CAPÍTULO 53

Tres días habían transcurrido desde la noche que escaparon de una mansión que voló en pedazos. Las cosas claramente no salieron cómo Soren las había planeado y eso era algo que realmente le molestaba. Tendía ser controlador y meticuloso, especialmente con estas situaciones y ahora de seguro los estaban buscando por toda Malacia.

Ahora se encontraban al otro extremo de la capital, escondidos en un viejo almacén oscuro y húmedo. Liza limpiaba en silencio la herida que el pelinegro tenía en un costado, desde que llegaron Soren a penas y había dicho algo y eso no le agradaba a la morena.

Sabía que Soren estaba enojado, probablemente estudiaba sus errores una y otra vez en su cabeza mientras se corregía así mismo. No era alguien a quien le gustase equivocarse, especialmente cuando se le reprendía cada vez que lo hacía.

El chico siseó al sentir molestia en la herida.

—Oh, así que puede hacer sonidos. Creí que la explosión le arrebató la capacidad para hablar —dijo la morena. Dejó el algodón
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