El Tío de mi Ex: Un Matrimonio Imprevisto
El Tío de mi Ex: Un Matrimonio Imprevisto
Por: Primavera
Capítulo1
Era ya el tercer mes desde que María González y Miguel López habían decidido tener un bebé. La ilusión inicial se mezclaba ahora con la ansiedad de la espera. Sin embargo, una noche, ella vio un mensaje en el WhatsApp de Miguel de un contacto guardado como «Secretaria Díaz». Su corazón dio un vuelco, y la alegre expectativa de la maternidad se tiñó repentinamente de muchas dudas.

«Acabo de comprar un camisón nuevo, pero a mi parecer me queda algo ajustado. ¿Quieres venir a darle un ligero vistazo y ver si me queda bien?»

Debajo del mensaje había una selfie: una exuberante mujer vestida con un sensual camisón rojo de tirantes, escotado y muy provocativo.

María, sin saber quién era, ella apretó con fuerza el celular, sintiéndose sumamente confundida, tras lo cual decidió por revisar la conversación anterior, que parecía ser solo de trabajo. ¿Acaso la mujer se habría equivocado de destinatario?

De repente, sintió que unas manos la rodeaban por la cintura. Miguel la abrazó con ternura por detrás y le dio un suave mordisco en el lóbulo de la oreja.

—Mi amor, ya me bañé y estoy listo. ¿Lo hacemos en el sofá o en la cama?

Sin esperar respuesta alguna, la cargó hasta el sofá. María, aún aturdida por lo sucedido, no pudo reaccionar cuando Miguel se le acercó con deseo.

—¿No dices nada? Entonces, yo mismo elegiré por ti. Hagámoslo aquí bien sabroso en el sofá.

Su voz sonaba ronca y sus ojos brillaban con lujuria al mirarla. Instintivamente, María se sonrojó, resaltando aún más su belleza natural. Bajo la tenue luz, sus mejillas rosadas le daban un aspecto tan tentador y delicioso, como el de un durazno maduro, despertando en él un desenfrenado deseo de besarla.

Pero, cuando estaba a punto de hacerlo, ella giró la cabeza. Notando de inmediato su rechazo, Miguel la miró confundido.

—Amor, ¿qué es lo que pasa?

El hombre, normalmente tan autoritario en la oficina, ahora la miraba con una expresión muy dolida, ablandando el corazón de María. Pero ella no podía sacar de su mente la foto provocativa que acababa de ver, por lo que deteniéndolo firmemente con una mano en el pecho de él, le enseñó la pantalla del celular.

—Primero explícame qué significa esto.

Miguel miró y frunció el ceño. Tomó el celular e hizo una inesperada llamada que fue respondida rápidamente.

—Señor López, ¿en qué puedo ayudarle? — respondió muy atenta la persona al otro lado de la línea.

Con expresión sombría, Miguel le preguntó:

—Señorita Díaz, ¿desde cuándo se dedica a enviar ese tipo de fotos tan provocativas? —preguntó Miguel con una expresión sombría—. Usted no estará buscando clientes, ¿verdad?

Hubo unos segundos de silencio antes de que la voz ligeramente nerviosa de Patricia Díaz respondiera:

—Señor López, lo siento muchísimo, esos dos mensajes eran para mi novio... Debo haberme equivocado al enviarlos...

—Si vuelven a ocurrir, es mejor que se largue de inmediato de la empresa.

Al colgar y mirar a María, su expresión de rabia se tornó tierna, incluso un poco dolida.

—Amor, todo fue un simple error. Si sigues molesta, la despediré mañana mismo. Ya es tarde, no perdamos tiempo con alguien que no lo merece. Llevamos una semana sin vernos, ¡esta noche tienes que compensarme con algo! —diciendo esto, la tomó por la cintura con dulzura y la besó.

Sin embargo, aunque se había aclarado el malentendido, el estado de ánimo de María se había arruinado por completo, por lo que se apresuró a apartar a Miguel.

—Estoy algo cansada esta noche... Mejor dejémoslo para mañana.

Los ojos de Miguel mostraron una gran decepción, pero no la forzó.

—Está bien, ve a dormir. Yo no tengo sueño, iré al estudio a trabajar un rato.

—De acuerdo.

A medianoche, empezó a llover torrencialmente. María se despertó por el ruido de la tormenta y, al extender la mano, notó que no había nadie a su lado. Miró la hora: 3:16 a.m. ¿Acaso Miguel seguía trabajando a esa hora?

Pensando en esto, se levantó, se puso una sencilla bata y fue al estudio. Al abrir la puerta, vio que estaba a oscuras y Miguel no se encontraba allí. Sus dedos se tensaron en la manija de la puerta y su corazón se aceleró.

¡Ding dong!

De repente su celular sonó, rompiendo el silencio de la noche. Al ver el mensaje de un desconocido, María tuvo al instante la fuerte premonición de que, si lo abría, su relación con Miguel nunca volvería a ser la misma.

En ese momento, un trueno resonó afuera, asustándola y haciendo que su mano temblara, borrando accidentalmente el mensaje.

De nuevo, la otra persona envió varios mensajes más.

«¿Aún despierta? ¿Es acaso porque tu marido no está contigo?»

«Tiengo mucho miedo por los truenos y el apagón, y viene a acompañarme.»

«¿No quieres acaso saber dónde está tu marido ahora?»

...

Viendo la insistencia de los mensajes arrogantes, la mano de María temblaba sin parar sosteniendo el teléfono con dificultad. Después de mucho tiempo, finalmente abrió el mensaje y, cuando lo hizo, vio que la otra persona le había enviado una dirección y una serie de números.

María dudó por un momento antes de tomar las llaves del auto e ir directamente hasta allí. Cuando llegó a la puerta de la villa ya eran más de las cuatro de la madrugada. En ese momento, introdujo el código que le habían enviado y la puerta se abrió automáticamente.

Las luces de la sala estaban encendidas. Desde la entrada hasta la puerta del dormitorio había esparcidos un traje de hombre y ropa interior de mujer, evidenciando la prisa de la pareja. Al ver el sexy camisón rojo hecho jirones en la puerta del dormitorio, María sintió una absurda sensación de que ya lo sabía.

Aunque solo había unos metros de la entrada al dormitorio, María sintió que había agotado por completo todas sus fuerzas, al punto que, cuando finalmente llegó a la puerta del dormitorio, sintió una fuerte sensación de impotencia.

Con mano temblorosa, empujó la puerta entreabierta con lentitud, tras lo cual vio la gran cama desordenada, sobre la cual el hombre y la mujer yacían desnudos con sus cuerpos entrelazados, mientras que los jadeos y gemidos urgentes se combinaban en una escena lasciva que hirió a María en lo más profundo. Sin embargo, ambos estaban tan absortos que ni siquiera notaron su presencia en la puerta.

La mano de María se puso blanca, y su palma quedó marcada con líneas rojas por la fuerza con que apretó la madera.

Había estado con Miguel durante ocho años, desde la universidad hasta el matrimonio, y eran la pareja que todos sus amigos envidiaban. Hasta ese día, nunca se le había pasado siquiera por la cabeza que la tan temida palabra «traición» aparecería en algún momento entre ellos. Pero, ahora, la realidad acababa de darle un duro golpe. Al parecer, no importaba que tan perfectos y sinceros fueran los votos matrimoniales, jamás se podía resistir el cambio del corazón.

Asqueada, y sin poder soportar más tanta lascivia, María se dio la vuelta y corrió hacia la puerta, tambaleándose, tras lo cual se subió su auto y se marchó.

Al pasar por un bar, María se detuvo y, sin pensarlo mucho, entró.

Poco después, cuando su mejor amiga Lucía Romero llegó, María ya se había bebido dos botellas de whisky y su mirada estaba ida y confusa.

—Lucía, has venido...

Al ver a María rodeada de algunos hombres guapos, Lucía se asombró.

—¡Todos ustedes lárguense!

—No, déjalos, están bien aquí...

—¡He dicho fuera!

Después de echar a los tipos, Lucía se sentó junto a María.

—¿Qué ha pasado? ¿Miguel realmente te engañó?

Lucía y María eran muy buenas compañeras de habitación en el campus universitario, por lo que Lucía había sido testigo de su relación. Había visto lo bueno que Miguel había sido con María todos esos años, así que cuando María le contó que Miguel la había engañado, su primera reacción había sido pensar que todo eso tal vez podía tratarse de algún malentendido.

Al oír el nombre de Miguel, los ojos de María se oscurecieron y el desgarrador y profundo dolor la invadió de nuevo.

—No quiero oír ese nombre ahora.
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