—¿Tienes todo para quedarte esta noche en casa de la tía Clarisse? —Galen le preguntó a su hijo.—¡Sí! Y el Sr. Saltos también está listo —expresó, sujetando a un sapo de peluche entre sus brazos.—¡Excelente! Quiero que los dos se comporten hoy. Sean buenos en casa de Clarisse, nada de golosinas después de la cena y a dormir temprano para que vayan a clases mañana. ¿Les ha quedado claro, jovencitos? —musitó el rubio.—¡Sí, papi! —dijo, felizmente el niño—. Seremos buenos, ¿verdad, Sr. Saltos? Sí, muy bueno, papá —fingió una voz más gruesa que hizo reír a Galen.—Bien, trae tu mochila que la tía Clarisse te está esperando —señaló y el niño cogió sus cosas para luego ir corriendo hacia la sala—. ¡Espera, no corras, Canguro!—¡Tía Clarisse! —gritó y saltó a sus brazos con una enorme sonrisa.—¿Emocionado por quedarte esta noche conmigo?—Ajá, porque papi saldrá con su novia.—¡No es mi novia, Pat! —se quejó Galen entre risas.—Eso cree él —el niño le susurró a la pelinegra.—Estoy de ac
El auto se detuvo con brusquedad frente al avión, cuyos motores recién de apagaban y aún seguían generando ruido en la pista privada. Peter salió para recibir a su jefe y su compañera, pero se sorprendió al ver que Soren traía consigo un joven desconocido completamente inconsciente.Se preguntó qué clase de excusa pusieron ante los pilotos, pero al ver que a joven de ojos ocres se de dificultaba bajarlo por las escaleras sin que ambos terminaran en el suelo, se apresuró a ayudarle.—Gracias, Peter —habló Soren y juntos bajaron a Owen.—Bienvenido de vuelta, señor —saludó el mayor y abrió la puerta trasera para arrojar al muchacho que seguía desmayado—. ¿Debería preguntar que ocurrió y de donde sacaron este… suvenir?—Te lo explicaremos todo, pero ahora hay que irnos a casa, ¿sí? —pidió Liza con sus zapatos colgando de una mano—. Mis pies están matándome.—Ya oíste a la señorita, andando —comentó Soren, sarcásticamente a lo cual Peter rio por lo bajo.Peter subió el equipaje de todos a
Al llegar a la residencia Oversax, Peter y Soren cargaron con Owen hasta la sala de estar y lo dejaron tirado sobre el sofá. El pelinegro creía que había tomado la mejor decisión al llevarlo con ellos, pero debía pensar qué haría a continuación. No podría mantenerlo sedado por el resto de su vida, pero tampoco podía dejarlo libre. No sabía nada del castaño, excepto por aquella historia de su hermana Sarah y no confiaba en él.—Liza, prepara una de las habitaciones para que Owen se quede ahí —musió Soren.—¿Se quedará? —indagó la ama de llaves, sorprendida por tal decisión.—Mantenga la puerta cerrada con llave, asegúrense de vigilarlo en todo momento hasta que despierte —ordenó, ignorando la pregunta de su amiga—. El sedante debería estar saliendo de su sistema en un día más. En cuanto despierte, por favor infórmenme de inmediato.—Sí, señor —respondieron los dos con un asentimiento.Peter se apresuró a levantar al castaño sobre su hombro cómo si fuera un costal de papas y se fue por
—¿Te gusta pintar? —le preguntó el niño a Soren con una mirada inocente.El pelinegro estaba tan sumergido en sus pensamientos que no se dio cuenta cuando el niño se le acercó.—A veces… —respondió, amablemente.—¿Quieres pintar conmigo? —le ofreció, pero antes de que Soren pudiese responder ya el pequeño estaba tirando de su mano para llevarlo con él—. Ven, pintemos. Estoy haciendo a mi familia, ¿ves?Levantó la hoja y la colocó frente a él animadamente esperando que lo tomara, lo cual el muchacho hizo. En el dibujo estaban las figuras que simulaban ser personas hechas por líneas y círculos. Una era la de una mujer de cabello rojo que por alguna razón tenía una cola, la otra era una mujer con un cabello negro con alas de mariposa y en el otro extremo estaba un hombre de cabello amarillo que parecía estar cargando a las otras dos.Mientras que aún lado estaba una figura más pequeña con el mismo cabello amarrillo y que parecía tener lo que le parecieron ser patas de canguro.Soren no c
—Pat, hora de comer, amor —anunció Clarisse y el niño llegó corriendo. Luego ella miró al hombre frente a ella—. ¿Te quedarás a comer?—¿Me invitas a cenar con ustedes? —dudó el pelinegro.—Sí no quieres, puedes irte y desaparecer por otra semana —atacó la chica.—Oh, la tía Clarisse está enojada —dijo Pat, con una cara chistosa—. ¿Qué le hiciste?—Sí, Soren. ¿Qué hiciste? —siguió ella con una sonrisa maliciosa.—Cometí un error al no hablar con tu tía. ¿Crees que puedas ayudarme que ya no esté enojada? —le habló al niño.Pat miró a la pelinegra con los ojos entornados, pensando en qué hacer a continuación. Se acercó más a Soren y le hizo señas para decirle algo en el oído.—Se ve cómo un trabajo duro, pero creo que te puedo ayudar —expresó el pequeño sin dejar de ver a la mujer frente a ellos—. ¿Qué gano yo?—¿Qué te parece si te llevo a la feria el próximo fin de semana?—¿Y ganarás premios para mí?—Claro, además, subirás a los juegos que sean aptos para ti.—Bien, tenemos un trato
Los golpes presurosos en la puerta terminaron despertándolo, se notaba que quien tocaba tenía mucha prisa por hacer que Soren saliera de la cama. El pelinegro había regresado a muy altas horas de la noche de casa de Clarisse y fue directo a la cama.—Adelante —murmuró, somnoliento y sin molestarse en abrir los ojos.—¡Es hora de despertar, Solecito! ¡A brillar en una mañana tan hermosa cómo esta! —dijo Patrice, eufóricamente.Soren solamente soltó un gruñido de molestia con el rostro enterrado entra su almohada. La rubia no conforme con el poco interés que tenía su amigo en al menos voltear a verla, se lanzó a un lado de él, rebotando en la cama.—Por favor, vete… —rogó con la voz amortiguada por la almohada.—No lo creo. Estuviste de vacaciones por una semana, ya es hora de que vuelvas a trabajar —musitó la chica con alegría.—Largo, estoy agotado por el viaje —gruñó.—Aún así necesito que firmes unos documentos que se deben entregar hoy. Se habrían enviado antes, pero alguien decidi
Luego de haber terminado con la pequeña reunión que Patrice y Soren tuvieron, la rubia se fue a la oficina, mientras que el pelinegro fue al segundo piso para entrar en la habitación en la que estaba Owen. Allí la morena estaba organizando el lugar mientras que el trigueño yacía en la cama cubierto por las sábanas e incluso llevaba puesta un atuendo diferente.—¿Cómo se encuentra el paciente, Liza? —preguntó, viendo al hombre sobre la cama.—Él estará bien por el momento, no ha mostrado señales de estar cerca de despertar, aunque ya debería ser hora. Han pasado muchos días, ¿cuánto suero le suministró? —interrogó la ama de llaves.—No te preocupes por eso —evadió la pregunta, pues la verdad es que él llenó toda la jeringa—. Quiero que lo vigilen en todo momento, ¿de acuerdo? Owen ahora cuenta con información muy valiosa que podría otorgarle a alguien más si le ofrecieran una enorme cantidad de dinero.—No creo que él sea capaz de entregarlo por dinero, señor.—Las personas son capaces
La casa de seguridad del FBI lucía igual que siempre, el equipo de agentes actuaba con naturalidad mientras que rodeaban la propiedad. Todos vestía de con ropa civil, no parecía que fuesen miembros de un cuerpo de la ley. Eran unas treinta o cincuenta personas en total que constantemente cambiaban de guardia para mantenerse en optimas condiciones al momento de trabajar.El auto se detuvo frente a la hermosa casa, Peter bajó para ir a abrirle la puerta a su jefe bajo la atenta mirada de los agentes de bajo rango. Cuando Soren salió del vehículo todos decidieron dirigir su mirada a otro lado, principalmente por ordenes del agente Fell, pero también porque aquel hombre proyectaba un aura bastante mortal.Uno de los hombres abrió la puerta de la casa cuando ellos se acercaron, claramente ninguno le habló en algún momento mientras Soren era seguido por Peter hasta el despacho principal. El pelinegro no tocó a la puerta, simplemente abrió y los ojos oscuros del hombre detrás del escritorio