Marcus se alejó de pronto de Maya, como si un atisbo de lucidez llegará de pronto, condujo de regreso a la villa en tenso silencio, con la mandíbula apretada y los nudillos blancos sobre el volante. Y su problema no era la debilidad que le provocaba Maya, sabía que le esperaba una tormenta al llegar a casa con Miranda, pero en ese momento, no podía dejar que eso le importara.Todo lo que ocupaba su mente era la mujer que estaba a su lado, la suavidad de sus labios, el calor de su cuerpo contra el suyo, la mezcla embriagadora de inocencia y sensualidad que emanaba de cada poro de su piel, la deseaba con una intensidad que rayaba en la obsesión.Pero también la odiaba, la odiaba por tener tanto poder sobre él, por hacerlo sentir débil y vulnerable, él era Marcus Arched, el hombre más temido y respetado de Sicilia, no podía permitirse el lujo de tener una debilidad.Y sin embargo, no podía mantenerse alejado de ella, era como una droga que lo consumía, que nublaba su juicio y debilitaba
Marcus respiraba agitadamente, como si en su interior se hubiera formado una tormenta de furia apenas contenida, sus profundos y oscuros ojos azules se clavaron sobre Maya y Dan con una intensidad abrasadora, en dos zancadas, estuvo frente a ellos, en el ambiente se podía sentir una gran tensión.—Marcus, no es lo que parece... —dijo Dan, pero antes de que pudiera terminar, Marcus lo agarró por las solapas de la camisa y lo acercó a su rostro hasta que estuvieron nariz con nariz.—Escúchame bien, "hermano" —escupió la palabra como si le dejara un sabor amargo en la boca— aléjate de Maya, no te lo repetiré dos veces, a próxima vez que te vea tocándola, olvidaré que nos hemos tratado como si compartiéramos la misma sangre, ¿Entendido?Dan tragó saliva, pero esbozó una sonrisa nerviosa, conocía a Marcus lo suficiente para saber que cuando estaba en ese estado, cualquier provocación podría desatar un infierno.—Tranquilo, Marcus, solo estaba consolándola, nada más, sabes que jamás me inte
Miranda se paseaba por su habitación como un animal enjaulado, las lágrimas rodaban por sus mejillas mientras sostenía el teléfono contra su oído, su padre, Dianco De Luca, escuchaba al otro lado de la línea con creciente indignación.—Papá, ya no sé qué hacer —sollozó Miranda, su voz sonaba rota por el llanto— Marcus casi nunca está en casa, y cuando viene, está de un humor insoportable, me trata como si fuera una extraña, como si no significara nada para él.—Tranquila, cariño —la voz de Dianco era suave pero firme— hablaré con él, le dejaré las cosas claras, no puede tratar así a mi princesa, le diré que…—Ni siquiera me ha dado la oportunidad de decirle que va a ser padre —lo interrumpió Miranda mientras hipaba— siempre está demasiado ocupado, demasiado distante, es como si no le importara en absoluto.Hubo un silencio cargado al otro lado de la línea, cuando Dianco volvió a hablar, su voz temblaba de emoción.—¿Voy a ser abuelo? Oh, Miranda, mi niña... No sabes cuánto he esperado
Dianco De Luca se quedó mirando a Rita, su rostro estaba pálido como la cera mientras trataba de asimilar la bomba que acababa de lanzarle. Una hija, una hija con Rita, la mujer que había destrozado su corazón tantos años atrás.—No... —sacudió la cabeza, negándose a creerlo— no es posible —volvió a negarlo —estás mintiendo, ¡Tratando de engañarme otra vez!Rita soltó una risa sin humor, sus ojos ámbar brillaban con una mezcla de triunfo y resentimiento, definitivamente estaba disfrutando de aquello.—Cree lo que quieras, querido, pero esa hija es tan tuya como mía.Dianco se quedó helado, su mente retrocedió al día que Marcus llegó a la reunión con una hermosa chica, esa joven de ojos grandes y tristes... Se había sentido extrañamente atraído hacia ella, como si hubiera una conexión invisible entre ellos, pero cuando le preguntó por su madre, ella le dio un apellido diferente...—Mientes —escupió, aferrándose a esa última esperanza— querrás que tome como mi hija a la hija de cualqui
Marcus cruzó la puerta principal de la mansión matrimonial, sintiendo un enorme peso sobre sus hombros, la lujosa decoración de mármoles, maderas finas y costosos acabados parecía no tener importancia ante la tormenta que se agitaba en su interior después de lo ocurrido con Maya, cada rincón de esa fría mansión le recordaba lo vacía que estaba su vida sin el calor de la mujer que amaba.No tuvo tiempo de sumirse más en sus negros pensamientos, pues Miranda apareció al instante, parandose frente a él con su semblante molesto y una mirada cargada de reproches y recriminaciones. —¿Se puede saber dónde demonios has estado metido? —dijo con marcado desdén— ¿Revolcándote con alguna zorra otra vez?Normalmente Marcus no habría tolerado sus insultos, pero en esta ocasión, solo podía pensar en el bienestar del hijo que esperaban, así que optó por guardar silencio y soportar las groserías de su esposa.—Sólo un poco más —se decía a sí mismo —todo este sufrimiento valdrá la pena con tal de darl
Marcus se encontraba en su mansión, había decidido evitar a Maya por el momento, pues aunque la amaba con cada fibra de su ser, no quería hacer pasar una mala situación a Miranda ahora que esperaban un hijo juntos. Se recostó en el sofá de la sala, cubriéndose los ojos con el antebrazo, se sentía agotado.Un ruido de tacones sobre la fría losa de mármol lo hizo apartar el brazo, Miranda lo observaba con una mueca de desdén desde el umbral de la sala.—¿Evitándome otra vez, Marcus? —dijo con marcado desdén— ya sabía que eso de cambiar conmigo era momentáneo.Marcus contuvo las ganas de mandarla al diablo, se limitó a incorporarse en el sofá y mirarla.—No estoy de humor para tus provocaciones hoy, Miranda, ahórratelas, ¿Quieres? —sentía que de ella ya tenía suficiente, su cambiante humor lo asfixiaba.—Necesito fresas con chocolate, tu hijo las quiere.Los antojos de Miranda ya no eran un pedido, eran una orden, Marcus se levantó y se dirigió a la salida, Miranda no tenía idea de cuán
Dan sudaba copiosamente frente a la furiosa Miranda, no dejaba de maldecir su suerte internamente, Marcus le iba a deber una muy grande, mínimo le tendría que pagar unas buenas vacaciones por soportar aquello.Retrocedió otro paso, alzando las manos en señal conciliadora mientras negaba frenéticamente con la cabeza. La situación se tornaba más tensa con cada segundo que transcurría.—¡Le juro que no es así, signora! ¡Marcus está en Palermo atendiendo una situación de emergencia con el corporativo! —Su vista se posó en el vehículo que los guardias habían dejado estacionado— ¡Puedo mostrarle las grabaciones de las cámaras de seguridad del hangar si no me cree!Miranda entrecerró los ojos con suspicacia, cruzándose de brazos en una pose desafiante. —Más vale que sea verdad lo que dices, Dan, porque de lo contrario haré que Marcus se deshaga de ti si me mientes.Tragando saliva trabajosamente, Dan sacó su teléfono móvil y comenzó a buscar entre los archivos de video las grabaciones corre
Marcus finalmente encendió su teléfono móvil después de lo que pareció una eternidad, Una oleada de mensajes y notificaciones se agolparon en la pantalla, haciéndolo fruncir el ceño, presintiendo que aquello no anunciaba nada bueno.La mayoría eran reportes de seguridad y estadísticas de daños tras el devastador ataque sufrido en los hangares de Pomilia, pero hubo dos mensajes en particular que lo hicieron apretar el dispositivo con fuerza entre sus puños, conteniendo a duras penas la ira que amenazaba con estallar.El primero era de Dan, informándole sobre la repentina e inexplicable aparición de Miranda en la Villa donde él había dejado a Maya a resguardo, el segundo provenía de Gío, el guardaespaldas encargado de custodiar a su maniática esposa."...La signora Miranda atacó físicamente a la señorita Maya en los jardines de la Villa, no pudimos evitarlo debido a su embarazo, el signore De Luca intervino y se la llevó en la camioneta blindada..."—¡Maldición! —Masculló entre dientes,