CAPÍTULO 28

—Buen día —saludó un mensajero que llegó ante los tres jóvenes—. Disculpen, estoy buscando a Clarisse O’Nelly.

—Sí, soy yo —prenunció la chica un poco confundida porque no esperaba recibir algún paquete.

—Firma y huella, por favor —le solicitó el muchacho al pasarle una tableta—. Muy bien, aquí tiene.

El joven colocó una caja blanca mediana con un listón azul zafiro sobre su escritorio.

—Disculpa, pero…, ¿quién los envió? —le preguntó la chica confundida.

—Lo siento, sólo soy un mensajero. Recogí el paquete y lo traje —respondió el chico con un encogimiento de hombros—. Ya me retiro, adiós.

—¿Qué será? —murmuró Galen a la derecha de Clarisse.

—¿Quién lo envió? —indagó Lorna a la izquierda de su amiga.

—¿Pueden los dos callarse? Yo he estado con ustedes todo el día, no tengo idea de nada —musitó la pelinegra y sus amigos asintieron en respuesta.

Con delicadeza retiró la cinta que formaba el lazo y abrió la caja. En su interior se encontraba una pequeña caja de terciopelo azul marino qu
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