Capítulo 40

El resto de los guardias del palacio real estaban raros, la trataban con guantes de seda, y ella lo agradecía y a la vez le molestaba por necesitarlo. Incluso su propia secretaria regañona dejó de serlo abruptamente, haciendo que la relación de empleador-empleado, se volviera algo incómoda. En todo momento Kary se sentía al borde del precipicio y no conseguía serenarse.

Hoy, por fin, volvía al campo de trabajo, lo que esperaba que aclarase las ideas de la científica. Si ella tenía algo en lo que centrarse -su trabajo, que por cierto le encantaba-, se sentiría más como su antigua yo, ¿no?

Probó la comida, pero no le supo a mucho. No había tenido apetito desde que el príncipe y Mar la habían salvado del bosque y sólo se obligaba a comer para mantener la energía, tampoco quería morir deshidratada.

El príncipe había puesto un guardia real de su propio séquito de élite para su seguridad y la de Mar. Dicho guardia la observaba como un halcón, razón principal por la que limpió su plato de c
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