presencia, hermano — le espetó con desdén — A pesar de tu repugnante traición, merecías ser testigo de cómo el hombre al que escogiste traicionar se queda con la mujer que tanto ansiabas.Dan le devolvió la mirada con una mezcla de dolor y resignación, sus ojos vidriosos posándose en Maya al fin.— Maya... yo... Lo siento tanto... — logró balbucear entre la sangre que se le acumulaba en la boca — Jamás quise que esto