―¿Y este? ―preguntó el niño mostrándole una caja de cereal.Clarisse sonrió de lado y se mordió los labios para no carcajearse. Se inclinó y le dio un beso en la nariz con mucho cariño, algo que hizo reír a su pequeño solecito.―Mi amor, ya tienes cuatro cereales diferentes.―Pero no tengo este… ―hizo un mohín.―Buen intento, garrapata. Pero ya escuchaste a la embarazada, ya tienes muchos cereales y no quiero que te vuelvas loco con el azúcar ―Lorna le quitó la caja y la devolvió a su lugar. Vio que su amiga iba a decir algo, pero no se lo permitió―: Tú ni siquiera opines. En primer lugar, cuando este mocoso te pone ojitos tiernos cedes. Y Ahora que estás embarazada eres una cajita llena de hormonas.―¿Y sólo por eso ya no puedo decir si mi sobrino puede o no tener otro cereal? ―rio la pelinegra.La pelirroja le apuntó con el dedo índice y le guiñó el ojo alegremente.―¡Le atinaste, querida!―No me agrada esa anciana ―refunfuñó el niño, cruzado de brazos.―¡Te escuché, enano! ―gritó l
―Para ser sincera tal vez fue egoísta de mi parte involucrarlos en este asunto. Pero ustedes son mi familia y no creo ser capaz de pasar por todo el proceso yo sola…Tessa la abrazó a la altura de los hombros.―Ay, linda… No eres egoísta, es normal recurrir a las personas más cercanas cuando se está en una situación compleja y tú lo dijiste, somos tu familia y es más que obvio que te apoyaremos.La pelinegre mostró una sonrisa melancólica.―Me alegra mucho tenerlos.―¿Incluso a esos tres? ―frente a ella estaba el resto de su familia jugando sin algún tipo de vergüenza, riendo a carcajadas y dando saltos de un lado al otro para evadirse.―Sí, a ellos también. Son algo…, tontos, pero son familia ―rio la ojiazul, pero luego soltó un suspiro―. Sólo espero que mis padres y mi hermano lo acepten tan bien cómo ustedes lo han hecho.―¿Tu familia en Canadá todavía no lo sabe? ―preguntó, sorprendida y su amiga negó con la cabeza―. Carajo, pensé que ya lo había hablado la última vez que llamaron
―¿Señor? ―la voz de Thierry rebotó en aquella habitación que había quedado en un profundo silencio. Macon no dejaba de verse en el espejo cómo si no reconociera a la persona que estaba viendo―. ¿Se encuentra bien, alteza?Él intentaba ser lo más educado posible a pesar de que lo único que deseaba era saltarle encima y exigir respuestas. Sin embargo, sabía que si se comportaba sumiso y obedecía al príncipe entonces podría ganarse su favor y conseguir que lo sacasen de ese lugar.Thierry ni siquiera tenía la mínima idea de cómo terminó en aquel sitio, pues lo último que recordaba es que estaba en una residencia privada en Nueva Zelanda. Debía permanecer ahí porque desde que su hermano se enteró de lo que tenía con la princesa Annabeth se volvió un paranoico absoluto.Prácticamente había puesto a un ejército para que lo escoltara incluso dentro de la misma residencia y se sentía sofocado, pero una noche que salió a cumplir con un trabajo el infierno se lo tragó. No tuvo ni una oportunida
Macon no sabía cómo sentirse.Ya había escuchado esas palabras anteriormente por diversas razones, pero había algo diferente. La entonación y su mirada eran verdaderamente sinceras, o eso le parecía porque desde que tiene uso de razón sólo se rodea de hipócritas. Personas que simplemente lo adulaban y le decían lo que quería escuchar para evitar que los matase.Macon nunca se consideró una persona malcriada, no hacía berrinches, principalmente porque de haberlo intentado tal vez los castigos hubiesen sido peores en ese entonces. Quizás hasta lo habrían dejado igual o más malherido de lo que estaba en ese momento.Aún le era difícil aceptar todo lo que su primo le dijo.Era doloroso porque eran su familia, no tenía nada más que a ellos y la lealtad que le enseñaron. Los Velghary eran el centro de su vida, su piedra angular y ahora que comenzaba a pensar en ellos de otra manera, pues su mundo parecía fuera de orbita.Simplemente era mucho para procesar y no había pasado el tiempo sufici
―¿Se congeló la imagen o qué pasó? ―susurró la morena, detrás de la barra y con el pudín a medio comer.―No tengo idea, pero ya tienen cómo cinco minutos así desde que les dijo ―contestó el rubio.―Creo que nos equivocamos ―se lamentó la de ojos verdes.―¡VOY A SER ABUELA! ―el grito eufórico de Rose fue tan alto que pareció estar en persona con ellos―. ¡NO LO PUEDO CREER!―¿Qué…? ―Clarisse estaba sorprendida.―¡SE CUMPLIÓ EL SUEÑO DE SER ABUELOS ANTES DE MORIR! ―celebró Glen cómo si su equipo de futbol acabase de anotar el gol ganador de la temporada―. Tenemos que hacer una fiesta por esto. Rose, compraré los boletos para Velghary y tú encárgate de organizar todo para el viaje.―Espera, ¿cómo que viajar? ―preguntó, pero nadie la escuchó o más bien, no le quisieron poner atención.―¿Y yo que hago, papá? ¡Ya sé! ¡Compraré regalos! ―brincó el jovencillo.―¿Alguien podría hacerme caso? ―pidió la chica.―¡Perfecto! ¡Ya saben que hacer, familia! ¡Todos muévanse! ―exclamó Rose, entusiasmada.
―¿Te parece que es un día demasiado…?―¿Ajetreado? ―finalizó la rubia desde su asiento junto a su novio mientras veían todo desde los balcones del jardín central―. Es cómo si todos estuviesen demasiados apurados en terminar con sus tareas.―La Hoja de la Rosa ―dijo Oliver llegando hasta ellos.―¿Disculpa? ¿Dijiste la Hoja de la Rosa? ―cuestionó Jeremy―. ¿Qué es eso?―Es una competencia de espadachines en la cual participan muchas personas de todas partes del mundo y quienes quedan entre los diez mejores ganarán el favor del su majestad ―explicó.―Pero Brion aún no ha sido coronado.―Lo sé, pero tal parece que han comenzado con la organización para el evento que será en unos meses. ¿Brion no les contó? ―ambos negaron con la cabeza y se encogieron de hombros―. Supongo que con lo que pasó hace unos días durante el Acto del Velo de la reina ha estado en las nubes.―Sí… Vimos la hoguera que encendieron. Eso fue…―Intenso ―finalizó Jeremy por su novia.―Iba a decir que fue dañino para el am
Era curioso, pero por alguna razón Patrice sentía que la oficina en general se sentía diferente. Sólo que no estaba muy segura, ya que sólo había estado ahí un par de veces cuando mucho y, aun así, ella podía notarlo.No lo dijo a la primera, prefirió seguir en silencio mientras iban de camino e intentaba de buscar qué era eso que no era lo mismo desde la última vez que estuvo ahí.―¿Qué pasa con ella? ―pregunto Soren desde su asiento.―No tengo idea. Has estado callada desde que llegamos ―contestó Jeremy―. Tal vez no se siente bien.―Si saben que los escucho, ¿verdad, idiotas? ―se cruzó de brazos y los miró con apatía―. Pero si tanto les molesta mi silencio, con gusto comienzo a hablar sin control alguno.―No me malinterpretes, Patrice. Pregunté qué te pasaba por amabilidad, no porque quisiera que le dieras rienda suelta a tu estridente voz ―bromeó su amigo.―¡Ey! ¡Mi voz no es estridente! ―le reclamó y cuando vio que el pelinegro mostró una sonrisa torcida le arrojó un cojín que det
Los reporteros se lanzaron sobre ellos sin piedad alguna y el equipo de seguridad hizo su más grande esfuerzo para retenerlos mientras intentaban salir del edificio. No obstante, era cómo intentar sacar agua con un balde de una embarcación que se hundía. Cuando podrían controlar la situación para dar dos pasos, los reporteros regresaban con más fuerzas.Más que hablar, todos estaban gritando sus preguntas, ansiaban tener la primicia por parte del príncipe heredero y ninguno de los escoltas entendía. Rubén en un momento logró entender algo sobre un incendio en el palacio, pero hasta donde sabía el único fuego que hubo fue el que causó su jefe.―¡Alteza! ¡¿Es verdad que hay una disputa por la corona?! ―saltó un hombre pelón con un teléfono en la mano para intentar capturar la declaración que nunca llegó.―¡Todos atrás! ¡Retírense! ¡Aún lado! ―gritó Owen, quien iba a la cabeza de la barricada humana―. ¡El príncipe no dará declaraciones! ¡Muévanse del camino!―¡Elian no los dejes pasar! ―