—Muchas gracias por traerme, Peter —dijo Clarisse cuando bajó del auto.—No hay de que. Me agrada ir por usted y platicar en el camino.—Sabes que puedes hablarme sin ese formalismo —alegó la chica—. De hecho, creo que sería yo quien deba hablarte con más respeto.—¿Me acaba de llamar viejo? —preguntó Peter, riendo.—¡No, lo siento! —chilló entre risas la ojiazul— No quise decirlo de esa manera.Peter se carcajeó ante la reacción apenada y nerviosa de la chica.—No te disculpes. Aún no llego a los cincuenta, así que no me pongas años de más y yo dejaré de ser tan formal, ¿te parece? —ofreció y Clarisse asintió repetidas veces.—Sí, no volveré a tratarte cómo un anciano. Lo prometo —dijo riendo—. Oye… ¿Sabes cuando vuelven?—Aún no. El señor Soren todavía no ha logrado cerrar el trato y eso que se ha esforzado en ello.—Parece que Soren trabaja muy duro.—Hace mucho por su empresa y por nosotros.—¿No crees que también debería cuidar de él mismo? —indagó con preocupación reflejada en s
—¡Agh! ¡Han pasado dos días y todavía nada! —gruño Liza, disgustada de que siguieran en ese prostíbulo—. ¿No se suponía que el tal Sergei me mandaría a buscar?Yacía tirada sobre uno de los sofás que estaban en la habitación, ni loca se acercaba a la cama.Soren la miró desde el otro lado de la habitación, alzó una ceja y siguió atento a la llamada con Peter.—No tenemos información de porqué no ha ido por ustedes —hablo el mayor a través de la videollamada.—¿Y si nos descubrieron? —saltó la morena con los ojos muy abierto con paranoia—. Tal vez ya se dieron cuenta de que no soy Coral y esperan el momento adecuado para matarnos.—No nos han descubierto, Liza. Tranquilízate, ¿quieres? —pidió el pelinegro.—No puedo. Estoy hartar de estar aquí y me siento muy incomoda con esta ropa. Además, todos me miran cómo si fuera comida —se quejó formando una expresión de asco mientras miraba a la puerta.—Eres comida —musitó Peter—. Se supone que esas personas degeneradas están ahí para usarte c
La camioneta se detuvo justo en la entrada de la enorme mansión y Liza bajó mientras se arreglaba el vestido que insistía en subir más allá de sus muslos. Cosa que de inmediato llamó la atención los hombres presentes a su alrededor. Quiso darles una mala mirada, pero sabía que debía comportarse hasta que Soren la fuera a rescatar.Escuchó varios pasos y cuando se volteó encontró a un grupo de personas de diferentes aspectos acercándose. Hombres y mujeres jóvenes además de que todo el grupo era de personas muy sexys. Rápidamente la morena comprendió que eran otros empelados de los clubes de Sergei Lugo y que estaban ahí para darle una noche de placer a toda su gente.Metió la mano dentro del bolsillo de su abrió afelpado que la hacia sentir cómo una estúpida Osito Cariñosito y palpó el pequeño dispositivo.—Vengan por aquí —ordenó un hombre de piel oscura que comenzó a guiarlos al interior de la casa.El lugar no sólo era gigante e impresionante en el exterior, también era una obra arq
Soren se mantuvo en el auto con la mirada fija en aquella enorme mansión mientras esperaba. Odiaba esperar, lo hacía sentir cómo un total inútil tener que quedarse sentado sin saber que estaba ocurriendo. No tenía idea de si Liza logró entrar y colocar el dispositivo o si la habían descubierto. Sus dedos tamborearon en el volante hasta que el teléfono comenzó a sonar. —¿Lo logró? —fue lo primero que dijo al contestar la llamada de Peter. —Sí, señor. Ya estoy entrando en el sistema, sólo será cuestión de unos segundos —aseguró del otro lado de la línea. —Bien, era lo que necesitaba escuchar. Cortó la llamada y se bajó del auto. Abrió el maletero con presionar el botón del mando y de inmediato comenzó a cambiarse. Se quitó el traje costoso para pasar por un atuendo oscuro más cómodo y que le permitiría cumplir con lo que debía. Hizo a un lado los dos maletines grandes con dinero en efectivo y de un compartimiento del auto sacó un arma a la cual le colocó un silenciador. Verificó la
La mansión de Sergei Lugo se había transformado en una zona de guerra por el enfrentamiento. Varios cuerpos yacían tendidos en el suelo y sobre grandes charcos de sangre. Las decoraciones conformadas por esculturas, cuadros y jarrones se despedazaban con cada impacto que recibían.Con el tiempo Soren se quedó sin municiones propias y empezó a tomar las armas de sus contrincantes mientras que el sujeto que por alguna extraña razón lo estaba ayudando, no se le despegaba.—¡Abajo! —le gritó el trigueño cuando arrojó una granada contra un grupo de guardias.La explosión no se hizo esperar y los cuerpo salieron volando, algunos cayeron heridos, otros definitivamente muertos y sólo un par ilesos.Se suponía que sería una misión silenciosa.Se suponía que debían entrar y salir sin ser vistos.Se suponía que el único que debía morir era Sergei.Pero todo se fue a la mierda tan deprisa que fue cómo un accidente en auto.—¡¿Quién eres?! —demandó saber Soren al desconocido ayudante que había obt
—¡Hola a todos! —saludó Clarisse muy eufórica.—Hola, Sirenita. ¿Cómo estás? —saludó su padre a través de la pantalla.—Estoy bien bastante bien, papá —respondió, sonriente.—¿Segura? He estado al pendiente del reporte del clima en Seattle y la presión ha disminuido bastante y las precipitaciones son constantes —señaló el hombre de cabello oscuro y ojos azules.—No te preocupes. Eso es algo bastante normal en esta ciudad. Creo que por eso la llaman la Ciudad de los Vientos… o algo así —rio al dudar de que acertara.—¡Clarisse! —gritó su hermanito que cada vez se veía más grande y eso le causó sentimiento a la chica.—Hola, Renacuajo.—Ya no soy un renacuajo. Ahora soy un tritón —declaró el niño de once años. Tenía un gran parecido con su padre, aunque al igual que ella, heredó la pequeña nariz de su madre—. Acostúmbrate, hermana. Estoy creciendo.—Eso lo puedo ver. Cuando me vine tenías sólo seis años y ahora estás enorme —dijo la chica sin perder la sonrisa.Clarisse amaba platicar c
Pronto el sábado llegó y Clarisse se encontraba tendida en su cama mientras miraba el techo. Había algo extrañamente particular esa mañana que la hacia perderse en sus pensamientos. Miró el reloj que estaba sobre la mesita de noche junto a la cama, marcaba las ocho treinta y tres de la mañana.—Tal vez está dormido. Allá aún es de noche —habló en voz alta—. Sí, de seguro es por eso.«¿Tú crees? ¿Qué tal que ya se aburrió de nosotras?», cuestionó la voz en su cabeza.La chica entronó los ojos, frunció los labios y las cejas en desacuerdo con aquella paranoia. No estaba bien que pensara cosas cómo esas, no era para tanto porque sólo tenían casi tres días sin hablar…Ni un mensaje.Ni una llamada.Nada.—Seguro está muy ocupado. No puedo obsesionarme de esa manera, ¿quién soy?, ¿una esposa desesperada? —preguntó al aire.«Es sospechoso que Soren haya desaparecido sin decir algo», consideró aquella voz.—Soren es un adulto con muchas responsabilidades que siempre está trabajando. No puedo
Tres días habían transcurrido desde la noche que escaparon de una mansión que voló en pedazos. Las cosas claramente no salieron cómo Soren las había planeado y eso era algo que realmente le molestaba. Tendía ser controlador y meticuloso, especialmente con estas situaciones y ahora de seguro los estaban buscando por toda Malacia.Ahora se encontraban al otro extremo de la capital, escondidos en un viejo almacén oscuro y húmedo. Liza limpiaba en silencio la herida que el pelinegro tenía en un costado, desde que llegaron Soren a penas y había dicho algo y eso no le agradaba a la morena.Sabía que Soren estaba enojado, probablemente estudiaba sus errores una y otra vez en su cabeza mientras se corregía así mismo. No era alguien a quien le gustase equivocarse, especialmente cuando se le reprendía cada vez que lo hacía.El chico siseó al sentir molestia en la herida.—Oh, así que puede hacer sonidos. Creí que la explosión le arrebató la capacidad para hablar —dijo la morena. Dejó el algodón