—Y fue super vergonzoso —dijo Clarisse y sus amigos rieron a carcajadas.—¿En verdad te sentiste atrapada cuando tu papá te llamó? —preguntó el rubio, sin parar de reír.—Lo sé, es tonto, pero es que realmente me tomó por sorpresa —explicó, también riendo.Estuvo contándoles sobre el suceso que ocurrió la noche anterior en el auto de Soren y ahora, tanto el rubio cómo la pelirroja, no dejaban de burlase de ella.—Amiga, eres una calenturienta. Querías hacerlo en su auto —le susurró Lorna—. Eres de las mías.Le guiñó el ojo y Clarisse se sonrojó.—¡No iba a tener sexo con él en su auto! —expresó en voz baja, más que avergonzada.Ciertamente Soren la excitaba, pero no creía ser capaz de tener relaciones en un vehículo. Especialmente sabiendo que Soren puede ser muy creativo a la hora de tener sexo.—¿Te lo estás imaginando? —quiso saber Lorna y Clarisse abrió los ojos con sorpresa.—¡No! Pensaba en algo más —respondió, inmediatamente.—Ay, ajá —soltó la pelirroja.Los tres amigos siguie
Luego de un largo vuelo desde casa finalmente se encontraban en el hotel en el que estarían hospedados los próximos días. Ya estaban acomodados y listos para iniciar con la misión que los llevó hasta ese lugar.Soren terminó de acomodar su atuendo, un traje oscuro y un abrigo que sólo llevaba por encima de los hombros. Fue por su reloj a la caja de accesorios y se encontró con un objeto que no veía desde hace mucho tiempo, incluso creyó que lo había perdido.Se trataba de una sortija que su madre le había obsequiado cuando cumplió diez años. El diseño era sencillo, un perfecto aro de plata de superficie lisa y que adelante contaba con un hermoso diamante incrustado justo en el centro.Por un largo rato se quedó mirando el pequeño objeto y vino a su memoria que había otros tres que eran exactamente iguales. Cada uno de sus padres tenía uno y su hermana menor tenía el otro.Cuando los recibieron, sus padres dijeron que era un símbolo de fuerza ante cualquier circunstancia, además, usánd
La camioneta se detuvo frente al hotel y ambos subieron sin dirigirle una palabra al hombre que les abrió la puerta. El interior era bastante espacioso, por lo que Liza se sentó frente a Soren con las piernas cruzadas.—¿Cuánto tardaremos en llegar? —preguntó la chica, denotando los nervios en su voz.Soren, que estaba mirando su teléfono, alzó la vista hacia su amiga.—Media hora aproximadamente.—Hablé con Peter, me dijo que anoche fue por ella… ¿o fue en la mañana? —dudó la morena—. El cambio de horario me confunde mucho.—Son unas quince horas de diferencia —dijo, centrando su atención en un nuevo mensaje de Clarisse.—De acuerdo, eso quiere decir que…, ¿es de día en casa? —Soren asintió en respuesta—. Oh, bien. Significa que fue por ella hace un rato, que sería anoche para ellos… —los ojos del chico la vieron con apatía—. Lo siento, estoy nerviosa.—Ya lo he notado —expresó, dejando de lado el mal sentido de orientación que su amiga tenía con el horario y que se había equivocado
Sólo habían pasado un par de días desde que Soren se fue de viaje a Malacia y, aunque tenían comunicación constante, Clarisse le parecía extraño no tenerlo cerca. Definitivamente echaba de menos al pelinegro de ojos color ocre, la forma en que la miraba y la sonrisa maliciosa que ponía justo antes de besarla.Extrañaba la textura de sus labios, la manera en que sus manos la sostenían y juntaba sus cuerpos. Extrañaba su voz, ese acento europeo que aún no lograba identificar y que la excitaba tanto.Se acostumbró a su aroma, suave y fuerte, también a su tacto frío que hacía contraste con el de ella cuando se tocaban. Y definitivamente extrañaba despertar cada mañana con él abrazando su cuerpo.¿Era posible que dos personas se sintieran tan atraídas uno por el otro en tan poco tiempo?Clarisse no estaba segura de la respuesta, pero le gustaba la idea de que fuera un rotundo sí.Algo que echaba de menos era salir de trabajar y encontrarlo esperándola en la calle. Recargado contra el auto
—Muchas gracias por traerme, Peter —dijo Clarisse cuando bajó del auto.—No hay de que. Me agrada ir por usted y platicar en el camino.—Sabes que puedes hablarme sin ese formalismo —alegó la chica—. De hecho, creo que sería yo quien deba hablarte con más respeto.—¿Me acaba de llamar viejo? —preguntó Peter, riendo.—¡No, lo siento! —chilló entre risas la ojiazul— No quise decirlo de esa manera.Peter se carcajeó ante la reacción apenada y nerviosa de la chica.—No te disculpes. Aún no llego a los cincuenta, así que no me pongas años de más y yo dejaré de ser tan formal, ¿te parece? —ofreció y Clarisse asintió repetidas veces.—Sí, no volveré a tratarte cómo un anciano. Lo prometo —dijo riendo—. Oye… ¿Sabes cuando vuelven?—Aún no. El señor Soren todavía no ha logrado cerrar el trato y eso que se ha esforzado en ello.—Parece que Soren trabaja muy duro.—Hace mucho por su empresa y por nosotros.—¿No crees que también debería cuidar de él mismo? —indagó con preocupación reflejada en s
—¡Agh! ¡Han pasado dos días y todavía nada! —gruño Liza, disgustada de que siguieran en ese prostíbulo—. ¿No se suponía que el tal Sergei me mandaría a buscar?Yacía tirada sobre uno de los sofás que estaban en la habitación, ni loca se acercaba a la cama.Soren la miró desde el otro lado de la habitación, alzó una ceja y siguió atento a la llamada con Peter.—No tenemos información de porqué no ha ido por ustedes —hablo el mayor a través de la videollamada.—¿Y si nos descubrieron? —saltó la morena con los ojos muy abierto con paranoia—. Tal vez ya se dieron cuenta de que no soy Coral y esperan el momento adecuado para matarnos.—No nos han descubierto, Liza. Tranquilízate, ¿quieres? —pidió el pelinegro.—No puedo. Estoy hartar de estar aquí y me siento muy incomoda con esta ropa. Además, todos me miran cómo si fuera comida —se quejó formando una expresión de asco mientras miraba a la puerta.—Eres comida —musitó Peter—. Se supone que esas personas degeneradas están ahí para usarte c
La camioneta se detuvo justo en la entrada de la enorme mansión y Liza bajó mientras se arreglaba el vestido que insistía en subir más allá de sus muslos. Cosa que de inmediato llamó la atención los hombres presentes a su alrededor. Quiso darles una mala mirada, pero sabía que debía comportarse hasta que Soren la fuera a rescatar.Escuchó varios pasos y cuando se volteó encontró a un grupo de personas de diferentes aspectos acercándose. Hombres y mujeres jóvenes además de que todo el grupo era de personas muy sexys. Rápidamente la morena comprendió que eran otros empelados de los clubes de Sergei Lugo y que estaban ahí para darle una noche de placer a toda su gente.Metió la mano dentro del bolsillo de su abrió afelpado que la hacia sentir cómo una estúpida Osito Cariñosito y palpó el pequeño dispositivo.—Vengan por aquí —ordenó un hombre de piel oscura que comenzó a guiarlos al interior de la casa.El lugar no sólo era gigante e impresionante en el exterior, también era una obra arq
Soren se mantuvo en el auto con la mirada fija en aquella enorme mansión mientras esperaba. Odiaba esperar, lo hacía sentir cómo un total inútil tener que quedarse sentado sin saber que estaba ocurriendo. No tenía idea de si Liza logró entrar y colocar el dispositivo o si la habían descubierto. Sus dedos tamborearon en el volante hasta que el teléfono comenzó a sonar. —¿Lo logró? —fue lo primero que dijo al contestar la llamada de Peter. —Sí, señor. Ya estoy entrando en el sistema, sólo será cuestión de unos segundos —aseguró del otro lado de la línea. —Bien, era lo que necesitaba escuchar. Cortó la llamada y se bajó del auto. Abrió el maletero con presionar el botón del mando y de inmediato comenzó a cambiarse. Se quitó el traje costoso para pasar por un atuendo oscuro más cómodo y que le permitiría cumplir con lo que debía. Hizo a un lado los dos maletines grandes con dinero en efectivo y de un compartimiento del auto sacó un arma a la cual le colocó un silenciador. Verificó la