Marcus se encaminó hacia la salida de la habitación, sus pisadas resonaron con un eco siniestro que parecía ahogar las súplicas de Miranda a su paso... —¡Traigan al desgraciado de inmediato! —La voz de Marcus Arched resonó como un trueno en la sala de espera de la clínica, haciendo que más de uno de sus hombres se estremeciera— ¡Y asegúrense de que no se les escape por el camino!Piero, su guardaespaldas de más confianza, asintió secamente antes de dar media vuelta y salir a toda prisa, seguido de cerca por otros dos matones. Marcus los observó alejarse con la mandíbula apretada y una mirada que podría haber derretido el acero.A su lado, Dianco De Luca permanecía en un tenso silencio, sus ojos estaban fijos en algún punto distante de la pared opuesta. —Espero por tu bien que ese bastardo aparezca pronto, Dianco—siseó Marcus sin apartar la vista de la puerta— Porque si llego a enterarme que le advirtieron para huir...— ¿Pero qué demonios estás insinuando? —estalló el patriarc
Dianco De Luca clavó su mirada en Marcus, estudiando atentamente su reacción ante la reveladora prueba de ADN. Tras unos tensos segundos, carraspeó y se decidió a romper el silencio.—Así es, Marcus. Maya Jones es mi hija, y sé de buena fuente que la has estado buscando desesperadamente desde que huyó con tu mano derecha, Dan.Marcus apretó la mandíbula al escuchar eso, sus ojos destellaron con una mezcla de furia y anhelo.—¿Y eso a ti qué te importa, viejo? ¿Qué demonios pretendes al venir a decirme esto justo ahora?Dianco esbozó una sonrisa astuta, sabiendo que tenía a su yerno justo donde quería.—Te propongo un trato, Marcus, si aceptas perdonarle la vida a Miranda, yo mismo te traeré a Maya de vuelta. Sin importar dónde se haya metido, la encontraré y haré que regrese a tu lado para que puedas desposarla. Así sellaremos nuestra alianza de una vez por todas.—¿Y de qué me sirve que me prometas traerla de vuelta? —estalló Marcus, paseándose como un animal enjaulado por el pasillo
Dan se quedó paralizado al reconocer a Dianco De Luca frente a él. Su rostro perdió todo el color de golpe mientras un escalofrío de miedo le recorría la espalda. Tardó unos segundos en recuperar el habla, su mente aún trataba de procesar la impactante revelación.—¿Dianco De Luca? ¿Qué... Qué hace usted aquí? ¿Cómo nos encontró? —balbuceó Dan con voz temblorosa, antes de soltar la pregunta que más le atormentaba— ¿Maya es su hija?Dianco lo miró con frialdad, sin una pizca de compasión en sus duros ojos. Su postura era amenazante.—Eso no importa ahora —lo cortó bruscamente, sin molestarse en aclarar la duda sobre su parentesco con Maya— Lo que importa es que ella está en peligro y necesita atención médica urgente. Así que más te vale cooperar conmigo si quieres salvar su vida y la de ese niño que lleva en su vientre.Dan tragó saliva con dificultad, sintiendo como si una mano helada le oprimiera el corazón. Sabía que no tenía opción, la vida de Maya y el bebé eran lo más importante
Los días siguientes transcurrieron como en una bruma para Maya. Pasaba la mayor parte del tiempo sedada o pérdida en su propio mundo de dolor. Se negaba a comer, a hablar, a aceptar que su hijo estaba muerto. No había consuelo posible para una pérdida así.Dianco no se apartó de su lado en ningún momento. Supervisaba personalmente sus cuidados, se aseguraba de que nada le faltara. Pero no había atisbo alguno de lástima o compasión en su rostro, sólo una fría determinación. Poco a poco, la condición física de Maya fue mejorando. Las heridas de su cuerpo sanaban, aunque las de su alma seguían tan abiertas como el primer día. Ya sin la excusa de los fármacos, se sumió en un silencio denso y pesado, negándose a dirigir la palabra a nadie, ni siquiera a Dianco.Finalmente, diez días después de dar a luz, los médicos firmaron su alta. Maya salió del hospital como una sombra de sí misma, pálida, demacrada y con una expresión ausente que daba escalofríos. Si Dianco esperaba un agradecimient
Un escalofrío recorrió a Maya de pies a cabeza al imaginar los horrores que la aguardaban, pero no había escapatoria posible, estaba atrapada y sabía que no podría librarse.Como un animal llevado al matadero, se dejó guiar por Dianco hasta la camioneta blindada que los esperaba en la pista, sus pasos eran mecánicos, desprovistos de voluntad. Era como si su espíritu ya se hubiera rendido.Mientras el vehículo se alejaba del hangar, Maya contempló el paisaje a través de la ventanilla con ojos vacíos, los recuerdos de los últimos meses se arremolinaban en su mente, atormentándola sin piedad. La felicidad y angustia que había sentido al descubrir que estaba embarazada, su huida desesperada con Dan, la promesa de una nueva vida lejos de todo el dolor y la oscuridad,.Y luego, el brutal despertar, la aparición de Dianco, la pérdida desgarradora de su bebé, la revelación de su verdadero origen, todo se había derrumbado como un castillo de naipes, dejándola hundida en un pozo de desesperac
Maya soltó un grito ahogado, más por la impresión que por el dolor, se llevó una mano temblorosa a la mejilla enrojecida, mirando a Marcus con ojos desorbitados por el miedo.—Eres una maldita mentirosa —siseó él, sus facciones estaban contorsionadas en una mueca de desprecio— Una zorra embustera, igual que la traidora de Miranda, pero te juro que voy a sacarte la verdad, Maya, así tenga que arrancártela de la manera que sea.Se acercó de nuevo a ella con paso amenazador, sus manos estaban cerradas en puños a los costados, Maya se encogió sobre sí misma, aterrada.Pero justo cuando Marcus estaba a punto de alcanzarla, unos golpes apresurados sonaron en la puerta de la habitación, seguidos de la voz urgente de uno de sus hombres.—¡Jefe, tenemos un problema! Los Carotti atacaron uno de nuestros almacenes, hay varios muertos y la mercancía ha desaparecido.Marcus se detuvo en seco y soltó una maldición por lo bajo, se pasó una mano temblorosa por el cabello, dividido entre su sed de ven
Maya permanecía en trance. Marcus sintió que una daga se clavaba dentro de su pecho, sabía que él era el culpable de aquello.—Maya, mírame, soy yo, Marcus, tienes que reaccionar, vamos...—¿Marcus? —balbuceó ella con voz débil, parpadeando lentamente— ¿Eres tú? Yo... lo siento tanto... no quería... no quería traicionarte...Un sollozo desgarrador brotó de su garganta y más lágrimas se deslizaron por sus mejillas, Marcus sintió cómo algo se desgarraba en su interior al verla así, tan vulnerable y consumida por la culpa.—Shh... tranquila, no hables —la acunó contra su pecho, meciéndola con suavidad— estás ardiendo en fiebre, tengo que bajarla.Se levantó con ella en brazos y la llevó hasta el baño, donde la metió en la ducha sin molestarse en quitarle la ropa, abrió el grifo del agua fría y dejó que el chorro empapara sus cuerpos, esperando que eso ayudara a calmar el fuego que parecía consumirla por dentro.Maya se estremeció y soltó un gemido ahogado, aferrándose a él con desesperac
Dianco apretó los puños a los costados, tragándose las ganas de borrarle esa expresión arrogante en la cara de Marcus de un puñetazo.—Haré lo que sea necesario para proteger a mi familia y mis intereses —replicó con frialdad— Sé que Maya ha cometido errores, pero también sé que eres el único que puede mantenerla a salvo. Cásate con ella, Marcus, cumple tu palabra y sella nuestra alianza de una vez por todas.Una sonrisa torcida curvó los labios de Marcus.—¿Y si me niego? ¿Y si decido que no quiero atarme a una mujer que me ha traicionado de la peor manera?—Entonces atente a las consecuencias —lo cortó Dianco bruscamente— Porque te juro que moveré cielo y tierra para destruirte, Marcus. Te haré pagar por cada lágrima, por cada herida que le has infligido a Maya, y no descansaré hasta verte hundido en la miseria, suplicando clemencia a mis pies.Se sostuvieron la mirada en un duelo silencioso durante largos segundos, midiéndose, evaluándose mutuamente. Finalmente, Marcus dejó escapar