Lejos de Sicilia, dentro de una clínica de rehabilitación, Rita, la madre de Maya estaba decidida a jugar su última carta, a pesar de su edad, conservaba las formas de su cuerpo, aparentando a pesar del alcohol, menos edad de la que tenía.—¡Dios! Si mi hija no fuera tan estúpida, estaría muy cómoda en casa, en lugar de estar encerrada en este infierno, necesito un trago, siento que me quemó por dentro. El enfermero que le daba su último medicamento del día, pasaría en unos minutos, Rita se apresuró a rasgar la sábana para hacer una tira ancha, al obtenerla, la ató alrededor de su cintura. Usaba una amplia bata en color blanco que llegaba abajo de la rodilla, al atar la tira a su cintura, el largo de la bata subió un poco arriba de sus rodillas, llegaba justo bajo sus bien proporcionados pechos, lo que hizo que se levantaran. Al entrar el enfermero, Rita fingió que salía del baño, el hombre recorrió de inmediato su cuerpo con lujuria. —Buenas noches, guapo, pensé que hoy no vendría
El color rojizo del cielo al atardecer daba un aire más romántico que nostálgico, mientras regresaban a la villa, Maya decidió fingir que se había quedado dormida, no quería hablar con Marcus.Estaba pisando un terreno muy peligroso, había aceptado escribir sobre él para vengarse, no para ceder ante sus encantos.Al llegar a la villa, Marcus caballerosamente la ayudó a bajar del auto.—Te quedaste dormida, te has perdido la mejor parte, estoy seguro que observar el atardecer desde el mirador te hubiera encantado —ahí estaba de nuevo esa gran sonrisa que hechizaba.—Lo siento, me sentía tan agotada que no me di cuenta cuando me quedé dormida.—Bueno, tenemos muchos más días para observarlo.—Claro.Marcus la acompañó hasta la puerta de su habitación.—¿Deseas que te envié algo para cenar?—No, gracias, estoy rendida.—Entonces te deseo una encantadora noche en brazos de Morfeo, nos vemos por la mañana, Maya —su voz era suave, como un susurro llevado por el viento.—Hasta mañana, Marcus
Por la mañana , se resistía a levantarse para bajar a desayunar con Marcus, se recriminaba lo que había hecho, f*rnicar con el enemigo no solo le había gustado, le había encantado y eso para alguien que desea vengarse, no está permitido. Su mente era un mar de confusión, quería huir de ahí lo más pronto posible, pero tenía un deber con su padre, y haría todo para cumplirlo. Después de darse un buen baño, eligió un vestido corto para vestirse, era corto, en color negro, ajustado, el largo un poco arriba de las rodillas, al frente tenía un escote discreto. Decidió dejar su largo cabello suelto, solo lo peinó con algunas ondas, se maquilló levemente, después tomó su bolso y bajó a la terraza, ahí ya se encontraba Marcus, al verla, la recorrió con la mirada rápidamente, después volcó su atención sobre el diario que sostenía, su aptitud no podía ser más fría. —Buenos días —saludó por educación la chica. —Buenos días, Maya, será mejor que nos demos prisa, me han llamado de la oficina.
Maya observó disimuladamente a la elegante mujer en el restaurante del aeropuerto. Su corazón dio un vuelco cuando un joven apuesto se acercó y la saludó con un respetuoso beso en la mejilla. El parecido con Marcus era innegable: la misma mirada penetrante, el porte gallardo... Debía ser su hermano.La chica fingió estar concentrada en una revista que hojeaba frente a su rostro, observó discretamente a aquellas dos personas, decidida a investigar qué es lo que había sucedido, la mujer se mostraba muy afectuosa con su hijo. Un par de horas después, salió de ahí para tomar el vuelo, estaba inmersa en un mar de confusión por lo sucedido.Las siguientes horas en el avión se le hicieron eternas, pero su mente estaba en otro lado, recordando su último encuentro con Marcus días atrás.Había sido una noche cargada de tensión sexual tras semanas de miradas cargadas y roces accidentales que hacían arder su piel. Marcus la había acompañado hasta su habitación, al amparo de la oscuridad y de pro
Por la madrugada, Marcus se escabulló sigilosamente dentro de la habitación nupcial, encontrando a una frustrada Miranda dormida entre las sábanas de seda.Marcus había pasado la noche en vela, dentro de su despacho para evitar consumar el matrimonio. La idea de compartir la cama con su nueva esposa le provocaba una profunda aversión.Y no porque la chica fuera fea, al contrario, era muy bella, pero algo atolondrada y demasiado mimada, su carácter y actitud era lo que Marcus no soportaba.Por la mañana salió muy temprano hacia el corporativo, lo hizo antes de que Miranda despertara, no tenía tiempo para reclamos, había algunas cosas que necesitaba dejar solucionadas en la oficina antes de salir hacia su luna de miel al día siguiente.Pensó que tendría un respiro de la agobiante presencia de Miranda, pero estaba muy equivocado. Apenas unas horas después, ella irrumpió en su despacho, agitando su teléfono con entusiasmo.—¡Marcus, amor mío! Mira lo que acaba de llegar. ¡Estamos invitado
Maya se encontraba inmersa en la escritura del libro sobre la vida de Marcus Arched, volcando en cada página su sed de venganza. Cada palabra era un dardo envenenado dirigido al corazón del hombre que había destrozado a su familia.Con dedos febriles, tecleaba sin descanso, plasmando los detalles más íntimos y dolorosos del pasado de Marcus. Su infancia de abusos y abandono, su lucha por sobrevivir en las calles, su implacable ascenso al poder... Todo quedaría expuesto sin piedad ante los ojos del mundo.Una sonrisa amarga se dibujó en los labios de Maya mientras escribía sobre las palizas que Marcus recibía de su abuelo. Maya sintió una lágrima deslizarse por su mejilla al imaginar el sufrimiento de ese niño indefenso. Pero enseguida se obligó a endurecerse. No debía sentir lástima por Marcus. Él era el enemigo, el responsable de la desgracia de su familia.Lo que Maya no sabía era que, en ese mismo instante, al otro lado del mundo, Marcus se encontraba viviendo su propio infierno p
Marcus se encontraba en el casino clandestino, rodeado por los capos más poderosos de la ciudad. El humo de los habanos se mezclaba con el tintineo de las máquinas tragamonedas y el murmullo de las conversaciones en voz baja. Era una reunión crucial para discutir las estrategias contra sus enemigos el clan Carotti, quienes habían estado interfiriendo en sus negocios.Mientras Marcus fumaba su habano, una despampanante rubia se acercó a él con movimientos felinos. Sin decir una palabra, se sentó sobre sus piernas, pegando su pronunciado escote al rostro de Marcus.—Hola, guapo. ¿Quieres divertirte un poco? —ronroneó ella, pasando un dedo por la mandíbula de Marcus.Él le dedicó una sonrisa torcida y le dio una profunda calada a su habano.—Tal vez más tarde, preciosa. Ahora mismo estoy ocupado.La rubia hizo un puchero, pero no se movió de su lugar. Al otro lado de la mesa, Dianco De Luca, el padre de Miranda, lo fulminó con la mirada.—Ten cuidado con lo que haces, Marcus. Puedes div
Maya seguía aferrada a Dan mientras sollozaba, permitiendo que su calidez la envolviera como un bálsamo. En medio del torbellino de emociones que la embargaba, su presencia era como un faro en la oscuridad.—Gracias por estar aquí, Dan —murmuró contra su pecho— No sé qué haría sin ti en estos momentos.—Aquí estoy para ti, Maya —le aseguró él, estrechándola con fuerza— No estás sola.Maya alzó el rostro para mirarlo a los ojos, conmovida por la sinceridad que vio en ellos. Por un instante, se permitió perderse en esa mirada cálida y reconfortante, olvidando por un momento el dolor que la desgarraba por dentro.Aunque no podía evitar sentirse también avergonzada de mostrar su debilidad ante un hombre que acababa de conocer, aunque Dan le inspirara confianza.Pero entonces, la realidad la golpeó como un mazazo, recordó el libro, la venganza, lo que pronto saldría a la luz. Y supo que, cuando eso pasara, perdería la amistad de Dan para siempre.Se apartó de él suavemente, secándose la