Lo último que Owen supo fue que sintió un pinchazo en el cuello y luego todo su entorno fue consumido por la oscuridad.Soren lo dejó recargado contra un muro y volvió a esposarlo, había escuchado demasiado y no podía permitirse que él anduviese libre o podría salir corriendo en cualquier segundo.Volvió con el viejo gordinflón que parecía disfrutar de la escena, pues ante él estaba la persona que llevaba buscando desde hace bastante tiempo y por quien le pagarían una gran suma de dinero.—Muy bien, estamos solos. Habla —demandó Soren, inexpresivamente.—Uh, el tiempo no ha disipado el don de mando y la autoridad, príncipe —musitó Sergei—. Disculpe mis modales. Haría una reverencia, pero cómo puede ver… Me encuentro en una posición que me impide moverme.—Ya no soy el príncipe Brion —declaró el pelinegro—. Él ya no existe, murió. Yo lo maté.—¿Y a quién tengo frente a mi en este momento? —indagó, encarnando una ceja y una sonrisa de burla.Soren se acercó y se inclinó sobre él mientra
Para cuando Liza volvió al almacén le pareció raro que no hubiese alguna luz encendida en el interior de este. Estacionó el auto y bajo sin perder de vista el edificio, incluso miró los alrededores, pero nada parecía estar fuera de lugar. El silencio que había la estaba incomodando y lo único que se escuchaba eran sus pasos de camino a la entrada.—¿Soren? —llamó una vez dentro, pero nadie respondió. Así que siguió caminando mientras sujetaba un arma escondida debajo de su chaqueta—. ¿Señor? ¿Soren, dónde está? ¿Owen? ¿Algún asesino escondido en las sombras tal vez?Era imposible que la hubiesen dejado, así que obviamente algo había ocurrido en ese lugar. Tenía una vibra extra recorriendo su cuerpo, un presentimiento que le indicaba que algo no andaba bien y debía encontrar a Soren pronto.Llegó hasta el interruptor de la luz y cuando el almacén se iluminó contuvo un grito de horror al ver a Sergei Lugo bañado en su propia sangre y degollado. Viró el rostro a un lado para encontrar a
Casi se cumplía una semana desde que Clarisse perdió todo contacto con Soren. No obstante, se había comunicado con Peter y por lo que sabía, venía de regreso a la ciudad. La pelinegra no sabía cómo sentirse, una parte de ella estaba emocionada porque probablemente lo volvería a ver, pero otra quería estrangularlo por no enviar ni un misero correo electrónico.No es cómo si en Malacia no existiese el internet.Pero Lorna tenía razón, debía pensar con claridad lo que haría. Bien podría dejarse llevar por el enojo o hablar moderadamente, pero tenía tantas ganas de golpearlo que le era imposible pensar en qué decir.—Oye, mira eso —indicó Lorna, llamando su atención y apuntando con la el mentó al frente.Camino hacia el balcón se encontraban Galen y Tessa.No sabía en qué momento llegó la morena, pero tenía una vaga idea de la razón por la que ella estaba ahí. Sonrió al ver cómo su amigo hacía movimientos torpes y actuaba nervioso, el rubio parecía un novato en todo sentido. Pero ya era h
—¿Tienes todo para quedarte esta noche en casa de la tía Clarisse? —Galen le preguntó a su hijo.—¡Sí! Y el Sr. Saltos también está listo —expresó, sujetando a un sapo de peluche entre sus brazos.—¡Excelente! Quiero que los dos se comporten hoy. Sean buenos en casa de Clarisse, nada de golosinas después de la cena y a dormir temprano para que vayan a clases mañana. ¿Les ha quedado claro, jovencitos? —musitó el rubio.—¡Sí, papi! —dijo, felizmente el niño—. Seremos buenos, ¿verdad, Sr. Saltos? Sí, muy bueno, papá —fingió una voz más gruesa que hizo reír a Galen.—Bien, trae tu mochila que la tía Clarisse te está esperando —señaló y el niño cogió sus cosas para luego ir corriendo hacia la sala—. ¡Espera, no corras, Canguro!—¡Tía Clarisse! —gritó y saltó a sus brazos con una enorme sonrisa.—¿Emocionado por quedarte esta noche conmigo?—Ajá, porque papi saldrá con su novia.—¡No es mi novia, Pat! —se quejó Galen entre risas.—Eso cree él —el niño le susurró a la pelinegra.—Estoy de ac
El auto se detuvo con brusquedad frente al avión, cuyos motores recién de apagaban y aún seguían generando ruido en la pista privada. Peter salió para recibir a su jefe y su compañera, pero se sorprendió al ver que Soren traía consigo un joven desconocido completamente inconsciente.Se preguntó qué clase de excusa pusieron ante los pilotos, pero al ver que a joven de ojos ocres se de dificultaba bajarlo por las escaleras sin que ambos terminaran en el suelo, se apresuró a ayudarle.—Gracias, Peter —habló Soren y juntos bajaron a Owen.—Bienvenido de vuelta, señor —saludó el mayor y abrió la puerta trasera para arrojar al muchacho que seguía desmayado—. ¿Debería preguntar que ocurrió y de donde sacaron este… suvenir?—Te lo explicaremos todo, pero ahora hay que irnos a casa, ¿sí? —pidió Liza con sus zapatos colgando de una mano—. Mis pies están matándome.—Ya oíste a la señorita, andando —comentó Soren, sarcásticamente a lo cual Peter rio por lo bajo.Peter subió el equipaje de todos a
Al llegar a la residencia Oversax, Peter y Soren cargaron con Owen hasta la sala de estar y lo dejaron tirado sobre el sofá. El pelinegro creía que había tomado la mejor decisión al llevarlo con ellos, pero debía pensar qué haría a continuación. No podría mantenerlo sedado por el resto de su vida, pero tampoco podía dejarlo libre. No sabía nada del castaño, excepto por aquella historia de su hermana Sarah y no confiaba en él.—Liza, prepara una de las habitaciones para que Owen se quede ahí —musió Soren.—¿Se quedará? —indagó la ama de llaves, sorprendida por tal decisión.—Mantenga la puerta cerrada con llave, asegúrense de vigilarlo en todo momento hasta que despierte —ordenó, ignorando la pregunta de su amiga—. El sedante debería estar saliendo de su sistema en un día más. En cuanto despierte, por favor infórmenme de inmediato.—Sí, señor —respondieron los dos con un asentimiento.Peter se apresuró a levantar al castaño sobre su hombro cómo si fuera un costal de papas y se fue por
—¿Te gusta pintar? —le preguntó el niño a Soren con una mirada inocente.El pelinegro estaba tan sumergido en sus pensamientos que no se dio cuenta cuando el niño se le acercó.—A veces… —respondió, amablemente.—¿Quieres pintar conmigo? —le ofreció, pero antes de que Soren pudiese responder ya el pequeño estaba tirando de su mano para llevarlo con él—. Ven, pintemos. Estoy haciendo a mi familia, ¿ves?Levantó la hoja y la colocó frente a él animadamente esperando que lo tomara, lo cual el muchacho hizo. En el dibujo estaban las figuras que simulaban ser personas hechas por líneas y círculos. Una era la de una mujer de cabello rojo que por alguna razón tenía una cola, la otra era una mujer con un cabello negro con alas de mariposa y en el otro extremo estaba un hombre de cabello amarillo que parecía estar cargando a las otras dos.Mientras que aún lado estaba una figura más pequeña con el mismo cabello amarrillo y que parecía tener lo que le parecieron ser patas de canguro.Soren no c
—Pat, hora de comer, amor —anunció Clarisse y el niño llegó corriendo. Luego ella miró al hombre frente a ella—. ¿Te quedarás a comer?—¿Me invitas a cenar con ustedes? —dudó el pelinegro.—Sí no quieres, puedes irte y desaparecer por otra semana —atacó la chica.—Oh, la tía Clarisse está enojada —dijo Pat, con una cara chistosa—. ¿Qué le hiciste?—Sí, Soren. ¿Qué hiciste? —siguió ella con una sonrisa maliciosa.—Cometí un error al no hablar con tu tía. ¿Crees que puedas ayudarme que ya no esté enojada? —le habló al niño.Pat miró a la pelinegra con los ojos entornados, pensando en qué hacer a continuación. Se acercó más a Soren y le hizo señas para decirle algo en el oído.—Se ve cómo un trabajo duro, pero creo que te puedo ayudar —expresó el pequeño sin dejar de ver a la mujer frente a ellos—. ¿Qué gano yo?—¿Qué te parece si te llevo a la feria el próximo fin de semana?—¿Y ganarás premios para mí?—Claro, además, subirás a los juegos que sean aptos para ti.—Bien, tenemos un trato