Maya se encontraba inmersa en la escritura del libro sobre la vida de Marcus Arched, volcando en cada página su sed de venganza. Cada palabra era un dardo envenenado dirigido al corazón del hombre que había destrozado a su familia.Con dedos febriles, tecleaba sin descanso, plasmando los detalles más íntimos y dolorosos del pasado de Marcus. Su infancia de abusos y abandono, su lucha por sobrevivir en las calles, su implacable ascenso al poder... Todo quedaría expuesto sin piedad ante los ojos del mundo.Una sonrisa amarga se dibujó en los labios de Maya mientras escribía sobre las palizas que Marcus recibía de su abuelo. Maya sintió una lágrima deslizarse por su mejilla al imaginar el sufrimiento de ese niño indefenso. Pero enseguida se obligó a endurecerse. No debía sentir lástima por Marcus. Él era el enemigo, el responsable de la desgracia de su familia.Lo que Maya no sabía era que, en ese mismo instante, al otro lado del mundo, Marcus se encontraba viviendo su propio infierno p
Marcus se encontraba en el casino clandestino, rodeado por los capos más poderosos de la ciudad. El humo de los habanos se mezclaba con el tintineo de las máquinas tragamonedas y el murmullo de las conversaciones en voz baja. Era una reunión crucial para discutir las estrategias contra sus enemigos el clan Carotti, quienes habían estado interfiriendo en sus negocios.Mientras Marcus fumaba su habano, una despampanante rubia se acercó a él con movimientos felinos. Sin decir una palabra, se sentó sobre sus piernas, pegando su pronunciado escote al rostro de Marcus.—Hola, guapo. ¿Quieres divertirte un poco? —ronroneó ella, pasando un dedo por la mandíbula de Marcus.Él le dedicó una sonrisa torcida y le dio una profunda calada a su habano.—Tal vez más tarde, preciosa. Ahora mismo estoy ocupado.La rubia hizo un puchero, pero no se movió de su lugar. Al otro lado de la mesa, Dianco De Luca, el padre de Miranda, lo fulminó con la mirada.—Ten cuidado con lo que haces, Marcus. Puedes div
Maya seguía aferrada a Dan mientras sollozaba, permitiendo que su calidez la envolviera como un bálsamo. En medio del torbellino de emociones que la embargaba, su presencia era como un faro en la oscuridad.—Gracias por estar aquí, Dan —murmuró contra su pecho— No sé qué haría sin ti en estos momentos.—Aquí estoy para ti, Maya —le aseguró él, estrechándola con fuerza— No estás sola.Maya alzó el rostro para mirarlo a los ojos, conmovida por la sinceridad que vio en ellos. Por un instante, se permitió perderse en esa mirada cálida y reconfortante, olvidando por un momento el dolor que la desgarraba por dentro.Aunque no podía evitar sentirse también avergonzada de mostrar su debilidad ante un hombre que acababa de conocer, aunque Dan le inspirara confianza.Pero entonces, la realidad la golpeó como un mazazo, recordó el libro, la venganza, lo que pronto saldría a la luz. Y supo que, cuando eso pasara, perdería la amistad de Dan para siempre.Se apartó de él suavemente, secándose la
Muy a su pesar Dan tuvo que obedecer la orden de Marcus para no hacerlo enfadar aún más, desde ya sentía una profunda lástima por la chica, ¿Qué demonios pasaba por la cabeza de Maya cuando se le ocurrió hacer esa tontería?Marcus ordenó que lo acompañaran dos de sus más temibles hombres, sabía que Dan era más blando que un pudín, y que no tendría el corazón de tratar con mano dura a la chica.El chico siempre lucía en su rostro una resplandeciente sonrisa, por eso era que no le pedía acompañarlo a reuniones con otros miembros de su grupo, ni con miembros enemigos, con ese rostro tan afable, ¿Quién le temería?Mientras crecían, Marcus tuvo que poner en su lugar a los que molestaban a Dan, pues él jamás se defendía, y como siempre sonreía, nadie tomaba en serio sus amenazas, lo tomaban a burla.Dan sentía un nudo en el estómago mientras conducía hacia el edificio de Maya en Nueva York. Sabía que estaba a punto de destruir la confianza y la amistad que había construido con ella, pero no
Marcus había salido del despacho, pero su furia necesitaba más, así que se dio la vuelta y volvió al interior del despacho.Al entrar se quedó mirando a Maya que aún yacía hecha un ovillo en el sofá, temblando de miedo. Una parte de él, la parte que aún recordaba la pasión y la ternura que habían compartido, quería consolarla, abrazarla y prometerle que todo estaría bien.Pero la otra parte, la parte oscura y vengativa, rugía de furia al recordar las palabras que había leído en aquel maldito libro, cada página había sido como una puñalada directa a su corazón, exponiendo sus secretos más íntimos y dolorosos ante el mundo.¿Cómo había podido Maya hacerle algo así? ¿Cómo había podido traicionarlo de esa manera tan cruel, después de todo lo que habían vivido juntos?—Levántate —ordenó con voz gélida—no he terminado contigo.Maya obedeció con piernas temblorosas, el rostro húmedo por las lágrimas, Marcus tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para no ceder ante el impulso de
Marcus suspiró, pasándose una mano por el rostro, sabía que debería estar furioso con Dan por desobedecer sus órdenes, pero en el fondo, no podía culparlo, si él mismo no estuviera tan cegado por la rabia y el rencor, habría hecho lo mismo.—Está bien, Dan —dijo finalmente— has hecho lo correcto, pero que no se repita, ¿De acuerdo? No quiero que Maya piense que se puede aprovechar de tu buen corazón.—No lo hará —aseguró Dan con firmeza— esa chica está rota, Marcus, no tiene fuerzas ni para levantarse del suelo, mucho menos para manipularme.Algo en sus palabras tocó una fibra sensible en Marcus, la idea de Maya rota y derrotada, sufriendo bajo el yugo de su despiadada madre, le provocaba un dolor casi físico.Pero no podía ceder, no podía mostrar debilidad, ni siquiera ante su amigo más cercano, así que se obligó a endurecer el corazón y a asentir secamente.—Manténme informado de cualquier cambio —ordenó antes de dar media vuelta y alejarse por el pasillo.Pero mientras se dirigía a
Maya sentía el corazón latiendo desbocado mientras observaba a los hombres de aspecto amenazante que se reunían alrededor de la mesa. El humo de los habanos se mezclaba con el olor a alcohol y perfume barato, creando una atmósfera que le parecía repulsiva, y que la hacía querer salir corriendo.Pero cuando intentó levantarse disimuladamente, Marcus la agarró por la cintura y la sentó en su regazo con un movimiento brusco. Maya se quedó rígida, temblando ligeramente mientras sentía la mano de Marcus colocarse sobre su muslo.—Ni se te ocurra moverte —le susurró al oído, su aliento era cálido, lo que provocó escalofríos por su columna— no querrás ofender a mis invitados, ¿Verdad?Maya negó con la cabeza, tragando saliva, desde su posición, podía ver a las bailarinas contoneándose en la pista, sus cuerpos apenas cubiertos por retazos de tela. Pero lo que más la inquietaba era la forma en que miraban a Marcus, como si fuera un dios al que debían adorar.Uno a uno, los hombres comenzaron
Marcus se alejó de pronto de Maya, como si un atisbo de lucidez llegará de pronto, condujo de regreso a la villa en tenso silencio, con la mandíbula apretada y los nudillos blancos sobre el volante. Y su problema no era la debilidad que le provocaba Maya, sabía que le esperaba una tormenta al llegar a casa con Miranda, pero en ese momento, no podía dejar que eso le importara.Todo lo que ocupaba su mente era la mujer que estaba a su lado, la suavidad de sus labios, el calor de su cuerpo contra el suyo, la mezcla embriagadora de inocencia y sensualidad que emanaba de cada poro de su piel, la deseaba con una intensidad que rayaba en la obsesión.Pero también la odiaba, la odiaba por tener tanto poder sobre él, por hacerlo sentir débil y vulnerable, él era Marcus Arched, el hombre más temido y respetado de Sicilia, no podía permitirse el lujo de tener una debilidad.Y sin embargo, no podía mantenerse alejado de ella, era como una droga que lo consumía, que nublaba su juicio y debilitaba