Sus ojos rojos e hinchados comenzaron a cerrarse por el agotamiento, el llanto y las emociones tan intensas la habían dejado exhausta. Las siguientes horas transcurrieron en una bruma irreal para Maya, simplemente se dejó arrastrar por el sopor reconfortante del sueño que había reclamado su conciencia. Cuando al fin despertó, la noche había caído sobre la villa y las luces tenues del exterior apenas se filtraban por los pesados cortinajes de su habitación.— ¿Qué...? — musitó aturdida, tratando de ubicarse. A través de la oscuridad que reinaba en el lugar, logró distinguir una leve línea de luz que se colaba bajo la puerta que comunicaba con el pasillo exterior, le pareció escuchar ruido.— ¿Qué está pasando ahí fuera? — murmuró Maya frunciendo el ceño e incorporándose sobre el sofá.No tuvo que esperar mucho para obtener una respuesta, de pronto, una risa ahogada, femenina, se dejó escuchar débilmente al otro lado de la puerta, parecía venir de algún lugar del pasillo.Maya sintió
En la isla, Maya contemplaba el atardecer desde la terraza de la pequeña cabaña, aquel lugar paradisíaco se había convertido en su infierno personal, cada rincón le recordaba a su hijo perdido.—¿Disfrutando de la vista, querida? —la voz burlona de Marcus la sobresaltó,él se acercó por detrás, rodeando su cintura con brazos firmes. Maya se tensó ante su contacto, pero no se apartó.—¿Por qué, Marcus? —susurró con un tono de voz que delataba su infinita tristeza— ¿Por qué me torturas así? ¿No te basta con tenerme atada a ti?—Oh, mi dulce Maya —murmuró él contra su oído, su aliento cálido le erizó la piel— aún no comprendes la magnitud de tu traición. Destrozaste mi corazón, mi confianza, y ahora, yo destruiré cada recuerdo feliz, cada esperanza que albergues, hasta que no quede nada más que yo en tu mente y en tu alma.Maya cerró los ojos con fuerza, un sollozo estrangulado escapó de su garganta. Sabía que Marcus cumpliría su amenaza, que no descansaría hasta verla completamente so
Marcus decidió explorar la isla por su cuenta, antes de salir, se aseguró de que Maya quedará bajo la vigilancia de sus guardaespaldas.— Manténganla a salvo y no la pierdan de vista — les ordenó con severidad — Y manténganme informado de cualquier cosa inusual.— Sí, señor — respondieron al unísono.Marcus asintió satisfecho y se marchó, internándose en las calles del pintoresco pueblo costero, a medida que avanzaba, notaba las miradas curiosas y recelosas de los lugareños, algunos lo saludaban con educación, pero manteniendo cierta distancia.— Buenos días, señor — le dijo una anciana en un español — ¿Es usted amigo de la señorita Maya y el joven Dan? —Afortunadamente tanto Marcus, como Maya y Dan conocían un poco el idioma.Marcus se tensó al oír aquellos nombres, forzó una sonrisa y respondió en el mismo idioma.— Soy el esposo de Maya, Dan es... un viejo conocido.La mujer lo miró con sorpresa y cierta desconfianza.— Oh, ya veo... Es que pensábamos que la señorita Maya y el jove
Maya sintió que se le formaba un nudo en la garganta al ver la vulnerabilidad en su expresión. Armándose de valor, se acercó a él y tomó su rostro entre las manos con delicadeza.— Entonces déjame demostrártelo, Marcus — susurró con intensidad — Déjame mostrarte que soy tuya, en cuerpo y alma, que nunca dejé de amarte, a pesar de todos los errores que cometí.Sin darle tiempo a responder, lo besó con todo el amor y la pasión que había estado conteniendo, Marcus se quedó rígido por un momento, pero enseguida respondió con la misma intensidad, estrechándola contra su cuerpo como si quisiera fundirse con ella.Se besaron hasta quedarse sin aliento, perdidos en la necesidad de reconectar, de sanar las heridas que los habían separado. Cuando al fin se apartaron, ambos tenían la respiración agitada y los ojos brillantes de deseo.— Maya... — jadeó Marcus, acariciando su rostro con reverencia — Te amo tanto que duele, pero no sé si pueda olvidar...— Shh — lo silenció ella, poniendo un dedo
La mañana llegó demasiado pronto para el gusto de Marcus. Había pasado la noche inquieto, su mente atormentada por los recuerdos del pasado y la incertidumbre del futuro. Maya yacía a su lado, su respiración suave y acompasada contrastaba con la tensión que él sentía en cada fibra de su ser.Con cuidado de no despertarla, Marcus se levantó y se dirigió al baño, se miró en el espejo, notando las ojeras oscuras bajo sus ojos y la línea tensa de su mandíbula. —Tienes que mantener el control —se dijo a sí mismo —no puedes permitir que te vean débil.Cuando salió del baño, Maya ya estaba despierta, sentada en la cama con una expresión de preocupación en su rostro.— Buenos días — dijo ella suavemente — ¿Cómo te sientes?Marcus se acercó y se sentó junto a ella, tomando sus manos entre las suyas.— Como si estuviera a punto de enfrentarme a un pelotón de fusilamiento — admitió con una sonrisa torcida.Maya apretó sus manos, sus ojos estaban llenos de comprensión y amor.— Recuerda que eres
La mañana siguiente amaneció gris y nublada en Sicilia, como si el cielo reflejara el estado de ánimo de Marcus. Había pasado una noche intranquila, su mente atormentada por las revelaciones del día anterior. Con pasos pesados, bajó las escaleras hacia el comedor, esperando encontrar la villa vacía y poder lidiar con sus pensamientos en soledad.Sin embargo, al entrar en el amplio salón, se detuvo en seco. Allí, sentados a la mesa, estaban Antonella y Leonardo, sus rostros mostrando una mezcla de ansiedad y esperanza.— ¿Qué hacen todavía aquí? — espetó Marcus, su voz sonaba cargada de irritación — Les dije claramente que quería que se fueran.Antonella se levantó de inmediato, sus ojos ya llenos de lágrimas.— Marcus, hijo mío, por favor — suplicó, acercándose a él con pasos temblorosos — No nos eches, no tenemos a dónde ir.Marcus retrocedió, incapaz de soportar la cercanía de la mujer que lo había abandonado tantos años atrás.— Ese no es mi problema — respondió fríamente — Ustedes
Marcus se encontraba en el jet privado, volando de regreso a Sicilia. Su mente era un torbellino de emociones contradictorias, y el alcohol que había estado consumiendo desde que despegó no hacía nada para aliviar su dolor. Miró por la ventanilla, viendo cómo las nubes pasaban rápidamente, y se preguntó cómo había llegado a este punto.— Señor, ¿Necesita algo más? — preguntó el asistente de vuelo, notando la botella de whisky casi vacía frente a Marcus.Marcus levantó la mirada, sus ojos enrojecidos e hinchados.— Otra botella — murmuró — Y que nadie me moleste.El asistente asintió con preocupación y se retiró rápidamente. Marcus volvió su atención a la ventanilla, sus pensamientos regresando inevitablemente a Maya.— ¿Cómo pude ser tan estúpido?", se preguntó mientras se servía otro vaso — caí en sus mentiras, en su falso amor. Como un maldito ingenuo de nuevo.Cada trago que daba parecía avivar más su ira y su dolor. Las imágenes de Maya y Dan juntos, felices, esperando un hijo, lo
La mañana siguiente al regreso de Marcus a la villa siciliana amaneció con un sol brillante que contrastaba cruelmente con su estado de ánimo. Se despertó en su despacho, rodeado de botellas vacías, con un dolor de cabeza punzante y un sabor amargo en la boca que iba más allá de la resaca.Gruñendo, se levantó del sillón donde había pasado la noche y se dirigió tambaleante hacia la terraza. Necesitaba aire fresco y, más urgentemente, su desayuno especial para la resaca que la cocinera siempre le preparaba en estas situaciones.— ¡María! — llamó con voz ronca — ¡El desayuno!Se dejó caer pesadamente en una de las sillas de la terraza, masajeándose las sienes en un intento inútil de aliviar el dolor. Estaba tan concentrado en su malestar que no notó la figura que se acercaba hasta que escuchó una voz suave y esperanzada.— Buenos días, Marcus. Te he preparado el desayuno.Marcus levantó la vista, incrédulo, para encontrarse con el rostro sonriente de Antonella. Su madre sostenía una ban