El resto del camino fue tranquilo mientras platicaban y eso logró hacer el viaje más corto. El auto se detuvo frente al edificio departamental y Clarisse miró la estructura.—¿Quieres entrar? —le ofreció, apuntando con el pulgar al edificio.—Sí, gracias —respondió el pelinegro de manera educada.Bajaron y caminaron uno junto al otro hasta el elevador.Clarisse se sentía nerviosa, no obstante, no sabía realmente la razón. Soren no sería el primer chico que ella llevaba a su departamento, aunque no significa que hayan sido muchos. La verdad es que al llegar a Seattle tuvo algo con un chico, el cual no era nada estable.Tenía la costumbre de desaparecer y aparecer de la nada, y a Clarisse no le gustó tener una relación con una presencia intermitente.Luego salió un tiempo con Galen, se conocieron en el trabajo y creyeron gustarse, sin embargo, su relación nunca se estableció. Así que tomaron la decisión de finalizarla para quedar sólo cómo amigos y la verdad, es lo que siempre debieron
Su mañana había iniciado como de costumbre, con un mensaje de oren deseándole un buen día y era algo que le agradaba. El hecho de que él pensara en ella le parecía adorable, especialmente porque sabía que Soren difícilmente se levantaba temprano. No obstante, ese día fue diferente por que pelinegro ya se encontraba camino al aeropuerto o eso informó en uno de sus mensajes.Clarisse le deseó un buen viaje y le pidió que le avisara una vez llegase a su destino, Kuala Lumpur, la capital de Malasia.Por el tipo de trabajo del pelinegro era claro que solía tener esos viajes de negocios, eso impresionó a la ojiazul, ya que ella sólo viajó una vez fuera del país. Es decir, aquella vez que escapó de su boda fallida y tomó un vuelo directo de Vancouver a Seattle.Desde entonces no había vuelto a viajar de un país a otro.Así que sentía algo de envidia de Soren porque era capaz de poder tener esa clase de aventuras cada vez que quisiese.Especialmente porque tenía un jet privado.La pelinegra f
—Y fue super vergonzoso —dijo Clarisse y sus amigos rieron a carcajadas.—¿En verdad te sentiste atrapada cuando tu papá te llamó? —preguntó el rubio, sin parar de reír.—Lo sé, es tonto, pero es que realmente me tomó por sorpresa —explicó, también riendo.Estuvo contándoles sobre el suceso que ocurrió la noche anterior en el auto de Soren y ahora, tanto el rubio cómo la pelirroja, no dejaban de burlase de ella.—Amiga, eres una calenturienta. Querías hacerlo en su auto —le susurró Lorna—. Eres de las mías.Le guiñó el ojo y Clarisse se sonrojó.—¡No iba a tener sexo con él en su auto! —expresó en voz baja, más que avergonzada.Ciertamente Soren la excitaba, pero no creía ser capaz de tener relaciones en un vehículo. Especialmente sabiendo que Soren puede ser muy creativo a la hora de tener sexo.—¿Te lo estás imaginando? —quiso saber Lorna y Clarisse abrió los ojos con sorpresa.—¡No! Pensaba en algo más —respondió, inmediatamente.—Ay, ajá —soltó la pelirroja.Los tres amigos siguie
Luego de un largo vuelo desde casa finalmente se encontraban en el hotel en el que estarían hospedados los próximos días. Ya estaban acomodados y listos para iniciar con la misión que los llevó hasta ese lugar.Soren terminó de acomodar su atuendo, un traje oscuro y un abrigo que sólo llevaba por encima de los hombros. Fue por su reloj a la caja de accesorios y se encontró con un objeto que no veía desde hace mucho tiempo, incluso creyó que lo había perdido.Se trataba de una sortija que su madre le había obsequiado cuando cumplió diez años. El diseño era sencillo, un perfecto aro de plata de superficie lisa y que adelante contaba con un hermoso diamante incrustado justo en el centro.Por un largo rato se quedó mirando el pequeño objeto y vino a su memoria que había otros tres que eran exactamente iguales. Cada uno de sus padres tenía uno y su hermana menor tenía el otro.Cuando los recibieron, sus padres dijeron que era un símbolo de fuerza ante cualquier circunstancia, además, usánd
La camioneta se detuvo frente al hotel y ambos subieron sin dirigirle una palabra al hombre que les abrió la puerta. El interior era bastante espacioso, por lo que Liza se sentó frente a Soren con las piernas cruzadas.—¿Cuánto tardaremos en llegar? —preguntó la chica, denotando los nervios en su voz.Soren, que estaba mirando su teléfono, alzó la vista hacia su amiga.—Media hora aproximadamente.—Hablé con Peter, me dijo que anoche fue por ella… ¿o fue en la mañana? —dudó la morena—. El cambio de horario me confunde mucho.—Son unas quince horas de diferencia —dijo, centrando su atención en un nuevo mensaje de Clarisse.—De acuerdo, eso quiere decir que…, ¿es de día en casa? —Soren asintió en respuesta—. Oh, bien. Significa que fue por ella hace un rato, que sería anoche para ellos… —los ojos del chico la vieron con apatía—. Lo siento, estoy nerviosa.—Ya lo he notado —expresó, dejando de lado el mal sentido de orientación que su amiga tenía con el horario y que se había equivocado
Sólo habían pasado un par de días desde que Soren se fue de viaje a Malacia y, aunque tenían comunicación constante, Clarisse le parecía extraño no tenerlo cerca. Definitivamente echaba de menos al pelinegro de ojos color ocre, la forma en que la miraba y la sonrisa maliciosa que ponía justo antes de besarla.Extrañaba la textura de sus labios, la manera en que sus manos la sostenían y juntaba sus cuerpos. Extrañaba su voz, ese acento europeo que aún no lograba identificar y que la excitaba tanto.Se acostumbró a su aroma, suave y fuerte, también a su tacto frío que hacía contraste con el de ella cuando se tocaban. Y definitivamente extrañaba despertar cada mañana con él abrazando su cuerpo.¿Era posible que dos personas se sintieran tan atraídas uno por el otro en tan poco tiempo?Clarisse no estaba segura de la respuesta, pero le gustaba la idea de que fuera un rotundo sí.Algo que echaba de menos era salir de trabajar y encontrarlo esperándola en la calle. Recargado contra el auto
—Muchas gracias por traerme, Peter —dijo Clarisse cuando bajó del auto.—No hay de que. Me agrada ir por usted y platicar en el camino.—Sabes que puedes hablarme sin ese formalismo —alegó la chica—. De hecho, creo que sería yo quien deba hablarte con más respeto.—¿Me acaba de llamar viejo? —preguntó Peter, riendo.—¡No, lo siento! —chilló entre risas la ojiazul— No quise decirlo de esa manera.Peter se carcajeó ante la reacción apenada y nerviosa de la chica.—No te disculpes. Aún no llego a los cincuenta, así que no me pongas años de más y yo dejaré de ser tan formal, ¿te parece? —ofreció y Clarisse asintió repetidas veces.—Sí, no volveré a tratarte cómo un anciano. Lo prometo —dijo riendo—. Oye… ¿Sabes cuando vuelven?—Aún no. El señor Soren todavía no ha logrado cerrar el trato y eso que se ha esforzado en ello.—Parece que Soren trabaja muy duro.—Hace mucho por su empresa y por nosotros.—¿No crees que también debería cuidar de él mismo? —indagó con preocupación reflejada en s
—¡Agh! ¡Han pasado dos días y todavía nada! —gruño Liza, disgustada de que siguieran en ese prostíbulo—. ¿No se suponía que el tal Sergei me mandaría a buscar?Yacía tirada sobre uno de los sofás que estaban en la habitación, ni loca se acercaba a la cama.Soren la miró desde el otro lado de la habitación, alzó una ceja y siguió atento a la llamada con Peter.—No tenemos información de porqué no ha ido por ustedes —hablo el mayor a través de la videollamada.—¿Y si nos descubrieron? —saltó la morena con los ojos muy abierto con paranoia—. Tal vez ya se dieron cuenta de que no soy Coral y esperan el momento adecuado para matarnos.—No nos han descubierto, Liza. Tranquilízate, ¿quieres? —pidió el pelinegro.—No puedo. Estoy hartar de estar aquí y me siento muy incomoda con esta ropa. Además, todos me miran cómo si fuera comida —se quejó formando una expresión de asco mientras miraba a la puerta.—Eres comida —musitó Peter—. Se supone que esas personas degeneradas están ahí para usarte c